12/05/2007

Caso Budge: Emblema de lucha

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La masacre de Ingeniero Budge es un caso emblemático de gatillo fácil, al ser el primero en el que todo un barrio se organizó colectivamente para exigir justicia, para reclamar el encarcelamiento de los asesinos y sus cómplices y para cuestionar el rol de la policía dentro de nuestra sociedad. A veinte años del triple asesinato de los jóvenes del barrio de Budge, se destaca la organización que posibilitó que hoy los asesinos estén presos.

El 8 de mayo de 1987 en la esquina de Figueredo y Guanamí fueron asesinados Willy, el Negro y Oscar por la Policía Bonaerense. En ese mismo lugar se organizó la primera asamblea multitudinaria de los vecinos de Budge que espontáneamente respondieron ante lo sucedido. La autoorganización como elemento de denuncia pública comenzaba a crearse y las voces que exigían una y otra vez la condena se hacían oír.

Hoy, luego de transcurridos 20 años, está presente el recuerdo de los chicos y la histórica lucha incansable de familiares, vecinos y distintas organizaciones que demostró como las instituciones en su conjunto avalaron a lo largo del tiempo y hasta el día de hoy el accionar represivo de las fuerzas policiales.

En una esquina fueron fusilados y en esa esquina la bronca se hizo sentir

Lugar de resistencia, de diálogo, de intercambio de pasiones cotidianas y sencillas que se tejen en cada existencia. Las esquinas de los barrios populares son espacios de encuentro en cada atardecer, luego de la jornada de trabajo o después de la búsqueda del mismo.

Allí se juntaban Willy, el Negro y Oscar en la creación de un ritual casi familiar que los caracterizaba: la construcción diaria hecha del saltar mezclado de las palabras, la carcajada, el grito y algún que otro silencio repentino.

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Es esta esencia de esquina popular y humilde que el sistema necesita quebrar con el hostigamiento del puntero político y la táctica policial de acción represiva para desintegrar cualquier inicio de formación de conciencia social de cambio.

Mientras la botella de cerveza giraba dándole forma al rito, las balas irrumpieron en el territorio derramando la sangre de esta esencia. 34 veces fue presionado el gatillo sobre los cuerpos de los pibes que hoy, como hace veinte años, son parte ineludible de la lucha contra la impunidad. Y lo serán siempre.

Pero ¿quiénes eran estos pibes? La sencilla respuesta es que eran jóvenes del barrio, con sueños e ilusiones, agobiados por la falta de laburo, o por la paradoja de sí tener trabajo, pero ser explotados. Oscar trabajaba en una fábrica de plásticos, en Flores. Willy en una curtiembre de Valentín Alsina. El Negro hacía changas de tanto en tanto.

Ellos son los de hoy: El Negro, que «lejos de su tierra natal, el Chaco, fue descubriendo su camino» hasta asentarse en las calles de Budge, que al salir de la escuela comenzó a trabajar de albañil y hacia changas de rato en rato y que nunca dejó de alimentar su pasión por el fútbol levantando el polvo del potrero siempre que se organizaban los partidos. Vida que se cruza con la de Willy, que de chico «andaba por los campos tucumanos con una honda colgada al cuello hasta que 1978 la política oficial que tendía expulsar tucumanos de la tierra hizo que aterrizara también al barrio dónde adquirió su sobrenombre, sinónimo de amigo entre los humildes tucumanos». Había comenzado a trabajar en una curtiembre aprendiendo el duro oficio que esa actividad conllevaba. Y realidades similares se ven reflejadas en Oscar quien, a parte de ganarse la vida y ayudar a su familia trabajando en una fábrica de plásticos, era aficionado al dibujo y a la realización de artesanías. Al crecer comenzó a encargarse del cuidado de sus hermanos mientras la madre salía a limpiar oficinas. Extractos que ilustran construcciones, maneras de crecer, paralelos con miles de vidas que nacen en barrios pobres y luchadores.

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La inevitable pregunta del por qué ocurrió se desparramaba en aquel entonces por las calles del hecho. Así, Victoria, una de las vecinas que peleó por justicia, ratifica hoy el orgullo que sentía en aquel entonces: «La policía actuó ya que vio que acá en Budge los pibes eran luchadores y que el barrio en sí era combativo, que estábamos organizándonos» y agrega Jorge (integrante en aquel entonces de la Comisión de Amigos y Vecinos): «Era una costumbre de estos tipos que venían ya de la época de la dictadura y en Budge se da el caso de que existía una pequeña organización que se empezaba a hacer cargo de los problemas del barrio».

«El 9 de Mayo de 1987 conformamos una Comisión de Vecinos y Amigos de Ingeniero Budge en repudio y esclarecimiento por los crímenes cometidos injustamente que suceden a menudo por asesinos uniformados. Dicha comisión apoya y se solidariza con los familiares de los jóvenes asesinados con el objetivo de terminar de una vez y para siempre con estas agresiones a la juventud». Así comenzaba la proclama fundacional de la Comisión de Amigos y vecinos (CAV) que materializó su existencia inmediatamente después de la masacre.

Primer volante sobre la Masacre

La impronta del fusilamiento demuestra que la pobreza es criminalizada día a día y año tras año en el interior de los barrios más humildes. El caso de Budge, emblemático por ser uno de los primeros casos de gatillo fácil luego de la apertura democrática, permite afirmar que la denuncia y la autoorganización popular es la única vía para que se haga justicia. Es por eso que hoy los tres policías están detenidos cumpliendo su condena. Así recuerda Victoria, trasladando su mirada y entregando las imágenes de su memoria latente: «Ante lo sucedido la reacción del barrio fue ponerse a la cabeza de la lucha, fue todo muy espontáneo, el pueblo respondió exigiendo justicia de inmediato».

En Ingeniero Budge existía previo a la Masacre un importante grupo de vecinos que se nucleaba para discutir acerca de los inconvenientes estructurales por los que atravesaba el barrio. Se fue conformando así la Comisión de Vecinos de la Calle Varadero.

Tras el suceso de los asesinatos, esta organización barrial asumió la responsabilidad y la urgencia de reclamar justicia. Los vecinos coincidieron, quizá de manera espontánea que las acciones para exigir condena debían ser fruto de ellos mismos. Y así ocurrió de hecho. En la primera reunión asistieron más de 150 vecinos. Allí redactaron una proclama fundacional que lo dio origen a la Comisión de Amigos y Vecinos (CAV). Materialización inmediata de la bronca manifiesta de un barrio que se afirmó en la solidaridad y la lucha para denunciar una nueva violación a los derechos humanos. «A partir de ese caso fueron muchos los que se comenzaron a denunciar y no sólo de asesinato sino también de torturas y golpes. El objetivo jamás se perdió: cárcel a los asesinos. Lo importante fue la ayuda de las organizaciones y el hecho de que jamás en estos 20 años dejamos de movilizarnos como forma de lucha persistente», recuerda uno de los integrantes de CAV.

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Luego, a lo largo de los días, un boletín informativo comenzó a circular con el objetivo de para hacer cada vez más extensiva la realidad de la masacre. Y fue en la histórica esquina de Guaminí y Figueredo donde se realizó la primera asamblea. Como dejó traslucir Jorge en sus relatos, en cada intervención se despertaba el repudio conjunto de unos 3000 vecinos allí congregados. Y en el marco de este crecimiento, se profundizaba la convicción que los asesinatos de esos chicos no caerían en el olvido. Así fue.

Primer pintada en el barrio

Otras de las acciones que se impulsaron desde la CAV fue la instalación de una carpa en el barrio para proteger a los testigos ya que estos estaban recibiendo una gran cantidad de amenazas. Las guardias vecinales significaron una respuesta ante las reiteradas agresiones, una verdadera forma de auntodefensa: «La Comisión iba creciendo en calidad y cantidad. Los testigos, al salir a trabajar eran acompañados por los medios de transporte por muchachas y muchachos que ante los ataques hacían sonar un pito que convocaba a la defensa».

Por otra parte, se organizaban para visitar a distintos organismos políticos, de derechos humanos o sociales como así también acompañar a los testigos al juzgado. Las movilizaciones a Plaza de Mayo era una medida en la que participaban todos los vecinos como forma pública de protesta.

Pero nunca en veinte años dejaron de luchar, por justicia para Oscar, Willy y el Negro. Así como ,también, contra el sistema que avala y gesta los casos de gatillo fácil, contra los crecientes reclamos de «mano dura» que desde algunos sectores se impulsa en nombre de la seguridad, contra la naturalización de la frase «por algo habrá sido» impuesta por la dictadura militar, contra el egoísmo del «sálvese el que pueda» enunciada desde sectores que miran hacia otro lado.

A pesar de que con dolor veían que ellos no eran los únicos que padecían la violencia del Estado, los familiares y vecinos no bajaron los brazos. Porque sabían y saben que el hecho de ver por fin en la cárcel a los asesinos de Oscar, Willy y el Negro no iba a ser producto de una casualidad o una tarea sencilla, sino que asimilaron algo fundamental: el saber que las soluciones a los problemas siempre parten de la lucha organizada de la gente.

Por Valeria y Ernestina de ANRed


Fuente utilizada: «Al Suelo Señores», Jorge Luis Ubertalli, Puntosur SRL, 1987, Buenos Aires, Argentina.


Fotos: ANRed e imágenes del libro «Al Suelo Señores»



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