07/02/2016

Oportunismo político, rupturas y alianzas en el Congreso

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Se rompió el Frente Para la Victoria en diputados. El peronismo vuelve a ordenarse, y como es habitual, luego de una derrota vienen las renovaciones o las «traiciones”. Los movimientos en las filas peronistas cuestionan hasta dónde el pasado ballotage expresaba dos proyectos enfrentados. Un gobierno que hace lo contrario a sus votantes y una oposición que no es tal. Detalles del quehacer político que la población debe aceptar y padecer. Por ANRed


El hecho concreto fue que el miércoles pasado durante el cónclave del FPV-PJ en la sede de la calle Matheu en CABA, doce diputados fracturaron el bloque y decidieron conformar uno nuevo, el autodenominado «Bloque justicialista” , que contará con 18 legisladores. El escenario en el Congreso con el reacomodamiento de los fuerzas deja a «Cambiemos” como el interbloque más grande, con 92 legisladores, que junto con otros bloques (los 36 legisladores que comanda Massa y José Manuel de la Sota, otros ex masistas, y los afines a los Saá), aseguran la gobernabilidad del presidente Macri en el recinto.

Lo llamativo son las figuras que encabezaron la huida de la hegemonía kirchnerista. Entre ellos el ex titular de la ANSES, Diego Bossio, hoy legislador, un hombre del riñón k que defendió a ultranza al gobierno criticando las políticas de Macri o incluso, a Martín Insaurralde. Cuando en el 2014 se fue de las filas del kirchnerismo, sentenció: «Insaurralde es el Borocotó de estos tiempos”. Hoy el mismo Bossio es quien encabeza la fractura del FPV y que posibilita al presidente Macri formar nuevas mayorías para llevar políticas en la cámara baja.

Entre los líderes rebeldes está el gobernador de Salta y pretendiente a la presidencia, Juan Manuel Urtubey. También hay sindicalistas que foguearon la ruptura, como Ricardo Pignanelli del SMATA u Omar Viviani, de los taxistas. El kirchnerismo va camino al desguace y empiezan las deserciones, incluso en sus trincheras más íntimas. La sangría política muestra los límites de un proyecto que se desarrolló desde el financiamiento estatal.

Para el dirigente y actual diputado bonaerense Fernando «Chino» Navarro, el peronismo actual «no tiene conducción». Señaló que Bossio no es un traidor y que «uno vive esta situación del peronismo con un dramatismo y en definitiva va a ser un renglón, si es que llena un renglón, en la historia de un movimiento tan rico como es el peronista”. La política desde las altas esferas se acepta como continuos reacomodamientos, sobrevivir en el poder, reinventarse para no quedar «fuera de tiempo” son máximas entre los políticos. Así podemos explicar las políticas privatistas que el propio Nestor Kirchner llevó adelante en la provincia de Santa Cruz (privatización de YPF) y los cambios de bando que veremos en la nueva etapa. No hay continuidad de un proyecto a largo plazo, la clase dirigente no apuesta al futuro sino a perdurar. Es por eso que a pesar de algunos cambios, la matriz de una economía agroexportadora permanece intacta, los proyectos industriales que aseguran la «independencia nacional” son efímeros y dotan a un empresariado parasitario que subsiste del estado, es decir, del resto de la sociedad.

Muchos referentes de los núcleos duros del kirchnerismo o periodistas afines viven esta maniobra de escisión dentro del bloque FPV como una novedad de alta traición. Pero parece inverosímil que esta situación haya emergido sorpresivamente. Muchos señalan que era evidente esta ruptura, luego de una derrota electoral «ruedan cabezas», pero pocos se imaginaron que en tan poco tiempo comenzarían los cambios de bando. Incluso el candidato a presidente por el kirchnerismo, Daniel Scioli, quien fue siempre una amenaza para los Kirchner, adelantó antes de que se realicen las elecciones que él tendría políticas similares al macrismo.

Otros dos hombres del frustrado gobierno de Scioli salieron a convalidar las medidas de Macri e incluso a asegurar que si hubiese estado Daniel Scioli en el poder, «no hubiese hecho cosas «tan distintas” al macrismo en materia económica”, dijo Mario Blejer.

«Hasta ahora todo lo que ha anunciado (el Gobierno) de bajar retenciones, impuestos a algunos sectores y eso, aumenta el déficit, así que con reducir el
empleo no alcanza”
, agregó.

Si bien Scioli, a un mes de gobierno, salió a criticar las políticas del macrismo, queda pendiente si estas declaraciones y los efusivos discursos en los medios hegemónicos son más bien el producto del «oportunismo político” que se ejerce en la «Realpolitik”, en el pragmatismo inmediato que suele reinventar a las perennes castas burocráticas, por poder, prestigio o rédito económico y que empalman con satisfacer las demandas corporativas más poderosas del país.(Daniel Scioli fue parte de los gobiernos de Menem, Rodriguez Saá, Duhalde y de los Kirchner).

Ahora Macri

En la misma sintonía, el gobierno de Mauricio Macri, quien durante la campaña evitó hablar de las medidas que iba a tomar si era electo, luego de dos meses en funciones ya comienza a sentir las primeras críticas. Es que la campaña que lo llevó al gobierno evitó difundir las duras medidas que golpearían al bolsillo de la población. Los fuertes tarifazos sobre los servicios, como las subas en el servicio eléctrico ( article11420 ), el creciente aumento de precios en la canasta básica familiar combinado con los miles de despidos que se suman diariamente, y la transferencia de riqueza a los sectores más ricos, cuestionan la llamada «revolución de la alegría” que vendió «Cambiemos” en los tiempos de promesa electoral.

El macrismo lleva adelante una política contraria al bienestar social cambiando el clima de situación política. Los días de alegría, bailes y globos de colores se han transformado en «estamos en crisis”(por supuesto, herencia del anterior gobierno). Endeudamiento externo, devaluación, quita de retenciones, ajuste, despidos, etc. El resignarse a estar en crisis ayuda a generar consensos en base al miedo y la confusión. El gobierno ha creado otro ambiente y defrauda a parte de sus votantes pero los convence de que es «la única alternativa”. ¿Es esto una excepción o parte de la regla del juego político?.

Desde Alfonsín, con la democracia como subsanadora de lo social («con la democracia se come, se cura y se educa”, luego el gobierno de Menem con su ilusión de «revolución productiva”. También la Alianza con el prometido cambio que nunca llegó o las promesas de independencia kirchneristas que se terminaron ahogando entre traiciones y la victoria de una fuerza política que «no podía cruzar el riachuelo” (PRO). Hoy continuamos el antiguo ciclo de profundización del endeudamiento, desocupación y pobreza, la desilusión parece ser la constante.



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