09/08/2008

Las palabras de Bussi

PRE-bussi_jpg_874778526.jpgRepuesto de su supuesta afección cardíaca que lo mantuvo alejado del banquillo de los acusados, el genocida Antonio Domingo Bussi hizo su descargo en los Tribunales tucumanos, donde se lo está juzgando junto al represor Luciano Benjamín Menéndez por el secuestro, la aplicación de tormentos y el asesinato del senador Guillermo Vargas Aignasse. El ejecutor del Operativo Independencia llegó a manifestar que los desaparecidos son un «arbitrio del accionar psicológico de la subversión».


Provisto de un mecanismo que le brindaba oxígeno, a pesar de que el perito médico negó que lo requiriera, y de su bastón, el represor Antonio Domingo Bussi se refirió al genocidio cometido en Tucumán como «guerra». No dudó en reconocer que las detenciones ilegales eran «capturas» y se quejó que aún habiendo resultado victorioso en el exterminio se lo estuviera juzgando hoy por sus crímenes.

Debiendo dar explicaciones por el secuestro, la tortura y el homicidio del senador justicialista Guillermo Vargas Aignasse no tartamudeó al referirse a su víctima como un «buchón». Primero, Bussi sostuvo que la orden de «capturar» al legislador provino del Comando del Tercer Cuerpo de Ejército. A pesar de recordar detalladamente la disposición, un súbitamente desmemoriado Bussi no pudo relacionar ese mandato con quien ejercía la jefatura de esa zona. Casualmente, el jefe del Tercer Cuerpo de Ejército y que ejercía el poder sobre la vida y la muerte en más de diez provincias era quien estaba en esa misma sala, el genocida Luciano Benjamín Menéndez.

Bussi reconoció haber designado al «mejor» comisario para detener a Vargas Aignasse. Y aunque en un primer momento se mostró como un mero ejecutor de órdenes de la superioridad, manifestó que fue él quien le otorgó la «libertad» al senador porque había «colaborado», porque era un simple «perejil», un «buchón». Es más, llegó a afirmar que los «muertos en combate no eran idealistas, sino traidores». Lo que procuró a toda luz fue alegar que Vargas Aignasse fue liberado por la patota de la dictadura y terminó siendo ajusticiado por sus propios compañeros.

Las palabras de Bussi no deberían causar demasiado escozor. Sin embargo, reinstalan un debate que parecería saldado. Antes, los sobrevivientes de los campos de exterminio de la dictadura militar argentina debían responder por qué sobrevivieron. Ahora, parecería ser que también los desparecidos deberían dar explicaciones de por qué desaparecieron. Una vez más, el intento de los genocidas de sembrar las sospechas. Una vez más, el intento de embarrar la verdad: la verdad que afirma que hubo un aniquilamiento sistemático, un genocidio.

Pero Bussi fue por más. Sostuvo: «La figura del desaparecido es un arbitrio del accionar psicológico de la subversión para disimular sus bajas de combate y encubrir el reclutamiento de individuos identificados con la causa revolucionaria».

Fue claro al expresar que existió una suerte de archivo del horror y se refirió al rol de los medios de comunicación que , técnicamente, daban cuenta de las «bajas». Es sabido que en reiteradas ocasiones, los diarios se refirieron a «caídas en combate» cuando, en realidad, eran fusilamientos.

Operativo Independencia

Vitoreado por sus defensores, Bussi no olvidó hacer mención del Operativo Independencia, esa caja de resonancia, prueba de fuego del exterminio que se llevaría adelante en la Argentina con la instauración de la dictadura militar. Se escuchó en la sala: «Viva el Operativo Independencia», nombre con el que se conoció la orden de «aniquilar la subversión» emanada por el Poder Ejecutivo en 1975, durante el mandato de María Estela Martínez de Perón. Así fue como el represor no dudó en agradecer – entre lágrimas- el apoyo social con el que había contado para llevar adelante la matanza, emocionado por los 40 ó 50 mil tucumanos que saludaron esa acción.

Como afirma la politóloga Pilar Calveiro, «cuando en febrero de 1975 por decreto del poder ejecutivo se dio la orden de aniquilar la guerrilla a través del Operativo de Independencia se inició en Tucumán una política institucional de desaparición de personas, con el silencio y el consentimiento del gobierno peronista, la oposición radical y de amplios sectores de la sociedad. Otros, como suele suceder, no sabían nada; otros más no querían saber. En ese momento, aparecieron las primeras instituciones ligadas indisolublemente con esta modalidad represiva: los campos de concentración».

El plan de exterminio primero tuvo al frente el General Acdel Vilas, hasta su reemplazo el 18 de diciembre de 1975 por el General Antonio Bussi. Lo paradójico resulta ser que Bussi se reconoció como el responsable de esa operación cuyo saldo puede calcularse en miles y hoy está siendo juzgado en Tucumán por un solo caso. Esta tendencia que se reproduce en la mayoría de los tribunales del país termina siendo funcional a lo que los represores pretenden: desdibujar que en la Argentina se consumó un genocidio.



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