01/09/2007

Reseña de «El sueño de una cosa», de Miguel Mazzeo

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Desde los talleres de la Editorial El colectivo salió este año El sueño de una cosa, (introducción al poder popular), un libro de Miguel Mazzeo. ANRed publica esta reseña enviada por María Silvia Biancardi. «La noción de sujeto no sólo es abarcada desde el punto de vista filosófico, sino más bien desde la praxis del accionar político y social. Se lo piensa como ‘sujeto estratégico’ en vínculo directo con la idea de organización», explica Biancardi en este artículo.


Por María Silvia Biancardi, para ANRed

Cuando leemos un texto puede ocurrir que compartamos códigos con lo que ahí dice. Podemos estar de acuerdo o no con lo que se plantea, pero más allá de eso se reconocen en él intereses y condiciones de existencia en común con los propios. En esos casos, sentimos que la obra nos interpela. Hay otros textos que pueden ser muy buenos pero nos parecen ajenos, y sentimos que no nos hablan a nosotros. Para quienes trabajamos por un horizonte emancipador, el libro de Mazzeo forma parte del primer grupo. Eso ya puede percibirse con la lectura del primer párrafo, que provoca la complicidad del reconocimiento. En estas primeras palabras el autor caracteriza la situación actual del campo popular con conceptos como la «soledad paradójicamente colectiva» y la «tristeza ideológica». Esto da cuenta de que las raíces de este trabajo no son las ideas abstractas saboreadas por el ermitaño en el calor de su escritorio. Por el contrario, El sueño de una cosa discute en la agenda de los movimientos sociales, debate ideas necesarias para este período histórico, presenta una visión crítica de teorías y experiencias que conforman nuestro marco teórico y de acción. En fin, es una obra que nace de la praxis.

Y sin embargo, a diferencia de muchas otras obras que nacen en estas circunstancias, no se olvida la importancia del cómo decir, de la manera en que presentamos las ideas. No necesita recurrir al discurso panfletario, ni a la retórica inextricable del posmodernismo. En este libro, la función poética de la palabra cobra su valor.

A continuación, se retomarán algunas concepciones de los siete capítulos de esta obra, sin intención de condicionar o sintetizar su lectura, sino más bien como una apertura de ideas a compartir, como respuesta a un texto que pregunta y discute, como réplica a un debate absolutamente necesario.

En el primer capítulo se desmenuza el concepto clave del libro: el «poder popular». Se hace referencia a por qué es ‘popular’ y por qué es ‘poder’. Es interesante la presentación de dos discusiones centrales. Por un lado, la noción de sujeto que no sólo es abarcada desde el punto de vista filosófico, sino más bien desde la praxis misma del accionar político y social. Se lo piensa como ‘sujeto estratégico’ en vínculo directo con la idea de organización. A su vez, la obra rompe con las ideas doctrinarias que leen sinónimos en ‘sujeto estratégico’ y ‘clase obrera’ más allá de los cambios en las condiciones objetivas o las particularidades continentales, «un sujeto de clase, sí, pero en un sentido no reduccionista».

Por otro lado, pone en juego la tensión entre un proyecto totalizante estratégico y las particularidades en situación. Retoma la famosa consigna zapatista del «mundo que contenga muchos mundos», alzada por diversos grupos autonomistas, pero a diferencia de éstos recupera la dialéctica de las dos partes de la afirmación: «los muchos mundos están exigiendo (no presuponiendo) formas originales de ser ‘uno'». Compartimos esta idea de que la construcción de muchos mundos no puede escindirse de la necesidad de una concepción totalizante.

El segundo capítulo es neurálgico en la obra y neurálgico también en el debate, puesto que plantea las tres interpretaciones predominantes de un concepto que conlleva en sí mismo la disputa por el valor de los signos. En las tres interpretaciones que propone, Mazzeo claramente toma posición por una de ellas. Reconoce una concepción «instrumentalista» de acumulación de poder local como un medio para el objetivo final: la toma del poder y el derrocamiento del poder burgués. Plantea que el problema inmerso en esta concepción es la experiencia histórica de disolución del poder popular una vez logrado el objetivo.

La segunda concepción tiene a su vez dos variantes. Por un lado, la concepción de Toni Negri del contrapoder, entendido como desarrollo de una nueva ‘potencia’, de organización y producción en convivencia pacífica con el poder dominante. Para Mazzeo, este «contrapoder no es más que el renombrado doble poder, pero extendido en el tiempo, ad eternum«. Como segunda opción, la idea de «antipoder» de Holloway, es la negatividad absoluta del poder. Ambas variantes esencializan la parcialidad y, como afirma este libro, «caen en un sentimentalismo carente de capacidad para alterar una situación opresiva».

Por último, el autor se posiciona en la idea de poder popular como una relación dialéctica entre la construcción de nuevas relaciones sociales (el medio) y el objetivo final, una finalidad que se va realizando en el proceso mismo. De acuerdo con esta idea, la tensión entre la construcción y la lucha por la hegemonía constituyen una constante. Se diferencia de la idea de doble poder porque el complejo de relaciones que se va construyendo son ya los gérmenes de una nueva sociedad y no una mera excusa hasta el momento del asalto al poder. Estas posiciones serán retomadas más adelante, puesto que constituyen el eje central de la obra y de las estrategias de construcción de los movimientos sociales en la actualidad.

Los capítulos 3 y 4 retoman dos experiencias históricas que sirven como insumo y ejemplo de la idea de poder popular que se defiende a lo largo del texto. La teología de la liberación es la teoría originaria en la cultura occidental de experiencias y conceptos como la ‘comunidad concreta’: núcleo de poder popular y un espacio de resistencia. De este posicionamiento teológico rescata la idea de liberación como lucha terrenal por el poder.

La segunda experiencia histórica que se analiza es el caso de la Unidad Popular en Chile, como ejemplo de los pormenores del vínculo entre un gobierno popular en el marco de la legalidad burguesa y los órganos de poder popular. En este sentido, se hace una interpretación del proceso que puede ser polemizada. Se explica la crisis y derrota del gobierno por el freno puesto a los espacios de participación popular, que fueron relegados a las funciones administrativas. Concluye entonces con una tesis arriesgada: «un gobierno popular, si no permite el desarrollo del poder popular, se estanca y hasta puede terminar como agente privilegiado para el disciplinamiento de las clases populares».

Calificar de arriesgada a estas afirmaciones tiene que ver con la cercanía de lo discutido con las experiencias actuales desarrolladas en Venezuela o incluso en Bolivia, en donde la relación entre gobiernos populares-órganos de poder popular está en permanente tensión. Mazzeo arriesga algunos acercamientos a estas experiencias, en particular al gobierno de Venezuela. Sin embargo, como la obra es una introducción al tema del poder popular y, por lo tanto, presenta las experiencias sólo como ejemplos, deja abiertas muchas preguntas. En particular, la definición de los gobiernos populares en un ecosistema hostil, tal como lo denomina el autor, al menos deja abierta la incógnita acerca de si existen posibilidades reales de mayor incidencia de los órganos populares en medio de la adversidad externa.

Los capítulos 5 y 7 pueden pensarse como una unidad. Luego del análisis de experiencias históricas y de enmarcar la situación del campo popular en el presente, hace referencia a la «izquierda por venir», como un proceso para el futuro que empieza a delimitarse en nuestros días. Lo interesante de esta referencia es la posibilidad, una vez más, de sintetizar dialécticamente concepciones en tensión. Horizontalidad pero también liderazgo, autonomía pero también transición y hegemonía. La izquierda por venir, de este modo, se configura como un espacio de articulación de la diversidad que toma lo que resulta provechoso de cada concepción y descarta lo que sólo sirve para la dispersión. Coincidimos en la advertencia que hace en el capítulo 7 acerca de la necesidad de construir una nueva institucionalidad junto con la construcción de poder popular. Para ello, afirma Mazzeo, es necesario superar la ilusión estatal (que sólo privilegia aquello que contribuye a la conquista del poder) y la ilusión antiestatal (que considera al Estado sólo como un obstáculo, incluso en momentos de correlación de fuerzas favorable).

Por otra parte, el capítulo 6 hace referencia a una herramienta concreta por la cual se manifiestan los sectores hegemónicos en el campo popular. Esto es, el clientelismo político como práctica de manipulación y contención. La importancia de este fenómeno radica en la habitualidad del mismo en nuestro país, y por eso es un eje a combatir a la hora de la construcción de poder popular .

Por último, las conclusiones dan cuenta de lo que se destacaba al principio: la inserción de libros como El sueño de una cosa en la práctica que analiza. La obra nace de la acción y vuelve a la acción. La fórmula difundida por la educación popular (práctica – teoría – práctica) destaca tres pasos por los que debe pasar toda construcción social. Los ejes mínimos que propone en la última página de su trabajo son la vuelta a la práctica concreta con un punto de vista más desarrollado. A su vez, la propuesta desafía a quienes estamos inmersos en el trabajo cotidiano de la construcción a pensarnos como granitos de arena para articular algo mayor.

Ahora sí, volvamos al capítulo 2. Recordemos que ese capítulo constituye la columna vertebral de la obra y de la problemática. En él la crítica a la concepción de «doble poder» parte de situaciones históricas concretas. Podríamos resumir la tesis que se defiende en El sueño de una cosa de la siguiente manera: la noción de doble poder implica que en determinado momento – cuando avanza el proceso – los órganos de poder popular son instrumentados y disueltos en otro órgano (el partido, como en la experiencia bolchevique o el Estado, como en la experiencia cubana).

Sin embargo, en algún rincón de la obra, el autor manifiesta que «la noción de doble poder o poder dual puede ser resignificada en nuevos contextos». Esta apertura a una posible resignificación deja algunos interrogantes sin responder. Se nos advierte con claridad cuáles son los peligros de concebir el poder dual, pero no nos queda claro cuáles son los contextos nuevos y cuáles las resignificaciones posibles. Creemos que en esta observación quedan los márgenes abiertos para entender que el poder popular – entendido como bloque que aspira a derribar al poder burgués – es un eje fundamental en determinada etapa de un plan estratégico, particularmente en momentos de ofensiva. Compartimos la necesidad de la construcción popular desde abajo como un entramado de relaciones sociales, estamos de acuerdo con la necesidad de que estos órganos sean modelos de nuevas relaciones de poder en sociedades futuras. Pero creemos que no nos podemos olvidar de la necesidad de constituir formas de poder local como puntos de partida para avanzar en la construcción de una nueva hegemonía.

Un texto nos interpela cuando nos hace dar vueltas en la silla en que lo leemos, cuando nos tienta a llenar los márgenes de comentarios y preguntas. Por momentos con acuerdos, por momentos con desacuerdos, pero no hay dudas: El sueño de una cosa interpela a quienes intentamos diariamente aportar con nuestras experiencias a un proyecto de emancipación.



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