17/12/2007

Medio Ambiente era K: un balance

03-1024.jpg Varios temas como minería, sector agropecuario, energía, basura, ríos bonaerenses. Muchos reclamos y resistencias. Pocas respuestas efectivas o satisfactorias. El siguiente artículo recorre estos temas entrelanzando el modelo productivo y económico de Néstor Kirchner con su política ambiental. Cuatro años y medio «dejando hacer» a las fuerzas del mercado. Por Marcelo Maggio


Para el gobierno de Néstor Kirchner se trató de Recursos Naturales, esto es, «algo» que está ahí y que el capital (nacional o extranjero) puede tomar a su antojo, sin límite, con el fin de comercializarlo. Los recursos sirven a ese fin y forman parte de un «modelo extractivo», porque tiene como esencia la extracción «constante y permanente» a la que nos ha acostumbrado la industria moderna. Si la naturaleza requiere de ritmos de recomposición y recreación, ciclos como el día y la noche, el capitalismo no, más bien el descanso es un estorbo a su lógica de crecimiento, «desarrollo», «progreso», no tiene por qué haber límites para su extraer. Si el día permanente es posible gracias a la inventiva luminar, el trabajo permanente también.

Es decir, para el gobierno de los «derechos humanos» definitivamente NO se trata de lo que se ha empezado a denominar como Bienes Comunes por parte de los nuevos (y no tanto) movimientos sociales. Bienes Comunes, una interesante manera que tenemos de complejizar la problemática ambiental y ligarla a los sistemas de producción (hablar hoy de sistemas de producción, toda una afrenta al posmodernismo). Sí, se trata de una lucha por los «bienes y entornos comunes [entendidos] como movimiento de resistencia contra la privatización», es decir contra esa tendencia intrínseca del capital que aspira a convertir todo en una mercancía [1]. Lo que sigue es un intento de desglose de cómo el pasado gobierno de Néstor Kirchner se ha relacionado con lo «ambiental».

Argentina país minero

La minería es uno de los puntos más resonantes, junto con el tema de las pasteras. Esquel se convirtió en un ícono de la lucha ambiental cuando el 23 de marzo de 2003 el 81% de la población rechazó el proyecto minero de la canadiense Meridian Gold – hoy Yamana Gold – tras una ejemplar movilización social lograda por la Asamblea de Vecinos de Esquel desde noviembre de 2002.

El «código minero» es en realidad un conjunto de leyes que tienen como inicio la ley 24.196 de «inversiones mineras», reglamentada en diciembre de 1993 [2] y que se apoya en el Protocolo sobre Cooperación Minera de 1991 ampliado con el «Tratado entre Argentina y Chile sobre integración y complementación minera» de 1997. Toda una legislación que convierte a Argentina en país minero y a la Cordillera de los Andes en un «tercer Estado de las multinacionales», según la expresión acuñada por el ambientalista Javier Rodriguez Pardo.

«Argentina país minero» es una consigna que impulsó Jorge Mayoral desde la Secretaría de Minería de la Nación, un delfín del sanjuanino José Luis Gioja. «Nos quieren instalar un país minero y eso está dicho de esta manera por Jorge Mayoral, quien dijo en la Comisión de Minería del Congreso que para sostener su crecimiento, los países del norte y China necesitaban de mineral, y que nosotros tenemos ese mineral y vamos a cumplir el sueño minero, el sueño del progreso del país en base a la minería«. El gobierno de Néstor Kirchner impulsó el Plan Minero Nacional en el 2004 que implicó centenares de exploraciones a lo largo de la Cordillera. Haciendo uso de las leyes de los noventas, el kirchnerismo favoreció desde la secretaría de Minería esta política económica.

Si algo le faltaba al kirchnerismo para sellar su pacto con esta industria extractiva era asegurar la llegada al ejecutivo de Cristina Fernández con el dinero y la publicidad de Barrick Gold. La actual presidenta de la Nación fue fotografiada y filmada en una disertación que brindó en el Council of the Americas el 7 de agosto de 2007 con el soporte en sus espaldas de empresas como Microsoft [3], Wal Mart, Bloomberg y Barrick, sponsors oficiales del nuevo saqueo argentino.

El resumen del escándalo en relación al «país minero» es difícil de plantear. Como dijo una vez Pino Solanas, al ser tan grosero el grado de saqueo, los interlocutores siempre miran como diciendo «este tipo está exagerando, esto no puede ser». Se trata de un sistema que vuela montañas por los aires. Que utiliza el agua potable en cantidades industriales y que de yapa la contamina. La energía eléctrica que consume una minera como Bajo la Alumbrera en Catamarca es equivalente a lo que produce una central nuclear mediana como Atucha, con contratos que la privilegian (firman contratos con las provincias en los que no se les puede cortar el suministro Nunca, es decir están por sobre otras industrias y por sobre las ciudades). Además, la minera exporta al exterior no teniendo que ingresar nada al país, es más, sólo tienen que declarar sin control estatal lo que exportan a boca de mina. Para encontrar un paralelo económico podríamos recurrir al caso de Potosí en el célebre libro de Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina. Pero no va a faltar quien diga, «este tipo está exagerando».

Si bien hoy se habla de implementar retenciones a las exportaciones de minerales, lo cierto es que sería un ingreso fiscal generado sobre «una base legal de saqueo» y una infraestructura altamente contaminante. La conclusión es que se trataría de un maquillaje a un verdadero «modelo extractivo» de los bienes comunes, no renovables por cierto.

El campo, y la llamada «frontera agrícola»

Al analizar la política agraria conviene decir que en los últimos añs los movimientos sociales han acuñado y enarbolado la bandera de la «soberanía alimentaria», que implica promover «el derecho de los pueblos a definir su política agraria y alimentaria». Fue necesario establecer este reclamo frente a la disputa de nuevo tipo que se da por la tierra y los alimentos. Los pueblos ahora se enfrentan tanto a los viejos enemigos terratenientes como a las corporaciones transnacionales con sus renovados métodos. Algunos signos de estas disputas aparecen en el final de la cadena productiva, cuando desde las ciudades se comprueba con desazón el incremento sin fin de los precios de los alimentos, la baja en su calidad, e incluso las enfermedades que se producen por los cambios de dieta. Detrás de esto hay complejos procesos económicos.

Dos fenómenos impactaron en una revalorización de la tierra y sus productos. Uno, la suba internacional de los precios de los granos (los así llamados «biocombustibles» son parte de la causa). Dos, la transformación e innovación del aparato productivo con la introducción por parte de las multinacionales como Bayer, Monsanto, Syngenta, Dow, Basf o DuPont de un paquete tecnológico que incluye semillas, fertilizantes y agrotóxicos.

Sobre este cambio en el «modelo productivo» del campo algo se ha debatido y sesgadamente se ha tratado el problema de los llamados transgénicos. ¿Qué son? En el caso de las semillas, se trata de un producto elaborado por empresas biotecnológicas transnacionales, semillas capaces de matar insectos porque son «cultivos insecticidas» ya que traen una toxina para tal fin. Otro dato es que también resisten a determinados químicos antiplagas o antimaleza. La empresa que fabrica la semilla y la vende luego invita a incrementar la productividad a quien compre un agrotóxico que ella fabrica, ya que ha modificado genéticamente la semilla para que resista a su producto y no a cualquier otro. Y por último, se introduce el pago a estos gigantes biotecnológicos en concepto de regalías de patente porque han registrado esa semilla.

Este pack está a punto de cambiar nuevamente con la introducción de las semillas zombies o «terminator», que están modificadas genéticamente para que su fruto no sea fértil. De este modo se acaba con la tradición milenaria del acopio de granos y cada vez que hay que sembrar hay que comprar a la empresa transnacional. Este proyecto está hoy prohibido de ser comercializado, pero las presiones para que los gobiernos lo acepten es mucha. De hecho el gobierno argentino de Néstor Kirchner llevó su voto positivo para estos proyectos a la ronda sobre convenios de biodiversidad. La Vía Campesina impidió que se aprobaran mediante una acción directa en el foro internacional que lo trataba .

La lógica de productividad capitalista se traslada al campo de esa manera. Este «paquete tecnológico» puede ser «tuneado» para funcionar mejor según zonas. Pero ese incremento en el rinde del campo no es gratuito: el corolario es la desertificación por uso intensivo, o las inundaciones por falta de masa boscosa (zonas desmontadas para ampliar las zonas de cultivo), como en el norte argentino. Cuando comenzamos a cavar vemos que no se trata de un simple «estar en contra de los transgénicos» porque queremos que no muera «la mariposa jhghjgjhg».

Al ser tan poderoso el paquete tecnológico de las multinacionales, y al adaptarse a zonas tan diversas, hay territorios que hasta hace poco eran improductivos para el capital y que hoy aparecen como atractivos. Santiago del Estero, Chaco y Salta fueron durante el kirchnerismo los objetivos predilectos de las topadoras. Una consecuencia es el desmonte indiscriminado de zonas con bosque nativo, con el consiguiente impacto ambiental irreparable e irreversible.

El impulso de la Ley de Bosques tomó estos aspectos de modo tibio. Mal se trató el problema del territorio para campesinos y pueblos originarios, la falta de títulos de propiedad comunitarios de centenares de comunidades del norte que son desplazadas de modo permanente a zonas menos productivas, hasta terminar reducidas en villas miseria de zonas urbanas. Si bien la ley 26.160, de Emergencia en la posesión y propiedad indígena, plantea suspender los desalojos por 4 años a fin de regularizar la propiedad indígena, los desplazamientos continuan y muchas veces esto funciona como una manera de reordenar el territorio para avanzar en el saqueo, como sucedió en el sur de Chile. «La Ley de Presupuestos Mínimos de Protección Ambiental de los Bosques Nativos suspende la emisión de permisos de desmonte por un año para que cada provincia realice un ordenamiento territorial de sus bosques nativos«[*]. Hay una gravedad en el hecho de que la potestad de evaluar qué hay, qué queda y qué se perderá se le brinda a los mismos que estuvieron loteando los supuestos «terrenos fiscales», es decir, a los gobiernos provinciales, rifadores de alambre.

La era K, el período que analizamos, se caracterizó por un incremento incesante de la superficie sembrada con transgénicos. La «repúbliqueta sojera» se la comenzó a denominar [4]. Claro que donde ahora se siembran transgénicos para exportación antes había otra cosa: un bosque nativo, tierra para pastoreo, una comunidad, un pueblo, diversidad de cultivos. El incremento de la demanda de granos como la soja y el maiz tiene que ver en parte con la implementación del modelo de los agrocombustibles (mal llamados «bio»). Se convierte a los alimentos en combustible y de ese modo los precios de la alimentación se disparan a las nubes [5].

Las retenciones a las exportaciones de granos fueron uno de los pilares de las cuentas públicas durante el pasado gobierno. Nunca hubo reparos en lo que sucedía por detrás, en el cambio de la escena productiva. Si se recorren los medios de prensa se encontrarán entredichos entre el presidente saliente y el sector ganadero con motivo de la exportación de la carne vacuna. No en vano Felipe Solá tuvo que implementar un plan de promoción de crianza de ganado; muchas tierras de la pampa húmeda remataban sus cabezas y se pasaban a la explotación del tentador «oro verde», como le dicen en el campo a la soja. Como decía el slogan, el cambio recién comienza, veremos en cuatro años más qué resulta de este salvaje libre mercado aplicado la producción agropecuaria. Lo que tengamos para alimentarnos, sus costos, calidad y abundancia, los niveles de desertificación y predación en tierras biodiversas, qué queda de las comunidades y poblados que aun no fueron desalojados por las topadoras o que no fueron rodeados por la alambrada. [6]

Más problemas con la energía

Acaso uno de los alfiles de este gobierno haya sido Julio De Vido, el ministro de Planificación Federal, con renovadas funciones. Por sus manos pasaron y seguirán pasando los grandes proyectos estratégicos y las grandes sumas de dinero. La reactivación de viejos proyectos de centrales nucleares y la proyección de nuevas, y la puesta en marcha de nuevas y viejas minas de uranio hablan de un modelo energético. La energía eólica sigue relegada a curiosidad universitaria, lo mismo que la solar, y el estado se sigue metiendo en este tipo de negociados y callejones sin salida. Todo se monta sobre la falacia de la crisis de energía, en donde sólo se puede entender el problema del consumo gigante si incorporamos a la torta de demanda a las mineras predadoras, que como Bajo La Alumbrera se quedan con lo que puede producir una Atucha.

Al ilustre ministro le toca también la responsabilidad en algo poco conocido que se llama IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana). El IIRSA también es denominado por los críticos como «la infraestructura del saqueo». Para llevarse los minerales, los granos, el petróleo, el agua, hacen falta caminos, puertos, electricidad. Bien, los estados sudamericanos les dan todo esto a las multinacionales y lo pagan con deuda externa. En Uruguay ya se han construído carreteras para camiones de alto tonelaje que permiten llevar los rollizos hasta Botnia. Lindas y fuertes rutas pagadas con la deuda del Estado uruguayo. Los proyectos relacionados al IIRSA son suscriptos mes a mes, sin aparecer en la gran prensa. Una metamorfosis silenciosa. Por ejemplo, algo se habló del desmonte en Salta, de todas las hectáreas que eran monte virgen o del que se abastecían las comunidades. La nueva pampa que producirá soja de exportación necesita una vía para sacar sus productos. Allí entran los estados provinciales y el nacional que impulsan la carretera que cruza el norte hasta llegar al río Paraná. Perdón cierto que no es más río, ahora desde se llama «hidrovía» (otro de los proyectos del IIRSA), o vía del saqueo. Además que una hidrovía no supone vida alguna, es una ruta.

Otro tema. A los hidrocarburos también se les aplican las retenciones. Sumadas a otra iniciativa kirchnerista, la empresa mixta ENARSA (Energía Argentina Sociedad Anónima). Su caracter mixto habilita a los capitales privados a meterse allí hasta donde antes no podían, es decir, en la plataforma submarina. La relación de Kirchner con Repsol se remonta a sus años de gobernador de Santa Cruz. Las provincias petroleras renuevan concesiones de explotación y hacen la vista gorda sobre la falta de exploración. La producción se realiza en territorios en los que el Estado invirtió millones de dólares en las décadas previas a la privatización de YPF.

También existen áreas que décadas atrás no eran tentadoras por lo caro que resultaba la extracción de hidrocarburos y hoy están siendo concesionadas o ya puestas en explotación de las privadas -como el centro de la provincia de Nuequén, noroeste de Río Negro y suroeste de La Pampa, generando el desplazamiento de comunidades mapuche y pequeños crianceros, superponiéndose también con zonas que tradicionalmente se dedicaron a la fruticultura, como en el Alto Valle de Río Negro-.

Las retenciones son en este caso también el maquillaje que tamiza el funcionamiento de la misma estructura de saqueo liberal.

La mayoría de las hipótesis sobre el futuro en términos de combustibles para Argentina apuntan en el mismo sentido: habrá que empezar a importar porque no alcanzará para abastecer al mercado interno. En el medio, el kircherismo hace la plancha, incentiva o incluso se aprovecha, como con los aportes de Repsol a la reciente campaña electoral.

Basura, y te veo…

El reciente documento de la marcha ambiental decía: «En un país con el 85% de la población residiendo en áreas urbanas, resulta lógico que muchas de las problemáticas estén asociadas a las ciudades; como el calamitoso manejo de residuos cuyo caso más resonante es el CEAMSE y los rellenos ‘sanitarios’ asentados precisamente en áreas urbanas, vigente desde la dictadura militar hasta el presente». ¿Continuidad sólamente? Aprobación, ya que la base de llegada y sustentación del kirchnerismo, por ejemplo en el Conurbano, es el poder municipal peronista, responsable directo (política y penalmente) de estas bombas de tiempo que son los rellenos.

La ciudad concentra este y otros grandes problemas, como el del agua y las cloacas. El espacio asambleario y ambiental Intercuencas, del Conurbano Bonaerense, se forma a partir de la existencia de los problemas de inundaciones, contaminación de los ríos, del agua para beber, la subida de las napas freáticas, entre otros. Tres cuencas son las que configuran el mapa del desastre, Reconquista-Luján, Matanza-Riachuelo y del Río de la Plata. Claro que todos esos problemas, que se potenciaron o se generaron con la desidia y el robo por parte de Aguas Argentinas (la empresa privatizada), podrían ser pensados como solucionados por el gesto keynesiano de crear AySA. Pero no.

Cuentan desde Intercuencas: «Con AySA es lo mismo. ¿Qué dicen? Que van a hacer dos megaplantas, una en Berazategui y otra a la altura de Dock Sud. Pero el problema de las megaplantas es que no resuelven lo fundamental: las plantas de pretratamiento no resuelven la «eliminación» de los contaminantes. No tratan los contaminantes, sólo los van a arrojar un poco más adentro del río. Ahora los arrojan a 2500 metros, con esta planta lo van a llevar a 7500, basados en un falso criterio de que el Río de la Plata está en condiciones de autodepurarse, cuando en realidad es el tercer río más contaminado del mundo, y obviamente no se puede autodepurar, está en terapia intensiva, a punto de colapsar. Entonces AySA mantiene el mismo criterio desde el punto de vista de la contaminación. Pero al lado de esto hay que poner la foto donde se ve que de ese río tomamos agua 10 millones de personas. Entonces no es que «el río se arruinó, ¡uy que feo, que olor!», no, de ahí tomamos agua. Para que te des una idea, la planta que está en Bernal, que toma agua del Río de la Plata para abastecer a toda la región sur, ya tiene a sólo un kilómetro la mancha que se produce por los desechos cloacales de Berazategui. Y después los de la zona te dicen, «¿por qué el agua viene con tanto cloro?», está claro por qué. Y también después de una cierta medida el cloro también es perjudicial y es algo difícil de probar. Ningún médico te va a hacer un certificado en el que diga que tal persona se murió contaminada por el agua que tomaba. Todos morimos por paro cardio-respiratorio no traumático. Ahora, quién te generó la enfermedad que te produjo el paro. El agua que tomás, el polo petroquímico que te contamina el aire, el CEAMSE que te contaminó el Puelche (para los que no toman agua del río)».

Apostillas

Si a este combo K se le puede sumar algo sería Romina Picolotti, en la secretaría de Ambiente y Recursos Naturales. Según se conoce, hay una fundación, Avina, con la cual Picolotti -ex presidenta del Centro de Estudios de Derechos Humanos y Ambiente- mantiene íntima relación. Y esto tiene algo malo, el hecho de que estas son las fundaciones y ongs que se dedican a estudiar los procesos de resistencia social y disolverlos en favor de las políticas de dominación. Las empresas no pueden ir y decir, «hola soy fulano de Barrick, negociemos». Hoy por hoy son repudiados. Entonces aparecen estas fundaciones que crean mesas de diálogo, generan consensos, y estudian como diluir el conflicto social, siempre apuntando a que el capital pierda lo menos posible. Además, Avina y sus parientes son fundaciones que destinan dinero a cooptar voluntades, dan dinero para congresos o proyectos, detectan a los líderes de los procesos de resistencia y los sacan de sus territorios para convertirlos en militantes de avión. Pues bien, gracias a la gestión de Néstor Kirchner han llegado al Estado también.

Por Marcelo Maggio


Notas:

 1] Ver en [Grain

 2] [Leyes mineras

 [3] Los «negocios» entre Microsoft y el ministerio de Educación de la Nación, a cargo de Daniel Filmus, merecen otro capítulo.

 [*] http://www.proteger.org.ar/doc722.html

 4] [Biodiversidadla

 [5] Recuerdemos lo gráfico y contundente que fue Fidel Castro cuando le dijo a Lula en aquella reunión del Mercosur: «tu quieres usar el alimento para hacer combustible y eso está mal».

 [6] Como en Santiago del Estero, donde las comunidades se ven rodeadas por campos sojeros, con lo cual reciben en sus cabezas la lluvia de RoundUp (herbicida) que tiran las avionetas.



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