19/02/2016

Los demócratas en acción y su protocolo para combatir la protesta social

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Se sabe muy bien que un fascista es un burgués asustado. Y cuando estos tienen el control del estado han demostrado que no tienen tiempo que perder y no dudan en aplicar todo tipo de medidas para garantizar sus políticas antipopulares. Por @Josecomunicando


Al poco asumir el nuevo gobierno, no dudó en pasar por alto las instituciones de su propia legalidad burguesa. No perdonaron ni las formas ni los protocolos, solamente avanzaron con los DNU en una mano y los garrotes en la otra.

A la par que se fueron sucediendo cientos de despidos en distintos sectores del estado, usando el argumento falas de que «todos son de La Campora», activaron el control ideológico sobre los trabajadorxs y como si se trataran de empresas privadas no dudaron en investigar los gustos y opiniones de los futuros despedidxs. Pero si de eficiencia se trata y achicamiento del «gasto del estado» aplicaron el despido masivo dejando al desnudo el falas argumento. Hoy ya pocos ciegos creen que lxs despedidxs son de La Campora o ñoquis.

La prueba esta en que son cientos los casos de despedidxs con años de antigüedad bajo distintos niveles de relación laboral (en su mayoría precarizados) y la denuncia de varixs de ellxs que aún sin tener filiación simpatía por el gobierno saliente, fueron despedidxs

Pero para que las políticas de corte neoliberal filo-fascistas se puedan llevar adelante es necesario tener engordado el aparato represivo garantizándole un marco legal que le de sustento a su accionar. Para que luego en las conferencias de prensa puedan usar el argumento de que todo fue en el marco de la ley.

En este punto va tomando forma el discurso de «más seguridad» que tanto agitaron durante la campaña electoral. Ahora a poco más de dos meses de asumir, va cayendo el velo. El incremento de denuncias de abuso policial que trasciende en todo el país (pese al cerco informativo) y el notorio incremento de represiones a protestas o reclamos sociales signa al gobierno macrista.

Pero si de previsión se trata, la derecha sabe bien lo que hará y estima cual puede ser la reacción del campo popular, y es por ello que no dudaron en activar el protocolo antipiquetes.

En sus terroríficos 4 capítulos, que de seguro serán la envidia de Videla, Massera o Menendez, plantea una serie de prohibiciones y promesas de repartir palos, tiros, golpes y cárcel a cualquiera que tenga la osadía de protestar públicamente más de 10 minutos. Fue la misma Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich la que dijo «Apenas entre cinco y diez minutos. Ese será el tiempo de tolerancia que las fuerzas de seguridad tendrán con los manifestantes que corten calles o rutas antes de desalojarlos, sin necesidad de mediar una orden judicial.»
Como si esto no fuera poco y para garantizar el libre accionar de las fuerzas represivas, el protocolo garantiza un estricto control y censura sobre la prensa es en «Capítulo III.- De los medios de comunicación», donde deja bien en claro el acto de censura previa que realizarán, al enunciar: «La participación de los medios de comunicación se organizará de modo tal que, los periodistas, comunicadores y los miembros de sus equipos de trabajo desarrollen su labor informativa en una zona de ubicación determinada, donde se garantice la protección de su integridad física, y no interfieran con el procedimiento. El material y herramientas de trabajo de los mismos no deben ser destruidos ni confiscados por las autoridades públicas».
Quienes hemos cubierto distintas protestas sociales sabemos muy bien que nuestra seguridad no esta dada por la presencia policial y que para poder realizar nuestra tarea necesitamos movernos por todos los escenarios por donde transcurre la misma. Allí radica la materia prima necesaria para la elaboración de nuestros informes.

El solo hecho que nos metan en un corralito para realizar una cobertura periodística es un ataque deliberado al ejercicio del periodismo, pero por sobre todas las cosas es un acto de criminalización de la comunicación popular, ya que son varios los equipos de comunicación que trabajan desde el seno de los movimientos sociales y su lugar por naturaleza es construir y hacer la comunicación desde ese lugar.
El argumento que la actividad periodística pueda interferir en el accionar represivo solo se lo puede entender en la creciente preocupación de las fuerzas de seguridad en que no quede registro de su accionar. El caso más emblemático es el asesinato de Santillan y Kosteki en la estación de trenes de Avellaneda, donde las fotografías tomadas por reporteros gráficos fueron esenciales para desmontar el argumento que pretendían imponer desde el gobierno, que los piqueteros se habían matado entre ellos. Las secuencias de fotos demostraron sin duda alguna que había sido la policía bonaerense.

Es en lugares alejados de las grandes ciudades donde la labor de los medios populares cobra relevancia, solo con recordar la represión del año pasado en Jachal, donde los distintos registros fotográficos y fílmicos pudieron dar sustento de la bestial represión ocurrida allí. ¿Que hubiera pasado si no existieran esos registros, en estos tiempos donde todo lo que esta mediatizado es lo que existe o verdaderamente ocurrió? o mejor formulada la pregunta es: ¿Cuanta veces henos dado crédito al hecho represivo y reconstruido los hechos, gracias a la cobertura periodísticas en el lugar? El no permitir que la prensa pueda estar donde quiera estar o este donde las fuerzas de seguridad quieren que estén es una forma de garantizar impunidad. Ni en los conflictos bélicos los ejércitos pueden prohibir la presencia de los medios, a lo sumo pueden sugerir o recomendar donde estar y donde no.
Por último, el simple hecho que en el protocolo deban aclarar a las fuerzas de seguridad que no deben dañar o robar las herramientas de trabajo o registros tomado por la prensa, viene a confirmar dos cosas. 1.- Que este proceder esta muy instalado en las prácticas de las fuerzas de seguridad y 2- El hecho que no deje especificado cual seria la sanción que le correspondería al integrante de la fuerza que no respetara la disposición nos da la pauta que la práctica va a continuar.



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