08/10/2007

«Che, la espiga más roja de su ejemplo»

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Hace 40 años era asesinado el Comandante Che Guevara. «En estos días en que todos recordamos un aniversario más, mucho se habla de la continuidad del Che en la actualidad. Sin duda alguna, creo encontrarla en cada colectivo militante que no se detiene pese a la adversidad de los tiempos, que no se encandila con las luminarias superficiales de la política del sistema, que no se conforma con lo que logra sino que lucha siempre por algo más, en cada uno de ellos está esparcido el ejemplo del Che compañero». Por María Silvia Biancardi para ANRed


Difícil hablar hoy del Che entre tanta palabra, tanto afiche, tanta remera, tanto aturdimiento. Tarea ardua la de rescatar al compañero detrás del icono que lo presenta lejano, como dios inalcanzable, como héroe intocable. ¿Cómo diferenciarse de tanta frivolidad en los homenajes? ¿Cómo ser fiel a su legado entre tanta confusión y vacío? Es notable cómo el Che se ha convertido en un símbolo en disputa. Una vez más, las clases dominantes muestran su astucia para apropiarse de nuestros luchadores. La demonización no funcionó, porque la presión popular que admira y respeta al Che no lo permitió. Por eso ahora la tarea que realizan es otra: lo desmenuzan y rejuntan sus pedazos para construir una imagen «presentable», inofensiva, abstracta, quijotesca hasta infantilizarla.

Intentaremos rescatarte de tanta injuria, querido Ernesto, pero sabiendo que nunca un esfuerzo personal será suficiente para abarcar toda la dimensión de tu aporte al mundo.

Mucho antes de que el Che se convirtiera en un actor político, más aún, mucho antes de que Ernesto Guevara naciera, Carlos Marx planteó en una de las Tesis sobre Feuerbach que la coincidencia del cambio de las circunstancias con el de la actividad humana o cambio de los hombres mismos, sólo puede concebirse y entenderse racionalmente como práctica revolucionaria. Es imposible leer esta tesis y no pensar en el Che, en sus discursos y en su acción misma. Porque si fuera posible entender al Che desde una concepción, diríamos que ésta es la idea de la praxis, entendida como proceso de transformación orientado hacia un fin. En la praxis, teoría y práctica, lo objetivo y lo subjetivo, están siempre intrínsecamente unidos. Desde esta concepción, la acción humana, la práctica revolucionaria, modifica a su vez al mundo y al hombre. No hay dudas de que el Che adhiere a esta línea del marxismo cuando afirma, por ejemplo, en «El socialismo y el hombre en Cuba» que la primera receta para educar al pueblo… es hacerlo entrar en revolución. La acción revolucionaria, a medida que transforma las circunstancias históricas, transforma al sujeto, lo forma, lo «educa».

Y este acercamiento a las tesis de Marx no es meramente teórico, forma parte también del ámbito de la vivencia. Esto es, mientras el Che se va incorporando en los procesos históricos, su subjetividad se va transformando.

Recordemos cómo empieza a involucrarse y convertirse en un actor político durante su segundo viaje por América Latina, y la trascendencia que tienen Guatemala y México en sus elecciones. Para ello, resulta de interés recurrir a las cartas que el Che escribe a su familia en ese recorrido.

El Che va reconociendo la explotación y las acciones del imperialismo en carne propia, presencia los mecanismos golpistas en Guatemala protagonizados por Estados Unidos y la United Fruit, conoce el sometimiento del indígena en Bolivia y el proceso de transformación que padece la revolución boliviana del 52. Pero, sobre todo, conoce a los cubanos, cuyo ejemplo da evidencia a Ernesto -ese joven mezcla de médico y vagabundo- de qué significa la moral revolucionaria, esa a la que después dará un lugar privilegiado a la hora de pensar el comunismo, frente al economicismo de la Unión Soviética.

Dice el Che en el año 1956, unos meses antes del desembarco en las costas cubanas: Me acuerdo de una frase que un día me pareció imbécil o por lo menos extraña, referente a la identificación tan total entre todos los miembros de un cuerpo combatiente, que el concepto yo había desaparecido totalmente para dar lugar al concepto nosotros. Era una moral comunista y naturalmente puede parecer una exageración doctrinaria, pero realmente era (y es) lindo poder sentir esa remoción de nosotros. Hay en el Che, desde este tiempo y en todos sus discursos, una fuerte impronta de la ética del socialismo que, sin lugar a dudas, es colectiva.
Por eso, no sólo los aportes teóricos del Che, sino también su proceso interno dan cuenta de que en la acción revolucionaria las circunstancias y los sujetos se transforman de manera conjunta.

Ahora bien, ¿por qué machacar con la moral en el Che y su ejemplo de lucha cuando ya se ha dicho tanto al respecto? ¿Por qué insistir en rescatar al Che – hombre?

Reconocer al Che como una conjunción de la individualidad más el trabajo colectivo y el medio sociohistórico nos permite acercarnos a su legado no desde la mirada de quien hurga la letra muerta, sino desde la posibilidad de retomar, ante todo, su ejemplo y su proyecto para que sea comprendido y aprehendido por todos, más allá de la imagen repetida.

En estos días en que todos recordamos un aniversario más, mucho se habla de la continuidad del Che en la actualidad. Sin duda alguna, creo encontrarla en cada colectivo militante que no se detiene pese a la adversidad de los tiempos, que no se encandila con las luminarias superficiales de la política del sistema, que no se conforma con lo que logra sino que lucha siempre por algo más, en cada uno de ellos está esparcido el ejemplo del Che compañero.

Hasta aquí, un pequeño homenaje más, cargado del pudor que despierta hablar de quien tanto se admira y respeta, y sabiendo además que nunca las palabras serán suficientes, porque como dijo el poeta:

con qué aires hablar de usted

con qué metáfora medir su estatura de astro

cómo y en qué lenguaje balbucir su nombre

si la espiga más roja de su ejemplo

es un guerrillero canto a la vida

mejor hacer silencio y dirigir la mirada al levante

mejor dejar a un lado la mágica reticencia del verso

y decir con las palabras del hombre diario

que usted fue un hombre hasta la última brizna de su aliento. Pedro Oscar Godínez.

María Silvia Biancardi



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