23/04/2016

Bacterias y aguas turbias

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La gastroenterocolitis en Berazategui, unos de los 135 partidos del conurbano bonaerense, se encarga de avisarnos que la ciencia está lejos, tan lejos de curarnos. Mucho menos de cuidarnos. Y la noticia, si es que es noticia, ocupa algún que otro marginal lugar, hasta que el relleno cambie de composición. Entre tanto las disputas entre millonarios que rebalsan de ostentación, se escurren a través de la pantalla plana, con recuadros a los que llaman información. Por Ignacio Pizzo (*) para APe


Entretenimiento, tal vez distracción, especialidades del momento, en la que se perfeccionan algunos gestores de las ciencias de la comunicación, que no buscan prestar palabra para los que huelen bajo.

La ciencia como entelequia invisible, siempre se dice que avanza. Y las patologías viejas en el mejor de los casos reemergen. «Sólo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo”, eso decía Carrillo, quien se mantuvo como ministro de salud hasta 1954. En su gestión se destacó la campaña contra el Paludismo, uno de los mayores emprendimientos sanitarios realizados en el mundo hasta entonces. El resultado se vio en poco tiempo: de 300 mil casos nuevos en 1946 a sólo 137 en 1950. También se redujeron drásticamente las infecciones por enfermedades venéreas; el índice de mortalidad por tuberculosis (de 130 por 100 mil a 36 por 100 mil); la mortalidad infantil (de 90 por mil a 56 por mil) y terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis.

Apelando una vez más a las fuentes históricas, mucho más atrás, en 1848 en otras latitudes, el hoy considerado padre de la epidemiología moderna John Snow, elaboraba su hipótesis acerca de un brote epidémico de Cólera en la ciudad de Londres. Puso fin a la teoría miasmática, que consideraba que un brote de diarrea provenía de los vientos, que traían «miasmas” causantes de dichos males. Su teoría de que una bomba de agua podría ser la fuente de contagio se confirmó luego de su muerte cuando se descubrió la bacteria Vibrio Cholerae.

Luego de la inhabilitación de aquella fuente de agua, correspondiente a una de las empresas proveedoras, se redujeron los casos y las muertes por cólera. Esto no fue suficiente para controlar la epidemia. La incredulidad de las autoridades sanitarias -quienes apoyaban la teoría miasmática- hizo que se habilitara nuevamente el uso de dicha bomba. Snow intentó hasta su muerte en 1858 convencer a la comunidad médica que el cólera se transmitía mediante la ingesta de una «materia mórbida» presente en aguas contaminadas del río Támesis, y la bomba que administraba agua a la ciudad debía ser momentáneamente clausurada, pero sus esfuerzos no valieron. Su teoría debió esperar la cuarta epidemia de cólera de Londres, ocurrida en 1866, para ser finalmente aceptada.
Patricio Mussi, intendente de Berazategui, escribe en su cuenta de una red social que el agua de su ciudad es «apta para consumo humano”.

Tanto los responsables de epidemiología de la provincia como en el Hospital Evita Pueblo creen que el agua estaría contaminada.

De alrededor de 400 se asciende a 829 casos al día 16 de abril. El año 2016. Pareciera que en un mundo que hace rato huele a podrido, los gérmenes entéricos nos atacan y hasta nos matan como hace casi dos siglos. Sin embargo cuesta y duele reconocer que la desidia y la negación son también políticas de salud.

Se logró identificar la presencia de la bacteria shigella en trece de 26 muestras analizadas (en el agua). Además, en una de esas muestras también había salmonella. Berazategui, la capital del vidrio.

Ciudad primero agrícola-ganadera, luego industrial. Dos bacterias conocidas tanto como las historias del tiempo de Snow, quien sólo contaba con su capacidad de observación. O de Carrillo, primer ministro de salud argentino, que no hizo otra cosa que tener decisión y sensibilidad.

Tecnología científica al alcance de la mano, avances en medicina que no cesan de sorprendernos. No obstante datos de la OMS del 2013, revelan que la diarrea es la segunda causa de muerte en niños.

Este tipo de enfermedades provocan anualmente alrededor de 760.000 muertes en menores de cinco años.

Ha pasado mucha agua bajo el puente desde aquellos años.Y ese agua parece encontrarnos en el 2016 con un brote de gastroenterocolitis en el conurbano. Setenta por ciento de los afectados son menores de edad dicen los diarios. Pero porcentajes son historias. La niña de 4 años fallecida y el bebé de 14 meses, murieron por deshidratación. Y aunque no se ha confirmado su vinculación con el brote, son asesinatos sistémicos, de un formato anacrónico pero modernizado. Donde se venden «chequeos médicos” al mejor postor, o tratamientos para la disfunción eréctil promocionados como destornilladores electrónicos o películas de ciencia ficción.

La salud se vende, y el que puede que la compre. Una forma de crimen políticamente correcto del libre mercado.

Las enfermedades de antaño siguen vigentes, como la tuberculosis que según la OMS en 2014, afectó a 9,6 millones de personas y mató 1,5 millones. O el Chagas «“Mazza, enfermedad de pobres para pobres que en nuestro país afecta a cerca de un millón y medio de personas.

Seguir enumerando sería confirmar el infinito. Al parecer vivimos en un planeta donde tenemos más posibilidades de estar enfermos que sanos. La selección contranatural de un sistema que avanza tecnológicamente, así avanza también en muertes evitables.

El blanco, los niños y jóvenes, en un país que lejos de cuidarlos les tiende trampas mortales. Dividiendo en castas la forma de morir, con drogas sintéticas en fiestas masivas, con pasta base para el pobrerío. Y si logra esquivar drogas y balas represivas, la vieja máquina de la omisión dejará liberada la zona, para que los gérmenes sigan desgarrando el vientre de los golpeados de siempre. Porque los poseedores del privilegio no los necesitan, los aborrecen, les temen. Porque el noticiero que compra el pescado podrido y lo vende como diamante, se escandaliza por un rato. Para que luego el show de las acusaciones entre millonarios que cruzan sus rutas de dinero, siga su rodaje.

En el mientras tanto, la diarrea sigue siendo la segunda causa de muerte en menores de cinco años. A una distancia de años luz de avergonzarnos, seguimos inmiscuidos en la frivolidad de triviales discursos de hacedores de muertes.

Sabrán ellos algún día, en un tiempo preciso, que no es eterno el despilfarro. La respuesta de los vencidos será vencer con ternura. Será fundar pequeños cubículos de ensueño, de colores. De barro transformado en cuencos de amoríos.

La respuesta política es curar con parques de dignidad, para seguir trazando una aventura hacia el deseo de vivir, hasta que se desvíen las balas y se mueran los microbios, no bajo yugos que nos comprimen las entrañas, sino bajo árboles plantados con la lucidez y la violencia de los pibes, los únicos con la idoneidad para transformar.

(*) Médico generalista. Fundación Pelota de Trapo.



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