04/09/2015

La imagen de un niño en la vergüenza imperial

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El niño sirio Aylan Kurdi ahogado en las playas de Turquía conmovió al mundo. Medios gráficos, televisivos y redes sociales reprodujeron la imagen del horror: un niño inmigrante expulsado por la guerra y devuelto por mar a las orillas de la vergüenza europea. Por Gorostiaga para ANRed


Las redes sociales estallaron en ira, en dolor o tal vez en una superficial angustia al ver la imagen desgarradora de un pequeño niño muerto en las playas turcas. Pero lo cierto es que la reacción llegó tarde; como también lo hicieron las imágenes de cientos de niños palestinos mutilados por el ataque de Israel a la Franja de Gaza el año pasado. Los hechos se sucedieron con antelación pero el mundo no los vio, no alzó la voz ante la repartición y matanza de Siria así como tampoco lo hizo en Palestina hasta que comenzaron a exponerse a los niños asesinados. El mundo ve al niño muerto pero no sabe que son cientos, miles, desde hace mucho tiempo, incluso en este caso en el que el hermano de Aylan también resulto ahogado.

En una publicada en APe, escrita por Valeria Llobet, investigadora del Conicet, expresa que «un niño sirio o africano ahogado tratando de huir de la violenta pobreza de sus países hacia las ex metrópolis coloniales. Un niño guatemalteco u hondureño asesinado o deportado tratando de huir de la violenta pobreza de sus países hacia la nueva metrópoli. Esas muertes nos duelen a la distancia, pero el dolor opaca sus contextos políticos y no nos sirve para transformarnos en dolientes”.

Y continúa: «Mario Testa, el gran sanitarista argentino, decía que la muerte es un problema sólo cuando nos transforma en dolientes, cuando su duelo es nuestro. Es nuestro el duelo cuando debajo de las lágrimas se forma una rabiosa comprensión política de la causa de esas muertes. Somos duelantes cuando comprendemos la forma en que el niño sirio muerto en la orilla de la expoliada Grecia es equivalente al niño africano tragado por el Mediterráneo siracusano, y es conmensurable al niño palestino y al niño hondureño y al niño villero argentino matado en su casilla, como Kevin, o asesinado en el Riachuelo, en los basurales, cruzando descalzo y corriendo la General Paz”.

Entonces, es necesario comprender la forma, el contexto, en que se producen estas masacres que nos angustian a través de imágenes que nos muestran los medios. Imágenes muchísimas veces cercenadas en leves discursos, completos de ideología. Difundidas incluso en medios de comunicación que son o han sido parte de grupos económicos que financian estas mismas operaciones militares.

Comprender la conmensurabilidad del asesinato en cualquier parte del mundo llama a un ser humano que tiene conciencia de sí y su entorno y como tal debe esforzarse por dar una explicación de estos sucesos para intervenir en la realidad. No basta con la indignación en el mundo virtual, con compartir una foto o twitear lo dramático del hecho. En Europa, mientras los gobiernos reprimen a los inmigrantes que llegan de a miles pidiendo ayuda, otros miles de europeos se han movilizado a favor de la recepción de las familias que solicitan asilo. Quizá han comprendido la responsabilidad como seres humanos ante el prójimo, quizá han tomado conciencia de la palabra imperialismo del cual ha proveído parte de su bienestar. Las respuestas han sido varias. En Islandia una movilización ha ofrecido sus casas para alojar a inmigrantes y en Alemania y Austria miles han salido a pronunciarse contra el impedimento a recibir a estas familias.

Es que las imágenes han producido reacciones alrededor del globo. La humanidad se siente culpable. «La culpa es de todos” se esgrime como slogan en los diarios y noticieros hegemónicos, pero también en las redes sociales. Se ocultan responsables por acción u omisión.

Desde hace unos años, entre la intelectualidad crítica, se podía escuchar pregonar el fin de una época de imperialismos, luego vino la invasión a Afganistán en 2001 y la de Irak en el 2003 que todavía no concluyó. Los hechos volvían con toda la crudeza contra quienes lo negaban: millones de afectados, fueran muertos, heridos, torturados, despojados de sus casas o presionados a cargar un arma.

Hoy llegan noticias de miles de inmigrantes ahogados o pidiendo asilo a través de una foto. El imperialismo vuelve por medio de sus víctimas reclamando parte del botín que ha sido saqueado o la paz manipulada y expoliada. Lo cierto es que por petróleo, gas o un interés geopolítico, las potencias hoy son culpables de hacer de Irak y Afganistán países desmembrados que no paran de cobrarse víctimas diarias o practicar a descaro un genocidio en Palestina. Es que una imagen puede ser el puntapié para derribar discursos y comprender procesos que cuestionan una democracia que nunca llegó y un imperialismo que nunca se fue.

Nota de Valeria Llobet para APe:

http://www.pelotadetrapo.org.ar/un-ni%C3%B1o-es-el-mundo-entero.html



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