Sin Castigo
El 27 de enero se cumplieron 11 años del asesinato de Enrique Rimoldi, un dirigente barrial que llevó adelante la lucha de las familias afectadas por el trazado de la Autopista del Oeste y apareció muerto con dos disparos. Beatriz, su compañera, sigue adelante su lucha y reclama que la causa por el homicidio de Rimoldi no quede archivada como tantas otras.
Beatriz, quien hoy milita en la Coordinadora Antirrepresiva del Oeste, comenta que Enrique y ella comenzaron en 1993 con la Asociación Pro Vivienda porque eran ocupantes de lo que sería el trazado de la Autopista del Oeste. Después de tres años, finalmente los vecinos lograron llegar a un acuerdo con el Consejo Nacional de la Vivienda.
«Las casas empezaron a construirse en tierras del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y, a los dos meses de la construcción, mi compañero- que venía viendo la derivación de materiales y dinero- es asesinado de un tiro en el pecho y otro en la boca. El cuerpo aparece con escombros encima, a 50 metros de la casa donde vivíamos en el trazado.
La atrocidad del crimen parece no haber sido suficiente evidencia para las autoridades judiciales, quienes -en primera instancia- caratularon el caso como «Suicidio». «Es impensable que alguien se suicide y se tire cualquier cantidad de escombros encima», se indigna Beatriz.
Sin embargo, después de varios años de lucha, Beatriz logró dar vuelta la carátula y ahora se investiga el homicidio de Rimoldi. «La causa se reactivó pero lo hizo con todos falsos testimonios». El crimen del compañero de Beatriz se investiga en el juzgado 8, a cargo del magistrado Alberto Meade, cuya labor no la satisface: «Tengo miedo de que la causa prescriba porque no hay ningún implicado.»
Beatriz sostiene que es escéptica frente a la justicia porque hay gente muy poderosa implicada. «Hay una impunidad completa porque estuvieron vinculados al asesinato el intendente – que en aquel momento era- Juan José Álvarez y la Cooperativa La Unión, que ahora se llama Cooperativa Mugica y sigue estafando gente».
Aún el saldo de tantos años de lucha no ha sido positivo: «Durante estos 11 años, me he comido unos cuantos garrotazos, persecuciones y amenazas. Y los tipos siguen en la calle».