25/05/2004

ANRed en Bolivia: Crónica de mineros en Potosí

mina.jpg Mina del Cerro Rico en Potosí-Bolivia, el lado siniestro de la epopeya. «Hemos retrocedido a la colonia. Ya no hay españoles que nos esclavicen, pero nos esclavizamos a nosotros mismos».


Históricamente Potosí, fue una de las ciudades más ricas de la colonia del Imperio Español. Hoy quedan vestigios de ese poderío. Marcada por la pobreza y el subdesarrollo, en el pasado, Potosí, vivió una época de gloria económica. Crónica de una historia aún latente. Cinco siglos después, los mineros siguen trabajando en condiciones infrahumanas.

La mina del Cerro Rico de Potosí, Sumaj Orcko (Montaña Majestuosa) fue en su momento la mayor fuente de riqueza mineral, cuando los españoles llegaron, en 1544, a las tierras del Alto Perú. A partir del primero de abril de 1545 los españoles tomaron posesión del Cerro Rico en nombre del rey Carlos I de España y V de Alemania y fundan la ciudad de Potosí. De allí España extrajo plata y estaño con la que confeccionaron las monedas que abastecieron al viejo mundo durante tres siglos. A más de 450 años de explotación del cerro aún tiene mucho mineral que ofrecer, los españoles decían que con toda la plata extraída del cerro Rico se podría construir un puente desde Potosí hasta España. Sin embargo se podría fabricar un puente de la misma extensión colocando los huesos de los campesinos y esclavos que murieron trabajando en las minas durante la explotación del cerro bajo dominio español. En «La maldición del cerro», como lo llaman los mineros, 8 millones de personas murieron hasta la actualidad. Hoy trabajan alrededor de 4.500. Las causas y el promedio de muertes de los mineros hoy se desconocen, porque las cooperativas de trabajo no dan a conocer las cifras. Pero se presume que éstas son por enfermedad y accidentes dadas las condiciones de trabajo.

Eso que dice ser cooperativa

A partir de 1985, los precios internacionales de los minerales, principalmente de estaño, descendieron brutalmente, lo que produjo una oleada de despidos masivos. Cerca de 10.000 mineros perdieron su trabajo. Con el dinero de la relocalización (indemnización), muchos mineros armaron un fondo de inversión y crearon cooperativas de trabajo. Comenzaron a formarlas entre 10, y 20 personas. En realidad no presagian el cooperativismo, sino que es una figura legal que encubre su propio sistema de explotación. La mayoría de las personas que trabajan son contratadas. Por lo que desestima la posibilidad de lograr beneficios, menos aún si los contratos son de manera verbal. Los mineros no firman contrato de trabajo, y en caso de hacerlo, es por períodos de seis meses. Al no constituirse como una empresa capitalista, no responden a la legislación laboral boliviana, que entre sus puntos, dictamina el pago de beneficios, seguro en caso de riesgo de vida y el cumplimiento de ocho horas laborales, entre otras cosas. Nada de eso cubre a los mineros. Las cooperativas organizan su propia forma de trabajo. Paradójicamente, ocultan el mismo sistema de explotación que los mismos mineros sufrieron cuando trabajaban en condiciones de sumisión. Hoy son los que garantizan esas condiciones de trabajo. «Es la explotación del hombre por el hombre», protestó Willy un ex minero.

Entre las 33 cooperativas que explotan el cerro, las más importantes son: Villa Imperial, Compotosí, 10 de Noviembre, Reserva Fiscal, 1º de Abril y Rosario, entre otras. Algunas, aglutinan hasta 800 trabajadores.

El promedio de vida de los mineros es de 35 años

En las cercanías de la mina, se ven niños pequeños ayudando a sus padres a juntar las extracciones de mineral. El salario de los mineros es más pobre que ellos, frente a la numerosa familia que deben mantener, por eso se ven obligados a llevar a sus hijos a trabajar con ellos. Sus niños empiezan a explorar el mundo minero a partir de los ocho años.
Los rostros duros, curtidos y polvorientos, parecen de personas de más de 50 años, pero no sobrepasan los 30. La realidad es que el promedio de vida de un minero es de 35 años. El trabajo en mina, produce la enfermedad llamada silicosis, conocida como Mal de Mina, que una vez concebida, el tiempo de vida es muy poco. Los enfermos comienzan a entrar en estado vegetativo. El cuerpo humano queda inhabilitado para trabajar, ya no puede levantar cosas pesadas, casi no puede caminar. Ella es causada por la inhalación del polvo que emana de las detonaciones de las rocas. Esa polvareda que se respira del ambiente, contiene ácidos y gases tóxicos letales al organismo humano. Prontamente mueren por insuficiencia cardio-respiratoria. La única forma de combatirlo es mediante la prevención, utilizando máscaras antigás. Pero ese lujo no está al alcance de los bolsillos de la gente del Cerro Rico. Además, no existe un sistema de ventilación. Solamente se asoman tubos precarios que suministran oxigeno a los subsuelos. José Carlos, de 30 años en su lugar de trabajo expresó: «yo se que voy a morir cualquier rato. Ya el mal de mina me tomó», trabaja desde hace 19 años en la minería. Históricamente la vida del minero estuvo acompañada de sangre y luto. El hospital Daniel Bracamonte no es otra cosa que la penúltima estación del calvario de estos mineros.

Cuando no encuentran minerales se quedan a «doblar», que significa trabajar 24 horas seguidas

Los mineros ya no se fijan en la hora para trabajar, solo esta en sus cabezas, extraer las ocho toneladas semanales de minerales. El sistema de pago depende de la cantidad de mineral que el minero logró extraer, sin importar las horas trabajadas. Su plazo máximo de entrega es una semana. José Carlos, minero de 30 años, recibe por cada 8 toneladas, 300 pesos bolivianos, equivalente a 100 pesos argentinos, mientras que su jefe, «socio» vende las 8 tonelada de mineral en 1500 pesos bolivianos. El costo de vida en Bolivia sobrepasa los 2000 pesos bolivianos mensuales para una familia tipo de cuatro personas. En los mineros es característico que tengan entre cinco y ocho hijos. Cuando no encuentran minerales se quedan a «doblar», una expresión que significa trabajar 24 horas seguidas. Andrés, un minero de 40 años, que trabaja hace 19 años, desde que falleció su papa por silicosis, contó que hay oportunidades en que se queda en la mina 24 horas corridas, para lograr extraer esa cantidad. Hirientemente, sintetizó:»Total en la mina, siempre es de noche». Trabaja desde los 13 años.

Los cobros se pactan individualmente con la cooperativa. Hay mineros que pudieron lograr como en el mejor de los casos, el 50 por ciento de la ganancia, y otros el 20 por ciento como, José Carlos.

Donde no existe luz de día

Las zonas de trabajo, carecen de instalaciones internas. La mina deja entrever su fisonomía natural, como si nadie hubiera estado allí nunca, pero sin embargo una frase pesa en la mente de los mineros. «el cerro se está tragando a toda la familia». Generaciones enteras murieron dentro de esa oscuridad.

En la cooperativa Grito de Piedra, a la que Anred tuvo acceso, no hay suministro de luz eléctrica. Solamente se ve, lo que la luz de los cascos quiere mostrar. Algunos, tienen el lujo de trabajar con lámparas antiguas de carburo que emiten una luz anaranjada. Cuando ésta se torna roja, es un aviso de que allí hay gases tóxicos letales que pueden matar al minero en cuestión de 10 segundos. Pero solo algunos cuentan con ella.

En caso de quedar sin luz, los mineros deben salir a oscuras de la mina. Muchos de ellos, manifestaron conocer la mina de memoria. El problema es para los nuevos, que aún no están familiriarizados con la oscuridad absoluta, si quiera saben, cuando una roca está por desmoronarse, ni cuando hay en el ambiente gases tóxicos.

Las galerías internas llegan a ser tan bajas, que los mineros deben gatear, incluso andar a la rastra, para llegar a los lugares de extracción de minerales. Otras, mejoran un poco y se puede pasar simplemente agachados, pero esos corredores, parecen de nunca acabar, aunque la distancia sea de 100 metros. De la misma forma se hace necesario atravesar pozos, llamados buzones, pero en realidad, deberían llamarse pozos negros, porque de ningún modo se ve su fin, aunque quizás no tenga más de un metro, quien sabe, u ochenta de profundidad. La única manera de cruzarlo es con una madera de 20 cm de ancho, que intenta hacer de puente, y eso cuando las hay.

Para subir a otros niveles, se hace más complicado. Hay que trepar por muros muy estrechos, algunas no son mas que agujeros, por lo que hay que aferrarse a las paredes para no caerse. En los días de lluvia, el agua se filtra por los tabiques y es peligroso, aunque ello facilite el taladrar la roca.

A medida que se sube, se ve colocado de forma precaria palos de madera, que pretenden parecerse a escaleras, con distancia entre escalones de un metro. Es más que necesario hacer un esfuerzo físico, para moverse por los pasadizos que la misma mina revela. Nadie sale de allí si no se la conoce.

La cooperativa no les da nada

Los mismos mineros deben proporcionarse los equipos de trabajo: botas, cascos, luces, trajes, mascaras anti-gas, pero la mayoría trabaja con el equipamiento indispensable, para ahorrarse ese gasto. Todos, en la cooperativa Grito de Piedra, vestían no solo ropajes viejos, sino rotos. Algunos incluso tenían calzados deshechos.

De igual manera deben comprar de su sueldo los explosivos: dinamitas, detonadores y guías. En las cercanías del cerro, pero aún dentro de la ciudad de Potosí, más precisamente dentro del barrio obrero, se encuentra el Mercado Minero. Allí se venden los explosivos que los mineros deben comprarse para poder trabajar. De la misma manera, Anred, compró un pack. No se requiere ningún tipo de autorización para adquirir dinamitas. Seguramente como Eustaquio Picachuri, aquel minero desesperado, que hace más de un mes, se detonó el cuerpo con dinamita, dentro del Palacio Presidencial en la Ciudad de La Paz, por no obtener respuesta del Gobierno Nacional, frente al reclamo de mejores condiciones de trabajo.

Además allí, los mineros compran coca, que pichan, (mascan), durante lo que les lleve la jornada, para así soportar las condiciones de trabajo. Solamente hacen un recambio de la hoja, cada cuatro horas. Desde que ingresan a trabajar, hasta que se vuelven a sus hogares, los mineros no se alimentan.

Las cooperativas, salvo raras excepciones, no se ocupan de proveerles las herramientas de trabajo.

La técnica de trabajo no varió en tres siglos

La metodología de trabajo se realiza mayoritariamente en forma manual, de la misma manera que se hacia bajo dominación española.

Los mineros con un barreno a golpe de martillo perforan la roca hasta 5 cm. De esa manera cavan cinco huecos paralelos y le colocan una dinamita a cada uno, las que deben explotar conjuntamente. Desde el tiempo del encendido, los mineros, tienen cinco minutos para alejarse 25 metros antes de la explosión, pero los lugares de trabajo, en muchas ocasiones son huecos, por lo que para acceder o salir tienen que caminar a la rastra o en cuchillas, evadiendo pozos laterales de hasta 80 metros de profundidad.
Luego el minero vuelve para verificar que todos los detonadores hayan explotado, con el riesgo de que una dinamita no lo haya hecho y explote en el momento del chequeo.

El efecto que causa la explosión de una dinamita, es mayor que la de cinco juntas. Ésta contiene nitrato de amonio y nitroglicerina.

Son pocos los mineros que trabajan con perforadora eléctrica. A veces ésta es facilitada por las cooperativas. Pero no es lo usual. El trabajo con ella es más rápido, pero más peligroso también. Con la perforadora eléctrica, se detona 15 dinamitas juntas, en vez de cinco. A la hora de la verificación de la explosión, el recuento lleva más tiempo por la cantidad detonada y ese lapsus no da la posibilidad de salir rápidamente de esa área. Los accidentes de trabajo suceden más con estas máquinas. Es la segunda causa de muerte en la mina, después de la silicosis. Esta categoría de trabajo, responde a los segundas manos, mineros con experiencia que se dedican a la extracción de mineral. La otra categoría es de asistente, novatos cuya labor es transportar el mineral extraído por los segundas manos. Éstos últimos reciben como sueldo, entre 25 y 50 pesos bolivianos semanales. En promedio deben sacar 80 carretas.

Al ser cooperativas, los mineros no tienen un sistema de representación

Las cooperativas se conforman con no más de 20 personas, por lo que el resto son personas contratadas. Existe la Federación de Cooperativas Mineras (FEDECOMIN), por lo que cualquier beneficio al sector, los reciben los socios. Los segundas manos y los asistentes son contratos temporalmente, por lo que ello, resta cualquier posibilidad de reclamo. La mayoría proviene del campo, trabaja un mes y se vuelve. Si tienen la oportunidad de trabajar varios años, están condicionados a que si reclaman o tratar de organizarse, son despedidos. Además al ser cooperativas, los mineros no tienen un sistema de representación. Sumado a que los contratos son verbales, no pueden acceder a un reclamo judicial. Otras posibilidades para ganarse la vida son casi inexistentes, en esa región con infraestructura poco desarrollada. Además en Potosí, hay un 40% de desocupación, por lo que flexibiliza, aún más las condiciones de trabajo de los mineros.

Cabe una remota posibilidad de que un contratado se asocie. Solo si disponen con dinero para invertir dada la paga que reciben, pero ni siquiera logran abastecer la canasta alimenticia de la familia.

Palliris, mujeres mineras

Sentadas al sol, en medio de escombros, tres mujeres pelean por su subsistencia. Tres generaciones, con las mismas manos que se miman, martillan horas, separando minerales de las piedras. Abuela, madre e hija, sonríen al vernos llegar. La sonrisa no se apaga frente a ese trabajo extenuante. La niña de ocho años, ayuda a su familia. Cercano al cerro, se encuentran montanas de residuos que se fueron acumulando, a lo largo de siglos, a medida que los mineros tiraban los restos de rocas ya separadas de los minerales valiosos en ese momento. Sucede que allí, aún se encuentran minerales, antes no considerados apreciables. De esos pequeños cerros, las mujeres golpe a golpe trabajan horas y horas haciendo la misma labor que los mineros dentro del cerro. Ellas también tienen que conseguir ocho toneladas de minerales semanales. Ellas no entran al cerro. Existe la creencia que es mala suerte su ingreso, por eso su tarea es el trabajo al aire libre. Una cuota de suerte, quizás. El trabajo de las palliris, puede parecer inocuo, pero al cabo de tantos años de percutir la roca con sus martillos, la artritis transforma las manos en garfios.

Afuera de la mina, Dios y la Pachamama, adentro el diablo

La creencia que envuelve a los mineros es que dentro de la mina, habita el diablo, llamado por ellos, Tío, (amigo, en quechua). La sensación de soledad y oscuridad es mimetizada con la presencia del dios del mal dentro de la mina. Todos los días, en algún momento del día, cada minero se acerca al Tío, una figura de barro, ubicada en la profundidad en la mina. Colocada en un recoveco, a su alrededor, se ven hojas de coca esparcidas, colillas de cigarrillos y alcohol etílico, (única bebida alcohólica que los mineros pueden beber. A causa de la inhalación de los gases, no pueden ingerir alcohol fermentado. Eso los mataría). Todo lo que consume un trabajador allí, es ofrecido al Tío, como señal de respeto. No es una adoración, simplemente una especie de temor por la absolutidad del lugar y la necesidad de creer que allí existe algo que les dará prosperidad, como protección, y también los auxiliará a cada uno, a encontrar mineral dentro del yacimiento. La fe cautelosa a este dios de la oscuridad, se asienta en que él, es quien confiere a los mineros, la dicha o el infortunio. Es imposible creer que dentro de la mina se encuentra la presencia de dios. Allí no hay dios católico que valga, allí no hay pachamama que venerar.

Un poco de Historia

Luego de la Independencia Boliviana, en 1825, Simón Bolivar impulsó una política de fomento minero que duró hasta 1854. En ese año, José Aramayo instauró la empresa del Real Socavón. En 1886 nació en The Royal Silver Mines of Potosí Bolivia Limited, contratando entre 200 y 300 obreros. Ya para 1914 se instaló en el cerro The Anglo Bolivian Mining Syndicate, simultáneamente con la instalación del Ingenio Velarde, promovido por el ingeniero francés Luis Soux, junto a la empresa Soux &hijos. Junto a su socio Mauricio Hochschild, organizaron la empresa minera unificada del Cerro Potosí (EMUCP), que desplazo a Soux &Hijos y contrato cerca de mil trabajadores, ampliando sus instalaciones con la planta Taiton.
Hochschild, junto a Patiño y Aramayo es considerado como uno de los «barones del Estaño», que explotó minerales hasta 1952, año de la nacionalización de las minas y la creación de la Compañía Minera Bolivia (COMIBOL), bajo el gobierno de Víctor Paz Estenssoro. Durante el manejo estatal sobre la mina, las condiciones de los trabajadores mejoraron notablemente. Recibían beneficios sociales, subvención en la construcción de viviendas. Accedían a hospitales de manera gratuita, contaban con vales de descuento en compras, etc. La minería sostenía la economía del país. La central obrera boliviana (COB), tuvo su auge en ese período, cuyo líder sindical era minero, Juan Lechin Oquendo. (ver aparte)

Actualmente existe un notorio regionalismo. En su época de esplendor, Potosí sostuvo económicamente a toda Bolivia. Con la riqueza de la mina, se desarrollaron las otras regiones del país: el oriente, la zona sur-oriental, incluso el norte del altiplano, llamada actualmente la media luna. Pese a ello para Potosí, no existe una política de fomento económico. Hoy está destinada a ser una ciudad antigua, con una belleza abismal en sus construcciones pero que encierran soledades y el dolor de un pueblo que está inmerso en la pobreza.
La atención está puesta en la media luna, región generadora de riqueza del país, donde se hallan las bocas de pozo de petróleo y gas. El 90% de las reservas de petróleo, se encuentran en los departamentos de Santa Cruz, y Tarija. En el oriente, están los centros de producción ganadera y sojera. Además es una zona estratégica en cuanto limite con Brasil y Argentina.

Adónde va la riqueza

Las cooperativas son las que, actualmente, tienen las concesiones para la explotación del cerro. Cada socio paga por su territorio dentro de la mina. Las asociaciones deben pagar por la concesión, al Gobierno Nacional y regalías, al departamento de Potosí. Pero las cifras de extracción de minerales son dibujadas, al no existir un control sobre la cantidad de minerales que se recoge de ella. No existe una entidad que supervise la actividad. «Según las cifras económicas de las regalías que tiene por concepto de minería el departamento, parecería que ya no hay minera en Potosí», explicó el guía.
El dinero obtenido por la concesión va al Tesoro General de la Nación. Bolivia cuenta con un sistema de coparticipación. El reparto de ganancias se hace entre los distintos distritos según la cantidad de habitantes. Las ciudades que más reciben de ese dinero son Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, por tener mayor densidad poblacional. Las que menos, Oruro, Sucre y Potosí. Casi es nulo lo que se les destina.

Después de 179 años de la Independencia Boliviana, las condiciones de trabajo no variaron de aquel funesto saqueo de minerales y vidas que los españoles, hicieron con el pueblo del altiplano. Postrado a ello las leyes bolivianas no amparan al trabajador boliviano. La edad de jubilación es a los 65 años, mientras que el promedio de vida promedio en el común de la gente es de 58. La de los mineros apenas llega a 35 años. Muchos mineros pierden sus vidas por accidentes de trabajo. Las cooperativas no proveen seguro de vida, ni de riesgo, ni pensiones, a lo mejor pueden llegar a pagar el funeral, pero no más que eso, dejando a familias enteras desamparadas.

La central obrera boliviana, tampoco consigue o no busca mejoras para el sector. Está avocada a sectores, como transporte, cocaleros, campesinado, como si la minería en Potosí hubiese dejado de existir. Los líderes sindicales, tampoco denuncian las condiciones de trabajo de la mina. Incluso los mismos potosinos se olvidaron de los mineros. El 90 por ciento de esa ciudad no sabe lo que, lastimosamente sucede en las minas, porque lo evaden o lo ignoran o simplemente no les interesa. «Todos se están olvidando de Potosí y nosotros, nos quedamos con nuestra propia miseria», expresó Willy, hijo de familia minera.

La COB y la clase trabajadora

Hubo un tiempo que la Central Obrera Boliviana (COB) era la vanguardia de la clase trabajadora. Su líder indiscutido era Juan Lechin Oquendo. Los mineros que trabajaron en la Compañía Minera Boliviana (COMIBOL), recuerdan aquellos tiempos con nostalgia. A cualquier convocatoria, los mineros tomaban La Paz, en respaldo de la llamada Revolución Boliviana, instaurada el 9 de abril de 1952. Para ese año, se nacionalizaron las minas, se implementó la reforma agraria y estatal. Víctor Paz Estensoro, presidente de aquel momento, se ufanaba de haber dado a los mineros «el control obrero con derecho a veto», en las fuentes de producción. Estensoro habría dicho: «esto es que el trabajador boliviano no solamente se halla en la vanguardia del proletariado mundial, sino que asume una función directa que le impone responsabilidades incalculables». La COB en manos de los mineros proclamaba el clasismo y se imponía. El sector minero era la fuente de reivindicaciones del obrero boliviano. Durante más de 10 años, Lechin hizo temblar Bolivia. Las condiciones de vida de todo el campo popular mejoraron notablemente. Cuando otro sector protestaba, sin la presencia minera, era una pluma que se la llevaba el viento. Cuando los mineros bajaban de los cerros, a apoyar los reclamos sectoriales, las reivindicaciones cobraban fuerza y la conseguían. Pero toda esa fuerza, naufragó por mares que hicieron que se desbarranque. 20 años después los líderes sindicales pedirían la co-gestión obrera. Las causas no están desmenuzadas, pero encierran historias de corrupción. Pronto una dictadura banzerista traería la noche del movimiento obrero. Una vez recuperada la democracia, la demagogia política y sindical arruinó las conquistas. Los mismos que llevaron adelante la Revolución Nacional, declararon su entierro, Hernán Siles Zuazo y Víctor Paz Estensoro. En 1988 Estenssoro firmó el decreto 21060 y con ello, virtualmente la agonía de la COB. A ello, contribuyen las escisiones que comenzaron con la división del sector ferroviario con el retiro de su líder histórico, el surgimiento del campesinado altiplanesco, la desaparición del sector fabril y el nacimiento de los cocaleros. Cada uno con agenda propia.

La COB actualmente aglutina lo que queda de la clase sindicalizada, mineros estatales, parte de la minoría privada y fabriles sindicalizados. En el sector servicios, nuclea a gremiales, universitarios y jubilaciones. Su fuerza en occidente es reducida. Las consignas cargadas de un derrotismo heroico, remiten al tiempo en que la COB, era lo más combativo del sector social. Enarbola un radicalismo verbal, pero está ausente de un apoyo real de masa considerable. Ahora con la suba del precio internacional del estaño, existe la posibilidad de la reactivación de la minería. ¿Existirá la posibilidad de que este sector se haga visible nuevamente?



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