07/03/2018

Las historias no escuchadas de los maestros


El ciclo lectivo 2018 comenzó con dos días de paro nacional docente. «No podemos acordarnos de la educación sólo en los momentos de las paritarias», remarcó Mauricio Macri en su discurso de apertura de sesiones en el Congreso, apuntando contra los gremios docentes. Compartimos relatos en primera persona de maestros y maestras que día a día deben convivir con colegios destruidos, violencia escolar, cierre de cursos, aulas superpobladas, falta de materiales, estudiantes que van a cursar sin comer y el cierre de escuelas de educación especial, entre otros problemas, que demuestran que el llamado «conflicto docente», que se mantiene gobierno tras gobierno, es mucho más que una lucha por salarios dignos. Por ANRed.


«Los chicos muchas veces llegan a clases sin haber desayunado ni comido»


Víctor Estigarribia es profesor de «Lengua y Literatura» y «Comunicación, Cultura y Sociedad» en las escuelas secundarias EEM N°1 y la EEM N°2 de la localidad de Guernica, partido de Presidente Perón, en el sur del conurbano bonaerense. «Uno a veces genera una normalización de situaciones que no son normales, y se siente en la tarea habitual de resolver tareas que no conciernen al ámbito meramente educativo, como la alimentación – explica Víctor – Los chicos muchas veces llegan a clases sin haber desayunado y sin haber comido. En una de las escuelas en la que trabajo hacemos colectas una vez por mes y los porteros también nos venden comida al mediodía, entonces de esa manera se autofinancia la escuela».

«La otra cara es la precarización – relata Víctor – El mes pasado estaba contento porque me habían pagado todo el sueldo completo. El no saber qué vas a cobrar a fin de mes también es una carga que no se ve. Uno se pone contento cuando puede ver su COULI (Comprobante Unico de Liquidaciones, el recibo de sueldo de los docentes)». Además del incierto salario también está el problema del cierre de cursos y las aulas superpobladas: «en la EEM. 2 cerraron dos cursos, y en los primeros años tenemos cursos de 45 chicos en salones que están preparados para 20. Es peligroso. A fin del año pasado llegó la nueva reglamentación sobre educación especial, que está quitando de a poco la acreditación de aquellas escuelas que figuraban como de ’educación especial’. Entonces, todos los chicos van a parar a la escuela secundaria, sin el docente integrador, y no se le puede prestar la atención necesaria. Estos cambios de paradigma sí tienen sentido cuando estamos hablando de medidas económicas que acompañan ese crecimiento en cuanto a las políticas educativas, pero no cuando no están esas medidas. Las bibliotecas están totalmente desfinanciadas en comunidades donde no hay accesos a computadoras. Uno piensa siempre en CABA pero acá en Guernica hay escuelas que para ir a una fotocopiadora o librería necesitás tomarte un colectivo, y ésto se complica más en las familias numerosas porque la madre o el padre que tienen que viajar para sacar fotocopias tiene que pagar varios pasajes».

«En pos de una supuesta integración cierran las escuelas de educación especial»


«Este año en mi curso va a haber una niña que tiene una discapacidad visual, una enfermedad degenerativa que hace prever que en un futuro va a quedar cieguita – relata Leticia Corral, profesora de la E.E.D. 82 – ¿Cómo le voy a dar clases a esa chica?», se pregunta angustiada la docente, que entiende que la situación habla de un vaciamiento encubierto: «En pos de una supuesta integración que plantean, que es una gran mentira, cierran las escuelas de educación especial, y lo que hacen es empeorar la situación de esos niños, se les hace un daño enorme, sumado a la precariedad que tiene el ámbito escolar». Hay una sola maestra integradora en todo el distrito para ese tipo de discapacidad. A mi el Estado me dice: ’tenés que darle clases». Y no sé cómo voy a hacer, porque no hay ni un recurso. Sumado a que tiene sus compañeritos con millones de problemas».

«Son los propios internos los que les piden a sus familias pintura y elementos de limpieza para mantener la escuela en condiciones y en regla»

Lejos – en circunstancias y geográficamente – está el caso de las escuelas en cárceles. Gisel trabaja como profesora en el Complejo Penitenciario de Florencio Varela, que son cinco cárceles que están juntas al sureste del conurbano bonaerense. Da las materias de «Biología» y «Sociedad, Educación y Trabajo», y nos cuenta: «Si bien se repiten varias de las problemáticas que hay en muchas escuelas públicas del país, en las cárceles el ministerio de Educación, el Estado, no aparece. Siempre hay que pelear para que manden lapiceras, hojas y carpetas para los chicos – relata la docente – Somos los profes y las profes los que hacemos colecta para hacer las compras. También trabajo en una escuela privada nocturna y les pido lapiceras para llevar al penal, porque más de la mitad no tienen lapiceras. Lo mismo sucede con los profilácticos, que los compramos nosotros, porque hay un alto índice de embarazos no deseados con relaciones no estables entre los pibes. Al contexto se agrega el de dar clases con cucarachas y ratas caminando por todos lados y son los propios internos los que les piden a sus familias pintura y elementos de limpieza para mantener la escuela en condiciones y en regla, porque no podemos tener cooperadora en un penal porque es ilegal».

En cuanto al nivel con el que llegan los jóvenes ahí señala que «tienen muchas dificultades lecto comprensivas y de escritura» y que «la demanda de la matrícula es altísima pero no se puede satisfacer a todos los que están en la lista». Además remarca que una de las contras es el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB): «en una de las unidades se está haciendo cada vez menos variedad de pabellones. Hay 12 pabellones. Generalmente está el pabellón de ’Población’, que es el más variado y bravo. El pabellón de ’Ex fuerzas’. Y el de ’Hermanitos’, de evangélicos, que son la mayoría, que tienen autodisciplina. Y el problema es que el SPB terceriza en éste último la seguridad. Es mucha plata la que entra y el juzgado les exige que estudien. Y a quienes están en esos pabellones les cuesta ir a estudiar, porque no les permiten que se formen. Les dicen: ’elegí, o vas a que te enseñen cosas raras o el pabellón’. Nos cuesta muchísimo los jueves ir a dar clases, porque es el día de culto».

«Tenemos una lista de espera enorme, pero no se pueden anotar más de veinte y pico de pibes, más allá del espacio, porque no tenemos el mobiliario y desde el ministerio nos contestan que están en La Plata y que no pueden traerlos. Estamos viendo de conseguir un camión de un conocido con plata de los profes para traerlo. El año pasado también tuvimos que juntar la plata para comprar las medallas. El fin de año logramos que entren las familias de los pibes, y ahí entendimos porqué teníamos que seguir invirtiendo en los diplomas y medallas: son las primeras generaciones de esas familias que terminan el secundario«

 

«Dependía de la buena voluntad de los trabajadores del instituto para poder acomodarme en recintos pequeños sin destino de aulas»

Ernestina Arias fue tallerista desde el 2008 en el Instituto de Menores (CREU) de Lomas de Zamora, al sur del conurbano, y relató también las complejidades de brindar educación en contextos de encierro: «trabajé con jóvenes de entre 14 y 18 años judicializados e institucionalizados por haber cometido diferentes delitos. Una experiencia triste y al mismo tiempo fuerte, ver a pibes privados de su libertad, como ellos mismos se denominan, y que esa situación de encierro de todos modos no les cierra la creatividad para expresarse«.

«En todos estos años las condiciones claramente no han sido las mejores – remarca Ernestina – Desde no tener un lugar específico para trabajar el taller y depender de la buena voluntad de los trabajadores del instituto para poder acomodarme en recintos pequeños sin destino de aulas, hasta ver y escuchar las condiciones de vida alli de los chicos, con humedad en las paredes y deterioro en el edificio. Y sin tener los chicos atención psicológica, entre otras cosas».

«Sus escritos sobre la libertad, el trabajo, la vida en un barrio y la injusticia del capitalismo, me las llevo en los papeles y en mi alma – finalizó «la profe Ernes», como le decían sus alumnos – Llorar con ellos, escucharlos, y saber que de las entrañas del conurbano ningún pibe nace chorro, sino que el sistema convierte y transforma las condiciones de vida para que ellos lleguen a esos sitios deplorables, como cualquier lugar de encierro».

 

«A la mañana es maestra y a la tarde vende carbón»

La última historia sí fue escuchada por el gobierno nacional, y mostrada como un ejemplo de «emprendedurismo» y esfuerzo meritocrático. El mismo Mauricio Macri compartió en su cuenta de Facebook la historia de Amalia, de Bella Vista, Corrientes.

«Hoy visité la casa de Amalia en Corrientes. Es profesora de Lengua y por las tardes ayuda a su marido, que es camionero y distribuye carbón. Fue una gran alegría conocerla».

Otra muestra más de que los sueldos de los maestros y profesores no alcanzan para paliar la suba de precios y que obliga a muchos a tener que realizar «changas» o encarar trabajos paralelos para poder subsistir. Y se trata del mismo país donde su presidente aseguró que «las escuelas son fábricas de sueños, de los chicos pero también de los padres, que sueñan a través de sus hijos. Y nada de esto sería posible sin los docentes», en la inauguración del ciclo lectivo 2018, en una escuela de Corrientes. Una de las apenas seis provincias en donde comenzaron las clases, porque la realidad no se puede tapar.

Foto de tapa: gremio Aceiteros



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