23/06/2008

Por un cambio de modelo agropecuario

por Claudio Lozano

Se ha impuesto un modelo de alta concentración y dependencia tecnológica asentado en una matriz productiva que abandonó la perspectiva de una producción centrada en el desarrollo de alimentos de gran cantidad y calidad, al tiempo que consolida la producción de forraje-barato (pasto ? soja) para vender a China, India y a la Unión Europea, subsidiando la industrialización de estos países y paralizando la nuestra.

Este proceso se hace a costa de debilitar la ganadería, la producción Láctea, la porcina, frutal, ovina, hortícola y demás producciones regionales.

Este modelo sojero además de romper la soberanía alimentaria de la Argentina, destruye puestos de trabajo y debilita a los pequeños y medianos productores ya que mientras la soja genera un puesto de trabajo cada 500 hectáreas, la economía familiar crea 35 puestos de trabajo cada 100 hectáreas. Situación que se empalma con el hecho de que la soja demanda más de 500 hectáreas para que una unidad productiva sea viable y autosuficiente.

Es en este contexto de debilitamiento de los trabajadores del campo (el 70% está en negro) y de debilitamiento de la pequeña producción rural, que debe inscribirse el conflicto actual.

Se expresa en él la bronca acumulada de los pequeños y medianos productores (los que efectivamente sostienen los cortes) frente a un gobierno que jamás reconoció su situación y que hace gala de un discurso perverso (incluso dice querer «desojizar» el campo) cuando en función de la construcción de su caja fiscal fue hasta hoy socio pasivo del «boom sojero» por la vía de las retenciones.

La aplicación de retenciones en el marco de un Plan Nacional de Desarrollo Agropecuario que reoriente el destino del campo en función de profundizar la agregación de valor, generar empleo, repoblar el país, aumentar el número de productores, facilitar el acceso a la tierra, reforestar lo devastado, sanear las áreas infectadas por agrotóxinas y transgénicos y devolverle las tierras robadas a los pueblos originarios, tiene sentido.

Profundizar el uso de las retenciones sin Plan produce lo que hoy estamos viviendo. Conduce a que los productores más débiles vivan como única alternativa la mejora del precio internacional, y perciban a las retenciones como una creciente confiscación. Si es caro acceder a más tierras, si son caros los insumos, si los discriminan tecnológicamente y en materia de crédito, su único oxígeno es el precio.

En suma, la política irresponsable del Gobierno Nacional de contentarse con su socio del boom sojero ha termindado emblocando a los pequeños y medianos productores en el cuestionamiento a las retenciones junto a los beneficiarios y promotores del lamentable modelo sojero adoptado por la Argentina.

Las retenciones no son el problema. Es más, aún con ellas las utilidades por hectáreas crecen ya que los precios internacionales crecieron más. Menos aún son un problema las retenciones móviles (suben o bajan según se comporten los precios internacionales) y que discriminan en contra de la soja y a favor del maíz y el trigo.

Las retenciones son necesarias ya que permiten captar la ganancia diferencial que surge como resultado de la suba de los precios internacionales (no del esfuerzo del productor), y posibilitan diferenciar entre precios internos e internacionales.

No obstante, tienen el límite de ser un instrumento único que opera sobre una cadena de producción y comercialización donde priman las diferencias y las heterogenidades. Diferencias que exigen más instrumentos y nuevas herramientas (Junta de Carnes, de Granos, de Producciones regionales, etc).

Por ende, sólo son sustentables en base a un Plan que replantee el uso y tenencia de la tierra haciendo consistente el desarrollo del sector agropecuario con las necesidades del conjunto de los argentinos.

Jueves 27 de marzo de 2008, publicado en Agencia CTA



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