20/05/2017

El viaje del héroe freelance

maxresdefault-8.jpgDiego Arandojo escribe sobre la precaria situación de los guionistas freelance y plantea la necesidad de redefinir los conceptos de trabajo y relación de dependencia en la actualidad, para que los derechos laborales lleguen a todos: «Después de varios años de andar este camino, llegué a la conclusión de que el trabajo freelance es, ni más ni menos, trabajo en negro blanqueado. El Ministerio de Trabajo lo sabe. Permite que exista, que prolifere, que se convierta en una plaga que cuenta con la bendición estatal. Incluso en muchas ocasiones lo fomenta.” Por Diego Arandojo | El Panfleto.


En narrativa audiovisual cuando hablamos del Viaje del Héroe nos referimos al periplo que recorre un personaje desde su partida del entorno habitual, pasando por el ingreso a un mundo desconocido, atravesando distintas pruebas, obstáculos y ayudas, hasta alcanzar el premio, es decir, un objeto o don con el cual regresará al hogar.

Este viaje implica una transubstanciación psíquica; el personaje regresa cambiado, adquirió experiencias nuevas y habilidades que lo han mejorado. Su mirada también es distinta. Está enriquecida.

El guionista freelance vive a diario su propio viaje heroico, pero la recompensa que halla tras la ardua aventura es apenas una palmadita en el hombro, una caricia fría, insípida. Sin una inserción laboral «fija”, precarizado, atosigado por el pago de los tributos al Estado, el guionista subsiste, si es que logra tener continuidad. Está solo. Nadie lo representa. No hay un sindicato en el cual, al menos, ir a despotricar o clamar ayuda. Hay una sociedad de gestión que administra las regalías autorales de aquellas obras emitidas en los medios, por fuera de ofrecer servicios de intermediación en casos puntuales. Pero, en líneas generales, el guionista corre por su propia cuenta. Esa es, básicamente, la esencia del freelance.

Vivir de la escritura es peligroso. Pero hacerlo de la audiovisual aun más; se tiene que intercalar con otras actividades (talleres particulares, docencia universitaria, cursos, escritura para otros medios y formatos, etcétera) para que se sostenga económicamente de alguna manera. Y aunque se esté «bien conectado” o relacionado con el ámbito laboral, el asunto puede terminar mal. No solo la frustración de no conquistar la anhelada continuidad de proyecto en proyecto, sino en terminar odiando escribir.

Por supuesto, nadie lo obliga a uno a transitar este pequeño via crucis. Hay otras opciones como la jardinería o la plomería, que son muchísimo más satisfactorias a nivel económico. Incluso en la forma de cobrar, que debe ser inmediata y no como en el caso del guionista freelance que presenta la factura (caso contrario no cobra) ante la casa productora o el canal, y a esperar que aparezca el dinero. Con toda la complicación -como señalé al inicio- de estar al día con los pagos tributarios, cuando hay meses en los cuales no se posee ingresos. Pero al Estado no le interesa, ya que considera que el trabajador freelance es su propio empleador. Él se tiene que hacer cargo de todo. ¿Y las vacaciones? «¦ ¿Qué vacaciones?

Después de varios años de andar este camino, llegué a la conclusión de que el trabajo freelance es, ni más ni menos, trabajo en negro blanqueado. El Ministerio de Trabajo lo sabe. Permite que exista, que prolifere, que se convierta en una plaga que cuenta con la bendición estatal. Incluso en muchas ocasiones lo fomenta.

Del lado del empleador la cuestión es sencilla. Al no trabajar regularmente (de lunes a viernes, por ejemplo) para la empresa, cumpliendo un horario estipulado, no se lo considera trabajo fijo. Es aleatorio»¦ un día sí, otro no»¦ Una entrega»¦ Otra semana otra»¦ Desde ese punto de vista, el guionista freelance puede firmar un contrato donde se clarifique la forma de entrega de sus guiones, la cantidad de dinero que recibirá, pero debe aceptar que ese trabajo específico no conlleva ninguna situación de regularidad con su empleador.

Si lo vemos desde afuera, parecería una situación paradisíaca. El freelance trabaja cuando quiere (o puede), sin tener que viajar hacia el lugar de trabajo, lo hace desde su casa, se levanta cuando gusta, organiza sus tiempos sin presión. Pero es un paraíso con sabor a infierno, ya que al no haber horarios estipulados (un jornal de 8 horas), se puede trabajar de sol a sol, incluso de noche, de lunes a lunes. Lo que impera es cumplir con las entregas de los guiones. No hay límites. No importa la salud del trabajador. Importa que entregue. Cueste lo que cueste.

Si el concepto de derecho de autor o de propiedad intelectual está en jaque, sumado a las precariedades que presenté anteriormente, el futuro del guionista freelance es incierto. Sin auxilio del Estado, transitando en soledad un ámbito lleno de irregularidades, enfrentando las consecuencias en su esfera personal y familiar, la oscuridad se cierne a su alrededor.

El optimismo es servicial en determinados casos, ya que permite lanzar la mirada más allá del ahora, para que repose en lo que vendrá. Nada dura para siempre. Es una forma de consuelo para soportar el presente. Pero en el caso del guionista freelance, a menos que mute como el personaje del Viaje del Héroe, o evolucione hacia otros sectores del audiovisual (producción, dirección) no conquistará ningún cáliz sagrado o joya misteriosa en su carrera profesional. Podrá tener un mejor pago que otro, la tipografía un poquito más grande y resaltada en los créditos del programa, pero nada más que eso.

La única manera de mejorar las condiciones de trabajo para el freelance, es redefiniendo qué entendemos por «trabajo”; qué entendemos por «relación de dependencia” en este siglo XXI. Porque, guste o no, los trabajadores irán migrando cada vez más hacia sus casas»¦ haciendo sus tareas a la distancia y con el beneficio para los empleadores de no tenerlos dentro de un espacio próximo.

Tal vez todo el futuro sea freelance. Pero si eso sucede, debe haber condiciones específicas para proteger al trabajador, para brindarle seguridad, medicina, descanso»¦ Es decir, para que sean tratados como seres humanos.

Fuente: El Panfleto



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