07/10/2007

De Feminicidio, Maquila y Narconeoliberalismo

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En Ciudad Juárez, ciudad fronteriza al norte de México, frente a El Paso, en Texas, cientos de mujeres han sido asesinadas desde 1993. Mujeres que por edades, van desde niñas menores de 5 años a mujeres de más de 60. Feminicidio es la masacre de mujeres, agravado en la precariedad económica, laboral y social, cometido por hombres protegidos o investidos del poder político local, ya sea como criminales organizados en las fuerzas policiales, militares o en los cárteles de narcotráfico. O bien, esta tipología criminal cometida de forma individual. Aquí un informe sobre la situación.
Por Yunuen Madrigal


Para abordar este tema parto de considerar el feminicidio como un hecho social elocuente y esclarecedor sobre la estructura socioeconómica capitalista, neoliberal, considerando transversalmente el lugar, el trabajo y la cotidianidad de las mujeres en este marco de realidad. Ciudad Juárez, Chihuahua, es un polo industrial en frontera con Estados Unidos y lugar de paso para emigrantes, drogas y armas, situada en la región Norte de México: Chihuahua, Coahuila, Sonora, Tamaulipas, las Bajas Californias, donde se considera que hay más desarrollo, trabajo, dinero por ser diferente al Sur mexicano, que es en general, campesino y diverso en pueblos indígenas, y debido a políticas que han transformado la producción rural en consumidora de alimentos importados, expulsora de fuerza de trabajo, empobrecido a pesar de la riqueza natural, considerado «atrasado».

Feminicidio o femicidio, en Ciudad Juárez es el asesinato continuo, de forma grupal o individual, de mujeres. Todas pobres, morenas o «latinas»; algunas obreras, estudiantes, prostitutas, madres o hijas de familia. Mujeres que por edades, van desde niñas menores de 5 años a mujeres de más de 60. Todas violadas, con huellas de tortura, algunas marcadas en el cuerpo con inscripciones, descuartizadas, evisceradas o mutiladas genitalmente con saña. Sus cuerpos fueron abandonados en el desierto, en los campos, en los barrios más miserables de la ciudad. Otro elemento común es la impunidad, incluso las amenazas e intimidación a familiares y quienes han exigido al menos una investigación regular por cada caso. Es decir, feminicidio es la masacre de mujeres, agravado en la precariedad económica, laboral y social, cometido por hombres protegidos o investidos del poder político local, ya sea como criminales organizados en las fuerzas policiales, militares o en los cárteles de narcotráfico. O bien, esta tipología criminal cometida de forma individual.

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Desde 1993 a la fecha se han admitido desde los gobiernos en turno 268 asesinatos hasta 2001; posteriormente, 450. Amnistía Internacional y organismos no gubernamentales, la Comisión Internacional de Derechos Humanos han presentado informes que hablan de más de 600 feminicidios y 4 500 desapariciones. Cabe mencionar que los ministerios de justicia de Ciudad Juárez toman una denuncia e inician una investigación por desaparición, cuando ésta la requiere un familiar luego de dos meses de ausencia de la persona, mientras se especula su posible paso a Estados Unidos, su huida temporal de la familia o semejantes. En un lugar que permanentemente recibe cientos de personas de todo el Sur, ya sea de México y Centroamérica como emigrantes, es posible imaginar todo lo que no se denuncia ni se percibe como «desaparición». Estos números, su ponderación, hacen comparable en los hechos, el feminicidio al terrorismo de estado en tiempos de contrainsurgencia, a las tácticas paramilitares de violencia sexual y ocupación de territorios como guerra de baja intensidad contra las mujeres, sin un ataque cuerpo a cuerpo entre fuerzas regulares, como sucede ahora contra los movimientos indígenas, magisteriales o estudiantiles, como sucedió en el 2006, en Atenco y Oaxaca. Por primera vez se denunció la violencia sexual como una forma específica de ataque policial y militar a la población. Todo esto en democracia.
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Para cometer estos crímenes, con semejante exhibición de poder, crueldad, cálculo y dinero, se necesitan varios narcotraficantes, muchos policías, hombres que incluyen en sus fiestas insaciables orgías de horror. El feminicidio es obra no de enfermos, ni sicópatas, ni ritual satánico, ni signo del Apocalipsis: Hay unos cuantos hombres plenos de poder e impunidad que hacen lo que quieren.

Mientras el horror, la vergüenza, el miedo por cada nuevo crimen recorren la frontera con los Estados Unidos, pues el feminicidio también ocurre en Baja California Norte, Sonora y Tamaulipas, vemos que durante las actuales presidencias de George W. Bush se ha iniciado la construcción de un muro de 3110 km., el largo de toda la frontera con México. Como lo expresa el escritor anarquista Mumia Abu Jamal, es más largo que la muralla China, elocuente en cómo consideran a latinos y latinas en general gobernantes, cuerpos policiales e instituciones allá en el Norte. Porque patrones, empresas ofreciendo de 8, 12, 16 dólares por hora, sí que los hay. Campos inmensos para cosechar en el sur, y toda clase de servicios que ningún yanqui, a no ser empobrecido hacen. Pero el odio racista de siglos, la segregación y el nacionalismo de una sociedad que se cree digna de ir a imponerle a todo el mundo su superioridad, y mostrar a todos cómo deben vivir respalda y construye este muro, esta frontera criminal, esta otra forma de violencia contra el derecho a emigrar en el mundo.

Los gobiernos chihuahuenses de Francisco Barrio, Patricio Martínez, José Reyes Baeza y los correspondientes presidentes mexicanos, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y el actual, Felipe Calderón han especulado sobre las causas de estos crímenes, atribuyéndolas a la inseguridad, a la necesidad de más presupuesto para combatirla o luchar contra el narcotráfico; han propuesto incrementar los cuerpos policiales o militarizarlos. Han negado cualquier número de muertes. Cuando han admitido que estas muertas existen, las autoridades nos han dicho que eran prostitutas. Jerarcas de la iglesia, funcionarios y empresarios han hablado de que los cambios de costumbres de las mujeres, su vida nocturna, les hacen presas fáciles, les exponen a la violencia. Han promovido durante años como política de prevención, que a las mujeres en su casa no les pasa nada malo. Y las mujeres en Ciudad Juárez no son como las de antes: Emigran, van al trabajo, a estudiar, van a la tienda, a visitar a sus amigas, a divertirse. Nos han dicho que los porcentajes de muertas han descendido. Como si nos pudiéramos alegrar de que hubiera sólo un 1% de mujeres asesinadas de esta forma. Como si Ciudad Juárez no fuera ya un campo de exterminio, un territorio de guerra contra las mujeres, efectuado desde la maquila, la frontera con Estados Unidos y la pobreza generalizada para la población mexicana, en una sociedad que recién vive la emergencia de las mujeres como individuas, humanas con derecho a trabajar por un salario, sin situarse dentro de la estructura de la familia nuclear o extensa como medio de vida. Insisto: en los 14 años desde que comenzó a contarse o percibirse el feminicidio, los gobiernos y presidentes han eludido toda responsabilidad respecto de la procuración de justicia, información, políticas de cuidado, prevención y castigo en los casos de violencia contra las mujeres. Nos deben a la sociedad mexicana, a las mujeres en general, no sólo un informe sobre qué está pasando en Ciudad Juárez, quienes y porqué asesinan así a niñas y mujeres, sino cárcel a feminicidas, violadores y hombres violentos; en amplio, justicia social para las mujeres. ¿Me estoy contradiciendo, como anarquista, al pensar en cárcel y castigo a estos hombres, a estos oprimidos seres humanos que humillan, explotan, golpean, torturan, violan y asesinan mujeres, con la ayuda de otros hombres? Pues bien: ¡Que se les señale y entregue sin ningún arma ni privilegio a la justicia popular, que ninguna mujer o niña nos sobra ni merece esto!
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En todos estos años el trabajo de feministas de diferentes países ha denunciado la negada e invisibilizada violencia contra las mujeres, la impunidad, la injusticia y responsabilidad de los estados en la práctica del terrorismo sexual, en las políticas y estructuras patriarcales que hacen de cada gobierno un falso estado laico, mientras jerarcas de las religiones judeocristianas (ahora con recursos proveídos por el Partido Acción Nacional, en México) prohíben el aborto, el uso de preservativos, la anticoncepción de emergencia, la educación sexual oportuna, científica, pública, de calidad, gratuita y masiva para todas las niñas, niños y adolescentes. En el imaginario social mexicano, una niña o mujer golpeada o violada en su propio domicilio, por sus familiares, antes que denuncie o diga nada, no existe; después, miente; por último lo provocó, le gusta o no opuso resistencia. De esto no se habla. Romper el cerco de lo privado, lo íntimo, lo particular y llevar la violencia sexual, la violencia contra las mujeres a lo público, a las políticas, a las acciones en los movimientos sociales, responsabilizar a quienes corresponde y actuar colectivamente en este sentido es una tarea pendiente desde abajo, para las mujeres.

Diana Washington, Sergio González Rodríguez, Rita Laura Segato, desde el periodismo y la antropología han investigado y publicado -con amenazas, persecución y daño a sus vidas, incluso- quiénes son responsables de los feminicidios, cuál es el motivo de estos, por qué ocurren en un lugar como Ciudad Juárez. He aquí un fragmento de Cosecha de Mujeres. El Safari en el desierto mexicano, de Diana Washington:

«Los crímenes que convirtieron a esta ciudad fronteriza en la capital mundial de los asesinatos de mujeres («¦) Tuvieron sus inicios en la guerra sucia de México[1], cuando apenas se iniciaba una red de capos del narcotráfico, empresarios, militares, policías y funcionarios corruptos. Y estas muertes estaban surgiendo en otros lugares de México y Centroamérica. El terror y la violencia de los Carrillo Fuentes fueron de gran utilidad para encubrir a los poderosos juniors, a quienes un funcionario federal atribuyó la comisión de estos asesinatos para proteger sus intereses financieros. («¦) En el año 2004, tres policías mexicanos me enviaron un mensaje de advertencia para que detuviera y abandonara mi investigación. («¦) ‘los juniors están preocupados; no quieren que sus nombres sean divulgados'».[2]

7-55.jpgEl feminicidio, inserto en un marco de economía neoliberal muestra la existencia del libre comercio desigual, el libre flujo de recursos y capitales al Norte, pero no derechos plenos para trabajadores y trabajadoras emigrantes a los Estados Unidos. Esta es una realidad del neoliberalismo, aunada a la exorbitante acumulación de la riqueza en México, que tiene a Carlos Slim como ejemplo: magnate de primer lugar en la lista de Forbes en un país con 60 millones de personas viviendo con menos de dos dólares diarios. Respecto del feminicidio como un hecho social que compromete bilateralmente a México y Estados Unidos, Diana Washington afirma:

«Existen sospechas de que muchas de las muertes, y la forma en que se ha extendido a otras regiones representa una serie de respuestas a las estrategias bilaterales antidrogas y del libre comercio. («¦) El gobierno mexicano habría tratado como secreto de Estado algunos aspectos de la lucha antidrogas, impulsada en gran parte por Estados Unidos para tratar de apagar o contener a los cárteles. Como respuesta se desató una poderosa alianza de intereses económicos, que incluye políticos y elementos corruptos del Ejército, que han declarado una guerra en contra de los esfuerzos del gobierno. («¦) Hemos visto que /esta contraguerra/ ha incluido los asesinatos sistemáticos de mujeres, una auténtica campaña de terror que podía garantizar el doblegamiento de gobernantes, el temor en sus comunidades. Hemos visto que entre sus elementos se encuentran policías y soldados que fueron adiestrados por agencias federales estadounidenses, convertidos en escuadrones de la muerte para una extensa red del crimen organizado. («¦) Estos sicarios tuvieron como manual de operaciones las guerras sucias en países como Guatemala, El Salvador, Chile, Argentina y México. Algunos de los principales narcotraficantes de México, Tijuana y Juárez se han trasladado a estos países para instalarse en ellos y así evadir la justicia.(«¦) Las víctimas de Ciudad Juárez («¦) representan el futuro de la industria maquiladora, y en general, del pueblo mexicano.»[3]

Sobre historias de vida de mujeres obreras en la frontera, a partir de la investigación hecha por la socióloga Norma Iglesias[4], tomo su exposición sobre maquila o maquiladoras: Son las plantas manufactureras en un país tercermundista, del Sur, que son filiales de empresas estadounidenses o plantas contratadas, ya se capital nacional o extranjero, dedicadas al ensamble de componentes o procesamiento de materias primas, ya sea de productos intermedios o finales, cuyas materias primas se importan de Estados Unidos y son de nuevo reexportadas una vez acabado el producto, que para su elaboración utilizan la labor intensiva, cronometrada del trabajo femenino. Este cruce de fronteras hacia el sur maximiza las ganancias para las transnacionales en la producción de sofisticados artículos varios, como juguetes, electrodomésticos, ropa, misiles, computadoras. «A partir de los años sesenta, en que se inicia el Programa de Industrialización Fronteriza y termina el programa de Braceros, la frontera norte de México sufre cambios considerables en su vida económica. («¦) Durante 1975, miles de fábricas localizadas en países altamente desarrollados, trasladaron sus operaciones total o parcialmente a no menos de 39 países en América Latina, Africa, Asia y El Caribe.» Hasta 1982 los salarios en las maquiladoras se pagaron en dólares. Después en pesos mexicanos, lo que no disminuyó el atractivo del empleo frente a la desocupación y descampesinización del Sur de México.

Empresas como Sony, Toshiba, Daewo, Aiwa, Mattel, Microsoft, aparecen en el discurso de los gobernantes como generación de empleos, muestra de la confianza en una sociedad que atrae la inversión extranjera, cuando lo que se permite es la oportunidad de un extenso territorio -como la de la frontera con Estados Unidos- exenta del cumplimiento de leyes laborales y tributarias, sin estudios ni responsabilidad sobre el impacto ecológico o normas de protección a la salud de las trabajadoras. Los gobiernos locales reciben importantes sumas de dinero por la concesión de terrenos y facilidades para el armado de las líneas de montaje, que a diferencia de las fábricas del S. XIX, una vez vaciadas por los patrones, sin la posibilidad de recuperarse al no producir o poder adquirir las trabajadoras las materias primas para la mercancía final, éstas quedan irrecuperables y demuestran que son lugares de explotación extrema de la fuerza de trabajo femenina. El 95% de las empleadas por las maquiladoras son mujeres, generalmente entre 16 a 24 años quienes trabajan jornadas de 10 y 12 horas sin ninguna prestación social ya conquistada o sancionada en el resto del país. Se paga por jornal o a destajo, por horas. Ocurren otras prácticas, específicamente violentas con las mujeres, como la violación e intimidación sexual para conseguir un empleo, por parte de los empleadores; ocurre el acoso, la seducción, la mistificación de la belleza femenina para ascender en el trabajo; ocurren los despidos por embarazo, pues ya desde antes de comenzar a trabajar se solicita una prueba de laboratorio certificando la no gravidez, y se llega a pedir a las obreras que muestren la toalla sanitaria en la menstruación o pasen a revisión -por supuesto, con cualquier capataz o administrador- para demostrar que no están embarazadas. Las mujeres cercanas a los 30 años de edad, son despedidas por este motivo porque ya no rinden igual en el trabajo, difícilmente son contratadas inicialmente alrededor de esta edad, aunque por lo general ya tienen hijos y esto facilita que acepten malas condiciones de trabajo y salario con tal de mantener a su familia, pero siendo más desechables que las adolescentes.
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Se dice que adentro de las maquiladoras circulan drogas que hacen más rápida la producción, más rendidora la jornada, y finalmente, divertida la fábrica. Es decir, el narcotráfico es congruente, armónico con el ritmo vertiginoso, eficiente de la producción capitalista; la imagen del adicto, bohemio o marginal, del yupie que busca diversión extrema en fines de semana, también ha de integrar a trabajadoras, trabajadores que se drogan para rendir más y divertirse en el trabajo con el estímulo y complacencia de capataces y administradores. Si alguna de estas fiestas termina con mujeres asesinadas, no faltará quien necesite trabajar en la maquila.

Luego de este panorama general, a manera de propuesta destaco algunas cuestiones que a través de diferentes espacios y formas de activismo político se han presentado:
Una de las formas de opresión de las mujeres, la más compleja, negada e invisibilizada es la violencia sexual. Esta nunca es inocua: su continuidad social a través de milenios, en prácticas que van desde la guerra a la prostitución, pasando por lo que se conoce como «abuso sexual infantil» e «incesto», sienta el precedente para que las vejaciones de carácter sexual sean silenciadas, y las víctimas de estos crímenes, inculpadas, cuestionadas por los mismos.
Otra gran dificultad es cómo hablar de esto, desde dónde: como individuas, con apoyo psicológico, legal; solicitar la solidaridad por empatía, clase o por injusticia, teniendo como referencia los derechos de las humanas.
Cómo iniciar, también, diferentes espacios de organización, encuentro, contención, acciones sobre las diferentes opresiones que nos ocurren a las mujeres. A pesar de todo el dolor y la rabia del presente, somos más lúcidas. Estamos sabiendo quiénes son nuestros opresores, qué nos dicen para violentarnos más. Estamos sabiendo cómo acabar con todo esto, estamos encontrándonos en diferentes nosotras. Esto, finalmente, es lo que vale.
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Considerando a la manera de Luce Fabbri y las anarquistas en general a la libertad como una utopía de ardua conquista, un horizonte móvil que nos exige crear caminos nuevos para vivirla socialmente, tenemos que la tensión ente el ideal -en este caso, un ideal para las mujeres, creado por nosotras- y su realización genera un devenir de posibilidades múltiples que no buscan el paraíso o mundos trascendentes, sino la realización en el aquí y ahora sujetos a constante revisión y múltiples experiencias de autogestión, oposición y lucha contra el poder patriarcal, organizándonos desde las bases, entre quienes nos reconocemos y esclarecemos en lo que nos oprime y solidariza.

La Utopía, el Ideal, aunque les pese a los revolucionarios pragmáticos y científicos, es el motor de la realidad que continuamente relativiza y compromete el camino andado. Ahora tiene deseos de mujeres, además»¦ Desde la perspectiva anarcofeminista nos preocupa, pues, fundar políticas no estatales, o antiestatales, autoorganizadas, buscar y crear experiencias que para el tema que aquí tratamos esclarezcan alternativas para satisfacer las necesidades de las mujeres o bien, para conquistar los derechos de las humanas, para tener vidas dignas de ser vividas, sin miedo, sin violencia ni terrorismo sexual, con múltiples oportunidades de decidir en temas vitales como el tener hijos o ninguno, vivir en pareja, familia o de alguna otra manera, ser lesbianas, bisexuales o heterosexuales, recibir un salario digno por el trabajo realizado, es decir, un largo y diverso camino de praxis por la autonomía y el placer personal de cada mujer.

Pronunciamientos:

Ni una muerta más en Ciudad Juárez. Vivas las llevaron, vivas las queremos.

Libertad inmediata e incondicional de Romina Tejerina, presa políticia de los jerarcas católicos y gobernantes que impiden el aborto libre, la anticoncepción de emergencia, la atención jurídica, médica y psicológica de víctimas de violencia sexual.

Aparición con vida de todas las mujeres cautivas por las redes de tráfico humano para la prostitución. Castigo a sus proxenetas, clientes y políticos cómplices en su explotación.

Aparición con vida de Julio López, víctima del terrorismo de estado del gobierno militar del general Jorge Videla y actual testigo denunciante de esos crímenes.

Bibliografía

GUZZO, Cristina. Las Anarquistas Rioplatenses. 1890-1990. Ed. Orbis Press, Serie Reflexión no. 6, Phoenix, Arizona, USA, 2003. 118 pp.

FABBRI, Luce. La libertad. Entre La Historia y La Utopía. Tres ensayos y otros textos del Siglo XX. Ed. Lea, Barcelona, Cataluña, Diciembre 1998. 147 pp.

FRENCH, Marilyn. La Guerra contra las mujeres. Ed. Atlántida, Buenos Aires, Argentina, 1992. 302 pp.

IGLESIAS PRIETO, Norma. La flor más bella de la maquiladora. Historias de vida de la mujer obrera en Tijuana B.C.N. Ed. SEP Cultura, Centro de Estudios Fronterizos del Norte de México, (CEFNOMEX) México, 1985, 166 pp.

SEGATO, Rita Laura. «Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado: La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez», en El Rodaballo, Revista de política y cultura, Año XII, no. 16, verano 2006, Argentina.

WASHINGTON VALDÉZ, Diana. Cosecha de mujeres. El safari mexicano. Ed. Océano, 364 pp. México, 2004.

OTRAS FUENTES CONSULTADAS: Diario La Jornada , Proceso, (Semanario de análisis político), Suplemento feminista del Diario La Jornada » La Triple Jornada «, y páginas de internet de la Organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa, Comité Eureka, Comité Cerezo, Amnistía Internacional, CIMAC.


[1] Es decir, la lucha contra movimientos insurgentes en el país, que eran continuidad de la Revolución Mexicana con el impulso mundial anticapitalista de las décadas de los 60’s y 70’s. En la capital, Guerrero, Chihuahua, Sinaloa, Veracruz, Michoacán y otros estados mexicanos hubieron experiencias guerrilleras.

[2] WASHINGTON, Diana. Cosecha de mujeres. El safari en el desierto mexicano. Ed. Océano, México, 2004.

[3] WASHINGTON, Diana. Cosecha de mujeres. El safari en el desierto mexicano Ed. Océano, México 2004.

[4] IGLESIAS, Norma. La flor más bella de la maquiladora»¦ Ed. SEP-Cultura, México 1985.



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