09/07/2006

«Rey Lear»: la miseria humana puesta en escena

m1.jpg«Rey Lear» es una de las tragedias menos representadas de William Shakespeare y quizá sea su obra que más ha resistido el paso del tiempo, dado que al verla el reconocimiento con la propia cotidianeidad no tarda en llegar. ANRed asistió al estreno de este clásico que al quitarle su envoltorio de intrigas monárquicas permite encontrarse simplemente con una familia que es devorada por la miseria humana y en donde el poder atraviesa y perfora a cada uno de los sujetos que intervienen en el drama. Al final, vencidos y vencedores caerán arrastrados hacia la destrucción y el espectador comprenderá que, mientras exista el hombre, la traición y la ambición serán sus eternas compañías.


¿Qué destino le depara a un rey la pérdida de su poder? Con una palabra que ya no es reconocida ni alabada por sus súbditos. Acostumbrado a ejercer un despotismo sin límites se encuentra de pronto desprovisto de su autoridad. A merced de sus dos hijas, a quienes les entrega su reino desheredando a una tercera por no acceder a manifestarle su sincero amor luego de las efusivas declaraciones de afecto de sus hermanas, desnudo ante una realidad que le quita sus privilegios y lo acerca al hombre común.

Ese rey, Lear, ya sin autoridad, enloquece y pierde la razón. Y es, en ese estado de inconsciencia en donde recupera, paradójicamente, la esencia de su ser. Víctima de su
propia construcción queda prisionero de un sistema que él mismo ayudó a engendrar. Se enfrenta a la traición y a la codicia de su sangre en un intercambio de roles y de caras en donde nadie es inocente y todos juegan un doble juego.

William Shakespeare escribió a su «Rey Lear» por el 1605. Imaginó a su criatura como un monarca, le asignó un reino, el de Inglaterra, le concedió 3 hijas y lo dotó de un ejército, nobles y sirvientes para recrear una historia que a través del tiempo se convirtió en todo un clásico.

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Ahora bien, si le sacamos a este clásico todo su voluptuoso envoltorio de coronas, palacios y reyes y trasladamos su acción en un aquí y ahora, nos queda simplemente un alegato sobre la miseria humana visto a través de una familia y cómo ésta es atravesada por la retícula del poder; no importa lo mínima que puede llegar a ser esa retícula porque siempre alcanza para alterar las conductas humanas, engrandecerlas o denigrándolas.

Esas conductas humanas son expuestas arriba de un escenario, reflejadas en las actitudes de quienes toman a su cargo un personaje y salen a vivirlo. Ya no importan las distancias ni lo accesorio: todo es cercanía, proximidad, identificación ante lo que vemos en escena. La tragedia que sucede es real, palpable y a la vez representa una pequeña muestra de algo mayor, universal, inherente a la raza humana.

«Rey Lear» nos habla a nosotros, nos interpela y nos hace reaccionar. Esa es una de las grandes virtudes de la dificultosa puesta que realiza Jorge Lavelli sobre una adaptación de Patricia Zangaro, que soporta estoica los velos que se van corriendo unos detrás de otros hasta dejarnos a todos desnudos, solos ante nuestra propia verdad, una verdad que pasa a ser reconocida como propia a medida que lo visto en escena empieza a transitar por caminos conocidos.

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El rey es traicionado y sin riquezas ni poderío cae al abismo de la demencia. Inicia un camino sin retorno, sombrío y cruel, pero genuinamente real. Hasta ahí debe llegar para comprender quiénes son en realidad los que lo rodean, pero también y fundamentalmente para saber quién es él en verdad. Lear provoca su derrumbe para ser solamente un hombre y ese hombre es destruido. Todos somos destruidos.

Alejandro Urdapilleta toma la responsabilidad de interpretar al monarca/ hombre y lo hace desde la más absoluta complejidad hasta el punto de no ser el personaje quien habla, sino la misma persona que está siendo desbastada, inmersa dentro de su drama que, a su vez, logra introducir a los espectadores dentro de la tragedia.

Pero todo lo que se diga sobre la actuación de este enorme talento queda desvirtuada ante la evidencia de verlo en acción. Gritando, sufriendo, delirando, pereciendo, recorriendo el escenario de un lado a otro. Arrastrándonos hacia su descubrimiento de la existencia de otra vida más allá de su endeble reino.

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Urdapilleta es acompañado por un elenco de notables en el que se destaca el nombre de un impecable Roberto Carnaghi, quien vive una subtrama como el conde de Gloucester enfrentado a sus dos hijos, el legítimo y el bastardo. Sí, la traición y la miseria humana nuevamente aparecen en escena para marcarnos un único desenlace posible.

Es que ya no hay escapatoria y a pesar de que en el final del recorrido disfraces y caretas caen irremediablemente la destrucción es inevitable, sólo el poder permanece a salvo, a resguardo, intocable, validado su condición de dimensión que todo lo atraviesa y demostrando que su acceso a él es siempre efímero e ilusorio.

Mariano Minasso


Ficha Técnica:

Rey Lear


 Autor: W. Shakespeare

 Traducción y adaptación: Patricia Zangaro

 Dirección: Jorge Lavelli

 Intérpretes: Alejandro Urdapilleta, Roberto Carnaghi, Pompeyo Audivert, Marcela Ferradás, Marcelo Subiotto, Gustavo Böhm, Santiago Ríos, Facundo Ramírez y Daniela Catz

 Lugar: Teatro General San Martín, (sala Martín Coronado) Corrientes 1530

 Funciones: Miércoles a sábados 20hs. PI $15.- Pull $12. Miér. Ent gral $8.



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