05/07/2006

«No me puedo permitir morir: tengo que encontrar a mi nieta»

desap-2.jpgHoy, en el juicio contra Miguel Osvaldo Etchecolatz, declaró María Isabel «Chicha» Chorobik de Mariani. Su testimonio abrió el caso sobre el asesinato de su nuera, Diana Teruggi, del cual está acusado el ex Director de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires. Chicha, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo, habló sobre el operativo en el que fue asesinada Diana y secuestrada su beba, Clara Anahí Mariani. Asimismo afirmó que culpa a Etchecolatz «del sufrimiento que me ha dado a mí y a todas las familias, que nos han
mantenido 30 años buscando con uñas y dientes un rastro de un hueso de un hijo
para tenerlo, o un rastro de un nieto para criarlo y decirle quienes fueron sus
padres».


Informe de prensa de Justicia Ya en La Plata


LA PLATA (05-07-06) – El Tribunal inició hoy el tratamiento de otro de los
casos del juicio, con el testimonio de María Isabel «Chicha» Chorobik de
Mariani
: se trata del homicidio de su nuera, Diana Teruggi, en un operativo
represivo comandado por Miguel Osvaldo Etchecolatz y otros represores. El 24 de
noviembre de 1976, fuerzas policiales y militares atacaron la casa de Diana, que
vivía con su esposo Daniel Mariani y su hija de tres meses, Clara Anahí. En el
ataque, fueron asesinados Diana y al menos otras tres personas, y fue
secuestrada la bebé, quien aún permanece desaparecida.

Hoy, Chicha Mariani brindó una narración detallada y emotiva de su búsqueda,
que la llevó a despachos de comisarios, militares, jueces y obispos. A 30 años
del asesinato de su nuera y de la desaparición de su nieta, Chicha sostuvo, ante
una pregunta de los abogados de «Justicia Ya en La Plata»: «El Estado tiene una
gran deuda: no dieron una respuesta sobre cada desaparecido. Estoy segura que
hay archivos secretos, y es obligación del Estado dar una respuesta, que no nos
fue dada por ninguno de los gobiernos: ni Alfonsín, ni De la Rúa, ni Menem, ni
Kirchner».

Cuando entró a la sala, cerca de las 11 de la mañana, el público que llenaba
el recinto se puso de pie y la recibió con un largo aplauso. «Juro decir la
verdad, como la he dicho siempre»
, respondió, cuando los jueces le pidieron el
juramento, y ante la pregunta sobre su relación con el imputado Etchecolatz,
contestó firme: «Yo lo considero culpable de todos mis sufrimientos de estos
últimos 30 años, de manera que no puedo sentir amistad por él»
.

Con esas palabras, comenzó un testimonio que se prolongó por cerca de cuatro
horas. Varias veces los jueces le ofrecieron hacer un cuarto intermedio: «No me
he tomado un descanso nunca, puedo seguir»
, les respondía. Fue ella la que, tras
dos horas de relato, le ofreció una pausa al Tribunal: «Quizás ustedes necesiten
un descanso»
.

Antes de adentrarse en la declaración, Chicha se animó a cuestionar el
carácter fragmentario de este juicio, que -por cómo fue el origen de la causa-
toma algunos hechos aislados, sin abarcar el funcionamiento integrado de la
represión ilegal durante la dictadura
. El caso del asesinato de Diana es el
ejemplo más cabal de estas limitaciones: si bien en este juicio sólo se
investiga su homicidio, ese mismo día murieron al menos otras tres personas, y
fue secuestrada Clara Anahí. Sin embargo, esos hechos forman parte de otra
causa, que está recién en etapa de instrucción. Y el asesinato de Daniel
Mariani, ocurrido nueve meses después, no está incluido en ninguno de esos dos
expedientes.

«No me resulta fácil separar los casos, yo sé que se juzga por la muerte de mi
querida nuera Diana
-destacó Chicha-, pero yo no puedo separar a su hija, que
ella salvó con su vida, y a los demás que murieron allí. Las sangres de los
chicos están mezcladas en las paredes de la casa, no sé cuál es de quién. Para
mí es imposible separar»
. Con esto, la abuela pidió que se le permitiera relatar
su historia completa. Y así lo hizo.

«Estaban matando mucha juventud»

«Diana era una estudiante de Letras de 26 años, casada con mi hijo Daniel»,
comenzó. Vivían en la calle 30, entre 55 y 56, junto con su beba, nacida en
agosto de 1976. En los fondos de aquella casa, funcionaba una pequeña imprenta
clandestina: «Acababan de publicar, en octubre de 1976, que en la ESMA había un
campo de concentración, y que se tiraban cadáveres al río»
.

El 24 de noviembre de ese año, Daniel había salido, y en la casa se
encontraban Diana, su beba de tres meses, y tres de sus compañeros de
militancia: Juan Carlos Peiris, Daniel Mendiburu Eliçabe y Roberto Porfirio. Al
mediodía, se lanzó el ataque: un operativo represivo del que formaron parte
diversas fuerzas -Policía de la provincia, Policía Federal, Ejército,
Gendarmería, Marina-, con tanques, bazukas, camiones militares y helicópteros.

El ataque a la casa fue de tal magnitud que el barrio entero quedó
conmocionado, y hoy lo recuerda con precisión. Los cuatro adultos fueron
asesinados a balazos, y se sospecha que sus cuerpos fueron quemados dentro de la
casa, para dificultar su posterior reconocimiento. Lo que pasó con Clara Anahí
sigue siendo una incógnita hasta el día de hoy. Casualmente, el sumario que se
había instruido al respecto en la comisaría 5º desapareció en aquellos años.

En el procedimiento, participaron varios jerarcas de la represión ilegal:
entre otros, el jefe de la Policía provincial Ramón Camps; el Director de
Investigaciones de la fuerza, Miguel Etchecolatz, y su chofer, Hugo Guallama; el
titular de la comisaría 5º, Osvaldo Sertorio; el jefe del Regimiento 7 de La
Plata, Roque Presti; el jefe del Primer Cuerpo de Ejército, Carlos Guillermo
Suárez Mason. «Estuvo toda la plana mayor de todos lados», sostuvo la abuela.

Chicha estaba en su casa, en la esquina de 44 y 21, tejiendo una batita para
su nieta, cuando escuchó pasar los tanques. «Me aterroricé, porque en esa época
estaban matando mucha juventud»
, pero no se imaginó «que se dirigían a la casa
de mis hijos»
. «Pensé: a quién estarán matando ahora», recordó.

Más tarde ese día, Chicha tuvo que dejar su casa para ir a cuidar a su padre
enfermo. Cuando volvió, al día siguiente, vio a todos los vecinos reunidos en la
puerta de su vivienda. El lugar estaba destrozado: la casa había sido baleada y
saqueada, había escombros por todas partes y muebles destruidos. «Además se
habían robado todo lo robable»
, indicó, y añadió que fue en esa misma casa que
sufrió, un mes después, otro allanamiento violento. Entre los represores que lo
perpetraron, había uno a quien sólo reconoció años después, en los diarios: Luis
Abelardo Patti.

Chicha Mariani no llegó a enterarse de los asesinatos de la calle 30 hasta el
día siguiente del operativo. Aunque no pudo entrar a la vivienda hasta varias
semanas después –«la casa estuvo llena de policías de civil durante un año»,
contó-, hizo una primer denuncia en la comisaría 5º, cuya jurisdicción abarcaba
ese domicilio, para poder recuperar los cuerpos. «Me dijeron: ‘No le vamos a
entregar a su hija porque está carbonizada, no se la reconoce, nosotros nos
vamos a ocupar de su cadáver’. Cuando les pregunté por mi nieta, me dijeron
‘¿qué nieta?’, y que no figuraba en ninguno de los papeles».

El primer dato respecto de Clara Anahí lo obtuvo por medio de un amigo que
conocía al entonces comisario Osvaldo Sertorio, el titular de la comisaría 5º,
«que ha pasado a la historia por el campo de concentración que tenía al otro
lado del pasillo de su escritorio».
El policía le había confirmado al amigo de
Chicha que Clara Anahí había sobrevivido al ataque a la casa de sus padres.

La abuela se dirigió entonces a la dependencia policial, para hablar con el
comisario: «Me dejó parada en el medio de la habitación y él, sentado, empezó a
expresar su desprecio por mí, que era la madre de unos subversivos»
. Pero como
le debía un favor a aquel conocido en común, terminó diciéndole, en voz casi
inaudible: «La nena está viva, búsquela por la ropa porque ya le deben haber
cambiado la identidad. Y búsquela rápido, porque ha perdido demasiado tiempo»
.
El policía la derivó a la Unidad Regional de la Policía de la provincia, «pero
allí me negaron que supieran algo, y me sacaron con cara de nada».

Las familias Teruggi y Mariani nunca pudieron recuperar el cuerpo de Diana.
Recién en 1984 Chicha se enteró de una comunicación del director del cementerio
de La Plata, según la cual la joven había sido enterrada como NN, y que en 1982
esa tumba había sido «levantada y tirada a la fosa común».

En esta causa consta que en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la
provincia de Buenos Aires (DIPPBA) -cuyos archivos están hoy bajo custodia de la
Comisión Provincial por la Memoria- existían fichas en las que figuraba el
operativo del 24 de noviembre de 1976 y, en relación a él, una serie de actas en
las que se identificaba con nombre y apellido a las personas asesinadas ese día,
incluida Diana. Pero luego la fuerza confeccionó actas de defunción en las que
los cuerpos figuraban como NN: fue otro paso que apuntaba a borrar toda huella
respecto de cómo fueron las muertes.

De esa misma Dirección de Inteligencia se extrajo otro legajo de 1979, en el
que la hija de Daniel y Diana, dos años después de la muerte de sus padres, era
catalogada de «extremista»
. La carátula de aquella carpeta, confeccionada por la
fuerza policial, rezaba: «Factor de extremismo: Clara Anahí Mariani».

El nacimiento de las Abuelas

«A todos lados iba sola, y no siempre era bien recibida», recordó. Hasta que
se contactó con Alicia «Licha» Zubasnabar de De la Cuadra, otra abuela que
buscaba a su nieta desaparecida: «Licha está presente hoy acá, tiene 90 años, y
hemos trabajado en la búsqueda de los niños y de nuestros nietos hasta hoy».
Fue
junto a ella que comenzaron a acompañarse en sus gestiones, y que se conectaron
con otras madres y abuelas, que recién estaban empezando a conocerse y
organizarse.

«Licha buscó a las otras abuelas que ya conocía de la Plaza de Mayo, nos
reunimos y decidimos empezar a trabajar juntas. Éramos 12 en ese momento»
,
relató, y añadió: «A mi me asombró verlas con tanta serenidad; yo era un
guiñapo, un llanto continuo, las veía a ellas tan serenas y decía ‘tengo que ser
como ellas’ «
.

Primero se dieron a conocer como «Abuelas Argentinas con Nietitos
Desaparecidos». «Pero fuimos creciendo, la gente empezó a conocernos y a
llamarnos las Abuelas de Plaza de Mayo»
, rememoró. Finalmente, adoptaron ese
nombre.

A Chicha la esperaba aún otro golpe, poco tiempo después: el 1 de agosto de
1977 fue asesinado su hijo, Daniel Mariani
: «No se había querido ir del país por
su hijita, por Diana y por lealtad a sus compañeros militantes. Y se quedó hasta
que lo mataron, en la calle 132 y 35»
.

Policías, curas, jueces

Por recomendación de un juez, Chicha y su marido realizaron una denuncia ante
la Policía Federal: el efectivo que les tomó declaración, mientras redactaba el
acta, «llamaba a los gritos a todos los que pasaran por ahí y les decía que
vengan a ver a los padres de los guerrilleros de la calle 30»
. Cuando ella le
intentó corregir un error de ortografía en su apellido, el policía le respondió:
«Estoy acostumbrado a tomarle declaración a las prostitutas. Ahí mi marido se
levantó y tuve que pisarle el pie para que se quedara callado», rememoró, y
añadió: «Cuando estábamos saliendo nos dijo ‘no busquen a la nena, porque hizo
puf y desapareció’ «.

Luego, hizo innumerables gestiones ante autoridades eclesiásticas. Al primero
que consultó fue a Monseñor Emilio Graselli: «Me dijo que la nena estaba muy
alto, que tendríamos que haber ido antes y ya era demasiado tarde, que ya no la
podía conseguir»
. Luego, se contactó con Monseñor Antonio Plaza, en la Catedral.
«Plaza me interrogó más que ayudarme», recordó, y agregó que el obispo la derivó
a Monseñor Montes, que trabajaba con él en la Catedral.

«La primera vez, Montes me atendió muy bien y me dijo ‘yo se la voy a
conseguir’
-reconstruyó Chicha-. Pero la segunda vez, estaba serio, muy enojado.
Me dijo que me dejara de molestar, que no buscara, que me quedara quieta.
‘Déjela en manos de los que la tienen, no los ponga en peligro’. Cuando le
respondí que era mi nieta a la que estaba buscando, me señaló la puerta y me
dijo: ‘señora, le falta fe. Rece’ «
.

Luego, Chicha recordó que, junto a las Abuelas de Plaza de Mayo, visitó el
Vaticano en 18 oportunidades: nunca consiguieron que las reciban. «Yo no tengo
nada que agradecerle a la Iglesia, más bien tengo muchos reproches. No les debo
nada, sólo dolores y amarguras»
, sintetizó.

Lo mismo sintió respecto a sus reclamos ante la Justicia. «Ãbamos siempre a
visitar a jueces, una vez por mes, de a dos o de a tres
-describió-. La Justicia
no significó para mí ningún aporte. Y hablo en pasado porque tengo esperanza en
este juicio».

«Espero que de aquí salga la verdad»

Las hipótesis sobre el posible destino de Clara Anahí son varias, de acuerdo a
las versiones y testimonios que Chicha pudo ir recogiendo durante estos 30 años.

El primer dato significativo con el que dio, lo obtuvo por un matrimonio
amigo, Elvira y Omar Cerutti. Ellos le contaron que una sobrina suya estaba de
novia con Daniel Del Arco, un policía que prestaba servicios en la comisaría 2º
de La Plata y en la DIPPBA: cuando se enteró de que eran amigos de Chicha, el
policía les contó que él había participado en operativo del 24 de noviembre de
1976 y que sabía que la niña estaba viva. «Saber eso me devolvió la vida», contó
hoy la abuela, que a esa altura ya estaba perdiendo las esperanzas de
encontrarla.

«Le dije a los Cerutti: ‘pídanle si me puede entregar la nena, que yo le doy
lo que sea, mi casa, todo. Pero que sea la nena’ «
, indicó hoy Chicha. A partir
de allí, comenzó una suerte de negociación con Del Arco, a través de los
Cerutti. Aparentemente, el policía sabía que Clara Anahí estaba en manos de otro
miembro de la fuerza.

Pero al poco tiempo el matrimonio la llamó, para decirle que Del Arco se había
comunicado con ellos: «Les dijo que lo había descubierto Camps, y que andaba
disparando por los campos con gran peligro para su vida. Les dijo que no quería
saber más nada, y que si seguían averiguando, el matrimonio Cerutti iba a
terminar en un zanjón».

La pareja, llorando, se negó a seguir ayudándola. «Eso fue otra muerte para
mí»
, sostuvo Chicha. En los ’80, Elvira Cerutti murió en un accidente
automovilístico en la ruta a Mar del Plata. «Murió ahogada en un zanjón, como le
había dicho este hombre»
, remarcó. El policía Daniel Del Arco declaró, en 2004,
en el Juicio por la Verdad: «lo negó todo; transpiró muchísimo, nervioso, pero
lo negó todo».

Ese mismo año, le avisaron desde la Comisión por la Memoria que una persona se
había presentado allí y que quería hablar con Chicha. Era la mujer de Hugo
Guallama -chofer de Etchecolatz-, que había participado del ataque a la casa
Mariani-Teruggi. «Me dijo que Guallama la llevó a la casa de calle 30, le mostró
dónde habían estado ellos, y le dijo que él había estado con Etchecolatz arriba
del techo»
, narró la abuela, y agregó un dato que, en el marco de este juicio,
cobra singular importancia: Guallama admitió que fue él quien disparó contra
Diana Teruggi, y que lo hizo por orden de Etchecolatz. «Le dijo: ‘dale, Negro,
tirale que va saliendo’, y era Diana, que salía con la nena en brazos. Esto lo
cuenta la concubina de Guallama»
. El otro dato significativo tenía que ver con
Clara Anahí: según el policía, la habían sacado viva desde abajo del cuerpo de
su madre.

Actualmente, el ex chofer del represor se encuentra procesado y con prisión
preventiva, en el marco de la causa sobre la comisaría 5º de La Plata que
instruye el juez federal Arnaldo Corazza. «Primero negó todo, pero después de
dos meses en (el penal de) Marcos Paz, mandó una nota al juez, diciendo que
ahora recordaba todo»
, ironizó Chicha.

El otro elemento que aportó Guallama fue que, después de pasar por varias
manos, quien se llevó a Clara Anahí del lugar del operativo fue el comisario
Juan Fiorillo, con su lugarteniente, Carlos «El Oso» García.

Los antecedentes de ambos son más que oscuros. Fiorillo fue el responsable de
la desaparición de Felipe Vallese en 1962, fue jefe de la Unidad Regional de la
policía provincial y del Comando de Operaciones Tácticas (COT) durante la
dictadura, y tenía una oficina en la comisaría 5º
cuando la dependencia
funcionó como centro clandestino de detención. «Para mí es el monje negro de la
represión»
, comentó Chicha. Hoy, también está procesado y con prisión preventiva
en la causa sobre la comisaría 5º, pero cumple arresto domiciliario por ser
mayor de 70 años.

Carlos «El Oso» García había sido custodio de Monseñor Antonio Plaza. Luego de
su actuación como represor en la dictadura, estuvo involucrado en una «comisión
policial» que proveyó durante meses información falsa al juez Galeano en la
causa AMIA. Y tiempo después, ya retirado de la fuerza, fue jefe de custodia del
Banco Provincia.

Varias de las personas que a lo largo de estos 30 años fueron aportando datos
a la búsqueda de Chicha están citadas a declarar en este juicio oral. Es por
eso que la abuela de Clara Anahí tiene expectativas en torno a lo que pueda
surgir de la conjunción de todas estas declaraciones, que hasta ahora están
dispersas en el tiempo y en los despachos de diversas oficinas judiciales.
«Espero que de este juicio salga la verdad», expresó hoy ante el Tribunal.

«Yo acuso a Etchecolatz; lo acuso de la muerte directa de mi nuera, de la
desaparición de mi nieta, de lo que ha significado para ella 30 años de estar
viviendo en la ignorancia de su identidad
-manifestó Chicha Mariani-, y también
lo culpo del sufrimiento que me ha dado a mí y a todas las familias, que nos han
mantenido 30 años buscando con uñas y dientes un rastro de un hueso de un hijo
para tenerlo, o un rastro de un nieto para criarlo y decirle quienes fueron sus
padres».

Y añadió: «Lo veo al policía Etchecolatz con el rosario, y yo le quisiera
pedir que, en vez de rezar el rosario, alivie su conciencia diciendo dónde está
Clara Anahí. Porque él sabe. Y sabe que mataron a Diana por su orden o con su
mando».

El represor, nuevamente, no estuvo presente en la sala de audiencias para
escuchar el testimonio de Chicha Mariani: está detenido en el penal de Marcos
Paz, y pidió no asistir a esta etapa del juicio por supuestas razones de salud.

«Yo no me puedo dar el permiso de morirme -pareció responderle hoy Chicha-.
Tengo que encontrar a mi nieta».


El viernes 7 de julio se realizará una nueva jornada de audiencias como parte del juicio oral y público contra Etchecolatz, quien tendrá que responder por su responsabilidad en el homicidio calificado de Diana Esmeralda Teruggi; la privación ilegal de la libertad, torturas y homicidio de Patricia Dell’Orto, Ambrosio De Marco, Nora Formiga, Elena Arce y Margarita Delgado; y la privación ilegal de la libertad y torturas de Nilda Emma Eloy y Jorge Julio López. Es decir que está siendo juzgado por su responsabilidad en casos de secuestros, torturas y homicidios cometidos durante la última dictadura militar.

El juicio tiene lugar en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata, en calle 12, entre 51 y 53.


JUSTICIA YA EN LA PLATA está integrado por: Asamblea Permanente por los
Derechos Humanos La Plata; Asociación Anahí; Asociación de Ex
Detenidos-Desaparecidos (AEDD); Central de Trabajadores Argentinos La
Plata-Ensenada; Central de Trabajadores Argentinos Prov. de Bs. As.; Centro de
Profesionales por los Derechos Humanos (CeProDH); Comité para la Defensa de la
Salud, la Ética y los Derechos Humanos (CODESEDH); Comité de Acción Jurídica
(CAJ); Familiares de Desaparecidos (La Plata); Fundación Investigación y Defensa
Legal Argentina (FIDELA); H.I.J.O.S. Regional La Plata); Liberpueblo; Liga
Argentina por los Derechos del Hombre (LADH); Madres de Plaza de Mayo (La
Plata); Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos (MEDH).

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