18/07/2016

Intento de golpe en Turquía: manotazo de ahogado de cúpula militar

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El gobierno islamista del AKP sobrevivió a un intento de golpe de estado. La relación tensa del gobierno con las cúpulas militares que se dio prácticamente desde el primer momento de su mandato y el rol que han jugado históricamente las fuerzas armadas turcas, hacían previsible un hecho de estas características. Sin embargo, en los últimos años Erdogan había logrado «domar” a los mandos militares y el intento de golpe estaba destinado al fracaso desde un primer momento. Por Pablo Mestrovic para ANRed/Foto: Gökhan Tan #Ä°stanbul


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El reciente intento de golpe de estado contra el gobierno islamista del AKP no es un hecho sorprendente teniendo en cuenta los frecuentes enfrentamientos del gobierno del AKP con la cúpula militar y en general el rol de las fuerzas armadas turcas en los últimos 60 años.

A partir de la instauración de la República en 1923, Turquía se convirtió en el único estado oficialmente laico de Medio Oriente. El laicismo y el nacionalismo étnico turco extremo son los componentes centrales de la ideología kemalista, llamada así por el fundador del moderno Estado turco, Mustafá Kemal article9991 .

El kemalismo nunca contó con una legitimidad significativa fuera de las clase media urbana de la región occidental de Turquía. Por esta causa, entre 1923 y 1950 el Partido Republicando del Pueblo (en turco CHP), gobernó el país en forma dictatorial. En 1950 el CHP perdió las primeras elecciones democráticas y en las décadas siguientes las fuerzas armadas asumieron junto con el poder judicial el rol de garantes del mantenimiento de los principios kemalistas. Sucesivos golpes de estado, antecedidos (con la excepción del primero, en 1960) de lo que en Turquía se denomina un «memorándum” (en turco muhtira), con una serie de demandas que el gobierno debía cumplir si no quería ser depuesto, fueron la expresión concreta de la función fiscalizadora de las fuerzas armadas sobre el poder civil. El último «memorándum” fue presentado en 1997, aunque el hecho nunca fue asumido oficialmente como un golpe de estado sino como una destitución del gabinete con apariencia legal. A partir del golpe de 1980, las fuerzas armadas turcas, bajo la dirección del general Kenan Evren, se aseguraron de que su rol político fuera reconocido explícitamente en la constitución, redactada por los propios dirigentes del régimen militar y promulgada en 1982.

La nueva constitución otorgaba a las fuerzas armadas un rol central dentro del Consejo de Seguridad Nacional (en turco MGK), así como presencia de representantes militares en el YOK (Consejo de Educacion Superior, el organismo encargado de fiscalizar la educación universitaria), el organismo a cargo de la fiscalización de los medios audiovisuales (RTUK) y otras instituciones del estado.

La llegada al poder de un partido que cuestionara los principios kemalistas (por ejemplo, un partido islamista o que expresara una identidad nacional diferente de la turca), implicaba algún tipo de «advertencia” de los representantes militares en el MGK. La constitución de 1982, por otro lado, hacía extremadamente difícil la existencia legal de partidos con tales características.

Al propio tiempo, las fuerzas armadas tuvieron entre 1987 y 2002 un poder político absoluto en las «zonas de emergencia” (OHAL en turco), en la región de mayoría kurda, para aplicar una estrategia contrainsurgente contra el movimiento de liberación nacional kurdo con características abiertamente genocidas, en tanto en el resto de Turquía se mantenía al menos una débil apariencia de «legalidad democrática”. Este último aspecto es importante dado que el intento de golpe del viernes 15 de julio coincide con una situación de genocidio en Kurdistán turco que supone un retorno al periodo de las «zonas de emergencia”.

A partir de fines de los «™90, las potencias occidentales, ante la creciente deslegitimación de la democracia hiper restringida vigente en Turquía, comenzaron a presionar a los sectores kemalistas del aparato estatal, particularmente las fuerzas armadas y el poder judicial, para que aceptaran la participación electoral del partido islamista AKP, dispuesto a aplicar las políticas neoliberales iniciadas por TÈ•rgut Ozal como ministro de economía durante la dictadura del general Evren. Tenían como medio de presión la negativa a admitir el ingreso de Turquía en la UE en caso de que el estado turco no se adaptara al menos en apariencia a unos estándares democráticos mínimos.

Es así que el nuevo gobierno del AKP comenzó a despojar a las fuerzas armadas de sus atribuciones ajenas a las cuestiones estrictamente militares. La participación militar en el MGK fue considerablemente reducida y su rol pasó a ser exclusivamente consultivo. Del mismo modo se eliminó la participación castrense en otras instituciones del estado. En 2008 fue descubierta una conspiración de un grupo de altos oficiales retirados y en actividad para deponer al gobierno, el llamado «caso Ergenekon”. El juicio por el caso Ergenekon terminó, sin embargo, sin ninguna evidencia concluyente pero permitio a Erdogan depurar a la cúpula militar de los elementos kemalistas más radicalizados.

Durante los años siguientes, el gobierno de Erdogan terminó el proceso de «domesticación” de las fuerzas armadas. En 2011 la cúpula militar turca renunció masivamente esperando generar una situación similar a la producida por los «memorándums” de décadas anteriores. Pero el gobierno de Erdogan, fortalecido por su alto nivel de apoyo popular, sobre todo en las zonas rurales tradicionalmente desafectas al kemalismo, o al menos a sus aspectos laicistas, reacciono reemplazando a los oficiales renunciantes con otros de su confianza. Asimismo, Edogan sabía que su valioso rol como aliado de las potencias occidentales, particularmente en relación con la guerra civil en Siria implicaba la imposibilidad de un golpe al estilo del que sufrió el gobierno de Mohammed Morsi en Egipto, ideológicamente afín y con el que Erdogan tenia muy buenas relaciones.

Por todo lo mencionado, el intento del 15 de julio aparece como una acción desesperada de un sector kemalista residual muy débil. Es necesario tener en cuenta que además de los aspectos ideológicos ya mencionados, la intervención de Turquia en la guerra civil siria era percibida por los mandos militares turcos como errada desde el punto de vista táctico (no por razones políticas, dada su hostilidad hacia el régimen de Al Assad desde los tiempos en que este último apoyaba al PKK), ya que podía implicar una invasión a gran escala con el consecuente desgaste y descuido de la confrontación interna con la guerrilla kurda. Las negociaciones de paz con el PKK, al que la cúpula militar consideraba posible derrotar por medios estrictamente militares, tampoco generaban simpatías hacia el gobierno entre los sectores castrenses, al menos entre los oficiales de más alto rango. Todos estos factores pueden haber favorecido el apoyo al golpe de sectores que de otro modo no se hubieran atrevido a intentar una acción de estas características, dada la sólida disciplina interna de las fuerzas armadas turcas y la apariencia de «legalidad” que como hemos visto, caracteriza a los golpes militares en Turquía. Si el intento de golpe tomó al gobierno de Erdogan de sorpresa o se trató de un «montaje” al estilo de los atentados de Suruc y Ankara el año pasado ( article10268 ),( article10958 ) perpetrados por el Daesh pero que sirvieron al gobierno de Erdogan para legitimar su represión contra el movimiento de liberación nacional kurdo y la izquierda (de los detenidos en la «operación contra el Daesh” posterior al atentado en Suruc, salvo un grupo de alrededor de 10 sospechosos de gritar consignas favorables a la banda islamista, todos eran militantes de partidos de izquierda y organizaciones sociales), es una pregunta válida, pero cuya respuesta excede el contenido de esta nota.

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