27/04/2005

Luis Caro, IMPA y las Fábricas y Empresas Recuperadas

¿Quién metió la cola en IMPA?

Cinco trabajadores detenidos y algunos heridos fue el saldo de una represión desatada por la policía federal en las puertas de la fábrica recuperada IMPA, principal emblema del Movimiento Nacional de Empresas Recuperadas (MNER).

Lo insólito del episodio es que los trabajadores reprimidos estaban fuera de la planta, esperando una supuesta orden de desalojo contra un grupo minoritario de operarios que había ocupado la planta y no los dejaba ingresar, reclamando cambios en la conducción de la cooperativa. En una lectura apresurada de los acontecimientos, un conflicto interno tomó dimensiones políticas desproporcionadas.

El resultado es una fábrica dividida en dos grupos difícilmente reconciliables, apoyados por diferentes sectores de fuera de la fábrica. El sector mayoritario, el de afuera, acusa la injerencia del gobierno nacional y del presidente del otro movimiento de empresas recuperadas, Luis Caro.

Los partidarios de éste acusan a la conducción de la cooperativa de «gerentes dictadores” y los responsabilizan de la crisis económica por la que atraviesa la empresa.

La situación es confusa, pero a la vez es clara: se trata de un intento, sostenido por un sector minoritario pero muy decidido de trabajadores, de apoyarse en un conflicto interno de IMPA para asestar un golpe de gracia al movimiento de empresas recuperadas, fortaleciendo al llamado Movimiento de Fábricas Recuperadas (MNFRT), presidido por el mencionado Caro.

Quienes trabajamos desde la Universidad apoyando el desarrollo de las empresas recuperadas por sus trabajadores sabemos, desde hace mucho tiempo, que el Movimiento de Fábricas Recuperadas, a pesar de su nombre, es un aparato de cooptación de las experiencias de recuperación de empresas y de anulación de su potencialidad transformadora.

Es, dicho de otra manera, un movimiento de reprivatización de las empresas ruperadas, favoreciendo la instalación de una élite dirigente, instalando un discurso paranoicamente legalista en su interior, cancelando la apertura a la comunidad de las fábricas recuperadas a través de centros culturales u otros emprendimientos solidarios, y convirtiendo a las empresas en cooperativas tradicionales regenteadas por un gran patrón, encarnado por el abogado Luis Caro.

Esto contrasta agudamente con la imagen pública de las empresas recuperadas, que hace difícil imaginar que los mismos obreros que ocuparon, resistieron y volvieron a hacer producir a empresas quebradas y vaciadas, permitan que esto pase.

Pero la Argentina de 2005 no es la misma de 2002. El gobierno
nacional, a partir de la oposición frontal de algunos dirigentes del MNER (fundada en el nulo apoyo real recibido hasta el momento), parece haber decidido jugar la carta del MNFRT para comprar tranquilidad y apoyo, y la variable de definirse a favor o en contra del gobierno ha dividido y fraccionado al MNER, como a muchas otras organizaciones populares. En el caso de IMPA, la mano de algún sector del gobierno a favor del sector representado por Caro parece clara, a partir de la retención de subsidios y créditos hasta que no haya un cambio en la conducción de la cooperativa. De esta manera, el argumento de la no intervención en conflictos internos es bastardeado de entrada, al poner como condición de ayuda a la empresa la remoción de sus cuadros dirigentes.

La práctica de Luis Caro

En la tarde del jueves 14 de abril, el abogado Luis Caro, presidente del Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas por sus Trabajadores (MNFRT), irrumpió al frente de un grupo de 20 personas en la cooperativa IMPA, referente principal del otro gran agrupamiento de empresas recuperadas, el MNER, siendo recibido por un grupo de trabajadores.

La presencia de Caro, que participó del MNER en sus orígenes, fue protagonista de su fractura más importante para formar el organismo que él mismo preside, ex candidato a intendente de Avellaneda por la lista de Aldo Rico/Rodríguez Sáa, y figura excluyente del MNFRT, causó gran revuelo y sumió a IMPA en una crisis política,que derivó en la situación de abierto conflicto cuya descripción abre este artículo.

En realidad, la intervención pareció calculada para cumplir ese propósito, a caballo de una crisis económico-productiva que aqueja a IMPA y que la llevó a convocar a una serie de movilizaciones que culminaron en un reclamo de financiación al gobierno nacional y al de la ciudad, pocas semanas atrás. La disminución de los ingresos de los trabajadores de IMPA en el curso de este proceso llevó a algunos de ellos a recurrir a la figura de un hombre que se promociona a sí mismo como el referente de un movimiento cuyas empresas aparecen como modelo de eficiencia en la gestión, principalmente en lo financiero.

Con ese argumento, el MNFRT ha sumado a sus filas a una creciente cantidad de empresas y fábricas que originariamente no revistaban en su organización. Podemos citar en ese sentido a Yaguané, Palmar, Brukman, Grisinópoli, el Astillero Almirante Brown,etc.
Esto no significa que IMPA vaya a seguir necesariamente el mismo camino.

Pero es importante, especialmente para el conocimiento de aquellos que trabajan en IMPA y que desconocen algunas cuestiones de la práctica de Luis Caro, que se difundan ciertas cosas que, por no afectar el movimiento general de los trabajadores de las empresas recuperadas, han sido guardadas en un respetuoso silencio incluso por sus adversarios.

La objeción principal que haremos aquí no es a la sinuosa y poco clara trayectoria política de Luis Caro, sobre la que cada uno podrá o no emitir juicio, sino a sus prácticas como referente autorreferenciado de las fábricas recuperadas.

Como el mismo se encarga de remarcar, es abogado, no trabajador, pese a lo cual es el presidente indiscutido del MNFRT. No sería eso tampoco un inconveniente, si lo es a través de la decisión de las bases de este movimiento. Pero si indagamos sobre su discurso, podemos advertir algunas cuestiones interesantes.

En primer lugar, el MNFRT parece definirse más por oposición que por afirmación: el Movimiento es de fábricas, no de empresas (¿las fábricas no son empresas? ¿el Hospital Israelita es una fábrica?), lo cual tiene como único fin diferenciarse del MNER. El MNFRT no acepta gerenciamientos, sólo la gestión de trabajadores.

¿Las fábricas que adhieren al MNER están gerenciadas?
«Gerenciar” en el lenguaje de Caro, significa que exista la figura de gerente, sin importar si es socio o no de la cooperativa, si es un trabajador o no.

Por lo tanto, si en IMPA hay un socio que tiene el cargo de gerente de producción, IMPA está «gerenciada”. Sin embargo, podemos entender, con más propiedad, que el gerenciamiento significa que una persona, entidad o incluso empresa externa se hace cargo de la gestión de la empresa.

Podríamos decir que, por ejemplo, un frigorífico de pollos
perteneciente al MNFRT, Avícola Moreno, se encuentra en esas
condiciones, y a partir de un arreglo con su anterior dueño. El MNFRT no adhiere a la consigna del MNER «Ocupar, Resistir y Producir” porque ocupar significa incurrir en el delito de usurpación.

Sin embargo, son numerosas las fábricas del MNFRT que fueron
ocupadas (Ghelco, Lavalán, Grisinópoli, Brukman, etc.) y el propio Caro no tenía empacho en gritar la consigna cuando el MNER era el único movimiento y él lo integraba. De hecho, el MNFRT parece más preocupado en ocupar fábricas que no adhieren a su organización, fábricas que ya estaban ocupadas y produciendo, por lo que, finalmente, se trata de reocupaciones hechas contra otros trabajadores. Esto es lo que han hecho en IMPA.

Esto último no es un detalle menor. Cuando desde la Facultad de Filosofía y Letras encaramos el trabajo de un relevamiento sistemático de empresas recuperadas, con el fin, entre otras cosas, de generar datos fehacientes sobre las mismas para el uso propio de los trabajadores, fuimos a hablar con el presidente del MNFRT para viabilizar el trabajo en las fábricas de su movimiento. Se negó a ello,pero eso es secundario.

Lo que viene al cuento es que en esos días se había producido una crisis en el frigorífico Yaguané, cabeza hasta ese entonces de la FENCOOTER, una organización que fue absorbida en parte por el MNFRT y que llegó a contar con 16 empresas recuperadas, la mayoría de la zona de La Matanza. La empresa se había sumado, traumáticamente, al movimiento presidido por Caro.

El procedimiento fue similar al que se ensaya ahora en IMPA: Yaguané se hallaba atravesando una crisis productiva seria y Caro había tomado contacto en forma secreta con un grupo interno del frigorífico, opositor a la gestión que hasta ese entonces había conducido los destinos de la empresa desde el conflicto que llevó a su recuperación en manos obreras.

En el momento menos esperado, Caro había aparecido en Yaguané con una propuesta basada en la eficacia
económica y en los supuestos altos ingresos de las cooperativas del MNFRT. La situación sólo se blanqueó en el momento en que Caro creyó (acertadamente), que el grupo de sus partidarios podía hacerse con el control de la cooperativa, y en que contó con un aval de autoridades del gobierno nacional, en este caso del INAES y el Ministerio de Desarrollo Social (esto ocurrió en los primeros meses de 2004).

El proceso dividió agudamente a los trabajadores de Yaguané y una vez que el sector afín a Caro logró el control de la Cooperativa, los principales referentes del otro grupo fueron expulsados, acusados de mala administración y de corrupción. Fuera o no real la acusación señalada, la situación que se muestra en IMPA tiene características similares. En aquella conversación mantenida en ese momento con Luis Caro en la fábrica de helados Ghelco, éste manifestó «que se cuiden los de IMPA que no les pase lo mismo”.

Todo el accionar se basa en trabajar la desesperación y la apetencia (legítima) de percibir buenos salarios por parte de un sector de los trabajadores, que no ve colmadas sus expectativas por la situación de la empresa, sea esto justificado o no. Caro sostiene públicamente que los ingresos de los trabajadores de las empresas de su movimiento son muy altos, entre $1500 y $4000. (Este último dato nos lo dio personalmente en la misma conversación, refiriéndose a la metalúrgica de Avellaneda Unión y Fuerza).

En empresas que, a través de grandes dificultades, apenas logran arañar 300 o 400 pesos, o en las que los ingresos cayeron en forma abrupta por errores de gestión, imperativos del mercado u otro tipo de dificultades, semejantes cifras llaman la atención de cualquiera. Un aceitado conocimiento de los entramados del Poder Judicial (y quizá amistades,arreglos o contactos políticos) le permiten solucionar con rapidez cuestiones legales que a otros les llevaron meses o años, como en Brukman, y reafirman el papel protagónico de alguien que, a fin de cuentas, no es más que un abogado recién recibido.

Todo este accionar, sin embargo, no está dirigido prioritariamente a la recuperación de empresas en crisis, sino a la cooptación de empresas ya existentes a su movimiento. No suma, gana sobre los demás. Es ahí donde toda la estructura discursiva del MNFRT toma coherencia.

Tanto afán para mostrarse diferente de otros tiene como fin ganar para sí propio empresas que no formaban parte originariamente del Movimiento. ¿Y por qué? ¿No es mejor que se sigan recuperando empresas antes que salir a disputar recuperadas ya controladas por sus trabajadores? Las razones ocultas atrás de esto pueden ser muchas.

Los rumores en cuanto al enriquecimiento de su presidente son insistentes y variados. No podemos asegurarlos. Las causas pueden ser políticas, económicas, de ambiciones personales o simplemente la convicción real de que el MNFRT es mejor que el MNER y más útil para los trabajadores. Si esto es así, las tácticas empleadas no se condicen con ello.

Un dato sobre el argumento dado es interesante refutarlo a través del relevamiento que, finalmente y pese a la oposición explícita de Caro,fue realizado hablando fábrica por fábrica. En algunas no hubo objeciones y en otras, más verticalizadas, no se pudo realizar.

Pero los mismos trabajadores nos dieron cifras algo diferentes en cuanto a susingresos. Por ejemplo, en Unión y Fuerza dijeron que su sueldo estaba lejos de los 4000 que Caro mencionó (una cifra por demás difícil de creer), y que rondaba los $700. Suponiendo que no hayan querido decir la cifra real, y que esta sea superior, igualmente la cifra dada es absolutamente fantasiosa. En otras, la situación es similar.

En Grisinópoli, el ingreso declarado fue de $500, en Brukman $600, en la Unión Papelera Platense $750, al igual que en San Carlos, y 1000 en La Baskonia (más vinculada en realidad a la UOM Matanza, aunque figure en el MNFRT).

Si hacemos un promedio, el trabajador del MNFRT gana apenas $50 más que la media de los trabajadores del MNER, bien poco si tenemos en cuenta que, en el momento del relevamiento, una gran mayoría de las fábricas del MNFRT se hallaban trabajando y con más de dos años de funcionamiento, mientras que el MNER contaba con más empresas recientemente recuperadas o aun en conflicto.

Poco, en realidad, para sostener la principal argumentación en que se basa la estrategia de «conquista» de fábricas recuperadas para el MNFRT. Como sostuvimos más arriba, el hecho se basa en trabajar sobre la desesperación, la decepción y la esperanza de un camino fácil para la recuperación de la empresa y, con ella, del ingreso.

La necesidad es legítima, la aspiración también, la no discusión con los compañeros y la apelación a un salvador externo es, en cambio,cuestionable, tanto en los trabajadores que deciden confiar en él como en el propio y autoproclamado salvador.

Hemos relatado el caso de Yaguané. Podemos agregar maniobras similares en Brukman, sobre la base de la política suicida que algunas organizaciones políticas que intervinieron en aquel caso seguían, en Palmar, en la propia Ghelco en la formación del MNFRT, en Grisinópoli, donde la fábrica terminó trabajando casi totalmente a façon para la empresa Tía Maruca,dejando de lado la producción propia, y donde se expulsó el Centro Cultural que se había construido con vecinos, profesionales y trabajadores, bajo el argumento de que «tanta política perjudica a la cooperativa”.

La cooperativa El Aguante, ex Panificación 5, estuvo más de un año trabada en un conflicto similar donde un sector adhería y otro se oponía a la presencia de Luis Caro.

Cuando, finalmente, éste último se impuso y expulsó a Caro, se habían perdido valiosos meses de trabajo en pos de la falsa promesa de un ingreso de miles de pesos.

En ocasiones, el agudo conflicto desatado por la irrupción del «doctor” Caro en la interna de una empresa deriva en situaciones violentas. Pasó en Yaguané, en los Astilleros Almirante Brown, en Sasetru. La responsabilidad siempre es achacada al otro: Flores de la FENCOOTER, el sindicato de Obreros Navales, el Polo Obrero, pero la realidad es que semejantes enfrentamientos sólo se han producido en las empresas recuperadas de la mano de la intervención de Luis Caro. Los casos abundan, y posiblemente el intento en IMPA vaya en la misma dirección.

Quizá quienes respalden la postura de Caro piensen que los
argumentos esgrimidos son ciertos, que es así, que vale la pena probar con un nuevo gerenciador cuando la gestión actual está en una crisis, etc. Pero lo que habría que analizar es que si IMPA pasa a formar parte del MNFRT, eso equivale a destruir la más valiosa referencia del MNER (una jugada política de gran audacia) y a dejar en manos de un personaje políticamente ambicioso (y quizá también económicamente) una fábrica emblemática que supo construir su destino sin salvadores mágicos y en medio de enormes dificultades.

Quizás a quienes sientan que perdieron en el bolsillo en los últimos meses les parezca algo sin importancia, o secundario, pero ninguna fábrica del MNFRT tiene un bachillerato de adultos en su interior, ni un Centro Cultural (al contrario, como ya dijimos, han sido cerrados), ni un Centro de Salud para el barrio, ni alberga en su interior otros emprendimientos cooperativos, ni presta sus instalaciones para infinidad de eventos solidarios, ni tiene la presencia que tuvo y tiene IMPA en todos los conflictos que enfrentan otros trabajadores.

Esa historia vale mucho más que la más prolija gestión gerencial, porque es la que le mostró el camino a muchas otras empresas recuperadas,incluso a más de una que ahora respalda que un abogado pretenda patrocinar un pleito que, como mínimo, no es suyo.

Quizá algunos personajes de un gobierno que se dice progresista piensen que les conviene que IMPA desaparezca en sus condiciones actuales y no moleste más.

Posiblemente prefieran un movimiento tranquilo, cerrado sobre sí mismo, más cercano a la derecha sindical de los 70 que a la revuelta de 2001, como el MNFRT.

Por ahí creen que es mejor un referente con absoluto control de sus bases con el que sentarse a negociar con racionalidad, cambiando figuritas y haciendo algún que otro negocio. Si les parece que eso es así, hacen bien en sostener, entre bambalinas, la intentona de Luis Caro. Si creen de verdad que son un gobierno progresista que quiere desarrollar la industria nacional y cambiar el modelo neoliberal, desde ya que están poniendo sus fichas en el tablero equivocado.

Andrés Ruggeri

Programa Facultad Abierta
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires



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