16/09/2007

Cierre del Pozo: «En manos de los que luchan»

Archivo ANRed
El Pozo de Banfield fue el último campo de concentración en el que estuvieron los estudiantes que fueron secuestrados el 16 de septiembre de 1976. Pasaron 31 años de la Noche de los Lápices y hoy las paredes de ese «pozo» poseen la marca de una historia de resistencia. También en esos calabozos se despierta la memoria de los hechos transcurridos durante la última dictadura militar y se evidencia, una vez más, la existencia de un circuito sistemático de exterminio.


El Pozo de Banfield, situado en Vernet y Siciliano, en el partido de Lomas de Zamora, desde el año pasado dejó de ser una dependencia de la Dirección de Homicidios y el área de Logística de la Dirección General de Servicios de Custodias de Objetivos Fijos, Personas y Traslado de Detenidos perteneciente a la Policía Bonaerense, institución que la había mantenido bajo su poder desde 1983 a esta parte. Muestra palpable de una política estatal que, con sus omisiones y medidas, permitió aquí también la continuidad del aparato represivo. De este modo, al montar una dependencia policial en un lugar que funcionó como centro clandestino de detención, se ocultó su verdadera historia: la de haber sido un campo de tortura, muerte y robo de bebés.
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Por el Pozo de Banfield pasaron alrededor de 250 secuestrados. Entre ellos, hubo muchas mujeres que allí dieron a luz y sus bebés les fueron robados; de esos niños, hay cuatro que todavía se siguen buscando. Si bien la represión fue la función principal del campo de concentración ubicado a dos cuadras del Camino Negro, sus objetivos fueron variando en el tiempo. De 1974 a 1976 fue usado para la «obtención de información» a través de la tortura. De 1976 a 1978, sirvió como depósito de prisioneros que provenían de otros centros clandestinos de detención del denominado circuito Camps. Sin embargo, su última etapa fue la más aberrante.
Archivo ANRed
«El hecho de que en este Centro de Detención Clandestino los guardias y personas que se desempeñaban en el lugar se mostraran a cara descubierta, como también, la situación de que no hubiese un control sobre las personas que se encontraban allí secuestradas; y que los secuestrados no fueran interrogados; como el hecho de que muchas de las personas que continúan hasta la fecha como desaparecidas fueron vistas por última vez con vida en ese lugar y la cantidad de «traslados» mencionados por los diversos testigos, da lugar a decir que en su última etapa el «Pozo de Banfield» era un centro de exterminio», hace un recuento del horror el informe sobre maternidades clandestinas presentado por Abuelas de Plaza de Mayo.
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Además, el Pozo de Banfield sirvió de engranaje fundamental para el Plan Cóndor, estrategia que desplegaba una represión coordinada en el Cono Sur. Fue el segundo campo en importancia, después de Automotores Orletti, para la concreción de este proyecto de aniquilamiento.

Pero ante la impunidad de ayer, que en su continuidad alimenta y se entremezcla con la impunidad de hoy, se levanta el repudio y la denuncia, como la expresión necesaria para penetrar en los vestigios de la memoria y volcarlos en un presente de lucha. Y esto ocurrió en torno a la pelea emprendida para exigir el cierre del Pozo de Banfield.
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«Si con lucha lo cerramos, que quede en manos de los que luchan»

En una charla organizada en el Instituto de Lomas de Zamora, Sergio «Cherco» Smietniasky,de Correpi Sur, relató:«En el marco de la lucha contra la impunidad es como se logró denunciar que en este centro clandestino de detención la policía de gatillo fácil tenía impunidad». La formalización de este reclamo fue la organización de la Multisectorial Chau Pozo. Tras las constantes presentaciones hechas al gobierno con el fin de que se reconozca como campo de concentración, sumado a los diferentes actos representativos, el 23 de Marzo de 2006 se logró el cierre definitivo. «Las autoridades consideraban que era disparatado exigir esto de una dependencia policial porque ese lugar había sido utilizado como campo de concentración».

Asimismo, el integrante de Correpi Sur afirmó que «la lucha no se terminaba en el cierre del Pozo sino que esta pelea abarca la memoria,verdad y justicia, por el juicio a todos los genocidas y en contra de las políticas represivas del Estado que no han finalizado».

Con respecto al objetivo central que se persigue con el cierre del pozo, Smietniansky dejó en claro: «No es el estado el que tiene que administrarlo ni proponer qué hacer con el espacio, sino que ese lugar tiene que estar organizado por la Multisectorial Chau Pozo, desde donde afirmamos que no debe ser utilizado como un museo».
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Además, agregó: «La pelea de un pueblo no se puede encapsular en una década. La lucha por una sociedad justa es algo que nos compete hoy en día. Por lo tanto, su historia no puede estar enfrascada en un museo». Conjuntamente, desde la Multisectorial se considera que esta reivindicación implica la exigencia de «garantizar es que no se modifiquen los lugares que pueden servir como prueba de las causas contra genocidas».

Tal como sostienen los integrantes de Chau Pozo, el ejemplo de los detenidos- desaparecidos que pasaron por el Pozo de Banfield, como el de los 30 000, sirvió de guía para dar la pelea por la expropiación del campo de exterminio: «Si con lucha lo cerramos, que quede en manos de los que luchan». El objetivo de obtener el cierre del Pozo, reconocido como espacio de aniquilamiento, constituye un ejemplo de reacción popular. Y es través de estos movimientos de protesta y exigencia, que se comienza a denunciar públicamente aquellos rincones del aparato estatal en donde la impunidad continúa.

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