04/04/2007

Caso Diego Gallardo: Más testimonios contra los policías torturadores

Reproducimos la siguiente información:

DÍAS TRES y CUATRO: Más testimonios contra los policías torturadores.

La tercera y cuarta jornadas del juicio pusieron en evidencia que las defensas,
después de salir mal paradas de los dos primeros días de debate, decidieron unirse
en una estrategia común de dilación y demora, bajo la dirección del Dr. Amílcar
Chiodo, ex defensor del sicario policial del Puente Pueyrredón, el comisario
Fanchiotti. Pese a sus esfuerzos, siguen sumándose testimonios que señalan la
ineludible responsabilidad del subcomisario, los oficiales y el suboficial en la
aplicación de los tormentos que causaron la muerte de Diego Gallardo:

El cabo de guardia de la 3ª, Arnaldo Morlio, admitió que en la requisa del
calabozo se usaron, como es habitual, palos de madera altos para «barrotear»
(verificar el estado de paredes, pisos, techos y rejas), exactamente los
descriptos por los detenidos como los instrumentos usados para castigarlos y que
curiosamente desaparecieron de la dependencia cuando su secuestro fue ordenado por
la fiscalía. Lo mismo reconocieron el cabo Juan de Dios Pozze, y el oficial
Marcelo López, ambos de la misma comisaría.

El comisario Jorge Porcella, titular de la comisaría 1ª, ratificó que mientras
Gallardo estuvo en esa comisaría no fue agredido por otros detenidos (teoría que
sustenta la defensa) y que, en cambio, supo que «el problema» (o sea, la tortura)
había ocurrido en la 3ª. Ni él ni el segundo jefe, Juan Carlos Lezcano, recordaban
que Gallardo hubiese estado preso con anterioridad en esa comisaría, otra de las
tesis que pretende imponer la defensa (que Diego era recordado con odio por los
presos de esa dependencia, y por eso lo atacaron al ser ingresado perfectamente
sano de la 3ª).

La Dra. Mariana Villarino del Hospital Fiorito, llamada a la noche del día 10
a la 1ª para revisar a un preso que tenía una reciente operación, relató que
estando allí y a punto de trasladar a ese detenido, le pidieron que «ya que
estaba» viera a otro que se sentía mal, según decían los presos. En «un minuto»
vio a Diego en el patio cerca de los calabozos, no advirtió mayor gravedad en su
estado aunque, dijo, sugirió que lo internaran. Notó que le había sangrado la
nariz y tenía excoriaciones, pero parece que eso, en un preso, le pareció normal.

El oficial de servicio de la 1ª, Roque Fleitas, fue terminante: desde que
Gallardo entró a la dependencia desde la 3ª y hasta que quedó alojado en el
pasillo de contraventores con el otro detenido venido con él, lo tuvo todo el
tiempo bajo su vista, y nadie le pegó allí. Aunque no le llamó la atención como
para convocar un médico, reconoció que Diego estaba «como dopado, como si hubiera
tomado algo» y sólo quería dormir, signo clásico de la contusión cerebral que
padecía por las fracturas craneanas.

Marcelo Fernández, sobrino de Diego Gallardo y víctima de las torturas, pues
estaba alojado en el mismo calabozo de la comisaría 3ª, declaró durante más de
cuatro horas. Visiblemente emocionado, contó cómo los hicieron entrar desde el
patio, uno por uno, para ser atacados a palazos, golpes, patadas y cachetadas por
los cuatro policías a los que describió perfectamente, aunque sólo reconoció a dos
en la sala. Su testimonio, idéntico en lo central y hasta en detalles menores a
los de los demás ex detenidos que ya declararon, fue de tal convicción que el
suboficial Silva pidió ser careado con el testigo, sólo para decirle, con tal
prepotencia que el presidente del tribunal tuvo que advertirle que se controlara,
«Ya vas a ver, Fernández», y acusarlo de que le «pagaron para incriminarlos». Bien
dicen que el ladrón cree a todos de su misma condición. Lo que quedó claro del
inútil careo, en el que Fernández se sostuvo firme en su declaración, es que el
Sr. Silva pierde la calma con muy poco y aun en presencia de un tribunal que lo
está juzgando.

Marina Fleitas, cuñada de uno de los detenidos con Diego y que vivía a dos
cuadras de la comisaría 3ª, contó que al advertir el movimiento de camión celular
y policías se acercó para saber si había un traslado, y vio algunos de los
detenidos cuando eran subidos al vehículo, que al verla, así como a otros
familiares que llegaban con la comida de la noche, gritaban «avisen que nos
cagaron a palos». Igual que su suegra, que llegó poco después, escuchó los gritos
de dolor de Diego ya en el camión, quejándose de dolor de cabeza, diciendo que ya
no aguantaba más, y a otros detenidos que le contestaban «callate que nos cagan a
palos de nuevo».

El debate continúa el miércoles 4, de 8:30 a 13:30, con más testigos, tanto quienes
estaban detenidos con Gallardo o en la comisaría a la que fue trasladado, como
personal policial.

 Más información:
correpi@fibertel.com.ar



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