16/11/2006

Los intelectuales, la «convivencia democrática» y los movimientos sociales

Editorial del número 6 de la revista Extramuros, hecha por un grupo de docentes graduados y estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes. (Por Consejo de Redacción de revista Extramuros). «El mundo intelectual no está exento a estos mecanismos de construcción de hegemonía. Es ya una tradición para las empresas editoriales establecer periódicamente concursos literarios para favorecer sus ventas y establecer en el mercado a los que ellos consideran autores que puedan otorgar jugosos dividendos», afirma el artículo.


Por Consejo de Redacción de revista Extramuros

Toda sociedad que se asienta en la injusticia social, la desigualdad y la falta de libertad íntegra y completa (es decir, libertad no solo en el plano jurídico sino en todos los demás) debe mantener los privilegios de los sectores hegemónicos, no solo a través de mecanismos objetivos y materiales de construcción de relaciones sociales de dominación, sino a través de mecanismos simbólicos, ideológicos y culturales de naturalización de estas relaciones de dominación. La sociedad unidimensional de las etapas actuales del capitalismo, tan magistralmente denunciada por Marcuse ya en los años ’60, perfecciona estos mecanismos de dominación a través incluso de la integración de la oposición, transformándola en una oposición digerible al sistema.

La sociedad desigual e injusta debe incluso establecer y mostrar los «ejemplos» que sirvan de punto de comparación para el resto de la población en relación a cuales son las acciones y los pensamientos correctos, a fin de no desestabilizar el sistema. El sistema de premios y castigos de una sociedad apunta a este fin. Esto se hace mucho más evidente en la sociedad del espectáculo de la hiper-globalización mediática que construye ídolos (música, deportes, TV, etc.) y que a su vez funcionan como poderosos mecanismos de distracción y desviación, mientras lo importante pasa en otro lado. Pero además, el sistema de premios siempre indica que uno sólo es el que llega mientras los de más hacen de espectadores, anulando todas sus potencialidades como seres humanos creadores y hacedores de su vida y su destino.

El mundo intelectual no está exento a estos mecanismos de construcción de hegemonía. Es ya una tradición para las empresas editoriales establecer periódicamente concursos literarios para favorecer sus ventas y establecer en el mercado a los que ellos consideran autores que puedan otorgar jugosos dividendos. También en el ámbito menos comercial de las ciencias sociales y las humanidades se están empezando a construir estos mecanismos de premiación y de establecimiento, en consecuencia, de los caminos del pensamiento posibles de ser digeridos por el establishment. Es decir, otra forma más de disciplinamiento, de integración de los opuestos: la sociedad unidimensional del mundo intelectual.

Por otro lado, pero en amplia conjunción con lo anterior, desde los años ochenta, se viene construyendo en la Argentina (en consonancia con la ideología neoliberal y posmoderna vigente en occidente) un discurso que pretende resaltar lo democrático por encima de cualquier otra determinación de la realidad. La salud de una sociedad se definiría por su cuota de «convivencia democrática». La desigualdad, la explotación y la injusticia social pasan a un segundo plano siempre que un contexto democrático pueda dar cuenta de ellas, contenerlas y hasta explicarlas. Así podemos tener la convivencia democrática entre ricos y pobres, entre trabajadores y propietarios, entre alienados y privilegiados, entre incluidos y excluidos y así sucesivamente hasta llegar a la justificación de la posible convivencia democrática entre golpistas y democráticos, entre violadores de los derechos humanos y víctimas, entre genocidas y el pueblo, entre torturadores y destinatarios de las torturas tal como fue argumentado por las leyes de punto final y obediencia de vida y los indultos posteriores. O como se argumenta cada vez que el aparato represivo de la dictadura, que se mantiene casi intacto en su esencia, es usado para reprimir la protesta social, táctica justificada o utilizada incluso por intelectuales-funcionarios de los regímenes democráticos recientes. Este aparato represivo, apañado por la «democracia», ha revitalizado viejas prácticas y pareciera estar reaccionando actualmente frente a los juicios contra militares y civiles genocidas (tal la calificación de un último fallo judicial) con sus aceitadas tácticas de disciplinamiento (desapariciones, amenazas a la vida, amenazas de bombas, etc.), quedando en evidencia que la tan mentada «convivencia democrática» solo resulta si los culpables de los crímenes de lesa humanidad gozan de «total impunidad». De esta manera queda al desnudo que la convivencia democrática es solo una treta para mantener vigentes leyes sustanciales de las sociedades explotadoras, mientras se retoca el «maquillaje» de acuerdo a los contextos singulares del devenir histórico.

La reciente edición de los premios Konex a intelectuales muestra la perfecta armonía y contrapunto que puede existir entre lo primero y lo segundo, es decir entre la premiación en la sociedad del espectáculo y la convivencia democrática.

La misma Fundación Konex es claramente explícita respecto al propósito de sus premios. «No se trata de un concurso sino de un reconocimiento a la trayectoria. Las candidaturas propuestas han de acreditar entre sus méritos el de poseer máxima ejemplaridad. El propósito de la creación de los Premios Konex es «sembrar el porvenir», premiando el presente en cuanto es permanente y digno, para que el ejemplo de los mejores sirva de factor de emulación a nuestra juventud.»

Varios académicos de reconocida trayectoria y experiencia en los medios científicos y universitarios argentinos han recibido el premio Konex 2006. Son conspicuos sociólogos, politólogos, filósofos y economistas que en las últimas dos décadas han venido aportando argumentos a la teoría de la convivencia democrática, preocupándose por la gobernabilidad y las formas y variantes que la democracia representativa pueda asumir intentando incluso perfeccionar sus mecanismos, pero sin caer en ningún caso en la justificación o legitimación de las dictaduras y sus crímenes. La preocupación por los movimientos sociales también estuvo presente en esta edición del Konex, por cuanto lo recibió M. Svampa, quien es considerada por las principales corporaciones mediáticas y por buena parte de la academia dominante como la voz autorizada a la hora de opinar sobre los movimientos sociales. Su ligazón con la teoría de la convivencia democrática es más que evidente. Para que una sociedad sea verdaderamente democrática tiene que prestar atención a las demandas y protestas de los sectores movilizados (sectores con derecho al habla), para así poder incorporarlos y compatibilizar las diversas expresiones e intereses de los sectores sociales. En este caso, como en los anteriores, la teoría de la convivencia democrática no traspasa los límites de su definición literal y nunca legitima las dictaduras ni sus entornos.

Pero los premios Konex van más allá de cualquier diferenciación de maquillaje y no tienen ningún empacho en extender la convivencia democrática hasta los mismos espacios definidos por el poder político y económico que se negó a condenar el genocidio, por la sencilla razón de que fue el artífice del mismo.

Federico Sturzenegger y Roberto Lavagna, conspicuos y declarados portavoces y ejecutores de las políticas neoliberales del FMI y el Banco Mundial (comenzadas durante la gestión de Martinez de Hoz) son dos agraciados con los premios para «sembrar el porvenir». Pero se destacan sobre todo los dos siguientes casos. Rodolfo Magín Casamiquela premiado por el área Antropología y Arqueología Cultural es un reconocido especialista que sostiene la clásica tesis de los colonizadores europeos referida a la inferioridad de las culturas indígenas y que actualmente colabora, como antropólogo, a través de la campaña publicitaria en apoyo del proyecto de apropiación latifundista y expulsión de mapuches-tehuelches en la Patagonia que lleva adelante la multinacional Benetton. Atilio Aníbal Alterini, mucho más conocido, debido a su reiterado intento por convertirse en rector de la UBA en este año 2006 es otro premio Konex. Apoyado en su proyecto de ser rector por el gobierno nacional y por la corporación radical universitaria, Alterini había sido previamente funcionario judicial en la última dictadura militar y es conocida su prédica en pos de la profesionalización y elitización de la universidad pública.

Es decir que los premios Konex representan la esencia más profunda de la «convivencia democrática» amalgamando la sociedad del espectáculo, la premiación de los casos ejemplares y la continuidad de las relaciones estructurales de dominación.

Pero fueron precisamente los procesos de movilización social quienes se encargaron de dar a conocer el fuste «democrático» de semejantes «intelectuales». Por un lado la movilización estudiantil que logró finalmente impedir la asunción del ex funcionario de la última dictadura al cargo de rector de la más grande universidad de la Argentina, y por otro la movilización de los pueblos indígenas, mucho menos promocionada por las corporaciones mediáticas, quien dio a conocer los antecedentes del antropólogo benettoniano. Es decir, fueron y son los movimiento sociales quienes lograron interrumpir el proceso de integración de los opuestos en la sociedad unidimensional, a pesar que los conspicuos académicos sigan viendo a los primeros como solo actores con derecho a la palabra dentro del sistema.

La trama de la dominación es compleja, profunda, intrincada y presenta inteligentemente muchas caras. La estrategia para enfrentarla debe ser igual de compleja e inteligente y al espacio intelectual le corresponde una tarea fundamental a este respecto, que es la de comenzar a desvelar las tácticas de maquillaje y travestismo. Los intelectuales Konex es seguro que están lejos de este propósito.

http://extramuros.unq.edu.ar



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