03/12/2016

Un abrazo grande como un hotel

dest.jpgEl Senado aprobó la Ley de Expropiación del Bauen. La historia del hotel es un mosaico de la del país: cerró en 2001, sus trabajadores fueron estafados, pero lo recuperaron y lo convirtieron en un emblema de lucha y dignidad. Por Revista Cítrica.


Cuando el Hotel Bauen cerró sus puertas, treinta y cinco de los escasos sesenta trabajadores que la empresa tenía por aquel entonces tuvieron la voluntad y las condiciones personales dadas para soportar los primeros tiempos difíciles, y se la jugaron por resistir. Y la apuesta funcionó. Surgida de la vivencia de quedarse sin laburo a pesar de cumplir impecablemente con sus funciones, la convicción de esas personas por crear sus propios trabajos dio sus frutos. Hoy la cooperativa genera 130 puestos de trabajo y el hotel crece día a día.A fines de 2015 Diputados dio media sanción a la Ley de Expropiación, durante todo 2016 la norma durmió en el Senado. Para hacerse escuchar, los trabajadores realizaron una campaña, juntaron firmas y con la consigna Ponete la camiseta del Bauen consiguieron lo que parecía imposible: durante los últimos quince minutos de la última sesión del año lograron la sanción en el Senado. Ahora solo resta que el presidente Mauricio Macri no la vete.

Pero la historia empieza antes, hace ya casi quince años, con la quiebra. Con los treinta y cinco trabajadores que resisten. Con el respaldo de los movimientos de empresas recuperadas. Con más compañeros que se van sumando a la lucha. Con artístasy grupos de rock que hacen recitales para defender los puestos de laburo cooperativo. Con políticos de distintos sectores que entienden al Bauen como un lugar al que hay defender.

«Cuando el hotel cierra, el 28 de diciembre del 2001, quedamos en la calle. Pasamos más de un año intentando cobrar lo que nos adeudaban. Hasta que finalmente decidimos tomarlo pacíficamente y ponernos a trabajar”, rememora el inicio de la apuesta Horacio Lalli, socio fundador de la Cooperativa de Trabajo Buenos Aires Una Empresa Nacional. Él entró a trabajar en 1999 y desdes el principio ya supo que las perspectivas eran desfavorables. El hotel tenía problemas por todos lados, nunca estaba lleno y el contexto no ayudaba. Así fue que en diciembre de 2001 vio cómo -al igual que muchas otras empresas que también serían recuperadas por sus trabajadores- el Bauen había llegado a su fin.

Los 19 pisos del edificio de Callao y Corrientes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fueron recuperándose de a poco. «Cuando entramos al hotel después de la quiebra no había nada. Se habían llevado todo, estaba sucio, no había agua caliente, no había ropa de cama. Hicimos algunas reparaciones básicas para empezar a funcionar”, explican los trabajadores el inicio de la reconstrucción.

«En esa época eran todos jóvenes llenos de ímpetu, había una alegría en el movimiento interno que en una empresa privada no existe, era como estar en un parque de diversiones dentro de un laburo. Ese fue el momento más disfrutable”, aseguran los trabajadores más veteranos.

Aquel tiempo de reconstrucción y sueños cumplidos no solo significó recuperar el trabajo y aclimatar al hotel a las necesidades de los clientes. También significó nutrirlo de una nueva identidad y de ordenarlo legalmente. Fue mucho más trabajo. «Tuvimos que encuadrar todo dentro del sistema cooperativo, que era y es la figura legal que nos permite trabajar. No teníamos noción de lo que era una cooperativa y tuvimos que entender el funcionamiento. Y así fue como supimos que los responsables de todo lo que sucediera íbamos a ser nosotros”, cuenta Horacio, con orgullo y responsabilidad.

Justamente de responsabilidades habla Armando Casado, especie de gurú o de viejo sabio que permanece para presentar batalla. «Hablen con Armando, él tiene una parla impresionante”, nos sugieren. Armando es un referente. Se bancó en los 90 servir a la alta burguesía: era maitre de eventos y banquetes. Con un cambio de administración se fue. Lo llamaron cuando se conformó la cooperativa para que fuera socio fundador pero no pudo. Menos de un año más tarde se sumó. Ahora es simplemente mozo. Y cooperativista, lo que implica una gran responsabilidad. «Cuando trabajas para un privado obedeces, acá no. Un hotel es distinto a otras empresas recuperadas. Se trabaja con gente. El producto bruto terminado es un pasajero que se va contento. Tenes que afilar bien los sentidos para darle a ese pasajero lo mejor. Entonces el trabajo se hace, se obedece y la discusión tiene que quedar para después”, nos enseña Armando.

Y precisamente con la noción de responsabilidad, con la convicción de defender a un trabajo realmente colectivo, realmente propio y para toda la vida, los trabajadores pasaron de 35 a 133 y las habitaciones de 10 a 400. Aunque el crecimiento también genera envidia y eso da dificultades. Vinieron los tiempos en los que algún juez, algún diputado trasnochado o algún gobierno ordenó un desalojo y propuso buscarle otros trabajos a los cooperativistas. Como si todos los trabajos fueran lo mismo. «Me podés reubicar en un restaurante que tenga filetes de oro en la puerta pero yo no me voy a sentir cómodo, esto con todas las falencias edilicias que tiene, y aún con problemas internos, para mí sigue siendo algo especial. No es lo mismo otro trabajo. Acá yo tengo un sentido de pertenencia por tantos años de lucha. Más ahora que es nuestro. No me interesan las jaulas de oro”, dice Armando, sentado en una de las mesas a las que todos los días le toca atender.

Como no es lo mismo este trabajo que cualquier otro, también se defiende de otra manera. Horacio detalla las diferencias entre el trabajo cuando el hotel era regenteado y ahora que es autogestionado: «La participación es muy distinta, ahora todos los compañeros somos responsables de lo que pasa en el hotel, hay un consejo de administración pero las decisiones más importantes se resuelven en asamblea donde cada compañero tiene una voz y un voto. Nosotros trabajamos de lo que producimos, nuestro sueldo es un retiro de utilidades. Y eso está condicionado por lo que hay que invertir en el edificio, porque cuando lo construyeron lo hicieron con fecha de vencimiento, así que hay que estar reparando cosas permanentemente”.

Desde que el Bauen es cooperativa ha crecido también como un espacio cultural. Ciclos y festivales de cine, Teatro x la Identidad, debates y programas de radio tienen lugar en el auditorio y distintas partes hotel. «El Bauen se transformó en un símbolo donde mucha gente lo utiliza para llevar adelante otras luchas. La del sindicato del Subte, o la de igualdad de género son ejemplos. Y todos los partidos políticos han utilizado el auditorio y lanzado candidaturas. También pasan universidades, organizaciones sociales”, destaca Horacio. «Durante su historia como empresa de capital el Bauen era un hotel de los sectores dominantes. Después del conflicto se transforma en su versión antagónica: es la casa del pueblo, no hay asamblea del mundo del trabajo o la economía social que no pase por acá”, rescata Federico Tonarelli, actual responsable de Relaciones Institucionales del Hotel Bauen

Los últimos años fueron los más duros. Vaivenes judiciales, ordenes de desalojo, legisladores que los bancaron y otros que hasta redactaron leyes para perjudicarlos y beneficiar a los antiguos dueños. «Lo más jodido fue el último tiempo: por la incertidumbre de no saber qué nos va a pasar. No por mi, yo ya me jubilé y mis hijos ya están grandes. Pero por los otros chicos, que se van a quedar sin laburo a los 30 años. Ellos tienen sentido de permanencia. Discuten con el corazón. Si nos sacan de acá y aún si nos dan otro trabajo, sería nefasto desde el punto de vista espiritual. Nos desarraigamos, es como a los indios, les das un pedazo de tierra acá, otro allỦ¿y de qué les sirve eso?”, interpela Horacio, como un padre que ve orgulloso cómo sus hijos toman la posta pero aún quiere quedarse a pelear con ellos.

La expropiación le pondría fin a todas las ordenes de desalojo e intentos de la Justicia y de los viejos dueños por impedir el normal funcionamiento de una empresa argentina que funciona y genera trabajo: «No ganamos sólo nosotros: ganaron todos los que creen en este proyecto y nos dan fuerza día a día. Demostramos que los negros pueden llevar una empresa adelante y es un mensaje a muchas cooperativas que necesitan fuerza para seguir”, fue el discurso victorioso de Eva Losada, la actual presidenta, cuando en diciembre de 2015 Diputados dio media sanción al proyecto.

La lucha no es fácil porque, como explica Horacio Lalli, trabajadores que ponen en marcha una empresa ponen al descubierto una contradicción: «Nosotros además de cooperativa somos empresa recuperada. Una empresa recuperada no surge del acuerdo de unos compañeros que tienen dinero para invertir en algo; sino de una crisis, de una quiebra, de quedar en la calle y tener que realizar cosas. Cuando sucede este fenómeno de que los trabajadores ponen en funcionamiento la empresa hay un sector que se siente molesto. Somos un mal ejemplo. Si todos defendiéramos la autogestión, ¿los que viven de los otros de qué vivirían?”


La cocina de una noche histórica

Eva Losada, presidenta de la cooperativa del Bauen, narra las horas más largas y felices de su vida. Qué pasa ahora con la expropiación. La mano de Dios de los trabajadores autogestionados.

«Ganamos loco, ganamos. Ganamos, ganamos. Estamos bajando”, les cuenta por audio de Whats App Federico Tonarelli, vicepresidente de la cooperativa Buenos Aires Una Empresa Nacional a sus compañeros mientras baja por las escalinatas del Senado de la Nación. Son las doce de la noche del miércoles 30 de noviembre. Está emocionado. Son quince años de lucha: la expropiación del hotel Bauen ya es ley. Detrás suyo Eva Losada, la actual presidenta, corre para llegar a la calle: quiere llorar, gritar y abrazarse con sus compañeros. Es la primera vez en su vida que está en el Senado y nunca la olvidará: «Estábamos en una habitación donde había una pantalla gigante y una puertita que sí daba al recinto. Esperamos ahí, muy nerviosos. Parecía que ya no iban a llegar a tratar nuestro tema. Y fue como cuando Maradona metió el gol y dijo que vino la mano de Dios. A nosotros nos pasó lo mismo».

Era muy negro el panorama

Sí, no la veíamos. El macrismo, obviamente, se oponía. Hasta lo último, incluso una vez que ya se había votado, entre gallos y medianoches, seguían protestando y diciendo que se tenía que volver a votar. No lo podían entender. Ahora tenemos otra pelea. Porque en los próximos días Mauricio Macri podría vetarla. Pero nosotros estamos más fuertes. No tenemos miedo en ese sentido. Ya vivimos tantas. Ya nos vetaron de la Legislatura porteña y sabemos con que personajes nos enfrentamos. Pero ahora para ellos sería ir en contra de la ley. Veremos, nosotros estamos muy contentos y fuertes.

¿Qué cambia para ustedes con la expropiación?

El cambio es que vamos a tener tranquilidad en trabajar. El edificio no va a ser nuestro. A nosotros no nos interesa el edificio, no peleamos por un pedazo de piedra. Peleamos por la fuente de trabajo. El hotel había cerrado, nos habíamos quedado en la calle y empezamos a surgir. El empresario se reía y decía que éramos unos negros, que estos patos no van a poder volar. Bueno, fuimos un ave fénix, que resurgimos de nuestras cenizas. Nadie pensaba que íbamos a levantar un edificio así, ponerlo en funcionamiento, darle su propia marca, su identidad, estar en el mercado, invertir. Nosotros invertimos mucho para seguir trabajando, porque hay cosas que se rompían. Ellos decían «eso es una toldería”. Nosotros reciclamos las habitaciones, hicimos un montón de cambios. Como el bar, que da a la calle, por ejemplo. Nos falta un montón, obviamente. Pero no pueden venir a decirnos como dijeron que éramos un grupo de izquierda que se juntaban para no hacer nada y que esto era un aguantadero. Ustedes lo pueden ver que están todos los días acá, que acá se trabaja, y mucho. Y sí, mucha gente nos ayudó y nos apoyó en estos años.

¿Qué pasaba si no salía la expropiación?

Nosotros no era que estábamos empecinados. Es que teníamos la espada de Damocles. La jueza nos llamó hace unas semanas y nos dijo que ya no había más que hacer y que se venía el desalojo. Vivíamos con una angustia todos los días. Para las fiestas siempre nos pasa lo mismo. Bueno, esta vez, vamos a poder brindar por la dignidad y la fuente de trabajo, no se puede pedir más.

¿Cómo fueron los minutos después de la gran noticia?

Muy emocionante. Aún no caemos. Por momentos lloramos, por momentos nos reímos. No podemos creer que no vamos a tener más al gobierno de la Ciudad encima y persiguiéndonos y con riesgo de clausura y desalojo. Estábamos como en un limbo, porque no éramos reconocidos legalmente. Sí por la gente pero no por las leyes. Bueno, ahora también en ese sentido, podemos decir acá estamos, somos alguien.

¿Como se vivió en el hotel el minuto a minuto?

Acá teníamos un evento muy grande, así que la mayoría se quedó trabajando y nos fuimos un grupito chico para hacer el aguante. Yo no quería subir, me quería quedar con los compañeros abajo, pero me insistieron para que subiéramos. Cuando bajé fue una cosa de locos. Todos llorando, gritando, abrazándonos. De ahí vinimos para acá y brindamos, incluso con todos los pasajeros. No dormí nada. Llegué a mi casa como a las dos de la mañana. Y a la mañana teníamos la conferencia de prensa.

Y la familia siempre firme

Sí, mucho aguante. Fuimos por todas las provincias llevando la historia del Bauen, qué era, por qué luchábamos, hablando con todos los funcionarios, con todos los políticos. La familia nos aguantó mucho. Siempre muy preocupados. Y nos aguantaron la mil y una. Y ahora no se acaba nada, para nosotros es seguir luchando, y seguir mejorando. Y queremos poner el hotel bien y abierto para todos aquellos que necesitan asesoramiento, que quieren formar una cooperativa.

¿Son conscientes que, más allá de su victoria personal o colectiva, ustedes representan mucho para el resto de los compañeros cooperativistas?

En ese sentido, nosotros no somos militantes políticos, al menos yo. Soy una militante laburante que empezó por la necesidad del trabajo. No me quedaba otra, al ver a mis compañeros de más de 50 años, sin entrada de dinero laboral. Yo estaba trabajando bien, me habían ascendido. Estaba como ama de llaves, y me habían puesto en otro hotel de cuatro estrellas. Y esto (el Bauen) estaba todavía en veremos. Y por eso mi familia a veces no entiende mucho el proceso. Es como que uno hace un click. Y a veces es difícil que el resto de los compañeros también tengan ese click. Y una tiene que predicar continuamente, no es fácil.

-Es el hecho de poner el cuerpo»¦

Sí, no es fácil. A veces uno ve cosas y tiene que estar diciendo mil veces lo mismo. Y a veces hay que insistir porque el compañero lo necesita, porque todavía no hizo ese click de que el patrón no está más.Que no está esa persona que lo dirige a uno.

-Eso parece difícil, es un desafío para todos los cooperativistas»¦

Es un desafío que a veces termina desgastando, y se fracasa en ese sentido. No toman conciencia de en qué lugar están. Por algo está el estatuto, y por algo están los derechos y las obligaciones de los asociados. Eso hay que hacerlo ver, que cada uno tiene sus derechos y obligaciones; y no es solamente tener derechos. También tenés obligaciones: la hora en que tenés que venir, y la hora de salida, que a veces, si pasa algo con la cooperativa, no tenés horario de salida. Es un desafío muy grande el que uno da. Pero el cooperativismo es muy rico, pero también es muy sacrificado.

-¿Parece que no es para cualquiera, no?

No es tan fácil. A veces desde afuera nos dicen: ¡mirá qué bueno, son cooperativos, mirá qué bien, cómo se organizan! Pero tenés que estar adentro para después poder evaluar. Porque es muy difícil. Nosotros tuvimos que hacer como una suerte de depuración, porque hay diferentes personas y no todos pensamos lo mismo. Para ser cooperativista no tenés que tener ambición por el dinero, sino ambición por crecer, todos juntos, y que si vos tenés un conocimiento, compartirlo. Sinceramente es por eso que lo siento tan adentro, aprendí muchísimas cosas y sigo aprendiendo, porque me sigo capacitando. Es la única forma para poder crecer, para poder llevarle a voz a los compañeros y explicarles cómo nos tenemos que dirigir. Tenemos que tener convicciones, y demostrarlas. Todos podemos pensar diferente pero hay una cosa que nos une: el trabajo. Y lo nuestro es sacar adelante esta fuente de trabajo y llevarnos dignamente el pan a nuestras casas.

-¿Cómo fue el festejo en la intimidad de tu casa?

Anoche, mi familia no lo podía creer. Porque ellos vieron todo el proceso personal. Lo que era antes, lo que fui cambiando, la forma de pensar y de actuar. Antes cuando yo veía que otros cortaban la calle, pensaba: «estos cortan, no tienen nada que hacer, y yo tengo que ir a fichar”. Y después, cuando te toca estar del otro lado, uno se da cuenta que, a pesar de que no nos gusta cortar la calle, hay que hacerlo, para que se escuche nuestra voz. No nos queda otra manera. Es al revés, los que están arriba nos obligan a cortar la calle, para que nosotros podamos ser oídos. Entonces uno ve la forma en que cambió de pensamiento, en todos estos años. He aprendido mucho. Hay otros compañeros que ya no están porque se fueron, otros fallecieron, otros quieren venir pero el cuerpo no les da y casi no pueden ni moverse porque son mayores y están jubilados, por ellos peleamos.

¿Cuál es tu actividad en el hotel?

Durante la semana estamos con el tema administrativo, tenemos libros de actas con los datos de dinero que deja cada cajero, las planillas correspondientes. Todos los tickets tienen que coincidir, y cualquier compañero puede ver estos libros, no hay ningún problema. Además tratamos otros temas como inversiones, cosas de urgencia, solucionar otros cuestiones. Ver el dinero que tenemos; ahora que viene fin de año proyectamos el tema de las cajas navideñas y demás. Y después, los sábados me ocupo de lo que es «piso”. Llevamos las ropas al lavadero, estoy en la cocina, donde haga falta. Estamos en contacto de compañero a compañero. No es que uno tiene un equis nivel porque está dirigiendo la cooperativa. No. No somos de otra clase. Estamos todos en la misma, laburando a la par. Creo que el mejor remedio para los compañeros es hacer, para que nadie diga que una ya no hace las cosas por estar en la parte administrativa. A veces, los fines de semana nos juntamos a conversar, a debatir cosas. Hacemos un concejo ampliado, conversamos con los compañeros, y hablamos de todo lo que ocurre en el hotel.

Desde el gobierno se la pasan diciendo que «sí, se puede”. Ellos lo dicen pero no lo ponen en marcha. El macrismo habla de la inflación, decían que lo iban a resolver¸ pero evidentemente no pueden hacer nada. En ese sentido, nosotros decimos al revés: nosotros lo demostramos, y no solamente lo decimos.

Fuente: Revista Cítrica



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