La cultura sacrificada en nombre de las víctimas
Hace dos años, 194 personas morían víctimas de un combo que incluyó negligencia empresarial, corrupción estatal, precariedad institucionalizada y connivencias. A partir de ahí, el gobierno porteño inició una avanzada represiva, iniciada por Aníbal Ibarra y ahora encabezada por Jorge Telerman, hacia los centros y espacios culturales alternativos, músicos independientes, artesanos y artistas populares en general.
Cierre y vaciamiento de las ferias artesanales populares
En 1992, los artesanos de la Capital Federal lograron, mediante una movilización conjunta, que el poder legislativo porteño establezca la Ordenanza 46.075/92, que regulaba la actividad de las ferias artesanales y, según los Artesanos del Sistema de Ferias, «propiciaba un funcionamiento cultural participativo en el espacio público con verdadero intercambio y protagonismo popular en el quehacer cultural».
Sin embargo, a partir del año 2000, el gobierno de Ibarra primero y el de Telerman después, empezaron a vaciar de artesanos las ferias, impidiendo que haya ingresos, no otorgando ampliaciones del rubro, reduciendo las ferias en un 50 por ciento de su padrón original, y estableciendo ferias paralelas en los circuitos que corresponden a ferias artesanales (Parque Centenario, el Parque Lezama, la Plaza Intendente Alvear o la Plaza Francia). «El objetivo final es el control político -señalan los artesanos-, partiendo de la premisa de hacer de cada trabajador un dependiente de la administración de turno. Por la crisis económica y el proceso de exclusión social, miles de personas salieron a vender en los espacios públicos, generando ferias paralelas sin ningún marco legal, así se abre un manejo clientelar de los interesados, además de precarizar nuestra actividad».
Persecución y censura de la música popular y alternativa
Actualmente, los músicos alternativos, independientes o under sólo pueden tocar si se asocian cooperativamente o si logran «pegar» algún espacio cedido por el gobierno porteño para tocar en algunas plazas de la Ciudad. Esto se debe a que muchísimos espacios fueron cerrados porque no podían cumplir con las condiciones de seguridad exigidas por el gobierno de Telerman, y que son propias de clubes o lugares grandes de música, y no de pequeños centros culturales autogestionados y comunitarios. Entonces sólo quedaron habilitados aquellos lugares relacionados con grandes empresarios o los que pertenecen a funcionarios del Gobierno de la Ciudad, como el ND Ateneo o La Trastienda, cuyo dueño es Jorge Telerman.
Cierre y desalojo de los Centros Culturales populares
Luego de la Masacre de Cromagnon, el gobierno porteño inició el cierre masivo de unos 400 centros y espacios culturales populares de Capital Federal. Sólo algunos pocos sobreviven todavía. «Nosotros fuimos clausurados tres veces, -explica Wenceslao, del Centro Cultural Compadres del Horizonte-, y tenemos cinco actas de contravención por violar la clausura. Clausura que nos pide una habilitación como si fuera un club. No hay habilitación, porque no hay legislación. Entonces, el Estado en vez de hacerse cargo en serio corta el hilo por lo más fino, que es cerrar cualquier tipo de organización o centro cultural».
El gobierno de Telerman incluso censura la expresión cultural en aquellos espacios alternativos que se generan en el propio seno de los centros culturales oficiales. Este es el caso de la Sala Alberdi del Centro Cultural General San Martín, sobre la cual pesa una orden de desalojo para el 15 de febrero de 2007, obligando a sus integrantes a trasladar a otro lugar las actividades a la gorra que allí desarrollan.
Por su parte, el actor y docente Julio Cortés, integrante de la organización cultural «Lucharte», interpreta toda esta serie de persecuciones y cierres de centros culturales como la intención gubernamental de unir política y negocios: «Los gobiernos nacional y porteño van en favor de propiciar un concepto que está muy en boga, a través del cual el turismo, los sectores culturales vip y el negocio inmobiliario van de la mano en un continuo que crece en virtud de fabulosos negociados». La sonrisa de Alan Faena en Papparazzi parece tener asidero, Puerto Madero es el modelo cultural y de negocios que se empieza a exportar a toda la ciudad de Buenos Aires.
Fernando Ruffa
Fotos:
Portada: Luciano para ANRed
Interior: SUB Cooperativa de Fotógrafos