25/11/2016

25 N y violencias machistas: salir del caso aislado

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«¿Por qué cuesta tanto visibilizar al heteropatriarcado? ¿Por qué no se nombra?». En el día Internacional contra la violencia hacia las mujeres, la Socióloga feminista, Begoña Zugadi Rodrigo propone trascender la efeméride y empezar a hablar de machismo y dejar de hablar de casos aislados. Por Diagonal Periódico


25 de Noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres. Un Día Internacional cómo muchos otros declarados, conmemorados y reivindicados a lo largo del año. Un Día Internacional desconocido para muchas gentes y un Día Internacional más que junto a otros añaden en sus agendas muchas personas, algunas organizaciones y también instituciones.

El día en el que los medios de comunicación, las redes sociales, las instituciones, las paradas de autobús, los paneles del metro, las fachadas de edificios públicos recuerdan que estamos en contra de la violencia machista, dicen ‘basta ya’ a los asesinatos machistas, a las agresiones sexuales sexistas, al maltrato que sufren las mujeres y también sus hijas e hijos.

Sin embargo, para la agenda feminista no es un Día Internacional más, es un día de los de guardar, es un día de reivindicación, un día de salir a la calle, un día en que la lucha de todos los días del año se ve de algún modo no sé si reconocida pero sí al menos visibilizada.

Nadie pone en duda que la violencia machista está mal, todo el mundo se sobrecoge con los asesinatos de mujeres, con las agresiones sexuales a mujeres, con los abusos a niñas, con el drama de la violencia sexual de las mujeres en el Congo, con el feminicidio en Ciudad Juárez, con las violaciones colectivas a mujeres en la India. Pero no tanta gente ve un nexo de unión entre estas realidades.

Se analizan las causas y el origen de la «crisis de las personas refugiadas” y se reconoce como culpables, al capitalismo, a las guerras o las cuestiones medioambientales; se habla del negocio del coltán y las violaciones crueles y sistemáticas a mujeres y se reconoce la responsabilidad de las grandes multinacionales y también de las personas consumidoras; se produce un asesinato machista de una mujer en cualquier rincón del Estado y se buscan las causas individuales en cada asesino; una joven es agredida sexualmente por un desconocido de noche y se buscan las causas en el agresor o incluso en la falta de seguridad de algunas zonas a nivel urbanístico.

El nexo común a la violencia

Detrás de estos atentados a las vidas y a la dignidad de las mujeres, detrás de estas vulneraciones de los derechos humanos hay una única causa común, que sin embargo parece que cuesta nombrarla, ese gran sistema que desde las organizaciones feministas denunciamos y al que hacemos frente pero que no se nombra, un sistema que opera, funciona, se mantiene aquí, en el Congo, en Bolivia o en EEUU, el heteropatriarcado.

El capitalismo explota, acaba con recursos medioambientales y atenta contra la dignidad de las personas y lo hace más con la de las mujeres. Miles de personas dejan sus tierras y migran sufriendo crueles situaciones y trato inhumano, pero mujeres y niñas además sufren violencia sexual, matrimonios y prostitución forzosa en todo el periplo, por parte de sus compañeros de viaje, por las mafias u otros hombres. Una mujer es asesinada por su marido en Sevilla, otra degollada en Mallorca, otra atropellada en Bilbao y no es porque María, Ana o Laura hicieran algo sino que Juan, Paco o Mario sin estar locos, sabían y podían hacer lo que quisieran con ellas, hasta matarlas.

¿Por qué no hablamos del machismo que está detrás de cada uno de estos casos? ¿Por qué cuesta tanto visibilizar al heteropatriarcado? ¿Por qué no se nombra? Siempre hemos dicho que lo que no se nombra no existe y si esto ocurre es porque interesa que así sea, no es algo casual.

Es más fácil hablar de casos individuales, buscar particularidades y razones en cada asesinato machista, en cada agresión sexual, en cada mujer maltratada, que hablar de una causa sistémica, compartida y poderosa como es el machismo. Esto además evita asumir una responsabilidad colectiva que recae en todas las personas, quienes rodean a esos maridos asesinos, los amigos de esas ex parejas agresores sexuales, los compañeros de trabajo de los acosadores…etc. Del mismo modo que es más fácil hablar de la crueldad de los feminicidios en América Latina o la violencia sexual extrema en el Congo o en Camerún y pensar que ocurre en países lejanos y nunca ocurriría aquí o que se debe a otras situaciones como la falta de desarrollo o las guerras o a ciertas religiones, entre otras cosas.

Esto relaja, libera de responsabilidad y permite a muchas personas y a todos los actores sociales vivir relajadamente todo el año y sólo estremecerse un día al año, el 25 de noviembre (y algún otro día más, si «casualidad” se produce un asesinato machista o una agresión sexual en tu pueblo, barrio o ciudad). Y así van pasando los años, se van contabilizando mujeres asesinadas, mujeres que denuncian maltrato, hijos e hijas afectadas por la violencia machista por parte de sus padres, mujeres agredidas sexualmente, juicios celebrados, órdenes de alejamiento quebrantadas…y así, cifras y cifras, números y más números, casos y casos víctimas de esta «lacra” que viene, aparece, se cobra alguna víctima y vuelve a desaparecer.

En letra pequeña o en voz baja se reconoce que nuestra sociedad es machista pero parece que el machismo es como un fenómeno meteorológico que aparece, se cobra alguna víctima y hasta otro día. Anthony Giddens, básico de la sociología, explicaba cómo la vida social es producto de los actores sociales (agentes) y las estructuras (instituciones).
La construcción de lo social sólo es posible gracias a los actos reflexivos que cada individuo realiza y luego expresa a través del lenguaje. No son sólo acciones, sino que son actos intencionados, y no son sólo conductas o hechos aislados sino que son comportamientos o conductas reiteradas.

Si el sistema heteropatriarcal opera y funciona en nuestra sociedad machista, es porque además de las estructuras patriarcales hay muchos individuos machistas que permiten y legitiman diariamente con sus actos y comportamientos su superioridad sobre las mujeres, la objetualización de nuestros cuerpos y con ello la violencia machista. Es hora de reconocer esto, y reconocerlo no sólo a nivel colectivo sino que también individual y posicionarse y tomar un papel activo aunque esto pueda suponer señalar a políticos, a periodistas, a deportistas pero también desgraciadamente a algunos amigos, compañeros de trabajo o de militancia, a hermanos o a padres.



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