12/08/2007

Arlt, el soñador, nos sigue soñando

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El siguiente texto es la presentación editorial de la revista cultural Juguetes Rabiosos número 9. Se trata de un ejemplar dedicado a la figura de Roberto Arlt. «En 1932, 10 años antes de su muerte física, en ese manifiesto que es el prólogo de Los lanzallamas, Arlt lanza un desafío: y que el futuro diga».

Arlt está vivo

El título de esta editorial no es una expresión de deseo ni una consigna. Nada como el Che o Luca o Pappo vive. Nada de eso.

Arlt está vivo porque su obra está viva, porque un universo late en sus páginas y también en cada nueva lectura, porque uno no puede aproximarse a su trabajo como a un sarcófago y no se lo puede leer como a un clásico. Porque es imposible acercarse a su llama sin quemarse. Arlt está vivo porque habla con nuestro presente y también con el mañana. Y porque, como escribió Ricardo Piglia en un cuento del libro Nombre falso: también, como todos en este país, tenía una teoría sobre Roberto Arlt.

Cuando empezamos a charlar, a planificar este número, encontramos algunas discrepancias entre nosotros. Hablando de Arlt, decíamos, salieron a relucir las distintas visiones que tenemos de él, pero también de la literatura y de la lengua. Y creemos que, de alguna manera, esto solo ya justificaría este especial de Juguetes: Arlt no
es una lectura cerrada para nosotros, no es una lectura cerrada para nadie. Todos en este país tenemos una teoría sobre él.

Seguimos, claro, con Onetti, profunda, definitivamente convencidos de que si algún habitante de estas humildes playas logró acercarse a la genialidad literaria, llevaba por nombre el de Roberto Arlt.

En 1932, 10 años antes de su muerte física, en ese manifiesto que es el prólogo de Los lanzallamas, Arlt lanza un desafío: y que el futuro diga.
Y el futuro dice. Dice que él está vivo. Y generando ideas, debates, controversias, lecturas nuevas y repetidas. Preguntas.

¿Qué hacemos, se pregunta, por ejemplo, Abelardo Castillo y nosotros con él, con un genio casi analfabeto al quien le salían novelas como Los siete locos? Nos preguntamos, ¿es Arlt ese genio puro, el semianalfabeto que entre faltas de ortografía y errores gramaticales construye obras que golpean con la violencia de un cross a la mandíbula? ¿Creemos, entonces, en el mito del artista salvaje, del lector de malas traducciones de Dostoievski que escribe siempre apurado, corrigiendo poco y mal, más ocupado en las profundidades del alma de sus personajes y la densidad de la historia que en los tiempos verbales o, incluso, el nombre de un mismo personaje a lo largo del texto? ¿En el tipo que, dice, no sabe a ciencia cierta qué diferencia un verbo de un adverbio y sin embargo es capaz de escribir Haffner cae? ¿O elegimos creer que esa mitología, que el mismo Arlt alimentaba, no es sino una versión sesgada, incompleta, funcional, insuficiente?

¿Son sus anomalías formales el material necesario e indispensable del que obras maestras como El juguete rabioso, Los siete locos o Los lanzallamas se nutren? ¿O éstas son, por el contrario, obras maestras pese a esas anomalías? ¿Anomalías formales, ruptura con la lengua oficial o errores, sin más? Volvemos a Piglia: un escritor puede quebrar la estructura de las palabras, mezclar diversas lenguas, atomizar el lenguaje, pero en algún lado debe mantener la unidad. Yo creo que Arlt es uno de los pocos que marca su estilo a partir de la mezcla, del entrevero. Y el mismo Arlt: los pueblos que, como el nuestro, están en continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como le indigna a un profesor de boxeo europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista. Pero, ¿qué palabras son las que le van a romper el alma al perfecto pugilista? ¿Basta para hablar de vastedad, o encristalada al adjetivar una puerta de vidrio? ¿O son rajá, turrito, rajá?

El estilo, se nos dice, por último, ese estilo que Arlt y sus críticos coincidían que no tenía, se construye leyendo. Se nos dice: Arlt leía poco y mayoritariamente malas traducciones españolas. ¿Puede construirse un personaje como Remo Erdosain casi sin lecturas, sólo con la cultura primaria que el mito le confiere? Él mismo nos da una respuesta tentativa, una respuesta que no apunta a su biografía porque no fue escrita para ser publicada, sino que está en una carta dirigida a su hermana, en 1930: Pensá que Erdosain puedo ser yo, pensá que ese dolor no se inventa ni tampoco es literatura.

De una forma o de otra, de cualquier forma que lo leamos, su obra conmociona y conmueve. Porque aún hoy, Arlt nos dice, como escribió Onetti hace casi treinta años, de manera torpe, genial y convincente, que nacer significa la aceptación de un pacto monstruoso y que, sin embargo, estar vivo es la única verdadera maravilla posible.
Roberto Arlt está vivo. Esa es la maravilla de la que habla este número. Y que el futuro diga.

Contenido:

 Arlt, el cronista de una ciudad imaginaria. Entrevista con Ricardo Piglia.

 Arlt, un peligro público. Entrevista con Abelardo Castillo.

 Arlt entre generaciones x J. L. Mangieri.

 La mentira de R. Arlt x David Viñas (Contorno)

 El desierto entra a la ciudad. Arlt y Sarmiento

 El futuro llegó

 La reagrupación

 Postales monstruosas

Dónde conseguirla:

Librería de Las Madres (Hipólito Irigoyen 1584) – Gambito de Alfil (esquina de Puan y Bonifacio) – Biblos (Puan 378) – Biblioterapia (Av. San Martín 2392) – El Aleph Villa Crespo (Av. Corrientes 4790) – El Aleph Almagro (Rivadavia 3972) – Librería Burton (Estados Unidos 700) Café literario de la librería Avila (Alsina 500. A dos cuadras de Plaza de Mayo) – Librería El Extranjero (Forest 447) – El rufián melancólico – (Bolívar 857) – La Boutique del Libro (Thames 1762)

A partir de Septiembre el número íntegro en la web

http://www.juguetesrabiosos.com.ar



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