17/06/2016

Morir de frío

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La madrugada del viernes 10 de junio murió de hipotermia Juan Pablo Ramos, un muchacho de 25 años, acostado sobre la gomaespuma que había podido conseguir vaya a saber cuándo y dónde. Tapado con una frazada que luego fue su bolsa mortuoria, porque ni eso mereció y despojado de las pocas propiedades que este sistema le permitía: dos estampitas, unas medias secas y una bolsita con poxi. Por Facundo Barrionuevo, desde Mar del Plata para Agencia Pelota de Trapo


Un pibe de 25 años, un joven, que probablemente desde hace años ha venido transitado por los laberínticos tratos institucionales que este Estado abandónico suele ofrecer y también del «onegeísmo» que calma conciencias pero no protagoniza transformaciones reales. «Mar del Plata es grande», pero a estas situaciones en el mundillo de las oficinas municipales se las conoce con nombre y apellido.

Algunos medios escondieron tras el sustantivo»un hombre», y el hipócrita «un vecino» que soltó una funcionaria al referirse a Juan Pablo, dejando oculta la etapa vital que muchos tienen sepultada tras el rostro de muchos inviernos en calle.

Pero Juan Pablo no se fue sólo en estos treinta y pico de días de frío y lluvia, lo siguió con unos quince días de diferencia a Miguel Ángel Mansilla (de 60 años) que también murió por hipotermia en «La Feliz», y cuyo cuerpo, todavía espera sepultura. A ese mismo Miguel, también había muchos que lo conocían. Y no alcanzaron las lamentaciones y los pedidos de informes de varios concejales para evitar que Miguel fuera el primero de otros más este invierno.

Mar del Plata, con probablemente bastante más que el número de habitantes que arrojó el último Censo Nacional del 2010 (600.000 hab.) se calculó a fines del 2015, por iniciativa de la Defensoría del Pueblo de la Provincia, la ONG «Nada es imposible» y varias organizaciones eclesiales, que hay alrededor de 200 personas en situación de calle.

Hay historias de todo tipo, muchas con elementos de fuertes conflictos familiares, consumo de sustancias, violencia y padecimientos mentales. Pero ninguna de estas características describe a nadie, en todo caso son elementos para servir de trampolín a las respuestas que los funcionarios debieran tener a la mano. Pero no, parece que ninguno de los que salieron a dar explicaciones esa misma mañana encontró mejor respuesta que devolver a Juan Pablo a la calle, después que según los dichos de Vilma Baragiola y Nadia Contreras, agrediera a un operador municipal de la Casa «El Campito».

El Congreso de la Nación sancionó en 2010 la Ley 26.657 «de Salud Mental», en cuyo artículo 4 reconoce que, por ejemplo «las adicciones deben ser abordadas, como parte integrante de las políticas de salud mental» y que todas las personas con este padecimiento «tienen todos los derechos y garantías que se establecen en la presente ley». Y en el art. 20, prevé la internación involuntaria, de toda aquella persona que se encuentre en una «situación de riesgo cierto e inminente para sí o para terceros». Y por si esto fuera poco, la Ley Provincial 13956 (de 2010) crea el «Programa de Asistencia Integral para personas en situación de calle» y un Convenio de cooperación con las municipalidades .

Y como dato de color, vale recordar el veto parcial (n° 42 del 2013) del Jefe de Gobierno Mauricio Macri, a una Ley similar en Ciudad de Buenos Aires, como para cerrar el circulo de coincidencias.

Todo esto no deja posibilidad a considerarse de otra manera que no sea como un «abandono de persona», negligencia, «incumplimiento de funcionario público», etc., etc. Pongamos el nombre que queramos, pero acá hay una serie de hechos y omisiones desafortunadas de parte de muchísimos actores, que si no se opera con celeridad va a seguir cobrándose vidas. Y todavía esperan en condiciones sumamente críticas, varias familias con niños, mujeres solas algunas, víctimas de las lluvias y el temporal pasado en Barrios como Las Heras, La Herradura, Parque Palermo y tantos otros.

Los Juan Pablo y los Miguel son los «sobrantes del sistema», los «ninguneados», los «nadies», que se hacen alguien, alguna vez, de vez en cuando «en la crónica roja de la prensa local», como decía Galeano.



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