02/08/2016

Ante la muerte de Raymundo Ongaro

57a0a29fa7f84_750x562.jpgPalabras de Eduardo Lucita ante el fallecimiento de Raymundo Ongaro, referente sindical de las décadas del 60 y 70.


Hoy he vuelto a «la gráfica”

Ya no recuerdo cuantos años hace, tal vez desde 1985, que no pisaba el viejo edificio, hoy totalmente renovado, de Paseo Colón 731. Allí donde desde que me acuerdo funciona la Federación Gráfica Bonaerense, para nosotros «la gráfica”.

En ese edificio se forjó y cobró fuerza a mediados de los años «™60 del siglo pasado, la mítica CGT de los Argentinos, nacida en plena dictadura de Onganía como oposición a las corrientes participacionistas y colaboracionistas que, desoyendo las resoluciones del Congreso Normalizador de 1968, se apropiaran con el apoyo de los militares de la dirección de la CGT.

En ese edificio se pulieron los párrafos más notables del Programa del 1° de Mayo, escritos por la pluma inigualable de Rodolfo Walsh, en ese edificio se discutían semanalmente los contenidos del Semanario de la CGT, a mi juicio el mejor periódico obrero desde aquellos tiempos hasta nuestros días. En ese edificio y en ese ámbito confluíamos compañeros y compañeras del peronismo revolucionario, del radicalismo consecuente, del socialcristianismo, de la izquierda clasista. Y allí mismo nos juntábamos semanalmente delegados y activistas antiburocráticos que conformábamos agrupaciones que no tenían cabida en nuestros sindicatos.

En ese edificio fueron velados hoy los restos de Raymundo Ongaro, fallecido ayer en su modesta casa de Los Polvorines, donde vivía al menos desde que lo conocí. Muy a mi pesar y por error de información, llegué cuando el cortejo ya había partido hacia San Miguel, solo pude conversar con algunos compañeros que ya estaban regresando. Dejé mi testimonio y salí, estuve deambulando sin rumbo por San Telmo durante una hora hasta que sentí la necesidad de regresar a casa y escribir algo rápido.

Raymundo fue el principal dirigente nacional de la CGT de los Argentinos y su máxima figura pública (aunque yo siempre me sentí más identificado con Jorge di Pasquale). Dueño de una oratoria excepcional que vulneraba las corazas de milicos, políticos tradicionales y burócratas de toda laya, mientras que galvanizaba a quienes lo escuchábamos. Como todo peronista de origen popular que se preciara de tal, tenía un discurso orientado a la izquierda que podía virar al centro según sus interlocutores de ocasión, estas ambigüedades se manifestarían muchas veces en la orientación de la CGTA.

Desde aquel edificio salimos muchas veces cuando lo detenían (los diarios de hoy dicen que estuvo preso 14 veces) al grito de «Ongaro preso y Rucci con el queso”. Su figura junto con la de Agustín Tosco, Jorge Di Pasquale, René Salamanca, el Goyo Flores, el Gringo Massera y el Cabezón Suffi, entre otros, expresan lo mejor de la clase obrera de aquella época de luchas y esperanzas compartidas.

Con el paso de los años la vida le asestó duros golpes, mientras estaba preso la Triple A asesinó a uno de sus hijos, luego el exilio lo alejó de su sindicato y de su gente. A su regreso ya no era el mismo, un primer indicio lo tuvimos cuando lo fuimos a recibir a su arribo en Ezeiza, el breve discurso del reencuentro tan intenso como siempre incluyó una reivindicación a Augusto Vandor que nos desorientó, justo el que había sido la principal oposición nacional al vandorismo. El paso de los años confirmo este viraje hasta que en tiempos del menemismo apoyó los indultos. Este fue un punto de quiebre sin retroceso para muchos de nosotros. La última vez que lo vi fue en el entierro de un viejo trosko de la izquierda nacional que lo acompañó durante toda su trayectoria en la FGB y la CGTA y que lo seguía frecuentando. A su alrededor se hizo un vacío y cuando llegó el momento de levantar el féretro él tomó un costado de la cabecera y el otro quedó vacante, me miró como diciendo levante a Ud. le corresponde, así lo hice. No cruzamos palabras, nos despedimos con gestos y no volví a verlo. Hoy me enteré que él que siempre fue un católico muy practicante, en los últimos tiempos cayó preso del misticismo que lo aisló aún más. Falleció ayer por la tarde en su casa, aparentemente en soledad.

Pero nada de esto puede mellar aquella historia, el papel que jugó con valentía y audacia en aquellos tiempos de lucha y esperanza siendo el principal forjador de una extraordinaria experiencia que está grabada a fuego en la historia de la clase obrera de nuestro país y en las historias personales de los que tuvimos el honor de participar en ella.

Hoy, he vuelto a la gráfica.

Eduardo Lucita

2 de agosto de 2016.



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