08/04/2018

Menstruapps o cómo hacer negocio con los datos íntimos de millones de mujeres

Las aplicaciones destinadas a registrar y predecir los ciclos fértiles y reproductivos de millones de mujeres se han convertido en una fuente inagotable de datos sobre hábitos, comportamientos y consumo vendidos al mejor postor en el mercado del big data. Por Florencia Goldsman | El Salto. Foto: David Fernández.

Algunas dibujaban círculos, otras flechas y las más despistadas marcaban el día con subrayador. Las más arriesgadas se libraban al resguardo de la memoria y a la observación en la mudanza del flujo vaginal. Casi todas se quejan de olvidos y descuidos que podrían resultar en nada menos que en un embarazo no deseado. De la mini encuesta que realizó esta periodista en la red social azul, la sensación que se desprende por parte de unas diez usuarias de las apps de control del ciclo menstrual es de alivio, ganancia de tiempo y precisión sobre el control del calendario. Porque ¿qué mejor que un ayudante digital para despreocuparse de fechas tan importantes como las de ciclos de ovulación, premenstruales o del exacto momento del período?

Para muchas personas, cada día más los móviles se vuelven prótesis infaltables extendiendo nuestra interfaz con el mundo y lo que nos rodea. También se vuelven mascotas o ayudantes con presencia continua que se vinculan con nuestros ciclos internos. Y —parecieran— hacer todo de manera gratuita y sincronizada. No obstante, en Brasil un colectivo llamado Coding Rights que investiga tecnologías en vínculo con problemáticas de vigilancia se viene dedicando a estudiar el fenómeno de las llamadas menstruapps por medio de interrogantes que horadan esa superficie que muestran simples “servicios” que nos prestan a las personas menstruantes estas aplicaciones.

Estas aplicaciones ofrecidas para controlar la ovulación, el ciclo y el período fértil, vigilar el peso corporal, las medidas del cuerpo (cintura, pecho, caderas), supervisar la presión arterial y el pulso son “chupadatos”, señalan desde el sur de América. Algunas calculan el promedio de los últimos ciclos menstruales para predecir la fecha de inicio del próximo, indicar días de fertilidad, ovulación, y períodos actuales y futuros. La gran mayoría traen contenidos como consejos íntimos, o brindan la posibilidad de anotar estados de ánimo y las veces/horarios/días en que tenemos relaciones sexuales.

“Alimentadas con nuestros datos, estas herramientas funcionan como laboratorios para la observación de patrones fisiológicos y de comportamiento, que van desde la frecuencia de la menstruación y los síntomas asociados con ella, hasta los hábitos de compras y navegación por internet de todas sus usuarias. Con las menstruapps, monitorear tu ciclo significa informar regularmente a la aplicación si saliste, bebiste, fumaste, tomaste alguna medicina, si estabas muy excitada, tuviste sexo, en qué posición estabas cuando tuviste un orgasmo, cómo fue tu caca, si te sentiste triste, si dormiste bien, si tu piel está bien, cómo estás de ánimo, si tu flujo vaginal está más verdoso, tiene mal olor o un aspecto como de crema”, detallan Natasha Felizi y Joana Varón en un rico informe del sitio Chupadatos.

María, usuaria de la app Calendario Menstrual, vive en la claudicación del uso de sus datos personales: “Estoy entregada al big data. Resignada. Por fin me compré un lindo celu, con mucha memoria, y me puedo descargar apps… ¡Me entrego! Si de todas formas los datos ya los tienen…”, confiesa con pesimismo desde Argentina. Para Nubia, una salvadoreña de 40 años que trabaja en la defensa de los derechos de las mujeres, la idea del monitoreo de los datos que su regla genera le resulta espantosa. No obstante considera a su app una útil muleta después de haber pasado por infecciones y atrasos. En su caso, una mezcla entre la app y el uso de la copa menstrual le facilita la vida: “Me ayudó junto a la copa menstrual a minimizar mi infección porque me hacía prestar mayor atención a mi cuerpo”, explica vía correo electrónico.

Nuevas mascotas para seres sangrantes

La historia del cuerpo humano se vincula con una trayectoria de un aparato multidisciplinario (dietas, cirugías, deportes, implantes) para modelarlo, domarlo, dominarlo. La vigilancia funciona desde siempre como una herramienta para controlar los cuerpos, el discurso y activismo de las mujeres. En muchos países de América latina y África el derecho a decidir de las mujeres sobre sus propios cuerpos también ha sido bloqueado por métodos de control sobre las poblaciones dictados desde el norte global.

El ciclo reproductivo es, de hecho, uno de los principales temas de la biología femenina que parece justificar un recio desarrollo de tecnologías para su control. La menstruación, la concepción, el parto, el puerperio (posparto), las hormonas, la menopausia, la tensión premenstrual, todo es objeto de intervención biopolítica.

Para profundizar en la controversia que despierta el uso extendido de este tipo de aplicaciones, pensemos en algunos sesgos ideológicos que carga en su relación con los cuerpos menstruantes. Para comenzar, las empresas realizan una discriminación corporal pues estas tecnologías comienzan a crear algoritmos basados en patrones corporales. Esto significa que no están diseñadas para todos los cuerpos, o que en el futuro próximo detectarán como «sospechosos» los cuerpos que no cumplen con las características para los cuales están diseñadas.

Por otro lado, si pensamos en quiénes son los propietarios y desarrolladores de las apps y cuál es su localización geopolítica, observaremos que desde su diseño los códigos utilizados son patriarcales y heteronormatvos. La app Maya envía consejos sobre cómo evitar salir a hacer compras sin control o cómo de cuidarse de la ingesta de helados para no perder la forma durante los días de SPM. Estos tips develan la encorsetada visión de quienes programan y buscan comercializar las menstruapps. En este marco preguntamos junto con los colectivos ciberfeministas que interrogan a estas mascotas virtuales: ¿qué tipo de ’perfiles’ se están creando sobre nosotras a partir de los datos que generamos al usar las aplicaciones? ¿Debe ser considerado normal recibir propagandas de dietas, consejos para reconquistar al marido o monitores de latidos cardíacos para bebés diariamente?

Amapola, una comunicadora uruguaya que usa hace cuatro años una app de ciclos menstruales que viene por defecto en los IPhones, consultada ante la manipulación de sus datos por estas empresas expresa desagrado y enfado: “Entiendo que ya todos mis datos forman parte de grandes bancos de datos y es inevitable”. Por su parte, Verónica, diseñadora gráfica, señala sentimientos encontrados: “Si la app es gratis, si tiene la opción de cambiar la configuración de privacidad y si usan los datos para investigación —aunque eso signifique un lucro para ellos— no me molesta. Aunque sí considero que tiene que haber una legislación acorde a los tiempos que corren que controle el uso de datos por parte de las empresas de software y que nos ampare ante posibles problemas”.

Sobre potenciales problemas cabe señalar que las apps analizadas por el colectivo Coding Rights (Glow, Clue y Maya), ceden información sobre sus usuarios a socios comerciales. Eso significa, por ejemplo, que informaciones relativas nuestros gustos, patrones de comportamiento, horarios de conexión y otras informaciones pueden de ser analizadas y utilizadas por otras empresas para diversos fines. Estos van desde mostrar anuncios publicitarios diferenciados hasta la venta de un paquete de información a un data broker, empresa dedicada a comercializar y analizar grandes volúmenes de datos. Por eso la invitación es preguntarnos de qué manera los algoritmos, que suelen presentarse a los públicos como tecnologías matemáticas, científicas y, por lo tanto, “neutrales”, analizan y procesan las informaciones sobre nuestros cuerpos y de qué manera el feedback de mensajes, alertas y recomendaciones que las aplicaciones envían nos influyen en nuestro cotidiano y futuro cercano.

La mano invisible que cambia la copa

Uno de los colectores menstruales ofrecidos en el mercado de las menstruapps llamado Looncup promete un ciclo menstrual saludable a través de una conexión a dispositivos Android e iOS intermediado por el sistema Bluetooth. Estos sistemas permiten seguir desde el móvil el color del flujo y conocer exactamente cuándo es el momento de vaciar y volver a colocar la copa en el interior del canal vaginal. Lo que significa, de alguna manera, dejar en manos del dispositivo la propria percepción del torrente de flujo sanguíneo.

Otra propuesta afín es la de los tampones MyFlow los cuales van acompañados por un llavero que, combinado con el uso del celular tercerizaría una acción de auto cuidado tan simple como pasar por el baño para revisar cualquier posible filtración de sangre. Es decir, la mujer le delegaría a su dispositivo el percibir la cantidad de flujo que su cuerpo produce y la decisión de cambiarse o no el colector menstrual. Para Sabrina, una abogada de 31 años que usa la app WomanLog hace dos años, la posibilidad de compartir el estado de su ciclo menstrual es inviable: “No, no lo haría. Me incomoda la sola idea de que otra persona se entere de algo sin ser yo la que lo comunico, en el caso del atraso. Para los avisos de cambio de copita o toallita, entiendo que tiene una función más práctica, pero dado que los ciclos no son siempre regulares, me cuesta pensar que una app me sepa avisar lo que mi cuerpo precisa”.

En este marco también es llamativo que las empresas como las de la aplicación Kindara hayan publicado una sección de “predicciones acerca de la salud de las mujeres en 2016”, en la que afirman “las mujeres confiarán más en sus móviles que en los doctores. En 2016, veremos a las mujeres alejándose de los consultorios hacia sus smartphones”. Es que, como vemos, las menstruapps recogen datos íntimos y los sistematizan “puertas adentro”, es decir; no hacen público para qué esas informaciones serán efectivamente utilizadas cuando las usuarias dan su aprobación a sus términos y condiciones. Y cuándo lo hacen no dejan del todo claro cuáles son sus posibles consecuencias sobre la salud individual y colectiva.

Las investigadoras Vanessa Rizk y Dalia Othman observan en el informe Sexualidad, salud reproductiva e internet que la cantidad de datos y metadatos recopilados por estas aplicaciones ha posibilitado una cuantificación del cuerpo de las mujeres en una escala nunca antes vista. Y destacan que “en momentos en que la privacidad de los datos se ha convertido en unos de los principales temas en debate, estas aplicaciones están recogiendo datos a ritmo veloz y los comparten con terceros que casi siempre permanecen ocultos”.

Se abre un amplio abanico de reflexión sobre nuestros cuerpos como espacios de control y lucro que sigue un continuum histórico de opresión y vigilancia. Este debate habla del diálogo desigual y desinformado que establecemos con nuestras mascotas virtuales que, además, suelen estar decoradas con corazones, flores y mariposas en empalagosa tonalidad rosa.

Todo indica que los datos organizados de maneras arbitrarias nos devuelven mensajes y propagandas insistentes que refuerzan estándares de belleza, comportamiento y sexualidad determinados. Si bien se ofrecen como una herramienta que podría colaborar con la emancipación de nuestros cuerpos y un aporte para la obtención de mayor tiempo libre, no podemos dejar de observar con dudas y preocupación sus actuales desarrollo de mercado.

Mujeres como María, quien al principio se mostraba tranquila respecto de sus datos, confiada en que ya no perdería el registro de las fechas en las que le toca menstruar, al final de nuestro cuestionario reflexiona sobre el uso de los datos que chupan este tipo de apps. “Ojalá desarrollen medicación para la endometriosis y difundan su alta incidencia para que las mujeres y comunidad sanitaria pueda atender a tiempo y prevenir”, concluye y vuelca un haz de esperanza sobre los datos volcados en las mascota chupadatos.



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