20/12/2006

19 y 20 de Diciembre

nico1b.jpgA cinco años de la rebelión popular, la fragmentación y la cooptación del campo popular aparecen como temas viejos, aunque permanecen como problemas largamente discutidos y sin visos de modificarse. Hoy está en relieve la situación de Latinoamérica como motor, como aglutinador, pero también como posible pantano.

Por Agencia de Noticias RedAcción.

Fotos: Nicolas Pousthomis


En los análisis de situación inmediatamente posteriores al 19/20 no estaba tan visible tampoco la situación favorable al empresariado capitalista local que se daría por el marco internacional y por el precio de los commodities (petróleo, soja, maiz, lácteos y carne). En 2003 era impensado que el gobierno pudiera pagar deuda externa y mantener superávit fiscal. Tampoco se veía que la desocupación y los números de la crisis de 1998 pudieran cambiar en el corto plazo, como ocurrió, más allá de la valoración que se haga sobre el tipo de empleo creado o sobre la calidad de los ingresos.

La heterogeneidad de la clase marca diferencias entre los trabajadores en blanco, y los precarizados y en negro. Estos últimos carecen de una organización sólida para presionar en pos de sus intereses. Por un lado, aparecen cifras que marcan la superexplotación de los trabajadores en blanco (sector privado) por incremento de la «productividad». Por otro, los estatales, los precarios y los desocupados que han quedado muy rezagados con respecto a la inflación.

Las fracciones de la burguesía ligadas a la exportación de bienes primarios y agroindustriales se baten con el gobierno por la cuestión «retenciones» y el control de precios. Este interés por exportar libremente trae como consecuencia el aumento de los precios internos debido a que la cantidad producida no alcanza para abastecer ambas demandas. El Mercosur, otrora impulsado por las multinacionales automotrices localizadas en Argentina y Brasil se reposiciona políticamente no sólo por el auge de la industria local de autopartes, sino por estar hoy ligado a una perspectiva latinoamericanista de cierta independencia al imperialismo yankee. Un Mercosur que está, a nivel internacional, en un escenario modificado debido al debilitamiento de la economía de los EE.UU., el fracaso de su política en Medio Oriente y la emergencia China como protagonista privilegiado del mapamundi. No sólo por su envergadura poblacional y su dinamismo económico, sino también por ser principal «acreedor» de la deuda estadounidense.

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También, este reposicionamiento del Mercosur es «contradictorio», ya que dentro de los valores regionales a los que apela (Latinoamérica, Patria Grande, etc.) permanece esa base de burguesía industrial y agraria, que era su sostén original, pero donde también aparecen y surgen los movimientos sociales y las organizaciones políticas con incipientes discusiones de socialismo, agrupados en torno a cierto ideario nacionalista y latinoamericano.

Toda una realidad que no sólo a nivel local, sino también regional, hace pensar en la existencia de «vías exploratorias» en política, referidas a «lo nuevo». Es el caso emblemático de Bolivia, donde se combinan tradiciones comunistas de los pueblos originarios, con el clasismo minero y una pequeña burguesía radicalizada de la ciudad.

Pero es imprescindible que toda nueva experiencia tenga un asidero crítico en el pasado. Recordar por ejemplo la tradición nacionalista popular de los ’50 y ’60, el movimiento de los No Alineados, que en general se han reconvertido al neoliberalismo de los 90, para entender un poco de dónde venimos. Y también los límites y desastres de los así llamados «socialismos reales». En este marco es menester identificar actitudes como el ensalzamiento acrítico, o la negación sectaria y aislante.

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Este es un escenario general diferente, donde la «crisis de gobernabilidad» de 2001 podría aparecer como suturada por la era Kirchner. Pero para el campo popular el 19/20 dejó saldos positivos que la hegemonía política K no pudo neutralizar. Y por ello no es un volver a fojas cero, o incluso un retroceder. Al contrario. Son años de acumulación, donde podríamos poner el santiagueñazo (producto de una escalada de rebelión popular el 16 de diciembre de 1993) o Cutral Co (entre el 20 y el 26 de junio de 1996, con bloqueo de rutas en Neuquen) como hitos fundantes, que han propagandizado la participación y la acción directa, que se vuelve a expresar en el resurgimiento de asambleas por las cuestiones ambientales y las recurrentes acciones directas de la población ante hechos de injusticia.

De este modo, la «mediación» política es tenida cada vez menos como confiable, y en este camino se abona la senda del poder desde las bases, de los consejos obreros y las asambleas vecinales. Una acumulación política que se expande más allá de los límites del activismo en un imaginario popular que legitima temas como el control y la gestión obrera (que es «posible» producir sin patrón), que la política de las instituciones no es de fiar o que hay que tomar los asuntos públicos en manos propias.

Incluso los piquetes como método son reutilizados por distintas clases sociales, siendo la pequeñaburguesía y los trabajadores ocupados los que en el 2006 se situaron a la cabeza de la utilización de dicho método. No es casual que desde el poder se incorpore a la agenda el tema de la «participación».

A cinco años del 19/20 es imprescindible no confundir la pérdida de ebullición con derrota. Por lo tanto también tenemos que identificar esos elementos de acumulación para seguir regando las mil flores ya nacidas.


Las fotos de Nicolas Pousthomis (www.sub.coop) pertenecen al 20/12/2001.



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