05/02/2016

Cobertura: A 7 años – Jornada Cultural por los Derechos Humanos

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El sábado 30 de enero se realizó una Jornada Cultural por los Derechos Humanos, con motivo de un nuevo aniversario de la desaparición de Luciano Arruga. Alrededor de 5000 personas participaron del encuentro, en el barrio 12 de Octubre en la localidad de Lomas del Mirador. Se desarrollaron varias mesas, con el objetivo de visibilizar las decenas de casos de desaparición forzada de jóvenes, que año tras año se multiplica en nuestro país, y en la lucha que familiares y amigos de las víctimas encaran en busca de justicia. Por RNMA


«El 17 de octubre también tenemos que hacer algo”. «Hay que pensar en que la próxima jornada no sea de un día, sino de dos”. Estas ideas escuchadas durante la previa a la jornada del sábado 30, tal vez ayuden a entender cuánta fuerza le han puesto los Familiares y Amigos de Luciano Arruga a un nuevo aniversario de la desaparición del joven; todavía no había sucedido la que estaban organizando y ya estaban planificando las siguientes. Meses pensando en un solo día del año. El 31 de enero, fecha de la desaparición de Luciano, quedó marcado a fuego en sus cuerpos. Es evidente que no solo en los suyos. Si bien es difícil precisar cuánta gente pasó por una jornada tan extensa como la que se llevó a cabo en la Plaza Luciano Arruga del barrio 12 de Octubre «“el de Luciano, el de su familia-, algunos se animaron a ponerle cifras: más de 5000 personas. La elección del lugar, por supuesto, no fue casual. Es obvio suponer que de haberse realizado en Congreso o en Plaza de Mayo, la concurrencia hubiera sido mayor. En el asedio al que fue sometido Luciano los meses previos a su desaparición, la policía le hizo casi imposible la salida del barrio. Miles de personas yendo a «La 12” ahora para recordar su caso, para escuchar otros testimonios más o menos parecidos, no es menor como símbolo.

Cerca de 50 familiares de 30 causas diferentes «“pero tan similares- viajaron especialmente desde todo el país. Desde Neuquén hasta Jujuy, pasando por Catamarca, Rosario o Córdoba, la ruta de la violencia institucional parece una autopista doble mano: mientras las fuerzas de seguridad avanzan a toda velocidad acorralando a los pibes pobres de cualquier barrio, sus familiares, al paso que pueden, van por el carril contrario sintiendo la necesidad de decir, gritar, llorar y organizarse.

Ni siquiera alcanzaron las dos mesas pautadas para escuchar cada una de las historias de gatillo fácil y desaparición forzada. Durante toda la jornada hubo una constante: otros tantos familiares que no estaban invitados se acercaron a la radio organizada por los medios comunitarios, alternativos y populares, para dar a conocer sus historias.

En paralelo, las organizaciones sociales y políticas desplegaron una feria, y los más pequeños tuvieron actividades específicas para disfrutar de un día que amagó con empaparnos pero solo nos dejó el susto de una lluvia que por suerte no fue.

Desaparición Forzada

La primera mesa de la Jornada buscó dar un pantallazo a las decenas de casos de desaparición forzada de jóvenes que año tras año se multiplican en nuestro país y en la lucha que familiares y amigos de las víctimas encaran en busca de justicia.

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Ahí estaban Mónica, Liliana, Ramón, Mercedes, Claudia, Marcela, Mirta y Luciana. Cada una dispuesta a desarmar los pactos de protección e impunidad tejidos entre fuerzas de seguridad, funcionarios judiciales y políticos. A denunciar las causas armadas, los testigos falsos y los fiscales premiados por encubrir en cada provincia. A compartir su historia de dolor y lucha. «En dos días encuentro a tu hermano”, le dijo el comisario a Claudia, hermana de Carlos Painevil, taxista y bombero desaparecido mientras trabajaba en Río Negro. «Tres años después la causa tiene 1200 fojas, está parada y figura como ´búsqueda de paradero´, como si Carlos fuera a aparecer solo, por voluntad propia” comentó Claudia.

«Mi hermano se fue a bailar y apareció flotando en el río”, denunció Luciana, hermana de Gerardo Escobar y parte de los familiares que vinieron desde Rosario a compartir su experiencia. La acompañan Ramón, padre de Franco Casco, y Mirta, mamá de Alejandro Ponce. En la delegación rosarina, el Paraná se vuelve tétrico: todos los jóvenes desaparecidos terminan ahí, flotando sin vida. Así se escucha a Mirta describir cómo la policía santafesina torturó y ahogó a su hijo, y se quiebra. Recuerda que en ese instante se cumplen tres meses de su muerte y estalla el dolor. Al instante, Mónica, mamá de Luciano Arruga, pidió un aplauso enorme para ella y para todos los familiares que tienen la fuerza de contar sus historias. De a poco, las palmas se transforman en abrazos.

Organizarse a partir del dolor

En cada intervención se remarcó la importancia de juntarse con otros familiares. «Es un camino que nadie conoce” aclaró Mercedes, quien con sus doce años de pelea por condenar a los responsables de la desaparición de su hermano Sergio, otro pibe de 18 años que fue a bailar y nunca volvió, ya es una referencia en Neuquén. «De Mercedes aprendimos a luchar” reconoció Claudia. «Luego llegamos a la carpa de Daniel Solano. Ahí también encontramos gente, a Vane, a Moni. Gente que tiene el dolor a cuestas y sale a luchar”. La palabra lucha resuenó en cada frase y, acá, no fue ningún cliché. «Se hace justicia luchando” sintetizó Ramón.

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En ese recorrido, apareció también la transformación personal. «En estos cinco meses surgió una Luciana que no conocía, que es muy fuerte, que se enfrentó a la policía y al fiscal y pelea por un futuro donde sus hijos puedan ir a bailar”.

Todos agradecieron la concreción de la Jornada y resaltaron la importancia que cada caso se difunda. «Esta organización nos da fuerza para saber que vamos a conseguir justicia” aseguró Marcela, parte del grupo de amigos de Daniel Solano. También, destacaron lo enriquecedor de cada encuentro. «¿Qué me dejan estos siete años sin Luciano?” se preguntó Mónica a modo de síntesis. «La certeza de que para que haya justicia hay que perseverar y salir a la calle, pero también lugares, paisajes, gente. Satisfacciones que da la lucha. En la vida a veces tenés que dar para poder recibir. Yo di mi hijo, pero recibí esto y es impagable”.

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Armas para combatir con alegría

En el intervalo entre las mesas, entrevistamos a integrantes de las murgas que iniciaron la jornada con una pasada alrededor del barrio. Además conocimos otras casos de violencia institucional de la voz de sus víctimas, familiares y amigos.

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Aldana y Bebu de la Murga Resacados del Trueno, Zule y Juan de la Murga Matamufas de la que era integrante Rubén Carballo, Juli de la Murga Cachengue y Sudor y Pablo de la Murga Malayunta contaron de su búsqueda de retomar los espacios públicos junto a los vecinos y organizaciones para llenarlos de alegría, rebeldía. Afirmaron también que la murga es un lugar de inclusión en su máximo esplendor, comprometida con las luchas populares, sus derechos y libertades.

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Causas armadas, estigmatización y la connivencia de la justicia

Luego hablamos con Alejandra, que trajo a la mesa el caso de Walter Ibañez, un joven de Florencio Varela que está preso por una causa armada por narcotráfico.

Denunciaron a la comisaría 4ª de esa localidad del sur bonaerense por estar implicada en el caso y señalaron que sus familiares y amigos están realizando movilizaciones para pedir por su liberación y sobreseimiento.

Ezequiel «Tete” Obregón fue asesinado por Sergio Soria, un custodio del ex laboratorio de Pfizer, el 7 de diciembre de 2015 en el barrio Las Catonas de la localidad bonaerense de Moreno. Para contar su historia entrevistamos a Rocío y Sebastián, amigos y vecinos de Ezequiel e integranets de la murga del barrio Ay Caramba que Baranda.

Tras relatar pormenorizadamente cómo se dieron los hechos afirmaron: «estas balas se amasan desde el Estado para asesinar a nuestros chicos”. Dando cuenta de la estigmatización de la que son víctimas los jóvenes y adolescentes, Rocío y Sebastián señalaron que, si bien el asesino no es un funcionario del Estado, la connivencia con la policía local es evidente ya que dejaron que el joven de 17 años agonizara más de una hora mientras investigaba lo sucedido, manteniendo la sospecha sobre los jóvenes que acompañaban a Ezequiel.

Finalmente se presentaron los casos de Horacio Cerenes de Río Negro, acusado en una causa armada por homicidio en 2010 y absuelto en 2012 y de Claudio Castro de la localidad de Avellaneda. Castro y su hermano acusados, en una causa también armada, por el homicidio de un policía, estuvieron detenidos durante 28 días y sistemáticamente torturados. Sus vecinos, amigos y familia salieron a la calle para presionar a la justicia para que los liberaran. Esto sucedió 29 días después por falta de mérito y pruebas. Sin embargo, la fiscal que lleva la causa la elevó a juicio en el mes de diciembre pasado.

Gatillo Fácil

Sobre las 16:00 arrancó la segunda mesa prevista para esta jornada. Después de un extenso taller, familiares de víctimas de gatillo fácil se reunieron para exponer sus situaciones o explicar algunos hechos.

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Los casos presentes o tomados a modo de referencia abarcaron buena parte del territorio nacional, desde Río Negro a Salta y evidenciaron su persistencia a través del tiempo al referirse a hechos que se pueden considerar históricos como es el de Teresa Rodríguez, una joven de 25 años asesinada por la represión policial desatada contra la pueblada de Cutral Co y Plaza Huincul en 1997 y llegar hasta alguno más reciente como es el de intento de asesinato por parte de un policía de la Metropolitana de Lucas Cabello en el barrio porteño de La Boca.

Se realizó una breve referencia a veinte casos y luego se dio paso a los testimonios de familiares presentes.

Julieta Vinaya, la madre de Atahualpa, joven aymara-mapuche asesinado en Viedma hace 7 años, denunció al Poder Judicial, «que quiere desgastar a los familiares para que no sigamos”. Destacó igualmente la importancia de generar Comisiones investigadoras independientes, como instancias que puedan «investigar lo investigado” y combatir la impunidad de la policía «que tiene el mismo proceder en todas partes del país”. También afirmó que muchas veces los familiares sienten que su reclamo es «un grito en el desierto” y que es importante la unión y la organización.

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Otra de las voces escuchadas fue la de Celeste Lepratti, hermana de Pocho Lepratti, asesinado en Rosario durante las históricas jornadas de diciembre de 2001. Señaló las responsabilidades políticas impunes en la represión que dejó 40 muertos en todo el país, y específicamente apuntó a la figura de Carlos Reutemann, entonces gobernador de Santa Fe, y por lo tanto responsable político directo de los 4 asesinatos durante el 19 y 20. Este político, que subió a dicha provincia de la mano del presidente Carlos Menem y cobijó en su gobierno a varios represores, actualmente, recuperó su banca en el senado de la mano del PRO, por lo que en breve volverá a gozar de fueros que impiden que sea juzgado por el asesinato de Pocho y el resto de los caídos.

También estuvo presente el caso de Franco Zárate un joven migrante de Bolivia que fue asesinado hace un año en mataderos a manos de un «transa” del barrio, con respaldo de la Comisaría N°42, en un caso claro de racismo, que continuó con el encubrimiento de lo ocurrido. Sus familiares afirmaron que «Quienes migramos estamos acostumbrados a los maltratos, migrar es un derecho, no un delito, tener raíces indígenas tampoco es un delito, sin embargo, somos perseguidos, violentados y la policía es cómplice de esta situación”.

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María de Madres por la vida y contra el Paco se refirió a las redes de complicidad entre el negocio del narcotráfico que daña a cientos de miles de jóvenes y la policía. Igualmente, rescató la importancia de la unidad entre las madres y familiares para exigir justicia.

Decenas de testimonios dieron cuenta de la sistematicidad de la violencia policial y de su relación con el poder político y las burocracias. También se resaltó el papel de los medios de comunicación y en muchos casos del poder judicial para garantizar la impunidad. El cierre del panel estuvo a cargo de Angélica, la mamá de Kiki Lezcano, joven asesinado y desaparecido durante meses en La Villa 20 de Lugano hace 6 años. Afirmó entre otras cosas que «las madres nos acostumbramos a acomodar el dolor y salir a la calle”, hizo hincapié en el papel de estas mujeres que al salir por sus hijos se fortalecen, «nos volvemos diferentes”. También llamó a todos los familiares a no tener miedo y organizarse, a no sentirse solxs, a luchar para demostrar que nuestro hijo no es un pibito más que no le importaba a nadie, y a hacerlo por ellos, pero también por nosotras y por los que vienen.

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