03/11/2007

«La responsabilidad es de todos los represores, por todos los compañeros que pasaron por la ESMA»

esma-justiciaya-5.jpgEn una nueva audiencia del juicio al prefecto Héctor Antonio Febres, declararon los sobrevientes de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) Cristina Aldini y Carlos Muñoz. Éste último definió a Febres como el «intendente del sótano». Por su parte, la ex detenida-desaparecida sostuvo que el represor «estuvo a cargo de las embarazadas, de arrancar a los niños nacidos en cautiverio de los brazos de sus madres y entregarlos a los apropiadores»


Cristina Aldini fue secuestrada el 5 de diciembre de 1978 por una patota de la Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA). Desde ese día hasta fines de mayo de 1979 permaneció en ese campo de concentración. Fue sometida a torturas. Como la sobreviviente explicó: «La tortura es la experiencia extrema de la angustia, el dolor somático y psíquico, que se lleva a los limites de la resistencia humana. Es un acto que intenta deshumanizar, desintegrar la identidad y la personalidad de un ser humano.
Este accionar está planificado y ejecutado por semejantes a las victimas. El torturador no es un monstruo antinatural, no es un loco, es una persona que está en pleno uso de sus facultades. Reiteradas veces, ejerciendo la libre elección de volver a hacerlo»
.

Esas torturas, que definió la ex detenida-desaparecida, que eran el horror constante se agudizaron cuando los marinos le comunicaron que su compañero Alejo Alberto Mallea había sido ejecutado en la vía pública. «Raúl Scheller me entrega la alianza que llevaba Alejo para transmitirme la noticia de que lo habían asesinado. Me dice que el cuerpo se encuentra allí, y si quiero verlo. Yo me encontraba en una situación de dolor desgarrador, pero aun así sentí que si yo no lo veía nunca lo iba a poder creer, que yo tenía que saber: Por lo cual me condujeron a un cuarto donde pude ver el cuerpo de mi compañero. Tenía dos disparos en el rostro, uno de ellos entre las cejas. Mi conclusión fue que había sido ejecutado en el momento de su captura».

Al tiempo, Aldini fue incorporada al denominado proceso de recuperación, es decir, fue utilizada como mano de obra esclava. «Fui destinada a realizar trabajo esclavo en el sector del dorado, área de inteligencia, donde los oficiales y otros integrantes del grupo de tareas donde planificaban los secuestros. En ese sector fui obligada a realizar tareas de tipo administrativo desde sacar fotocopias hasta pasar cosas a máquina, ordenar archivos o efectuar desgrabaciones de escuchas telefónicas».

En esa área tuvo acceso a los llamados casos mil. «Una noche cuando estaba trabajando en el dorado, sola, me dirijo a un fichero que estaba prohibido que viéramos, el de los casos mil. La numeración que se les asigna a los detenidos era de 0 a 999. En esos ficheros había información sobre detenidos de otros campos. En esa madrugada miro en el fichero buscando información. Lo que no podía deducir de las fichas era el destino corrido por cada una de esas personas. En ese momento, entró el suboficial Orlando González y al verme revisar el fichero, y con la reacción violenta de Scheller, me llevaron a capuchita y me volvieron a poner grilletes. Permanecí unos días allí donde se escuchaba el ruido del agua del tanque, donde las condiciones eran peores si es posible pensar en condiciones peores».

Durante todo su cautiverio, vio permanecer a Febres por todas las dependencias de la Escuela de Mecánica, «día y noche, dando y recibiendo órdenes, cumpliendo todas las funciones que un oficial de inteligencia cumplía en la ESMA: planificar secuestro, ir a los operativos, torturar, llevar a detenidos a las casas de sus familias».

Además, agregó: «Supe que Febres estuvo a cargo de las embarazadas, de arrancar a los niños nacidos en cautiverio de los brazos de sus madres y entregarlos a los apropiadores. Febres fue parte de ese engranaje represivo de la ESMA. La maquinaria de represión que funcionó en la ESMA necesitaba de todos sus engranajes para funcionar, porque la responsabilidad es de todos los represores, por todos los compañeros que pasaron por allí.».

Aldini remarcó: «Si bien Febres esta imputado en este juicio solo por tormentos, no hay que olvidar su participación, así como el de los demás represores y la misma Armada, en la apropiación de menores, no solo porque era el responsable de las embarazadas, sino porque el sabe, el sabe donde están los niños apropiados porque el los entregó».

Además, fue clara sobre el manto de silencio que aún se mantiene intacto. «La Armada argentina ha estado comprometida con el terrorismo de estado como institución, no vale decir que la oficialidad joven no vivió esa época. No hay un solo archivo abierto, de ninguna fuerza.
El crimen de la desaparición de los compañeros, la apropiación de los niños, son crímenes que se siguen cometiendo hoy, día a día»
.

«FEBRES ERA COMO EL INTENDENTE DEL SÓTANO. ERA PERMANENTE EN LA ESMA»

LuEgo le tocó el turno al ex detenido desaparecido Carlos Muñoz, quien fue secuestrado en su casa el 22 de noviembre de 1978: «Estaba con mi esposa, Ana Maria Malharro y con mi hijo de 3 meses y medio cuando siento golpes en la puerta. Gritan Policía Federal e irrumpen cuatro personas: Alfredo Astiz, Claudio Quitana -«Fafá»- y Tomás. Me golpean y me llevan al cuarto donde estaba mi bebé y me golpean con la culata de un arma».

Desde ahí lo conducen la ESMA con su mujer y allí es sometido a torturas: «Febres me hace desnudar, junto con Generoso, Agustín, del Servicio Penitenciario Federal. El interrogatorio lo efectúa Febres».

El testigo relató que luego de los tormentos es depositado en un cuarto y le ordenan que escriba la historia de su vida: «En ese momento fue que intenté sacarme las esposas. Entra Adolfo Donda -«Palito»- que empieza a golpearme y me desmayo». Horas después despierta y a través de una mirilla logra ver el Rio de La Plata. Esa visión le dio una certeza: «Empecé a entender que estaba en la ESMA».

El testigo aclaró que el responsable de su caso era Febres: «El 11 de febrero, alguien me levanta la capucha, me muestra un papel pregunta que si sabia hacer eso, no sabia de que se trataba pero contesté que sí. Fue Febres quien me condujo al sótano y me pregunta si hace mucho que no veía a mi mujer y la hace traer. A ella la hacían trabajar en el pañol de ropa de los secuestrados. La bajan y nos hacen comer a los dos. En un momento pensé que era algo así como la última cena».

Después de ese día comenzaron para él las tareas en el marco del proceso de recuperación: Carlos Muñoz también se desempeñó como mano de obra esclava realizando «los fotocromos de pasaportes uruguayos, es decir, falsificandolos».

Por otra parte, el testigo remarcó que el imputado «era permanente en la ESMA». También relató que fue Febres quien le indicó que llamara a su casa y le informara a su padre que «se encontraba bien y que detuviera el pedido de habeas corpus» que había realizado inmediatamente después de su secuestro. «Era responsable de casos, es decir, que era el oficial de inteligencia que hacia seguimiento en el proceso de recuperación de los detenidos. Las decisiones no eran individuales. Era como el «intendente» del sótano», especificó Muñoz.

El testigo hizo hincapié en algunas de las funciones que le estaban adjudicadas: «El prefecto Roberto Carnot tenía el control sobre el archivo fotográfico. Había negativos de fotos de compañeros que estaban en Brasil y Uruguay. Me pedían copias de esas fotos para llevarlas a los represores brasileños. Encontré los negativos de gente que conocía, eran 14 y los tiré a la cisterna. En total había 400 negativos aproximadamente. En ese momento Carnot me pide cuatro o cinco copias de cada foto de muchos negativos para un viaje a Brasil y al darse cuenta de que los negativos faltaban me mandaron nuevamente a capucha. La sanción fue que durante 40 días no podía ir a mi casa».

En su testimonio, también remarcó, varios aspectos vinculados a los archivos fotográficos que tenían los represores: «Tres compañeras que habían salido de la ESMA, cuyos maridos habían sido asesinados, realizan en Francia una conferencia de prensa denunciando las atrocidades vividas y denunciando también a muchos represores. Es ahí cuando Ricardo Cavallo me trae una caja de microfilm y me dice que busque los tres casos dentro del material microfilmado, que contenía los legajos y fichas de todos los detenidos desaparecidos de la ESMA, había fotos de cerca de 5000 personas». Al mismo tiempo manifestó el significado que implicó para él visualizar esos siniestros archivos: «Ese día la sensación que tuve fue de muchísimo miedo, de tener conciencia de la monstruosidad que habían hecho».



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