23/06/2008

Notas de campo

cartel.fuego.jpg A poco más de 100 días del conflicto en el campo, los canales de TV y los grandes medios escritos comienzan a emitir sus balances. Muchos de ellos, después de contribuir descaradamente a la agitación en el interior, ahora han tomado la posición del mediador inocente que exige el diálogo y que no entiende la «irracionalidad» de la confrontación. Es necesario pues otro balance. Por Agustín Santella


Lo que sigue son tres notas (sobre el bloque social de gobierno, el bloque agrario y lo que está pasando en las izquierdas) con el ánimo de contribuir a un análisis político de clase de la coyuntura.

1. Una vez más, los limites del corporativismo de clase

Sin lugar a dudas uno de los datos políticos del conflicto agrario que lleva más de 100 días es la virtual ausencia del movimiento obrero. ¿Pero decir «movimiento obrero ausente» sería no reconocer la constante de presencia de Moyano en los palcos, o la de los militantes de su sindicato en las rutas? ¿O la paralización para el acto de Plaza de Mayo del 19 de junio? Hay que tener en cuenta en primer lugar lo que le ha costado a Moyano alinear a los trabajadores rurales, portuarios o de la carne para que no se vayan para el bloque agrario (o la interna en CTA entre oficialistas y opositores). Agreguemos que el asueto del 19 de junio y la movilización a Plaza de Mayo fueron magras y reflejaron poco entusiasmo en las bases de los trabajadores. Pero no se trata siquiera de estas acciones sindicales, sino de las políticas sindicales frente al conflicto agrario.

Es posible un balance de los 100 días. La fuerza del gobierno es débil, por sus limitaciones internas, y para superarlas, las organizaciones oficialistas de la clase trabajadora han hecho poco para la derrota del bloque agrario. Su oficialismo disciplinado, acatando el tipo de relación que el grupo presidencial exige, ni siquiera es útil para mejorar el consenso popular y construir la magnitud de las fuerzas sociales requeridas para un embate contra el poder social de los ruralistas. Pero no podemos explicar todo «por el estilo autoritario de Presidencia», como reza el slogan de la derecha.

La «conciencia corporativa» de la clase trabajadora, de la cual participan dirigentes y bases, se manifiesta como una limitación especialmente en el proceso político actual. El concepto de conciencia corporativa en el sindicalismo fue acuñado por Gramsci para discutir contra su economicismo y rechazo a una política hegemónica de clase. Al dejar la política «a los que saben», los trabajadores, por más autónomos que sean en sus luchas económicas, están imposibilitados de construir un punto de vista de clase sobre el conjunto de los problemas sociales, y no sólo su «lucha por el salario». Los trabajadores se quedan sin política para todo lo que no sea la lucha económica inmediata.

La experiencia de Venezuela y Bolivia muestra que pequeñas reformas (en comparación con un proceso socialista radical) llevan a confrontaciones colosales que requieren de un gran consenso y movilización popular. Parte del consenso surge de la perspectiva. La debilidad del gobierno para mantener una fuerza social detrás de las Retenciones es la desconfianza desde las bases de los trabajadores. Cuando Cristina habla por la TV diciendo que se trata de dinero para combatir la pobreza, esto es poco creído aún por sus votantes. Muchos de ellos, sin pasarse al bloque agrario, escuchan con escepticismo o indiferencia. El conflicto agrario tomó al Gobierno de sorpresa. Pero lo dejó sin línea. No estaba en sus planes un proceso de movilización por reformas, y sin embargo, algo de eso tiene que por lo menos decir a la hora de construir consenso para las Retenciones móviles.

2. La iniciativa la tienen ellos

La iniciativa la tiene el Bloque agrario. Ellos tienen un interés material que defender y tienen una conciencia arraigada socialmente y elaborada intelectualmente. No por reaccionaria deja de ser una conciencia social que se expresa en un movimiento social con recursos provistos desde arriba y desde abajo. El Bloque agrario tiene consenso, y concita la movilización espontánea de sectores sociales medios y altos. Claro que fue construido desde arriba con los grandes recursos de La Nación y Clarín, TN, Canal 13 y Canal 11 (por ejemplo: el Noticiero oficial del Canal 7 mide 1.6 puntos de raiting frente a 16 puntos del noticiero del 13), pero esta construcción surtió efecto y se expresa en la movilización y en la opinión pública, dos terrenos en los que el Gobierno ha sido más débil en estos 100 días que conmovieron a la Argentina. Ha sido más débil aún cuando objetivamente las Retenciones dentro del esquema cambiario económico que ha venido sosteniendo favorezca a mayorías populares, mientras que la quita de las Retenciones y el plan económico de los dirigentes de este Bloque beneficiaría a una franja de población mucho menor.

En medio de la batalla, todavía no sabemos bien que es lo que ha concitado tanta adhesión y acompañamiento de la protesta agraria, pero es un hecho. Incluso el carácter de acción directa y en muchos momentos violenta (se retomaron viejas tradiciones populares como el uso de miguelitos y bloqueo de trenes) en los cortes de ruta, que ha dejado al borde del colapso alimentario y económico al país, no ha sido repudiado socialmente sino que ha tenido acompañamiento (consenso pasivo). Tampoco tenemos un análisis preciso de la composición de las fracciones y grupos de este «Bloque agrario». Tomamos este término de los documentos suscritos conjuntamente por Economistas de Izquierda (EDI), intelectuales y movimientos como el Frente Popular Dario Santillán y el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL).

El concepto de Bloque social viene de Gramsci, quien lo usó para describir agrupamientos entre distintas fracciones de clase, partidos y organizaciones culturales de intelectuales embarcados, aún con intereses parcialmente contradictorios, en un proyecto hegemónico de sociedad. Con este concepto se intenta dar cuenta de la complejidad de la lucha de clases, ya que ésta no es una simple y directa contraposición entre las clases del modo de producción (proletarios contra burgueses en el capitalismo).

Pero ni siquiera la lucha de clases es una contraposición directa entre intereses económicos productivos descarnados y sin tradiciones, ideas y proyectos intelectuales.
En este conflicto, aún no sabemos en qué medida este Bloque agrario es histórico en el sentido en que perfila un sujeto hegemónico con un proyecto de país que concite la adhesión popular. Sin embargo, algo de eso estamos presenciando. Para que logre trascendencia, y pueda convertirse en gobierno, este Bloque tendrá que construir una mayoría electoral (hasta ahora no le es fácil a Carrió y Macri), pero además una estrategia económica sustentable, que transforme el interés parcial en interés general.

Una estrategia en donde además de las elites capitalistas se sostengan fracciones sociales de apoyo, como en el momento de auge del menemismo. Pero también la gente puede «sentir» que una vuelta ese proyecto no duraría mucho nuevamente. Por lo pronto una coalición de fuerzas económicas, políticas y culturales se ha unido en la protesta detrás de la bandera de la rentabilidad agraria. Desde la Sociedad Rural, Federación Agraria, hasta sectores que han ido al acto masivo del 25 de mayo en Rosario. (Claro que en el palco no habló la izquierda). Así como Macri subió en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el apoyo de las clases medias y sectores populares influidos por ellas, hay en esta protesta una expresión de ideas, de tradición cultural e intereses económicos inmediatos que perciben al Gobierno atado a la defensa de los «piqueteros vagos y pordioseros», la versión argentina de los «paupers» británicos del siglo XIX que leemos en El Capital, de Karl Marx.

Cuánto hay de acción económica racional en las clases medias en este sentimiento antipopular es debatible, pero este sentimiento es un hecho. Es el mismo del gorilismo antiperonista que tanta fuerza le diera al golpe de estado de 1955 que derrocara a Perón.
He aquí la fuerza moral del bloque agrario
: «El Gobierno mantiene a esos vagos por dos pesos a cambio de que los voten, y se quedan con la mayor parte de lo que les queda de todo el dinero que nos sacan con las retenciones al campo. De dos porotos de soja, uno va para el Gobierno. De los cuales las nueve partes del poroto van para Cristina y su clientela, y la décima parte para los piqueteros y los paupers argentinos. Sin embargo los dos porotos de soja son del campo, y el campo produce toda la riqueza del país. Todo sale del campo!».

Hay bases objetivas que le dan a todos estos prejuicios una fuerza movilizadora. Los prejuicios solos no llevan a ningún lado, pero cuando son movilizados por una alianza de medios de comunicación en defensa de intereses económicos poderosos estos renacen y dan una motivación sacrosanta a los viles asuntos dinerarios. Se sabe: la creciente demanda mundial de alimentos y la subida de precios constituye una expectativa extraordinaria de ganancias para un sector social que incluye desde grandes capitalistas del agro-negocio hasta pequeños arrendatarios o propietarios. A eso hay que sumarle las poblaciones pequeñas urbanas circundantes a los campos, quienes (parcialmente) se benefician con el flujo de dinero para el sector.

El pensamiento reaccionario del bloque agrario ya tuvo sus antecedentes en el voto a Macri y en el fenómeno Bloomberg. Son sectores sociales específicos que manifiestan toda su ira contra los paupers, piqueteros y delincuentes. Políticamente, interpretan que el gobierno los apoya, que son las bases del gobierno, que sus intereses (y ni hablar de su cultura!) se chocan contra ellos. Ven en un capitalismo sin delito, o con delincuentes bien controlados, o en un capitalismo agrario sin retenciones, la expectativa común en cual trazan una proyección individual y social propia. Es seguramente el camino de un capitalismo igualitario para grandes y pequeños propietarios. Solo cuando viene la crisis, y los grandes se quedan con los ahorros cuando este esquema entra en crisis (y pasó no sólo en 2001, sino con la quiebra de la burbuja especulativa de Martinez de Hoz). Cuando los negocios van bien, los pequeños propietarios participan del crecimiento, mucho más que los trabajadores ocupados. Es el gobierno populista, corrupto y clientelar, que no deja que estos intereses individuales de empresa se desenvuelvan libremente.

Así, las clases medias urbanas se suman al sector agrario como representante de un interés común. Todos ellos además desempeñan un papel de presión frente a la tímida acción del gobierno para mantener su autoridad como representante general del capitalismo ampliado (en un país periférico es más difícil), que para que no queden 2/3 partes de la población en la pobreza, debe poner límites a los mismos capitalistas «urbanos» cuando quieren subir las tarifas y bienes a nivel internacional.

3. Realineamiento en las izquierdas

Hemos mencionado las debilidades del gobierno y las fortalezas, aunque limitadas, del bloque agrario. ¿Hay elementos de alternativa en este conflicto? Ignominiosamente parte de la izquierda ha apoyado con fervor la protesta agraria. Otra parte ha caracterizado que en este conflicto se enfrentan dos bloques capitalistas y que ambos están enfrentados a los trabajadores y el pueblo. Sin embargo, esta posición da por sentado que ambos proyectos en pugna afectan negativamente en igual medida a los asalariados. Precisamente este punto da lugar a una posición distinta en el seno del campo popular, a saber, la de resistir el lock-out agrario desde una posición independiente del gobierno, por entender esta movilización rural como una acción económica, política e ideológica decididamente antipopular, al mismo tiempo que parte de una lucha interburguesa.

Para intervenir en el conflicto por las retenciones, intelectuales y organizaciones sociales suscribieron el documento al que nos referimos más arriba, cuya síntesis apareció como nota de opinión en Página/12 el 30 de mayo («Otra vía para superar la crisis», por Katz, Svampa, Calello, Adamovsky y Lucita). Este documento ha sido caracterizado como Kirchnerista por sectores de la izquierda, básicamente por no criticar en igual medida a los ruralistas y al Gobierno. Pero el documento señala acertadamente que la eliminación de todas las retenciones implicaría un duro golpe sobre los trabajadores, un retroceso en las condiciones de vida mucho mayor que la situación actual.

Aunque mantengan contradicciones a su interior, las fracciones agrarias dirigieron en común su reclamo de quita de retenciones. El estado se les ha enfrentado reclamando la renta extraordinaria, y así financiar también la acumulación capitalista pero distribuyendo esa renta al conjunto de actividades económicas. Esta distribución, aunque beneficie principalmente a los capitalistas (empresas de servicios e industriales concentradas) tiene un efecto macroeconómico muy distinto, favorable a la actividad interna y el consumo básico de los asalariados. Por lo demás, cualquier política socialista deberá basarse en la captación de esta renta agraria como primer paso a la socialización de los medios de producción (dentro de una relación no depredadora con la naturaleza).

El agrupamiento de EDI, Frente Darío Santillán, FOL, Praxis y otros muchos grupos (que se expresó en la Marcha contra el Hambre, la Inflación y la Socialización de la Riqueza y al Soberanía Alimentaria del 29 de mayo) se ofrece como un alineamiento de izquierdas que puede sentar las bases para un espacio que trasciende la coyuntura.



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