05/04/2007

El oro no queda en Andacollo

Por Osvaldo Pellin

Andacollo, Neuquén, Argentina 03/04/07. No cambiaron demasiado las cosas desde el 1535, cuando el indio Huallpa descubrió el Potosí. En los doscientos años en que fue explotado viajaron a España algo así como dieciséis mil toneladas de plata y perdieron su vida casi tres millones de personas, la mayoría indios de la mita.

Ahora y en Andacollo, pocas cosas impresionan tanto como que el cerro haya sido atacado por un sinuoso camino por donde transitan los enormes camiones que trepan hasta los socavones. Quizás podría superarlo la sequedad en que ha entrado el arroyo Huaraco y las preguntas que podrían hacerse los pobladores que se abastecían de él. O tal vez que el arroyo
Tromen es el portador de las filtraciones de la pileta de decantación amuradas con el material estéril hecho talco que hay en sus nacientes. (Fuente: diario Río Negro)

Andacollo, pequeña ciudad de 2.500 habitantes distante 56 km al norte de
Chos Malal, ha entrado en la llamada «mega minería» (invento de Cavallo y
Menem), consistente en eludir toda traba legal para que las empresas
mineras se lleven todo a cambio de una mísera regalía del 3%.

Lejos del sueño de los viejos pirquineros, aquellos que lavaban la grava
que arrastraba con energía el Lileo. Por lo menos entonces, en el
escenario de un paisaje imponente, ellos eran los forjadores de su propia
aventura, recolectando lo que la suerte y la paciencia querrían darles. Y
aunque nadie les impedía volcar su cuerpo sobre el cauce del río y
aguardar largas horas y muchos días a que una pepa de oro transformara
definitivamente su historia, hoy ya no se los ve. Resulta más fácil
emplearse en la minera y que el oro mixturado con lodo atraviese la
cordillera hacia Chile, donde es definitivamente extraído. No envidiamos
esa realidad del país hermano porque la fundición que se haga utilizará
allí cianuro y arsénico, poderosos tóxicos, en las etapas finales del
proceso de extracción. En Andacollo nos quedamos con el mercurio, pero no
lo sabemos muy bien, porque la empresa no da cuenta de lo que utiliza en
las etapas del proceso de elaboración que lleva a cabo en la localidad.
Como tampoco ninguna repartición pública se arrima a controlar. Es que la
empresa amenaza con irse si la molestan con esas cosas. En concreto,
estamos expuestos a la polución ambiental más agresiva y los neuquinos no
podemos siquiera preguntar acerca de los materiales que se emplean, de las
filtraciones que se producen desaguando el arroyo Torreón a metros de la
toma de agua corriente del pueblo, ni qué cosa vuela como talco por el
aire cada vez que un poco de viento cruza la comarca.

Cabe preguntarse cuál es el beneficio de estos emprendimientos cuando se
hacen sin resguardo alguno. El cuerpo humano tiene una tolerancia
increíble para enfrentar estos venenos, hasta que sucumbe. Padece un largo
período de incubación, que puede ser asintomático pero al cabo de diez o
quince años las manifestaciones de enfermedades terminales se presentan.
Entonces la empresa mirará para otro lado y se desentenderá de los
damnificados.
Y cabe preguntarse si para la generación de un puñado de puestos de
trabajo se necesita otorgar a estas empresas tantas ventajas que paga todo
el pueblo argentino. Exención de impuestos a las ganancias y a la
importación de bienes. «Estabilidad fiscal», que significa lisa y
llanamente que ninguna modificación tributaria actual y a futuro les
alcanzará. Reintegro de IVA y compensaciones por exportación por puertos
patagónicos. Libre paso de las cargas por las aduanas, por donde
transcurren con una simple declaración jurada, estando obligado el Estado
provincial a aceptar lo que le diga acerca del valor de lo que lleva, la
propia empresa. Y por si fuera poco, libre disponibilidad de divisas, o
sea ni siquiera deben cambiarlas en el BCRA.

Este despojo no es desarrollo. El oro debería permanecer en las entrañas
de la tierra, porque es absurdo pagar tanto para recibir sólo enfermedad y
quebranto. Se chantajea con los puestos de trabajo, que no son otra cosa que un
pasaporte a que el trabajador se convierta en un esclavo de su necesidad
con una vida a plazo fijo y la comarca sufra las consecuencias de la
depredación más salvaje. Además el oro no queda en Andacollo. Podemos
suponer muy bien adónde se almacenarán convertidos en lingotes, como que
los capitales de la empresa son chileno-canadienses.

Pero si fatalmente el oro debe seguir siendo explotado, el Estado
provincial tiene que intervenir para frenar toda polución, proteger a los
trabajadores y a la población de la contaminación directa y la de los
recursos naturales y exigir una participación más acorde con la equidad
por el valor del preciado recurso. Si esas condiciones no son aceptadas,
no vale la pena seguir con esta ficción de progreso.



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