25/03/2005

En cada nombre, en cada rostro

Editorial de Con Todo Al Aire (programa radial del Partido Comunista de la Argentina)

24 de marzo – 1976 / 2005

Uno tiene la tentación de caer en facilismos conmemorativos y decir cuánto horror sigue significando el recuerdo del 24 de marzo de 1976 y todo lo que la dictadura militar vino a instalar en nuestro país.

Otro de los modos posibles es mirar el pasado, como ese lejano tiempo al que ya no se retorna. Pero lo que nunca se debería hacer es recordar las fechas aisladas del contexto en el que se desarrollaron, separadas de la historia que las precedió y escindidas de los hechos que desencadenaron.

Para ser rigurosos y alejados del posibilismo analítico, uno no debe pensar en procesos sin actores.

Como los militares, que de golpes ya sabían desde 1930 cuando inauguraron esa lista de asonadas, sublevaciones y derrocamientos que los ubicó tantas veces en la tapa de los diarios, por las peculiares maneras de defender eso que llaman nación.

Los mismos que contribuyeron a la conformación de la oligarquía nacional, masacrando a los dueños de la tierra en enormes extensiones de ese territorio que también comenzaron a llamar patria.

Los que a las órdenes de gobiernos constitucionales, supieron defender la conformación de la burguesía nacional como en la matanza de los Talleres Vasena, en el verano de 1919.

Y si hablamos de constitucionalismos, como no mencionar a la mal llamada clase política. Esa que nació al calor de las mas justas reivindicaciones populares pero que más temprano que tarde terminó llenándose de oligarquía y burguesía, y siendo el factor necesario, aunque no siempre suficiente (los golpes militares así lo demuestran), para la instalación de los planes políticos y económicos de los sectores dominantes.

Cómo no recordar esa misma colección de políticos del sistema que se alternaron para golpear puertas de cuarteles. O para apoyar la proscripción de las mayorías populares, o para aplaudir en primera fila la llegada de alguna junta militar, como en el caso de los sindicalistas del peronismo presentes en la asunción de Juan Carlos Onganía en 1966.

El golpe del 24 de marzo de 1976 no es sólo eso. Es la confirmación de la existencia de una clase burguesa que en la Argentina ha tenido, y tiene, diferentes etapas y contradicciones. Pero que siempre termina inclinando la balanza de los hechos para el lado de los poderosos.

Aunque para eso deban masacrar obreros en la Semana Trágica, o en la Patagonia Rebelde.

Aunque cueste una Década Infame y la Sección Especial de Represión al Comunismo.

Aunque signifique la proscripción y la persecución del mayor movimiento de masas que tuvo nuestro país.

Aunque haya que responderle al Cordobazo con muerte de obreros y estudiantes. Aunque haya que fusilar a los presos que intentaban construir la libertad desde el penal de Rawson.

De allí que este nuevo aniversario del golpe tiene el significado de recordar el genocidio, planificado desde las usinas del imperialismo y ejecutado desde el poder del Estado nacional.

Pero también conlleva la necesidad de ubicarlo en la dimensión que mencionábamos, que lo vincula necesariamente a la historia de la Argentina, tanto la anterior como la que siguió a ese marzo de sangre y dolor.

Por eso a los hombres y mujeres que nos arrancaron de la vida los contamos de a miles y son tan hermosos y tan heroicos. Son tan parte nuestra, como nosotros mismos.

Por eso los recordamos en el nombre de Juan Ingalinella, de los fusilados en José León Suárez.

En los nombres de Jorge Calvo, de Felipe Vallese y de Santiago Pampillón, de los 16 masacrados en Trelew.

De los muertos de Ezeiza, como consecuencia de los ensayos de terror de la Triple A. De Rodolfo Ortega Peña y Carlos Mujica.

De monseñor Enrique Angelelli, de las monjas francesas, de los Padres Palotinos.

De Paco Urondo, Haroldo Conti, Rodolfo Walsh y Roberto Santucho quienes escribieron belleza y revolución.

De Luis «Huevo” García, Pablo Steinberg y Teresa Israel, símbolos de un Partido Comunista y una Fede que no le esquivaron el bulto a la dictadura.

De los pibes de la Noche de los Lápices y los soldaditos que pusieron el cuerpo en Malvinas.

Por eso aparecen en la memoria los 30 mil desaparecidos, nombres y rostros que hoy todavía nos hacen temblar.

Se cumplen 29 años del golpe militar y al recuerdo conviene llenarlo de emoción, pero también de análisis y reflexión.

Para que el repaso de lo vivido no quede solamente como un testimonio del pasado, que en algunos casos parece no querer irse.

Para que aprendamos que la historia ofrece la posibilidad de conocer algunas claves para transformar el futuro.

Y para que asumamos el desafío de honrar de la mejor manera, tal vez la única, con que se puede honrar a los que nos precedieron en este camino, que es completando la tarea de transformar este mundo.

En eso va el mejor homenaje que podemos hacer, en este tiempo de sueños y búsquedas.

En esta época de volver a pensar en que el orden constituido por los dueños de todo debe dejarle paso a un nuevo tipo de sociedad, en donde la mención del pasado sea solamente el recuerdo de lo que se pudo superar y no el fantasma de saberlo presente a cada instante.



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