09/02/2008

¿Quiénes reivindican el exterminio del pueblo paraguayo en la Guerra de la Triple Alianza?

Los días 6 de diciembre, 8 de enero y 5 de febrero, en tres artículos
con categoría editorial, peso de expresión programática y secuencia de
campaña, el diario argentino La Nación reivindicó la Guerra de la
Triple Alianza. Eso incluyó sus resultados: el exterminio del pueblo paraguayo, reducido de 1.300.000 habitantes a sólo 200.000 en 5 años de guerra; la conquista y robo de su territorio, dejando a su nación, que era soberana, independiente y próspera, reducidas a nada.

Por Modesto Emilio Guerrero


La Guerra de la Triple Alianza convirtió al Paraguay en un pueblo paria, o como dicen los ideólogos neoliberales, «Estados inviables». El otrora fuerte Estado paraguayo fue convertido en la primera Nación «inviable» del continente. Reivindicar esa guerra injusta y genocida hoy es igual a elogiar el exterminio armenio, la matanza gitana, eslava y judía durante el imperio nazi, la ocupación de Polonia en 1939 o de Palestina en 1936, las masacres Böers de 1903 y de kurdos en 1985 o los desplazamientos de africanos del último medio siglo. Es inmoral.

Sostener aquel exterminio luego de siglo y medio de experiencia mundial,
en un momento latinoamericano como el actual es por lo menos sospechoso.
Por primera vez, desde el cruce militar entre Ecuador y Perú (1994-1995)
hay presiones para provocar un enfrentamiento entre Colombia, Nicaragua
y Venezuela; existen latencias secesionistas en Bolivia y grupos nazis
marchan por las calles de Bogotá al servicio de Uribe, como si fueran
las bandas hitlerianas sobre el Berlín de 1923.

Como dijo el Arquitecto Claudio Insfran, presidente de la Federación de
Entidades Paraguayas de Argentina (FEPARA), en un programa de televisión:
«A veces sentimos que el sufrimiento del pueblo paraguayo y la guerra de
la Triple Alianza no han terminado. Es como si no se entendiera que
estamos en un tiempo de unidad latinoamericana, de nueva integración, de
encuentro luego de tanto desencuentro histórico.»
-Y añadió-: «A la
colectividad paraguaya en la República Argentina nos ha dolido mucho el
recuerdo que se hace de esa guerra en la que nos desangramos».

(/Proyecto País, Canal 2, 3 de febrero 2008, con Carolina Silvestre/)

Dos ofensas en una

Los actuales herederos del viejo presidente Mitre (hoy
internacionalizado en fondos de inversión), dueña del medio, no sólo
reivindicaron aquella guerra de destrucción de Paraguay como si
estuvieran en 1865 y el fundador del diario siguiera al frente de
Argentina, es que además hicieron lo que suelen hacer en estos casos: se
ensañaron contra los representantes del pueblo paraguayo en Argentina:
censuraron y vetaron toda posibilidad de que los agraviados pudieran
reivindicarse.

O sea, en vez de una, fueron dos agresiones seguidas: reivindicar una
guerra que descuartizó a la Nación paraguaya y a su población,
reduciendo su Estado libre y soberano a la condición de pueblo paria,
aprovechando su maldición de ser mediterráneo. Y acto seguido le negó la
más elemental rutina de la democracia burguesa: la posibilidad de
defenderse; no le publicó ni una «carta de lectores», enviada por FEPARA
(Federación de Entidades Paraguaya en la República Argentina) el 7 de
enero de 2008, firmada por su presidente Claudio Insfran y por el
historiador argentino Gerardo Halpern.

Al diario de Mitre le importó un pepino el peso social (poblacional y
político) que tiene una entidad como FEPARA en Argentina, con casi cien
entidades sociales, culturales, mediáticas, mutuales, laborales y
deportivas asociadas, en representación de casi un millón de ciudadanos
y ciudadanas de nacionalidad paraguaya, emigrados a tierras argentinas
desde aquella guerra de exterminio. Una muestra de ese rol social fue la cedulación realizada por FEPARA, de
un cuarto de millón de paraguayos hasta el año pasado, una actividad
hecha junto con la Embajada de ese país, por un convenio con la
Dirección Nacional de Migraciones de la República Argentina.

Al vetusto diario de Mitre, a los herederos de Mitre, hoy en manos de
fondos de inversión imperialistas, les sirve reivindicar una guerra que
inició la más larga historia de agresión contra un Estado y un pueblo
que se atrevió a desafiar el poder de los imperios y sus gobiernos
tributarios latinoamericanos. Para ellos es no hay diferencia entre lo
hecho siglo y medio atrás con lo que promueven hoy contra la «Revolución
Bolivariana», o Bolivia o Ecuador y Cuba, y cualquier ejemplo
progresista del continente.

El «mal ejemplo» paraguayo

La de La Triple Alianza fue seguida de otras guerras, varias de ellas
civiles, y sus necesarias dictaduras de disciplinamiento totalitario de
la sociedad, la más prolongada y tortuosa, la de Strossner. Con esa
debilitación histórica del pueblo y la Nación paraguaya desapareció una
de las pocas repúblicas sólidas y progresistas que produjo la revolución
continental de 1810-1830. Ese fue el objetivo de la Guerra de la Triple
Alianza. Todo lo demás fue decorado histórico y pretextos bélicos.

Los resultados de esa guerra fueron útiles a la necesidad hemisférica de
la emergente potencia de Norteamérica, tras la Guerra de Secesión. Nadie
debe olvidar el intento de invasión de las goletas estadounidenses en
1847 y la sistemática negativa de Washington y los imperios europeos, a
la existencia del Estado soberano del Doctor Francia, ni de otro como
aquél, fuera en las tierras guaraníes, haitianas, venezolanas,
brasileñas o argentinas.
La vocación suicida de las nacientes burguesías nacionales, amputadas
casi todas de espíritu revolucionario desde el fin de la Independencia,
se manifestó en que no entendieron que la destrucción de Paraguay fue el
comienzo de la desintegración de todas las construcciones nacionales
hechas por ellas, lo que no excluyó a México y Argentina, como puede
verse hoy.

El cuento de la «democracia»

Curiosamente, los argumentos usados durante la Guerra reaparecen sin una
coma menos esta vez a cargo de los editorialistas de La Nación: el
Mariscal López era «un tirano» que ponía en peligro «la paz del
vecindario» y cosas por el estilo, lo mismo que andamos escuchando de
boca de Condolezza Rice y Uribe desde que Chávez gobierna o Evo y Correa
llegaron al poder, el mismo argumento de los años sesenta contra la Cuba
de Fidel.
Como si ellos pudieran exhibir algún mérito democrático.

Efectivamente,
muchos de aquellos regímenes fueron autoritarios, como el de Gaspar
Francia y el de los López, padre e hijo. Ese era un problema interno a
resolver por el pueblo paraguayo, que como todo pueblo se daría sus
modos para resolverlo.
Pero el hecho poderoso, el que determinó la guerra de exterminio, fue el
grado de soberanía de la nación paraguaya, su carácter progresista e
independiente de toda potencia.
La ausencia de plena democracia en Paraguay, como sabemos, ha sido uno
de los pretextos más usuales a la hora de extirpar regímenes fuera del
control imperialista. En el siglo XIX, en el XX o en el XXI.

Después de 100 años de imperialismo

Cien años de imperialismo están repletos de esta conducta amoral. Haití,
la primera república negra de la historia y una de las más progresistas
y prósperas del hemisferio, también fue despedazada: no podía ser
soportada como un «mal ejemplo» para los negros y oprimidos del mundo. A
la Argentina, que se atrevió a tener una política exterior autónoma entre
finales del siglo XIX y mediados del XX, le siguen haciendo pagar caro
su nacionalismo pasado, sobre todo desde el irresponsable atrevimiento
militar de un sirviente de 1982: el general Galtieri. A la Panamá de
Torrijos la reventaron con la Panamá de Noriega (la invasión y matanza
de diciembre de 1989), vilipendiándolo en una cárcel yanqui como el
«hijo de puta» que se atrevió a desafiarlos en 1989 aunque les haya
servido antes.

Algo similar ocurrió con Saddam Hussein en la Irak de 1990. Luego de
romper su alianza de 1980 con Estados Unidos contra la Revolución Iraní,
Hussein decidió hacer lo correcto y enfrentar el dominio de Washington
sobre Irak y Medio Oriente. Cuando lo hizo, la destruyeron con las
sucesivas guerras de intervención hasta la de ocupación total de 2002.
¿Acaso no es lo mismo que está ante nuestros ojos en la Pakistán o la
Israel de hoy? Los imperios no tienen amigos, sino intereses, viejo
cuento ya sabido.

Cuba es la demostración de lo contrario. Su heroísmo interno, el
carácter anti capitalista de su sociedad y la ayuda exterior, hoy desde
Venezuela y otros países, le permitieron soportar el asedio,
aislamiento, falta de recursos, y sobrevivir como nación independiente,
aún a 90 millas. Todos fueron gobiernos y Estados «inaceptables» e
«intolerables» para el control imperial. Sólo Cuba sobrevivió a los
primeros cien años de imperialismo.

Tal como lo demuestra con solidez documental el historiador paraguayo
contemporáneo Jorge Rubiani, en un libro de reciente aparición. En
‘Verdades y Mentiras sobre la Guerra de la Triple Alianza’, señala que
«La movilización bélica de las potencias, no se debe exclusivamente
entonces al rendimiento financiero de sus negocios o al establecimiento
de su supremacía militar, sino a desmantelar toda posibilidad de
reacción. A demostrar que ningún mal ejemplo por fuera de los paradigmas
imperiales será tolerado» (pág. 63, Asunción, edición del Autor, mayo 2007)

El asunto no es quién si no al servicio de qué

El secreto de la agresión actual de la dirección del diario tiene ancla
en aquella historia. Pero es la misma historia que hoy podemos observar
cuando un pueblo o nación deciden darse gobiernos soberanos e
independientes del dominio de Estados Unidos. Cuba, Venezuela, Bolivia,
Ecuador, son cuatro casos actuales, como lo fue la Paraguay de Francisco
Solano López entre 1865 y 1870, entre decenas de ejemplos, cada uno con
su estilo y diferencia de tiempo y circunstancia. El régimen interno del Paraguay de entonces fue un pretexto, como hubo
otros (Corrientes, armamentismo, etc.) Verdades y mentiras usadas y
mezcladas como galimatías para justificar las guerras necesarias para
«demostrar que ningún mal ejemplo por fuera de los paradigmas imperiales
será tolerado».

Si el Mariscal Francisco Solano López, o Chávez hoy, fueran amigos o
súbditos de los imperios de sus respectivos tiempos, ni hubieran atacado
a López ni habría esta guerra mediática permanente contra Chávez, y el
diario de los Mitre con todos sus fondos de inversión haría campaña a
favor de ambos presidentes. Intereses, no amigos, el cuento es viejo.
Un ex jefe de la CIA patentó esa conducta respecto de uno de los
dictadores que sostuvieron por casi 20 años: «Pinochet habrá sido un
hijo de puta, pero fue nuestro hijo de puta». Ese es el problema, ni
López lo fue, ni Chávez, Correa o Evo, lo son. Y eso es lo que molesta,
incomoda, a los dueños de La Nación y sus fondos de inversión.

Por Modesto Emilio Guerrero / Buenos Aires



1 comentarios

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  1. Enrique · 2020-01-15 17:10:38
    Despues de màs de 150 años siguen intentando reinvindicar al Paraguay y parece que se olvidan de los hechos. Fuè su dictador demente , F.Solano Lopez quien comenzò la guerra queriendo convertirse en un èmulo de Napoleòn y llevo al paìs a su destrucciòn total . Pudiendo rendirse despues de Uruguayana y Yatay , prefiriò seguir su aventura bèlica y asì le fuè. Argentina y Brasil se apoderaron de territorios en disputa ,no de propiedad del Paraguay ,como resarcimiento de guerra y asì se acabò la historia. Basta de revisionismo barato.

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