24/06/2003

Luchar por otros, nacer en miles

flor_dym.jpg La Masacre de Avellaneda puso en evidencia la vocación asesina de este sistema social que hunde en la miseria a millones y reprime a los que resisten. Sin embargo, su política de muerte no pudo borrar el ejemplo de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, quienes entregaron sus vidas al cambio social que estaban construyendo. En sus figuras reparan miles que hoy siguen su camino de lucha.
En esta nota incluimos además los balances de las organizaciones populares a un año de la masacre.


Se cumple un año del día que el gobierno nacional asesinó a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
Ese 26 de junio, una vez más, el Estado puso en funcionamiento sus herramientas de muerte para preservar los intereses de esos pocos que desde hace tanto tiempo se benefician a costa del padecer de millones.
«Masacres» disciplinadoras que pretenden sembrar el terror, como los 30.000 desaparecidos por la última dictadura, los fusilamientos de los obreros de la Patagonia Rebelde o los de José León Suárez. Distintos actos de un mismo drama, las mismas víctimas, los mismos victimarios.

Las muertes de Darío y Maxi fueron la trágica materialización de un plan sistemático que comenzó con el explícito pedido de diversos sectores del poder económico (banqueros, empresarios y Sociedad Rural) de ejecutar una enérgica represión ante el crecimiento de los cortes de ruta, al mismo tiempo que la TV se llenaba de spots mostrando la represión del 19 y 20 de diciembre de 2001 y su contracara duhaldista, con hombres y mujeres felices en una Argentina «de pie y en paz».

Mientras tanto, circulaban informes de la SIDE que veían complots golpistas por parte de las «guerrillas de piqueteros».
Los medios colaboraban difundiendo información intoxicada por los intereses de quienes ellos representan y se extendía la clasificación entre piqueteros «buenos» y «malos» según su vestimenta, la cantidad de carriles que dejaban libres o, más solapadamente, la disponibilidad de suspender medidas de fuerza mediante el «diálogo».
En este escenario se desarrolla ese 26 una importante movilización convocada por la CTD Aníbal Verón, el MIJD, Barrios de Pie y el Bloque Piquetero que se disponían a cortar el tránsito en el Puente Pueyrredón y en varios accesos más a Capital. Como contrapartida represiva, ese día se puso en práctica un operativo conjunto entre la Policía Federal, Bonaerense, Prefectura y Gendarmería, en consonancia con los lineamientos generales del flamante Consejo Nacional de Seguridad, creado con la doble intención de reprimir la protesta social y «atender» el reclamo de «mayor seguridad» de los sectores medios sensibilizados por la sospechosa seguidilla de robos y secuestros.

La Masacre de Avellaneda fue planificada meticulosamente con el objetivo de dar un escarmiento represivo ejemplar para desarticular con el terror la organización de la protesta social. Sin embargo, no faltaron las explicaciones «políticamente correctas» que entienden el asesinato de Santillán y Kosteki como la lamentable consecuencia del accionar individual de un «psicópata» uniformado. Lamentablemente, esta versión es la que hegemoniza los medios nacionales desde el momento en que el gobierno de Duhalde decidió soltarle la mano al responsable del operativo y ejecutor de propia mano, el comisario inspector Alfredo Fanchiotti.

Un año después de esas muertes, el campo popular sigue sufriendo aprietes de diferente calibre, principalmente en el sur del conurbano, y la criminalización de la protesta social sigue vigente. Con nuevos gobiernos y nuevas estrategias, los sectores de poder se reposicionan en el nuevo contexto, muy progresista en el discurso mediático pero no tanto en las acciones concretas.
A un año de aquel 26 de junio, la dignidad sigue en las calles.


TESTIMONIOS Y VOCES
Los motivos y las consecuencias de la Masacre de Avellaneda. Balance y perspectivas de distintos sectores del campo popular a un año del asesinato de Maxi y Darío.

 Florencia, del MTD Aníbal Verón de Lanús

Hacia el interior del movimiento, pienso que después del 26 de junio hubo una situación emocional y afectiva muy fuerte que nos unió como personas, como compañeros. Se fortalecieron lazos entre todos nosotros que difícilmente se puedan destruir. A pesar del intento del gobierno, el 26 de junio no nos debilitó en la convicción de seguir luchando, nos provocó bronca, dolor, mucho dolor. Pero ningún compañero pensó en irse del movimiento, al contrario, sufrimos mucho pero nos repusimos bien, porque hay compañeros que ahora sienten la necesidad de recordar a Darío trabajando día a día, defendiendo el movimiento.
Nos unió pensar en Darío, analizar el 26 y entender su muerte. Su actitud es una síntesis de los valores que todos nosotros intentamos construir todos los días: el compañero se quedó ayudando a otro sabiendo el peligro que corría, y esa es una actitud muy valiente de alguien que sabe lo que significa la palabra compañero.
En relación al balance político a un año del 26, lo que nosotros decimos es que está claro que los asesinatos de Darío y Maxi no fueron el resultado de un tiro errante de un cabo inexperto que apretó el gatillo, sino la consecuencia de una planificación criminal para «poner orden» a la protesta. Para nosotros eso está claro y vamos a seguir luchando hasta que los responsables políticos también estén encerrados.
Por suerte hubo una respuesta muy rápida del campo popular en su conjunto y tanto las asambleas como los organismos de derechos humanos, como otros sectores, se acercaron y se pusieron codo a codo con nosotros. No es casualidad que la marcha del 3 de julio haya sido tan masiva, eso fue porque la convocatoria fue espontánea: «Todos contra la represión» más allá de las diferencias. Y eso también nos ayudó a crecer, a seguir en la lucha. Eso y la convicción de que a Darío lo mataron por los valores que nosotros tratamos de construir cotidianamente es lo que nos da fuerza para seguir.

 Nina Pelosso, dirigente nacional del MIJD

A un año del asesinato de los compañeros seguimos luchando y ellos siguen vivos en la lucha, lucha importante ya que pedimos puestos de trabajo genuino , lo hicimos aquel día y lo hacemos hoy. La lucha concreta es generar un cambio.
Se fortaleció la unidad de los sectores que salen a criticar este hecho. El gobierno creyó convencer a la gente diciendo que los responsables éramos nosotros mismos, pero la respuesta fue una gran manifestación , fruto de la unidad, contra la brutal represión que ellos llevaron adelante.
El balance que puedo hacer a un año de la masacre es que hubo un cambio, y a partir de ese cambio un crecimiento en el movimiento. Hay diferencias, pero también acciones que son obtenidas gracias a la unidad de los sectores. Sin embargo hay un sector que tiene expectativas en Kirchner y que esto cambie, pero nosotros como organización no confiamos ciegamente en quien no nos representa y que accedió al gobierno con un 16 por ciento de los votos. Y menos si no hace lo que pide el pueblo. Nosotros seguiremos en la lucha.

 Jorge «Huevo» Ceballos, coordinador nacional de Barrios de Pie

La muerte de los compañeros se ha convertido en uno de los símbolos más importantes de la resistencia y de la dignidad: dos jóvenes que dejaron su vida por un cambio verdadero. Las intenciones del gobierno de ilegalizar a las organizaciones sociales y de disciplinar al movimiento piquetero en su afán de introducir los ajustes del modelo neoliberal, quedaron en eso: en intento y perdió ese significado ante el pueblo, se alzó la resistencia del pueblo.
Hubo un proceso previo, un proceso de construcción de los movimientos sociales y a partir del 26 se fortaleció esa construcción. Hay un antes y un después del 26, se fortaleció la unidad, con sus vaivenes, pero unidad. Quedó demostrado el 27 de junio con la respuesta popular que derrotó la idea que quería instalar el gobierno, de mostrar a los piqueteros como criminales.
Lejos de haber decrecido, hemos crecido y nos mantenemos fuertes, creo mejor organizados, desde aquella experiencia. Aun así, hay idas y venidas, las asambleas han tenido sus altas y bajas, en cuanto a participación y eso nos afecta a nosotros también. La unidad de los sectores medios y los piqueteros es lo que quiere anular el gobierno, pero no lo vamos a permitir.

 Pedro Ponce, secretario general de SUTEBA-Lomas de Zamora, integrante de la agrupación docente Azucena Villaflor

A partir del 26 de junio se abrió una nueva posibilidad para el movimiento popular, otro impacto más a la debacle del modelo neoliberal que no cerraba a nivel económico ni tampoco con represión, ni con amedrentar al pueblo, ni la intención de hacer volver a casa al pueblo.
Hubo cambios importantes como la necesidad de la unidad. Las organizaciones se replantearon la unidad partiendo de la base de que solos no se puede avanzar. Esos conceptos sectarios de la vieja izquierda se han dejado de lado, se necesita estar con el otro para construir sino la revolución no se hace sola. Estas muertes y otras que ocurrieron en las represiones fortalecieron la unidad de los sectores desocupados y ocupados.
Fue posible generar algo alternativo, lamentablemente hay un momento de espera y algunos pueden reflotar la posición sectaria, al menos todos saben que necesitan la unidad y hay una mejor predisposición. Todavía existen posiciones sectarias como la postura ante las elecciones o los congresos donde se hacen críticas alejadas de la fraternidad como si el enemigo estuviera dentro del movimiento popular. Entonces hay un gran desafío para construir la unidad dentro del ámbito de la crítica y la autocrítica de todos los sectores.

 Roberto Martino, dirigente nacional del MTR

El 26 significó el intento del gobierno de aplastar la resistencia popular y como consecuencia hubo una gran movilización para manifestar el repudio, se adelantaron las elecciones y Duhalde renunció a la candidatura.
Hay un salto, un crecimiento en la conciencia de lucha de los compañeros. El 26 de junio la acción fue distinta a otros días, muchos compañeros se sumaron a la propuesta.
Aún esta en debate el tema de la construcción. Entendemos que a partir de diciembre del 2001 debemos apoyar una construcción basada en la territorial. El avance que logramos en el grado de conciencia, en el grado de organización y en el número de compañeros debe verse traducido en trabajo.
Hubo un intento de aislamiento de los llamados sectores duros, pero no se dio. Aunque estamos todos en deuda con la unidad. Se hace difícil por ejemplo cuando hay dos actos para conmemorar esta fecha.
Estamos en una situación donde el gobierno quiere despertar expectativas, y al mismo tiempo ese discurso «progresista» lo que muestra es su propia debilidad porque hoy es mucho mas difícil que ellos tengan margen para el engaño.

 Coordinadora del Alto Valle

El gobierno buscaba romper esa organización que venía creciendo (por la Verón), como una poderosa oposición al revisionismo de D`Elía y la CCC. Para nosotros fue un gran golpe pero a la vez nos fortificó porque logramos construir la mesa Coordinadora, donde logramos ponerla en pie, porque dijimos que si el gobierno nos viene a atacar, que sepa que hay un abanico de gente que estamos predispuestos a salir a la calle.
Por ejemplo cuando llegaron todos los despidos a todos los compañeros de Zanón nosotros los estábamos acompañando, y ahí cerca había una carpa de la CTA, se venía la represión a los compañeros que habían osado frente al Estado quemarle los telegramas de despido al señor Zanón. Entonces nosotros hicimos una comisión de la misma mesa coordinadora y fuimos a la CTA, pero no a la cúpula, fuimos a la carpa, donde estaba toda su base, y allí logramos levantar cuatro columnas en la calle en defensa de los compañeros de Zanón.


Hoy como ayer

En la lluviosa jornada del 3 de julio de 2002 – cuando una impresionante multitud venció al miedo y llenó la Plaza de Mayo de manera unitaria – Red Acción sacaba una edición especial sobre la Masacre de Avellaneda dedicada a Darío Santillán y Maximiliano Kosteki.
El parto de ese número fue arduo, tal como suele ser habitual en la accidentada tarea de un medio alternativo. Sin embargo, pese a todo, Red Acción salió a la calle ese día, porque entendíamos que debíamos estar presentes – desde nuestro trabajo militante – en una jornada de esas características.
Pasado casi un año de aquel imborrable 3 de julio, nuestra convicción de acompañar y ser parte a la vez de la lucha popular se mantiene inalterable. Desde nuestro lugar, con nuestro compromiso, seguiremos aportando para que los de abajo hagan sentir su voz, sus reclamos, el por qué de su lucha. Ésa que exige trabajo, dignidad y cambio social. La misma por la que Maxi y Darío entregaron sus vidas.



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