24/08/2016

Lanzamiento de la campaña «Yo no miento»

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El pasado 14 de agosto el grupo de comunicación Hamartia lanzó la campaña «Yo no miento» con el objetivo de visibilizar el abuso sexual infantil. El encuentro se desarrolló en el Club Premier, Campichuelo 472 de esta Capital y convocó a madres que atraviesan el laberinto judicial o ya lo han vivido y a algunos representantes del sistema judicial que demuestran que del otro lado del mostrador no todo está perdido. En el Enredando las Mañanas resumimos parte de este encuentro y compartimos la palabra de Paula Watcher, coautora de la guía Abuso Sexual en la Infancia, de los jueces Carlos Rozanski y Marcelo Giacoia y del fiscal Julio César Castro. Por RNMA


El pasado 14 de agosto el grupo de comunicación Hamartia lanzó la campaña «Yo no miento» con el objetivo de visibilizar el abuso sexual infantil. El encuentro se desarrolló en el Club Premier y estuvo atravesado por una incomprensible partidización de un tema delicado como el que se presentaba. Lo que sesgó el encuentro fue el recurrente latiguillo que venía desde los conductores instando a no olvidar a quienes han apoyado este acto.
Entrando en el contenido con el que convocaron los organizadores, éste aportó valiosas herramientas para comprender a que se enfrentan las madres que habiendo escuchado a sus hijos o hijas y comprendiendo la gravedad del hecho y lo doloroso que es para un chico denunciar el abuso sexual de un progenitor, sobreponiéndose, denuncian y quedan a mereced del sistema judicial.

La primera mesa estuvo marcada por la nueva expresión de violencia personal e institucional que sufrió el día anterior Feliciana Bilat. Recordemos que el progenitor de sus hijas, acusado de abuso sexual en perjuicio de una de ellas, rompió los límites perimetrales de acercamiento y atacó a Feliciana en la puerta del consultorio de la psicóloga de las chicas. Bilat dio cuenta de lo sucedido en la primera mesa, en la que la acompañaron Paula Watcher, otra mamá que atravesó los laberintos jurídicos y la licenciada Mariana Pérez, asistente social. Watcher es coautora de la guía Abuso sexual en la infancia, para orientación y recursos disponibles en CABA y Provincia de Buenos Aires.

«Un grupo de madres que nos sentimos bastante solas…nos enteramos que esto estaba pasando en nuestras casas, fuimos a la justicia, creímos que en la justicia íbamos a encontrar protección y nos dimos cuenta que recién con la denuncia comenzaba nuestro calvario. Se nos abrió lo que yo digo como inframundo donde reina todo menos el sentido común. Donde los jueces son los primeros que incumplen las leyes. Donde encontramos tres tipos de psicólogos: los que no le creen a los chicos y los revictimizan, los torturan psicológicamente. Habían psicólogos que ni siquiera tenían matrícula habilitante y estaban designados por los juzgados. Habilitaban terapias del perdón y el olvido obligando a los chicos a perdonar a sus abusadores bajo amenaza de reversión de tenencia. Después nos encontrábamos con otros psicólogos peritos que hacían los famosos informes NI. Eran informes que no podían corroborar que hubiera pasado ni que no hubiera pasado nada. Y después encontramos un grupo de profesionales muy comprometidos que eran casi tan castigados y silenciados y hostigados como las madres que hacíamos valer la palabra de nuestros hijos. Muy al comienzo creíamos que el sistema estaba fallando en nuestros casos personales. Después nos dimos cuenta, caminando los pasillos de tribunales, conectándonos y empezamos a asociar casos y a decir – pará, no es nada personal, así funciona el sistema. Eso fue lo que yo considero el segundo balazo psíquico. El primero fue la develación del abuso y el segundo, darme cuenta que estaba ante un sistema aún más perverso que el agresor. Empezamos a darnos cuenta que eran siempre los mismos peritos, siempre los mismos jueces, siempre los mismos defensores de menores que respondían a la misma lógica que se repetía a lo largo de todo el país, casi de forma implacable. Nosotras habíamos cometido el pecado capital de denunciar un insesto y en nombre de la sagrada familia se justifica cualquier aberración. Nos encontrábamos con dictámenes del cuerpo médico forense, peritos que decían que el niño presenta indicadores inequívocos de abuso sexual infantil y fiscales que decían que sin embargo están inmersos dentro de una conflictiva intrafamiliar, por lo cual no puede dejar de remarcarse que hay una intencionalidad de la madre a llenarle la cabeza al niño en contra del padre porque es despechada, resentida. Veíamos que nosotras éramos criminalizadas y los que ocupaban el lugar de las víctimas eran los agresores y a ellos sí se les escuchaba la voz», así explicó Paula Watcher no sólo el recorrido personal sino como en el mismo devenir de ese recorrido fue naciendo como conjunto de solidaridades, una incipiente organización.

Del otro lado del mostrador no todo está perdido

La segunda mesa contó con la participación de Marcelo Giacoia, Juez de garantías del joven en Mercedes, del fiscal Julio César Castro, quien además fue Director General de la Unidad para la Investigación de Delitos contra la Integridad Sexual, Trata de Personas y Prostitución Infantil y la cerró el Juez Federal Carlos Rozanski, presidente del Tribunal Oral Federal 1 de La Plata.

La apertura fue para Marcelo Giacoia quien entre otras cosas, fue categórico a la hora de plantear las intenciones de la mayoría de los funcionarios judiciales ante estos casos; «En relación a los pibes no mienten, el problema no está en los pibes, el problema está en los operadores que escuchamos. Los operadores están atravesados por el paternalismo, por el machismo y por esta concepción de la sagrada familia y seguimos poniendo a la familia en el orden de lo privado. A partir de ese preconcepto se intenta reconstruir un vínculo paterno filial que ya no existe. Lamentablemente, arrancan con una posición ya tomada y donde van a direccionar la intervención hacia la revinculación. Esto de mantener el vínculo paterno filial a ultranza es el objetivo final más allá de todo lo que escuchen y lo que pase. Pareciera que van con anteojeras caminando hacia ese fin».

Le siguió en el uso de la palabra el fiscal Julio César Castro quien habló durante media hora con pasión, énfasis y a gran velocidad. El extenso monólogo mantuvo atento a un auditorio que a esa hora rondaba las doscientas personas. Destacamos el momento en el que abordó el trato particular que requieren los chicos y las chicas víctimas de abuso sexual. Puso especial énfasis en la cantidad y calidad de herramientas con las que cuentan los peritos para arribar a conclusiones sin tener que hacerles revivir la situación de abuso. «Lo primero que se dice es – arrancó Castro – si los chicos mienten o no mienten. Yo no quiero empezar por ahí. El tema es que si un pibe viene y dice – me robaron la bicicleta – ningún juez se va a poner a discutir si el chico está influenciado por la mamá. Si el chico dice – mi papá me tocó la cola – …a ver que pasa con la mamá. Es creíble cuando dice me robaron el celular pero no es creíble cuando dice me tocaron la cola. Pareciera que la palabra se devalúa en función del hecho ¿qué tiene que ver el operador con la palabra del menor? ¿cuánto hay de él en el discurso que está escuchando, cuánto de subjetividad? Entonces la pregunta que uno tendría que hacer es ¿qué tiene que ver Ud. señor juez, con lo que está resolviendo con lo que le están planteando?»

A continuación encaró de lleno la batería de herramientas con las que se cuenta para evitar el miente o no miente. «En primer lugar tenemos que tener una formación en varias áreas y no solamente en derecho. El problema es cuando la cuestión del abuso sexual se trabaja como si fuera cualquier delito. No es lo mismo y no puede ser tratado con las mismas reglas. Hablar de un robo o una estafa tiene una mecánica que está planteada en el código procesal penal. Pero esto no es igual porque la interpretación y el trabajo de investigación es completamente distinto. Acá hay otras áreas que colaboran porque no es plantear una reconstrucción histórica de un evento a partir solamente de los dichos de un menor, porque entonces empezamos a discutir esto, miente o no miente. No pasa por ahí la cosa. El discurso del menor tiene una valoración distinta a partir de otros elementos».

A continuación el fiscal Castro enumeró varias herramientas con las que cuentan los profesionales. Habló de indicadores específicos e inespecíficos y el ejemplo que dio sobre indicadores inespecíficos fue el test postraumático. Este puede devenir de diferentes situaciones potencialmente traumáticas y lo que debe hacer el operador, de acuerdo a lo explicado por Julio César Castro, es conversar y sobre todo tener una actitud de colaboración entre todos los profesionales que convergen en la prueba. Posteriormente describió indicadores específicos: «…conductas agresivas, un comportamiento sobreadaptado, indicios de actividad sexual inadecuada para su edad, juegos sexuales persistentes e inadecuados con chicos de su misma edad con juguetes o con su propio cuerpo. Es decir indicadores que no tienen que ver con el discurso. El pibe no dijo nada todavía (…) la comprensión detallada inapropiada para su edad de actividades sexuales. Un pibe de cinco años no puede saber lo que es una eyaculación ¿donde aprendió eso, de donde sacó esto? Tampoco pueden explicar un pibe o una nena, que se siente…disculpen la violencia del discurso pero tiene que ver con esto, ¿como un chico o una nena pueden explicar su sensación, su percepción sensorial de una penetración si nunca la tuvo? No hay discurso posible que le puedan explicar para que ella repita que la han penetrado contra su voluntad y fue su padre»

En este sentido el fiscal Castro fue categórico y remarcó posteriormente que «…digo esto por el discurso absurdo de – la madre se lo hace decir. Le podrá hacer decir eso, imaginémoslo en la pero de las pesadillas pero ¿puede el chico explicar de que manera se percibe sensorialmente esa conducta que ha padecido? Eso es imposible, no se puede transmitir, es individual, es subjetivo». Luego sumó otros indicadores a una larga lista como la permanencia en la escuela o mucho tiempo en la escuela, fuera del alcance del abusador. Malas relaciones con sus pares, dificultades para hacer amigos, desconfianza hacia figuras significativas del entorno familiar, escasa concentración, temores hacia los adultos y hacia alguno en específico, trastorno del sueño, pesadillas, conductas regresivas, pérdida de control esfinterial, decaimiento, ideas suicidas y autoagresiones. Cierra el fiscal Castro este momento de su intervención afirmando que estos elementos ya dan un cuadro de situación.

Para nosotros la noche se cerró con las palabras del Juez de La Plata, Carlos Rozanski. Abordó tres puntos comenzando por el hecho histórico del momento en el que, formando parte de un jurado, uno de los jueces interroga en forma perversa a una joven discapacitada que había sido violada. Este hecho ocurrió en El Bolsón y a partir de ahí Rozanski se puso a trabajar para condensar en una ley una forma diferente de interrogar a menores. Y lo logró, hoy en Argentina se les interroga en lo que se conoce como Cámara Gesell donde, entre otras cosas, los peritos y abogados hacen sus preguntas a través del profesional que está con la niña o el niño. Luego habló de como se llegó al Síndrome de Alienación Parental, esta invención académica para sostener, entre otras cosas, que el niño miente o la madre le llena la cabeza, como si la cabeza de un chico fuera un depósito vacío.

Por último hizo foco en lo que consideró privilegios de los judiciales en cuanto a como son elegidos y como son removidos los jueces. En relación a este último punto Rozanski trajo como ejemplo lo que le ocurrió a Feliciana Bilat, que en el fallo el juez actuante valoró negativamente el echo de que ella no lloró durante el proceso. Al respecto el juez de La Plata dijo lo siguiente: «…hay una cuestión que convendría que tomara el Senado y Diputados, que tiene que ver con la elección de jueces. Cuando escuchábamos a Feliciana contar lo que le pasó a ella, que es reiteración de lo que le pasa a miles de mujeres en la Argentina que han vivido lo mismo, calcado. Cambiamos el nombre del tribunal, cambiamos incluso el género, porque hay juezas, mujeres, que son muy malas personas y cuando uno escucha eso y lo analiza nos preguntamos donde está el problema. Veamos el caso que mencionaba, el de Feliciana: si un juez de la nación valora negativamente que una mujer no haya llorado, cosa que no le va a exigir al hombre porque ningún juez va a decir Fulanito, varón, no lloró porque se le reirían en la cara…ahora, la pregunta que yo dejo planteada y es la razón por la cual hay que hacer una ley específica es si ese señor, que desvaloriza el testimonio de una mujer por no llorar, puede ser juez».



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