01/01/2007

Constitución, dinámica y desafíos de las «vanguardias» en la revolución bolivariana

Imagen de aporrea.org
Primera parte de un artículo escrito por Modesto Emilio Guerrero. El autor desarrolla aquí las características del movimiento popular venezolano, describiendo procesos y protagonistas. Un acercamiento a Venezuela más allá de la insoslayable figura de Hugo Chávez. (Imagen de Aporrea).


Por Modesto Emilio Guerrero, corresponsal de Aporrea. Especial para ANRed.

Uno de los fenómenos más llamativos y alentadores del proceso revolucionario que vive Venezuela es la emergencia y renovación constante de su base social militante. Por base social militante queremos significar la actividad de cientos de miles de jóvenes, mujeres y hombres que a diario realizan acciones sociales y políticas de diversa índole. De esa masa, decenas de miles se organizan en forma permanente para la actividad política en diversas agrupaciones de la vida económica, social, política y cultural.

Estas acciones tienen masividad, alta combatividad y sacrificios humanos, y una manera dinámica y desaforada de expresarse: desde 1999 ha renovado sus formas organizativas unas veinte veces, expresando en ello tradiciones culturales, fragilidad social, necesidades defensivas y políticas gubernamentales.

Hasta 2002 fue notoria la participación de las mujeres de los barrios, que junto a los jóvenes vivieron un verdadero despertar político en medio siglo. Pero en ambos casos en forma difusa e inorgánica. Diversos testimonios y documentales mostraron a las amas de casa y jóvenes de entre 14 y 20 años, organizando la resistencia al golpismo en los barrios pobres, en las marchas multitudinarias, en los diversos comités sectoriales, en las cooperativas, en la defensa militar y en la aplicación de las Misiones Sociales del gobierno.

Desde 2003, la mujer y la juventud mantienen su protagonismo, pero compartido con la clase obrera organizada en la UNT y con un sector de los campesinos que comienzan a activarse. En los tres casos, lo difuso e inorgánico fue haciéndose más definido, un poco más organizado en los barrios y lugares de trabajo. Esto puede medirse por la cantidad de organizaciones en las que se agrupan desde 2002.

Este ha sido el principal elemento constituyente de su experiencia entre 2001 y 2004. En ese lapso nacieron casi todas las organizaciones y medios comunitarios que existen en 2006, entre ellas la central obrera bolivariana, los dos movimientos campesinos, un centenar de agrupaciones barriales, 9 de cada 10 medios alternativos donde militan unos 3 a 5 mil adolescentes y jóvenes menores a los 25 años y un pequeño sector de viejos y nuevos intelectuales.

También aparecieron las Misiones que entre 2003 y 2006 suman 14. Las cooperativas, que en 2000 no pasaban de 3.800, en 2006 se registran casi 150.000, así como la organización nacional de la reserva militar, con casi 700.000 movilizados que además del entrenamiento militar participan de debates políticos dentro y fuera de los cuarteles y en el entrenamiento mismo. Por último, una pequeña organización de clase llamada «Clase Media en Positivo» (contra la otra, condenada por negativa al proceso revolucionario), que moviliza algunas decenas de miles a nivel nacional.

La masividad del fenómeno se puede medir de una manera estadística y daría un resultado poco alentador, pero cuando la valoración la hacemos en su contexto y dinámica y sobre todo por el peso cualitativo de esa novedad en una sociedad tradicionalmente desordenada y una izquierda de igual signo, entonces el resultado es otro: es un proceso nuevo, enriquecedor, de un acelerado aprendizaje político superador de todo lo que vivió antes, incluso en la revolución social de 1958.

Citemos la opinión de uno de los principañes referentes de la vanguardia venezolana, Roland Dénis, intelectual-militante venezolano y miembro del Proyecto Nuestra América-Movimiento 13 de Abril (PNA-M13A). Dénis sostiene que el desarrollo es escaso a partir de una relación poblacional: «Esta es una sociedad de 24 millones de habitantes y estamos hablando que esa dinámica progresiva de nuevas organizaciones, nuevos valores, de nuevas prácticas toca alrededor de 2 millones de personas. O sea estamos hablando de un 10% de la población en su conjunto». (Entrevista con Roland Denis, Venezuela bolivariana: ¿Revolución dentro de la revolución?, Abril 2006, Caracas, Venezuela, María Cecilia Fernández). En sentido contrario, creemos que su argumento es el mejor para demostrar la potencia de la novedad.

Surge el chavismo como movimiento nacionalista

Para comprender la pujanza y vitalidad de la vanguardia venezolana, debemos ubicarla en su dinámica histórica reciente, sin la cual puede resultar un espasmo sociológico.
La investigadora venezolana Magarita López Maya muestra en su libro Protesta y Cultura en Venezuela que «La última década del siglo XX venezolano se distinguió por la sorpresiva vitalidad de la movilización popular callejera en sus principales ciudades, de manera especial en Caracas, la capital y asiento de los poderes públicos.

Este fenómeno evidenció la activación de una política de calle, es decir, una peculiar forma de relaciòn y negociación entre diversos sectores sociales y el poder: Según la organizciòn civil de derechos humanos ‘Provea’, en los últimos diez años que transcurren entre octubre de 1989 y septiembre de 1999, hubo un promedio no menor a 2 protestas diarias en Venezuela (7.092 protestas en total) correspondiendo la etapa de mayor movilización a los años entre 1993 y 1995, que fueron de crisis política, y al año 1999, cuando la protesta se reavivó por el acceso al poder de una nueva alianza de fuerzas. Estos datos de Provea no incluyen las decenas de paros laborales realizados por los empleados públicos en estos años, una de las formas de protesta que más afectò las rutinas de esta sociedad», (M.L. Maya, «Protesta y Cultura en Venzuela: los marcos de la acción colectiva en 1999», Colección CLACSO-Asdi, Buenos Aires 2002, págs 9 y 10).

Conviene ubicar esta marejada de luchas en el proceso de rupturas sociales, políticas y culturales que produjo la insurrección del Caracazo (febrero de 1989), que a pesar de su apelativo, reducido a la capital venezolana, en realidad se produjo en siete ciudades más y decenas de pueblos. Y sobre todo, constituyó un cimbronazo sobre la estructura del poder y la conciencia popular como no se había vivido desde la Revolución popular de 1958. La mayoría de esas luchas (72%) contuvieron violencia callejera, definidas por la investigadora como luchas «confrontacional» y «violenta»: 224 cierres de vías, 163 tomas e invasiones, 504 disturbios, 194 quemas y 116 saqueos. (Ibid, pág. 19, con datos de El Bravo Pueblo, 2000).

Este mar de acciones contra los tres gobiernos anteriores al de Chávez, se concentraron, desde la campaña electoral 1998, en un nuevo movimiento nacional, o nacionalista, con el liderazgo del ex teniente coronel conspirador. Sin embargo, dentro de ese movimiento, fueron configurándose experiencias militantes nuevas que desde muy temprano buscaron -y buscan en 2006- salidas o soluciones que trasciendan el anti imperialismo frente a otras que prefieren congelarlo. Pero eso está en curso.

Las perspectivas revolucionarias cuentan para este aspecto clave. Constituye una particularidad si lo comparamos con fenómenos nacionalistas conocidos, menos blandengues al interior, más aparatizados, orgánicos y estatizados que el chavismo al día de hoy.

Dos ejemplos de ello son las Misiones y la prensa comunitaria. Nacieron como instrumentos para la redistribución de la renta petrolera, se realizaron por fuera de los ministerios por iniciativa de Chávez para evitar la burocracia propia y ajena (de la IV República). Roland Dénis se refiere a ellas con acierto: «Por ejemplo, las Misiones en sus inicios -luego se institucionalizan muchísimo- tenían explícitamente una intención de forjar un campo de poder de estado anti-estado, anti-burocrático. Es decir, que la gestión de gobierno esté en manos de los movimientos populares». Dénis define este tipo de movilización militante «movimiento popular administrado», porque «es un movimiento que es muy administrado desde «arriba», desde las direcciones de Estado».
Miles de misioneros hicieron su primera militancia en las Misiones dentro de los barrios, allí fueron aprendiendo a reconocer enemigos y amigos y a luchar, incluso contra funcionarios del propio gobierno. Un caso conocido fue la huelga de casi 5.000 enfermeras contra el ministro de Salud, Roger Capella, por el pago de los sueldos en 2004. Las maestras triunfaron, el ministro fue removido, hoy es hoy embajador en Argentina.

Los medios comunitarios se mantienen independientes en su mayoría, a 7 años de régimen, como detalló en sus conferencias en Buenos Aires, el director de Aporrea Gonzalo Gómez. «Hemos logrado mantenernos independientes del aparato de poder, aunque hemos colaborado muchas veces con él en diversas tareas que el gobierno no podía asumir, negociamos el financiamiento a cambio de espacios o producciones documentales, pero son muy contados los casos en los que medios alternativos terminaron manejados por algún burócrata o por el gobierno central», (Conferencia, Hotel Bauen, agosto 2006).

Las misiones contuvieron el mismo conflicto entre su estatización y su autonomía, vivido por la mayoría de las organizaciones surgidas con el chavismo. Este espacio de conflicto permite la movilidad de reorganización y aprendizaje a las vanguardias venezolanas, dentro de una gran democracia de libertades políticas.

Estos datos políticos son inéditos en procesos similares del continente, si lo comparamos con experiencias o movimientos nacionalistas del siglo XX. Incluso en el caso de Juan Velasco Alvarado, que expropió casi toda la prensa capitalista y la entregó a la izquierda, lo hizo para sumar cuadros intelectuales que terminaron por ser promotores acríticos de todas las políticas de su régimen. Peor fue el caso del peronismo o el de Getúlio Vargas en Brasil. Un proceso que comenzó con amplias libertades como el sandinismo, en pocos meses fue truncado y los movimientos perdieron sus autonomías.

El año que despertaron los trabajadores

En el año 2003 entraron a escena los trabajadores como cuerpo de clase, sobre el triunfo revolucionario contra el saboteo golpista en la industria petrolera (diciembre 2002 a febrero del año siguiente). Los trabajadores entraron en escena como siempre lo han hecho en la historia: cuando y como les dio la gana, con sus organizaciones, métodos y vanguardias de clase.

No hubo fuerza humana, o sobre humana, que la obligara a militar masivamente antes de 2003. Pero tampoco hubo nada que se lo impidiera cuando los acontecimientos nacionales la pusieron en el centro de la escena en enero de ese año. Para expresarlo en palabras de su principal dirigente, Orlando Chirino, «los trabajadores fueron el sujeto protagónico y donde el cuestionamiento era frontal al empresariado y su «propiedad privada» sobre las empresas». (Orlando Chirinos Responde, ApoReportajes, Gonzalo Gómez, Américo Tábata y Nelson Gámez, Caracas, junio 2005, pág. 11). Chirino define ese triunfo y el ingreso militante de los trabajadores como «una nueva revolución de carácter obrero», expresión exagerada o equívoca, pero en todo caso expresiva de la fuerza transformadora de aquella acción que, sin duda, marcó -y tres años después sigue determinando- la conducta de la vanguardia política y social venezolana.

La máxima expresión organizativa de esa movilidad de la clase obrera venezolana es la formación de la Unión Nacional de Trabajadores, UNT, fundada en abril de 2003, tras un acuerdo de las principales corrientes y dirigentes que dirigieron el triunfo contra la conspiración en la industria petrolera, tres meses antes. El carácter «acuerdista», por arriba, sin asambleas de base, que permitió la creación de la UNT, no le borra ninguna de sus características progresivas, genuinas al servicio del proceso revolucionario. Aunque, es cierto, dejó sembrada la semilla en la central, que luego afloró como el enfrentamiento público que vive ese organismo de masas desde finales de 2005.

De hecho, la UNT nace en el crisol de las acciones conmovedoras de abril de 2002 a abril de 2003, un año templado de enfrentamientos y tensiones de todo tipo. Miles de fábricas fueron cerradas por sus patronos, una parte de ellas tomadas o recuperadas por sus trabajadores, centenares de huelgas y movilizaciones. En ese escenario se templó el nuevo movimiento obrero venezolano nacido con la UNT.

Es un movimiento que releva históricamente a la CTV (Confederación de Trabajadores de Venezuela), central burocrática pasada al golpismo proyanqui. En 2006, la UNT reúne a casi dos millones de trabajadores, mientras que la CTV sobrevive como unos 200.000 afiliados sin motivación sindical alguna. La UNT se fundò con unos 120.000 trabajadores.

La aluvional afiliación y organización en UNT regionales y zonales, en menos de tres años, la convirtió en la más importante organización de masas y de vanguardia del proceso político venezolano. Después de las Fuerzas Armadas, es la más importante estructura nacional con fuerza territorial que existe en el país.

Estas características permiten comprender la furiosa batalla política que se vive en el seno de la UNT. Cinco fracciones dirimen su destino político desde el Congreso de mayo de 2006. Las cinco fracciones se dividen en dos partes, cuatro de ellas con las mismas posiciones y propósitos, unidas por su relación de dependencia con el aparato de Estado y el gobierno. La otra posición, identificada con las siglas C-CURA (Corriente Clasista Unitaria, Revolucionaria y Autónoma) expresa en sus cuatro adjetivos el programa que la sostiene frente a las otras. Al mes de septiembre de 2006, C-CURA representa alrededor del 50-60 por ciento de la central. La segunda fuerza la representa la dirigente demócrata-cristiana Marcela Máspero con alrededor del 30%. El resto se reparte en las otras tres fracciones.

En forma simultánea, sobre la fuerza desatada por los mismos acontecimientos, irrumpe un sector del campesinado -y de los indígenas como parte de él-, movidos también por la Ley de Tierras (de septiembre de 2001) que habilitó la vía constitucional para enfrentamientos rurales por el derecho a cultivar y poseer «tierras ociosas» que la burguesía abandonó hace décadas o que usufructúa sin derecho de propiedad registrado. Esto colocó, por primera vez desde la Guerra Federal (1860), al campesino pobre contra el campesino rico (que hace mucho ya no es campesino) y generó dos movimientos de militancia ruralista de la que Venezuela no tenía memoria: la Coordinadora Agraria Nacional Ezequiel Zamora (CANEZ) y el Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora. El movimiento campesino es la otra gran conquista social del proceso bolivariano, completando su carácter de clase en los sectores más prosternados de la sociedad contemporánea: los campesinos y los indígenas.


Caracterización de Movimientos y sectores sociales

Movimiento y Sector social Características básicas
Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora Nació en 2002. Es el frente mayoritario, con decenas de miles de campesinos organizados, sobre todo en las zonas llaneras. Su programa nacional proclama la revolución agraria y la lucha contra la corrupción y la burocracia
Coordinadora Campesina Ezequiel Zamora Nace de una división del FNCEZ, con menos afiliados, pero mantiene un programa de revolución agraria.
UNT, Unión Nacional de Trabajadores Nació en abril de 2003. En julio de 2006 contaba con 1.800.000 afiliados o seguidores en todo el territorio nacional. Tiene una dirección horizontal de acuerdo de 23 Coordinadores, dividida desde mayo de 2006 en 5 fracciones internas.
Consejos Comunales de Planificación Nacieron en 2006, «son ya formas de autogobierno que son ley para el Estado y el Estado está obligado a descentralizar recursos y ubicarlos directamente en manos de estos «consejos comunales» (R. Dénis, 2006) Nacieron por Ley de la Asamblea Nacional. No hay cuantificación de participantes; tienden a concentrar a otras agrupaciones barriales como las Mesas, pero sin disolverlas. En su seno está planteado el mismo conflicto de otros organismos: control del Estado vs. independencia.
Asambleas barriales en Caracas Algunas reúnen más de mil personas. Todas son de barrios pobres, predominan mujeres y jóvenes. Aparecen según las necesidades, no tienen funcionamiento regular.
Indígenas Existen unos 280.000 aborígenes, 30 o 40 mil están organizados en sus tierras y tribus.
Misiones sociales (14) Nacieron a mediados de los 90. Las más militantes fueron las de Salud y la de Alfabetización. Chávez las impulsó contra la burocracia del Estado, pero vivieron el conflicto entre la estatizaciòn y su independencia. En 2005 se realizó un Encuentro Nacional de militantes de la Misión Barrio Adentro.
Unidades de Batalla Endógena Sustituyeron a las Patrullas y Unidades de Batalla Electoral creadas para la «Batalla de Santa Inés» en julio de 2004 por el Referndum. Se aplican al plan nacional económico llamado de Desarrollo Endógeno. Tienden a ser funcionales a los ministerios que los financian.
Frentes Regionales de Salud Nacieron en 2003. Se compone de amas de casa, profesionales medios y jóvenes. El de una ciudad, Valencia, organiza debates políticos semanales con centenares de pobladores.
Clase Media en Positivo Nace en 2002. En 2005 se convirtieron en partido político chavista. Tienden a integrarse al régimen.
Comités de Seguridad e Higiene Laboral Nacieron en 2003. Funcionan por fábricas y oficinas de Estado.
Círculos Bolivarianos Nacieron en 1999-2000. Hasta 2004 funcionaron unos 150.000. En 2006 quedan unos 5 0 7 mil, una parte manejados por funcionarios y parlamentarios.
Comités de Tierras Urbanas Nacieron en 2004. Se organizan dentro y fuera del Frente Nacional Zamorano que es la organización territorial campesina, cerca de 4.000 familias.
Comités Guía de PDVSA Surgieron como organismos de lucha de base en medio del saboteo a la industria petrolera entre diciembre de 2002 y febrero de 2003. Participaban obreros, empleados, ingenieros y gerentes chavistas. Fueron decisivos en la reconquista de PDVSA. Desaparecieron en 2005.
Mesas de Agua Nacieron en 2003. En casi todos los barrios de Caracas, Miranda, Maracay y Valencia. Mujeres y jóvenes. Se dedica a organizar la presión sobre los organismos públicos para obtener agua corriente en barrios carenciados.
Mesas de electricidad Nacieron en 2004. Luchan en los barrios pobres por el servicio de energía eléctrica. Amas de casa y jóvenes.
ANMCLA Nació en 2004. Asociación Nacional de Medios Comunitarios, Libres y Alternativos. 324 medios de prensa tradicional, de la web, semanarios, quincenarios, radios, canales de televisión y cine. Controlan salas de cine. Militantes: 3 a 5 mil.
Redes de Conexión Social Comenzaron en 2002. No es un organismo permanente. Actúan como mecanismos de articulación entre sectores y movimientos locales para grandes problemas como la corrupción.
Colectivos de base Agrupa a movimientos de variado interés barrial, educativo o cultural sin ubicación territorial fija. Aparecen y desaparecen con meses de diferencia.
Cooperativas Registradas 158.000 en julio de 2006. No todas tienen una función política, pero un amplio sector de ellas actúa en red con las Misiones o con las otras organizaciones como la UNT en la lucha por PDVSA, para recuperar fábricas (ejemplo: la papelera VENEPAL) o en la lucha por la propiedad de la tierra rural y urbana. Unas 30.000 son usadas por patrones y burócratas.
Reservistas Se calcula entre 700.000 y 1.000.000.
Religiosos Se calcula un millón de evangélicos con Chávez, de los cuales algunos miles se organizan en barrios para llevar «la palabra de Dios contra el imperialismo y el diablo Bush» (cita de un pastor en la Plaza Bolívar de Caracas, agosto 2004).
Colectivos de Vivienda Nacen en 2004. Luchan por la vivienda urbana y por su propiedad
De artistas Nacen en 2004-2005. Artistas, educadores, intelectuales. Son el sector más pequeño de las «vanguardias» del proceso. En 2004 se fundó el Sindicato Nacional de Museos.
Unión Popular Bolivariana Organización política militante dirigida por la líder barrial Lina Ron, organiza miles de vendedores ambulantes y otras formas de «trabajo informal». Su base son los barrios más pobres, pero actúa como una organización política de la Capital. Su sede es una plaza céntrica bautizada por Lina Ron como «La Plaza de la Revolución». Ha sido útil en la defensa contra las conspiraciones golpistas y las «guarimbas». Lina Ron es el símbolo del antihéroe de la «revolución bolivariana».


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