18/08/2015

MemoriaActiva Miguel Bru, siempre presente

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El 17 de agosto de 1993, Miguel Bru fue torturado hasta la muerte y desaparecido por personal policial en la comisaria 9ª de La Plata. Ayer, se cumplió un nuevo aniversario vale la pena repasar su caso, la lucha de la familia y el reclamo de la sociedad. Por Agustin Vallejo para Corriendo La Voz


Hace 22 años, Miguel tenía 23, estudiaba periodismo en la Universidad Nacional de La Plata, le gustaba el rock, fanático de Boca Juniors y un apasionado de los animales (así lo describe su familia). Desde aquel 17 de agosto los seres queridos se siguen preguntando: «¿Dónde esta?”.

Su caso

Por aquellos días de 1993, Miguel Bru vivía en una casa con sus amigos donde hacían reuniones y ensayaban con su banda de rock. Allí mismo, habían sufrido dos allanamientos muy violentos a punta de pistola, por parte de policías de la comisaría novena de La Plata, el primero de ellos tuvo como excusa la queja de vecinos por ruidos molestos y el segundo, insinuando un supuesto robo a un quiosco, denuncia que nunca existió. En ambos casos habían destruido varios instrumentos de Miguel y sus amigos, sin encontrar nada fuera de lo común.

Bru, en una acción que buscaba protegerse, decide hacer la denuncia. Este sería el comienzo del hostigamiento por parte de los policías, amenazándolo de que si no retiraba la declaración lo iban a matar. Lo perseguían en un auto, también ante la presencia de su novia y conocidos. Un día fue a cuidar la casa de unos amigos que vivían en el campo, a 50 kilómetros de la ciudad de La Plata, y desde entonces nunca más se lo volvió a ver. Lo que se encontró fue su ropa y bicicleta en las cercanías de la casa.

La policía no quería tomar la denuncia por su desaparición en ninguna de las comisarias que Rosa, su madre, recorría en busca de respuestas. Estas actitudes confirmaban, poco a poco, aquellas sospechas que se tenían: Miguel era una victima más del violento accionar de los oficiales, como también había sucedido en los casos de Walter Bulacio, Maximiliano Albanesse y Andrés Núñez.
En aquel momento se iniciaron las marchas multitudinarias que daban origen en la facultad y pasaban por la comisaria, exigiendo la aparición de Miguel. Desde la Universidad empezaron a elaborar documentos políticos y periodísticos directos y punzantes firmados como Comisión de Familiares, Amigos y Compañeros de Miguel pero, la policía contaba con la complicidad judicial.
El juez de la causa, Amílcar Vara, misteriosamente se negaba a vincular la desaparición de Miguel con la actividad del personal policial y públicamente aseguraba «mantengo la íntima convicción de que Miguel está vivo”.

Aquel mismo juez no volcaba en los expedientes las declaraciones que vinculaban a los policías con el hecho, mantenía la caratula de la causa como averiguación de paradero y no le permitía a Rosa (madre de Miguel), intervenir en la misma como particular damnificado, alegando que «si no hay cuerpo, no hay delito”, un argumento utilizado por los responsables de la desaparición de personas durante la última dictadura militar pero los fundamentos se iban cayendo a medida que se aportaban más pruebas que incriminaba a la novena comisaria de La Plata. Los familiares y amigos de Miguel consiguieron que el juez Vara fuera sometido a un jury de enjuiciamiento, para ser destituido al comprobársele irregularidades en 26 causas distintas en las cuales estaba involucrado personal policial.

Juicio

Gracias a las declaraciones de seis detenidos, que fueron testigos esa noche, pudo saberse que Miguel Bru ingreso a la Comisaria 9° el 17 de agosto de 1993, entre las 11 y 12 de la noche. Los presos al escuchar los gritos de la victima, espiaron por las ventanas de sus celdas y vieron cómo era torturado hasta la muerte con una práctica denominada submarino seco (golpes en el estómago, con una bolsa de nylon en la cabeza que produce la asfixia). A su vez, se realizó una pericia caligráfica que determinó que el nombre de Miguel había sido anotado en el libro de guardia, donde se anota que personas entran y salen, pero luego fue borrado.

El abogado de la familia fue el joven Omar Ozafraín, a cargo de la defensoría de pobres y ausentes N°8 de La Plata. El juicio llegó recién en 1999 y probó que Miguel fue detenido ilegalmente y torturado hasta su muerte en un calabozo de la comisaría 9°. Cuatro personas fueron condenadas: a prisión perpetua el subcomisario Walter Abrigo y el suboficial Justo López; a dos años el comisario Juan Domingo Ojeda «“»torturas posibilitadas por negligencia”»“, y el suboficial Ramón Ceresetto «“por fraguar el libro de guardia»“.

Los policías condenados, pero también los que oficiaron de testigos y que esa noche estuvieron en la comisaría 9°, pueden ufanarse de su espíritu corporativo. Ninguno dijo la verdad. Miguel está desaparecido, la causa por la búsqueda de su cuerpo sigue abierta y ya se hicieron 36 rastrillajes. La pena del comisario Ojeda venció en enero de 2004 y su inhabilitación para ejercer cargos públicos en octubre de 2008. Ramón Ceresetto también cumplió con su pena y desde marzo de 2007 está habilitado para volver a la función pública. Walter Abrigo murió en la cárcel en 2003 y a Justo López en diciembre de 2013 se le otorgó la libertad condicional en base a la aplicación de la derogada ley del «2 por 1″³, ya alcanzó 20 años, que es la cantidad de años a cumplir para acceder a ese beneficio.

Hoy en día

Con todos los policías condenados en libertad sigue en pie la «Asociación Miguel Bru” y para definirla, nada mejor que sus propias palabras, en su página web:

«Hoy, es necesario dar respuesta a miles de casos como el de Miguel. Este se ha convertido en un caso testigo debido a la resolución judicial que tuvo, cosa poco común en el ámbito actual de la justicia argentina, la granmiguel-bru-madre repercusión mediática y la adhesión de la sociedad civil. Rosa Bru es consultada a diario sobre el devenir de la Causa Bru, sobre cómo proceder ante un abuso policial e institucional. Teniendo en cuenta este fenómeno, a principios de 1999 surgió la idea de institucionalizar este trabajo, que tanto Rosa Bru como la Comisión que ella encabezaba venían realizando. Fue por ello que consideraron necesaria la conformación de una Asociación Civil, básicamente para que la experiencia de Rosa y de la Comisión pudiera ser transmitida y sirviera a otras personas que pasaran o estuvieran pasando por experiencias similares.
Así, la Asociación Civil Miguel Bru, funciona como tal desde el 20 de agosto de 2002. Su padrino es el cantante popular León Gieco. Su recital anual permite recaudar los fondos que hacen posible el trabajo de la entidad, y además constituye un acto homenaje que contribuye a mantener presente la memoria por Miguel.”

Hoy además de asesorar a aquellos que se acercan a la asociación también patrocina legalmente casos de violencia institucional. Cada 17 de agosto realizan una vigilia en la puerta de la comisaria 9° donde 22 años después continua vigente la pregunta: ¿Donde está Miguel?.

Ante historias como las de Miguel, resulta imposible que no impacte, que no duela porque era la vida de un adolescente más de nuestro país, que tenía una familia, amigos, novia pero sobre todo sueños que fueron truncados por el accionar violento de la policía.

¿Un caso aislado? Desde 1983 han desaparecido más de 280 personas y se han presentado más de 4 mil denuncias por violencia institucional. Cabe recordar el caso de Luciano Arruga, desaparecido por oficiales del 8° destacamento de Lomas del Mirador por no querer robar para ellos, su familia encontró su cuerpo, después de una lucha de más de 5 años, enterrado como NN en el cementerio de Chacarita. La familia de Miguel todavía no contó con esa «suerte” pero mantiene vivo su recuerdo que con los años se ha transformado en ayuda social.

La próxima vez que escuchemos en discursos políticos la cantidad de policías nuevos graduados, tendremos que reflexionar si es sinónimo de seguridad, como también si está es la sociedad que queremos, donde estos casos siguen sucediendo. Además de la violencia institucional existe otra constante en estos casos: la familia, que mantiene vivo el recuerdo de sus seres queridos a pesar del dolor.

A 22 años de aquella noche trágica del 17 de agosto de 1993 y mientras sus condenados están en libertad, el recuerdo de Miguel debe seguir más vivo que nunca como una bandera que demuestra el accionar policial, crea conciencia, acompañada a las familias que sufren lo mismo y que preguntó, pregunta y preguntará: ¿Dónde está Miguel?



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