30/10/2007

«Las mujeres padecen dos opresiones: la de clase y la de género»

TAPA_LIBRO_MUJER.jpg En una charla con ANRed, la historiadora, docente y periodista Elena Luz González Bazán presentó su nuevo libro titulado «Mujer, Sociedad y Política». Analiza, en un recorrido histórico, la evolución de la sociedad y los cambios en el papel de la mujer que desembocaron en el actual patriarcado y monogamia. Luego de una ardua labor de recopilación histórica de datos y de relevamiento de trabajo de campo, trae a la luz historias de mujeres trabajadoras y luchadoras.


«Desde hace ocho años investigo el tema de la mujer, desde una perspectiva de clase y género», cuenta a ANRed Elena Luz González Bazán. Su intensiva labor de investigación le permitió recopilar más de 100 testimonios de lo que ella denomina «historias anónimas» de mujeres luchadoras del campo popular, biografías ocultadas por la historia oficial que Elena recupera del olvido.

Su experiencia como historiadora, periodista y docente le permitió enmarcar un extenso trabajo de campo en un estado de situación estructural que se caracteriza por la división de clases y la dominación de un grupo sobre otro. Partiendo de esta premisa teórica, la autora analiza históricamente el rol de la mujer y extrae consecuencias sobre el papel femenino en la actualidad: «en una sociedad monogámica y patriarcal», sostiene Elena.

La escritora, motivada por un profundo interés personal y por los consejos de compañeros de militancia, confiesa que empezó a escribir su obra porque le propusieron investigar sobre la relación de la mujer y la política para realizar un artículo destinado a la escuela sindical de Córdoba.

A partir de este impulso inicial, Elena se lanzó por completo en la elaboración del escrito que terminó tomando la forma de un libro: histórico y actual, sobre la mujer y su influencia en la familia, que plantea el tema del género pero no desde una postura feminista y que analiza diversos períodos problematizando el sojuzgamiento de las clases populares por un sistema de opresión en el que «las clases dominantes entendieron muy bien lo que hacían al utilizar al Estado como una herramienta al servicio de su sector y ejerciendo la coerción sobre las mujeres de la clase baja», explica Elena.

El trabajo se nutre de numerosas citas bibliográficas, tanto de autores teóricos como de fragmentos de textos literarios, periodísticos y culturales, censos y encuestas, observación participante, entrevistas en profundidad y análisis de la cuestión social y política. Los sectores indagados son las mujeres luchadoras provenientes de sectores populares, como las de «barrio Rivadavia, villa 11 en Bajo Flores, piqueteras de Mosconi, ligas agrarias de Chaco, Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, Gremio Gráfico, meretrices»¦ en fin, mujeres trabajadoras que luchan por sus derechos de una manera bravísima», afirma Elena.

Focalizó su atención en las mujeres que tomaron conciencia de su rol por la liberación del género, lo que según la escritora significa también «la liberación de la humanidad en su conjunto». Particularizó cada recorrido particular de cada una de ellas para homenajearlas y contribuir a que- con la dilucidación de la verdadera historia- se pueda construir una realidad diferente.

Estas mujeres se vieron obligadas a actuar por el cumplimiento de sus diversas demandas. Elena analiza varias problemáticas: desde las militantes y activistas que bregan por la dignidad de las mujeres de las tomas, recorriendo el caso de constantes intimidaciones, amenazas y delitos cometidos a las comunidades originarias mapuches y a las mujeres mineras bolivianas, pasando por la rebelión de las escobas en los conventillos a principios del siglo XX para rebelarse contra los dueños oligarcas que querían desalojarlas y las sometían al trabajo sudor (arduos labores textiles domiciliarios), llegando a recordar a quienes durante la última dictadura militar en la Argentina fueron detenidas-desaparecidas.

Un centenar de historias diferentes y complejas pero que se unen en una característica en común: todas son mujeres y luchadoras, trabajadoras, discriminadas, blanco de la violencia y de todas las «formas inimaginadas de exclusión», comenta Elena. Asimismo, advierte que «no es una historia acabada, este signo deshonroso y aberrante continúa».

La historiadora diferencia a su postura esbozada en el libro del feminismo. «No soy feminista», aclara. «El planteo parte de la clase y el género. El feminismo tiene un problema serio en cuanto cree en una disputa entre el hombre y la mujer. Yo no estoy de acuerdo». Para ejemplificar a lo que se refiere con su enfoque, analiza el tema del aborto: «no es lo mismo que una chica de clase alta que se hace un aborto con todos los cuidados que una joven pobre que no posee recursos y termina muriendo por una operación mal realizada». De lo antedicho se desprende que «todas tenemos un mismo problema que es el biológico pero la resolución difiere en cuanto a la clase».

Otra situación particular en la que se evidencia claramente la opresión de las clases dominantes sobre las dominadas es la de las amas de leche. «En nuestro país a fines del siglo XIX, principios del siglo XX las familias burguesas contrataban a mujeres nodrizas o amas de leche para dar de mamar a los niños ricos». ¿Cuál era la razón por la que sucedía esto?: «las madres ricas que vestían la moda del corset no querían estropear su cuerpo y, por ello, contrataban a otras madres sustitutas, provenientes de los sectores populares, para que den el pecho a sus niños».

El problema de fondo de esta forma de comprar un cuerpo es que «esa ama de leche es madre de su propio hijo al mismo tiempo. De esta manera, tenía que alimentar a su niño y al rico». Por si esto fuera poco, la actitud del Gobierno se inclinaba a favorecer a los sectores adinerados, cómo Elena demuestra históricamente que siempre sucedió así: «los controles oficiales se les hacían al ama de leche y no al niño. Quién terminaba más perjudicado era el bebé pobre porque su alimentación no era la suficiente. La legislación sólo procuraba garantizar la alimentación adecuada de los chicos de las clases altas», agrega Elena.

La autora concluye que «en este contexto, las mujeres vivían una situación de esclavitud y sometimiento. Primero eran las negras y después las inmigrantes pobres. Este proceso de super explotación perjudicó a las familias populares: en este periodo se puede visualizar claramente las diferentas de clase en el modo de vender su cuerpo propio para darle de mamar a un bebé ajeno.»

Al mismo tiempo, en este caso se puede comprender el rol del Estado que Elena cuestiona. Su papel de defensor de las clases poderosas, la coerción y represión de los sectores populares y la violencia continua ejercida sobre la mujer y su entorno. La autora afirma que «el Estado en realidad no es un mero árbitro entre los sectores en pugna sino que protege los intereses de las clases dominantes y mantiene sometidas a todas las clases subordinadas».

Elena plantea que «para entender el rol de la mujer en la actualidad es necesario remontarse a los albores de las sociedades». Aclara que «si bien ahora es cierto de que existe el patriarcado en un momento existió el matriarcado, en dónde la mujer ocupaba un lugar central en la comunidad y se encargaba no sólo de la reproducción de la prole sino de la producción de la vida material».

Con la división social del trabajo y el paulatino relegamiento de la mujer a la esfera privada, lograda lentamente desde el esclavismo, el feudalismo y el actual modo de producción capitalista, se instauró un tipo de sociedad patriarcal. Este modo de vivir social de caracteriza por el «sojuzgamiento de la mujer por parte del hombre, la monogamia para a mujer pero la poligamia para el hombre».

Caracteriza a esta forma de habitar la existencia «una imposición social que se fortalece con la política oficial y con metáforas y consignas que culpabilizan a la mujer si se escapa de su rol estipulado por el sistema». Asimismo, el patriarcado es sostenido como tal no sólo por los hombres sino también por las «mujeres de la clase alta».

Las consecuencias negativas del papel subalterno asignado a la mujer no sólo afecta a ellas. «La pérdida de la mujer implica un efecto perjudicial tanto para la familia como para la comunidad entera.» Al ser la mujer calificada como «buen ama de casa» es recluida al espacio privado e «intenta atrapar a su familia aquí», sostiene Elena. «La división del trabajo escindió al hombre y a la mujer: él como perteneciente al espacio publico y ella al ámbito privado, lo que genera una contradicción» Lo antedicho se corrobora en la desmovilización y despolitización popular actual: «el hombre arrastrado por convicción propia y conciencia a luchar contra las injusticias es arrastrado por la mujer hacia dentro para que no se comprometa».

La autora añade que «esta realidad fue aprovechada por las clases dominantes», que se beneficiaron con este modo patriarcal que «no sólo perjudicó a la mujer sino a su prole». Ante el panorama actual, signado por la desocupación y la constante crisis económica, la mujer «tuvo que malvender su fuerza de trabajo en el mercado, entrar en competencia con el hombre». Pero, además, en los casos en que participa en la lucha queda subordinada al ser alejada de las posiciones de dirección y conducción de movimientos. En cambio, «cuando la mujer toma conciencia y arranca la lucha, ésta mueve a la familia».

Al mismo tiempo, Elena demuestra que las experiencias de lucha encaradas por mujeres en el campo popular no conforman una anomalía en América Latina sino una constante, que es real aunque sea «acallada por los discursos del poder, como los reinantes en los medios masivos de comunicación», mantiene Elena en su libro.

En la lucha, la periodista afirma que la mujer «asume conciencia de que ella no es sólo un cuerpo funcional apto para criar hijos y mantener el hogar, sino que es parte de una realidad más grande». Mencionando a Federico Engels, Elena sostiene que el «trabajo la conecta con otro mundo, aumenta su conocimiento sobre ella misma y se da cuenta de que puede ocupar otro lugar. En ese momento, ella asume y desarrolla su rol»

En la Argentina, la mujer desarrolló este rol duramente: «los conflictos de la explotación laboral son muy difíciles para la mujer, que percibe menos salario que los hombres.» Asimismo, agrega que «las mujeres pobres, novias o esposas de trabajadores notan que el salario del hombre no alcanza y hacen lo imposible por dar de comer a su prole.» Entonces, la mujer se ofrece en el mercado a vender su fuerza de trabajo pero, al mismo tiempo, se siente responsable por dejar solos a sus hijos: «la mujer va a trabajar sintiéndose culpable, de la misma manera en la se dictadura también se culpabilizó a la mujer cuando a las madres les preguntaban si sabían dónde estaba su hijo, una manera de sensibilizar y agredir a la madre por la lucha de su prole», dijo Elena.

Las variables que se suman en el padecimiento de la mujer del campo popular son las siguientes: «trabajo, explotación, sentimiento de culpa, mal pago, explotación de sus hijos», añade. «Esto es lo que el sistema interioriza en nosotros. Y la práctica, la lucha, la conciencia, tiene que darse cuenta de este estado de cosas.»

Elena cita en su libro a Federico Engels: «El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en servidora, en un simple instrumento de reproducción». Elena propone que, ante esta situación de subordinación, la «lucha de la mujer por su liberación es la disputa por un territorio y un espacio que le corresponde, sabiendo que detrás de esa liberación estaba y está la liberación integral del ser humano»

En este sentido ella argumenta que la sociedad, con sus constantes cambios y transformaciones, dilapidó ese rol dirigente que alguna vez tuvo la mujer. Ante esto «ella no debe admitir las desigualdades, tenemos que asumir y exigir planos de igualdad frente al otro género. Es parte de la lucha de la mujer en el seno de esta sociedad machista. Si la mujer no lucha, este proceso continuará subsumiéndola, porque nada le será regalado».

Continúa explicando que «el trato descarnado, vejatorio, humillante y despectivo sobre la mujer es justificado por la sociedad patriarcal. Todo esto es parte de una política del Estado que criminaliza a las mujeres pobres. Esta es una misión afanosa y persistente del sistema». Plantea que las mujeres y la sociedad hagan frente a esta situación y colabora con los testimonios presentes en su escrito para que se fomente la creación de una «memoria colectiva».

Mariana Marcaletti



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