30/10/2015

«Es evidente el curso a la derecha, tanto en Europa como en el resto del mundo y ni hablar de la Argentina»

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Entrevista a Guillermo Almeyra, editorialista internacional de La Jornada (México), donde analiza las elecciones en Guatemala, Portugal, Canadá y Argentina. Por Mario Hernandez


M.H.: Buenos días Guillermo. En Guatemala hubo balotaje y ganó Jimmy Morales, del Frente Convergencia Nacional con 67 puntos, pero solo participó el 52% de los votantes en esta elección. Y digo, tal vez exagerando, que en Guatemala ganó un candidato como si en Argentina ganara las elecciones a la Presidencia de la Nación «Piñón Fijo”.

G.A.: No, peor aún, porque este hombre estuvo muy ligado a los represores genocidas, así que además de ser un payaso barato de televisión, culturalmente bajísimo, era un agente de los represores y sigue ligado a ellos.
Lo que indican las elecciones es que una gran cantidad de guatemaltecos no participó porque no veía ningún tipo de perspectiva y de los que participaron ganó éste sobre Sandra Torres, del centro izquierda, la ex esposa del ex presidente Álvaro Colom que tuvo que divorciarse porque la Constitución la obligaba a ser soltera o viuda para poder presentarse. Ganó Morales sobre la base del atraso cultural y el predominio de posiciones reaccionarias de buena parte del electorado, sobre todo urbano, en Guatemala.

M.H.: Me voy a permitir felicitarlo, el otro día charlando con amigos les comentaba la agudeza de su análisis respecto de la situación de Portugal. Hace dos semanas estuvimos analizando las elecciones en ese país y usted planteó la posibilidad de un gobierno de izquierda, del Partido Socialista de Antonio Costa junto con el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, cuando en general todos los análisis políticos señalaban la posibilidad de un acuerdo de Antonio Costa con el partido gobernante de Portugal, el Partido Conservador. Usted tenía razón, aunque el Presidente de la República ha dado una especie de golpe planteando que no va a aceptar un gobierno del Partido Socialista apoyado por el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda, lo cual configura un desafío a la Constitución y al Poder Legislativo en un acto de contornos que podríamos definir como dictatoriales, una especie de golpe del Poder Ejecutivo portugués. Me gustaría conocer su opinión al respecto.

G.A.: En efecto, ¿quién es el presidente para darle la razón a la minoría? Es imposible eso. El gobierno de los socialistas con el Partido Comunista y el Bloque de Izquierda era factible desde el punto de vista parlamentario, otro tema es su estabilidad y su homogeneidad porque no tienen nada que ver unos con otros y tienen posiciones distintas, pero desde el punto de vista parlamentario era totalmente factible. Lo único que tenía que hacer el Presidente era darles el lugar para que hagan la experiencia.

M.H.: Este bloque de izquierda hizo su presentación al elegir como Presidente del Parlamento portugués a Eduardo Ferro, ahora, cuando se habla de este gobierno de izquierda, me permito poner en duda que el Partido Socialista portugués lo sea.

G.A.: Por supuesto, es un partido tan capitalista como el Conservador. Es coautor de la política neoliberal y de ajuste que hubo en Portugal, no tiene nada de izquierda. Eso provocó una discusión importante en el Bloque de Izquierda porque evidentemente una alianza con los socialistas es como si en Grecia antes de las elecciones Tsipras hubiera planteado una alianza con el PASOK.

M.H.: He leído que Immanuel Wallerstein, cientista político de envergadura, interpreta un resurgimiento, a partir de estos hechos, de la izquierda mundial. Por ejemplo, hace referencia a la victoria de Justin Trudeau en Canadá, a la del cambio del Primer Ministro de Australia, la elección de Jeremy Corbyn al frente del Partido Laborista en Inglaterra y sostiene «en un mundo que está viviendo una gran incertidumbre económica y condiciones peores para grandes poblaciones del mundo, los partidos en el poder tienden a ser culpados y pierden fuerza electoral. Así que tras el vaivén hacia la derecha de la última década o casi, el péndulo va ahora en la otra dirección.” ¿Qué reflexión le merece este análisis?

G.A.: Con todo respeto, a Wallerstein habría que preguntarle qué marca de whiskey toma, porque es evidente el curso a la derecha, tanto en Europa como en el resto del mundo y ni hablar de la Argentina.
Por empezar Trudeau no es socialista, es un liberal progresista, el padre ha sido un liberal de centro izquierda muy moderado. En segundo lugar, en Australia hay una disputa entre conservadores, el menos peor, el más potable sustituye a otro, pero no hay ninguna izquierda. En cuanto a la situación de Jeremy Corbyn, es muy importante cómo síntoma de que hay una izquierda dentro del Partido Laborista, que es un partido burgués que ha hecho política burguesa y que todavía está muy lejos de recuperar esos años en los que se decía socialista en el siglo pasado.
No hay una izquierda, hay una situación de evoluciones en ciertas condiciones para limitar el avance de la derecha. En Inglaterra, Cameron arrasó y el Partido Laborista es una ínfima minoría. Creo que hay un error de análisis profundo, no se pueden tomar las cosas en abstracto, hay que ver las reacciones de las clases.

M.H.: Mencionamos Canadá donde Justin Trudeau, hijo del famoso Primer Ministro Pierre Trudeau, que ocupara ese cargo entre los años 1968 y 1984, a quien muchos le atribuyen haber moldeado el Canadá moderno del multiculturalismo, del federalismo, el bilingüismo, etc. ¿Quién es este personaje Justin Trudeau como para atribuirle esta connotación de izquierda?

G.A.: Lo más importante es que está a favor de la inmigración de sirios y africanos y en contra del TTP del Tratado del Transpacífico, son posiciones muy positivas, pero no pasan de ser liberales.

Argentina fue a la derecha, no solamente por las clases medias, incluso sectores importantes del movimiento obrero que estaban hartos de una política arrogante y prepotente

M.H.: Tuvimos elecciones el pasado fin de semana, confieso la satisfacción personal por la derrota de Aníbal Fernández, pero ese es un aspecto parcial y me gustaría conocer su visión general de lo sucedido el domingo.

G.A.: Es autodestructivo nombrar candidatos como Aníbal Fernández, por parte de Cristina Kirchner es suicida, ese hombre es profundamente impopular además de reaccionario, de apoyar represiones y justificar asesinatos. Tal es así que hubo un corte de boleta gigantesco, la candidata del PRO saca más votos que Macri, de gente que había votado a Scioli en las PASO.
Fue autodestructivo también hacer una campaña anti Scioli durante mucho tiempo por parte de la Presidenta para presentar como delfín a Randazzo para después dejarlo colgado cuando vio que los números eran desfavorables y presentarlo a Aníbal Fernández dejándolo a Randazzo totalmente fuera de juego, quien como Ministro del Interior no solamente no consiguió las informaciones sobre la realidad social y política, sino que además perdió en su propio pueblo, así como Aníbal Fernández en Quilmes.

M.H.: También Zannini en Villa Nueva, su pueblo de nacimiento, en Córdoba.

G.A.: Porque los conocen. A los kirchneristas habría que preguntarles a dónde está la severidad política de una señora que nombra como Primer Ministro a Alberto Fernández y se le pasa a la oposición enseguida y después nombra como Primer Ministro a Massa que no solo se pasa a la oposición sino que era un buchón de la Embajada de Estados Unidos.

M.H.: Y le hace perder la posibilidad de la re-reelección.

G.A.: Y después nombra candidatos impresentables, parecería que hubiera sido contratada para trabajar en contra.

M.H.: Tal vez esté allanando el camino para su regreso, como alguna vez se especuló con que prefería que perdiera el candidato oficialista.

G.A.: Pero a costa de la destrucción. No hay ninguna ética ni revisión política. El problema es que en estas elecciones los tres candidatos eran de derecha, de distintos tipos, pero de derecha al fin. Proponían programas muy parecidos, todos de origen menemista, como por otra parte Kirchner y Cristina también lo han sido. No tenían problemas de fondo con el neoliberalismo, los tres ofrecían futuras devaluaciones y represión. No solamente el kirchnerismo no preparó a la población trabajadora para que tuviera una posición de clase independiente, deshaciendo lo único positivo en cierta medida del peronismo clásico que oponía a los trabajadores y a la oligarquía, a los trabajadores y el imperialismo; no hizo nada de eso, por el contrario, negó que existiesen las clases, dejó fuera de todo al movimiento obrero, incluso no tuvo en cuenta en lo más mínimo a las burocracias sindicales más sometidas, más corruptas, más que para reprimir y para hacer fraude en los sindicatos.
El resultado es que el país fue a la derecha, no solamente por las clases medias, fueron a la derecha sectores importantes del movimiento obrero que estaban hartos de una política arrogante y prepotente que no los favorecía en nada y la idea de un cambio prosperó porque no aparecía ninguna alternativa, entonces se hizo posible un cambio dentro de lo mismo.
Creo que Macri no es tan consecuentemente represor y derechista como plantean los kirchneristas sino que representa un pensamiento conservador, reaccionario, imperante sobre todo en la clase media de la Ciudad de Buenos Aires, pero tuvo las esperanzas de un cambio dentro de lo mismo por parte de otros sectores populares, aparte de la oligarquía que por sí sola no hubiera llegado nunca a tanta cantidad de votos.

M.H.: A mí me recordó a lo que sucedió en 1983 con la quema del famoso cajón en la 9 de Julio. Recuerdo el debate, en aquellos años militaba en el MAS y tuve una discusión con mis compañeros porque les dije que iba a ganar Alfonsín, me dijeron que estaba loco, que Luder no podía perder, pero insistí porque lo que hizo Herminio Iglesias espantó a la gente, en 24 horas el peronismo perdió un millón de votos por ese gesto y yo creo que con la candidatura de Aníbal Fernández pasó lo mismo, es el símbolo del cajón quemado por Herminio.

G.A.: Es lo mismo, Aníbal Fernández no dice «conmigo o sinmigo” como Herminio Iglesias, pero es tan impresentable y tan prepotente como el peronismo de ese entonces.

M.H.: Y tan corrupto, porque recordemos que Herminio Iglesias regenteaba la prostitución y el juego de quiniela clandestina en toda Avellaneda.

G.A.: Entre otras cosas como burócrata sindical de la UOM de Avellaneda es el que nos tiroteó a todos los trabajadores de Siam. Era un matón, un vulgar y un delincuente.


Si el FIT juega bien su fuerza ante el inevitable ajuste, puede crecer y tener una influencia bastante grande


M.H.:
En aquellos momentos era el presidente del Partido Justicialista.
Me gustaría conocer su opinión sobre la elección del Frente de Izquierda y los Trabajadores.

G.A.: El Frente de Izquierda y los Trabajadores se daba como objetivo aumentar contundentemente su cantidad de diputados, sumar 4, lo que significaba casi duplicar y recuperar los votos de 2013 y no lo consiguió, en vez de un millón doscientos mil votos tuvo ochocientos mil. Pero conseguir ese número y un diputado más en estas condiciones no está mal para una pequeña organización que además tuvo problemas internos permanentemente que le quitaron prestigio.
Creo que el FIT aparece ahora, ante el derrumbe de los llamados progresistas, como Pino Solanas y Stolbizer, y en su posición de cuarta fuerza, como una pequeña alternativa, porque hay que ser realistas, es un 4% en un país que es conservador, pero como alternativa, si juega bien su fuerza ante el inevitable ajuste, el endeudamiento y el empeoramiento de las condiciones de los trabajadores, gane Macri o Scioli, el FIT puede crecer y tener una influencia bastante grande, sobre todo en las provincias.

M.H.: ¿Ha sido correcta para usted la decisión del FIT de llamar a votar en blanco en el balotaje?


G.A.:
Sí, claro. Yo también me niego a elegir entre el SIDA y el cáncer, prefiero seguir vivo y hacer lo que pueda. Además porque lo que debería hacer una izquierda es comenzar a crear una conciencia entre los trabajadores de la independencia de clase, de una posición propia, cualquiera sea la circunstancia, sino no es posible preparar una alternativa social para un cambio de sistema.



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