13/01/2015

Una bocha sin «el Bocha”

foto_tapa-8.jpg Ayer se cumplieron seis veranos del fallecimiento de Alejandro Sokol, quien fuera durante 17 años la emblemática voz de Las Pelotas, banda que fundó casi una década después de haber integrado la primera formación de SUMO. En sus últimos tiempos había iniciado un nuevo camino junto a su hijo con la banda «El Vuelto S.A.”. Lejos de las poses y los flashes, con una humildad tan grande como su arrojo en el escenario, dejó marcado un estilo propio en el mundo del rock local. Por ANRed


Seguramente las remeras con su cara no sean un éxito en ventas y jamás llegarían a reflejar el nivel de su trayectoria, ese que sí puede medirse en su legado: un listado generoso de canciones, cientos de memorables shows, y miles de anécdotas, que no permiten olvidarlo fácilmente.

Alejandro Sokol se fue para nunca más volver el 12 de enero de 2009, a causa de un paro cardiorespiratorio mientras esperaba el colectivo que debía llevarlo de regreso a Buenos Aires, en la terminal de la ciudad de Río Cuarto, Córdoba, lugar al que había ido a visitar a su hija.

Dos días antes, Las Pelotas se había presentado en la costa bonaerense, en San Bernardo, pero él ya no era el cantante de la banda. En abril de 2008, en el Quilmes Rock, había tomado el micrófono por última vez al frente del grupo que integraba desde hacía 17 años, con el que había grabado 9 discos (Corderos en la noche , 1991; Máscaras de sal 1994; Amor seco, 1995; La clave del éxito, 1997; ¿Para qué? ,1998; Todo por un polvo, 1999; Esperando el milagro, 2003; Show, 2005; y Basta, 2007).

Fue parte de la primer formación de la mítica banda SUMO, encabezada por Luca Prodran, en 1981, tocando inicialmente el bajo, y más adelante la batería, después de que la baterista inglesa Johathan Nuttal volviera a Inglaterra en momentos de la guerra de Malvinas. Tiempo después, cuando llegaba Superman Troglio a la banda, se alejó de la misma.

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Germán Daffunchio integró junto con él aquella etapa de SUMO, y tras la muerte de Prodan en 1987, ambos, junto a Troglio, conforman Las Pelotas (1990).

Con esta banda realizó «presentaciones apoteóticas: el primer Obras, Montevideo, el Pepsi Rock en Ferro, la juntada de los ex, y el saberse los más grandes del Cosquín»¦ han cumplido con lo que seguramente fuera un sueño loco de dos tipos pretenciosos, lindo el sueño pero que sonaba a imposible: fueron el único grupo que actuó como teloneros de sus majestades satánicas The Rolling Stones, la banda más grande del mundo, en las tres llegadas de la monstruosa formación a Buenos Aires. La única que tocó las tres veces, un lujo que se guardaron para sí; siendo la última de estas presentaciones la más recordada: con el Bocha como genio y figura, saltando entre los charcos y desafiando al clima nefasto de esa tarde monumental como si fuese un niño encerrado en el cuerpo de un hombre. Y quizá, así era”, asegura Marcelo Solis, en una nota publicada en Hurlinghamaldía.com.

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Apenas meses después de haberse retirado de Las Pelotas, a mediados de 2008 ya se había lanzado con su nueva banda, «El Vuelto S. A.”, junto a su hijo Ismael, que integraban además Nicolás Angiolini y Gustavo Bustos (guitarras), Sebastián Villegas (bajo) y Damián Bustos (batería).

Una energía única

Sokol, nacido en Hurlingham el 30 de enero de 1960, dejó una huella imborrable en el rock local, marcada por la sencillez, la humildad, la bohemia, la rebeldía, y una forma de hacer música alejada de la búsqueda del estrellato, el éxito o el dinero. Además, no sólo dejó composiciones que siguen completamente vigentes, si no que aún sin tener una voz prodigiosa, era dueño de una expresividad vocal y corporal difíciles de igualar, que cautivaron a varias generaciones.

Bruno Larocca, coautor del corto documental Solo, sobre la vida del cantante, remarcaba [en una entrevista realizada por Nancy Hougham en blogs.rock.com.ar

 >http://blogs.rock.com.ar/solo-el-corto-documental-sobre-alejandro-sokol/]: «Para mi Sokol representa la esencia del rock misma, fue un frontman y músico como pocos. Sin ser el cantante perfecto creo que ha marcado un camino y los artistas que aparecen en el documental mencionan la influencia de Luca Prodan. De alguna manera, siguió la misma línea del cantante que pela todo arriba del escenario y canta con el corazón. Hoy en día me cuesta encontrar músicos que generen algo parecido a lo que él transmitía”.

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En el mismo sentido, Cristian Vitale escribió sobre un recital de Las Pelotas en la costa: «Sonaba «˜Orugas»™, una de esas canciones que si no cantaba Sokol no podía ser, y se entusiasmó: trepó a las cajas de sonido, no le importó el viento y, cuando llegó a la cima, varios temieron por su vida, incluso los músicos: su cuerpo flameaba como una bandera de Boca cuando hay sudestada. Y no era de paranoico temer por su vida: estaba a 20 metros del suelo y si caía de esa altura seguramente las arenas hubiesen mutado en adoquines. No cayó” ().

«La voz de él toca una fibra en el corazón de la gente, viste, y eso lo tienen pocos”, señala en el documental el trompetista Marcelo «Guillespi” Rodríguez, ex integrante de Las Pelotas. «De bajista a baterista y de baterista a frontman cuyas huellas «“por actitud, voz, potencia y código»“ atraparon a parte de una generación que lo vio como par”, destacó Cristian Vitale en Página 12 .

En cuanto a sus influencias, él mismo definía: «Yo no escucho música. Igual tengo a mi ídolo, como eran antes los Beatles, que es David Bowie. Es lo más grande que hay porque es un volador en la música. Para mí reemplazó a los Beatles hoy día. Y está adelantado porque no tiene en la cabeza otra cosa más que música. El que hace música así se divierte. Yo me divierto en los shows. No estoy pensando en la gente, eso te distrae. Yo voy a escuchar música y a tratar de afinar»¦ porque todavía desafino”, en una entrevista realizada en revista RollingStone .

Sin antifaces

Sokol parecía ser uno de esos «tipos sin antifaz” que mencionaban los Caballeros de la Quema en su «Hasta Estallar”, también en aquellos años «™90 en los que las canciones de Las Pelotas fueron refugio de versos por momentos contestatarios, críticos, en épocas de avasallante boom consumista y espejitos de colores.

En su caso, estaba lejos de ser una postura: «Conocí a Alejandro Sokol en el verano de 1997. Con un grupo de amigos, fuimos tras la huella del misterio que rodeaba a una de las bandas de rock más atrayentes por esos años. Se corría la voz de que parte de sus integrantes vivían en Traslasierra, el mismo lugar donde había llegado Luca años antes para escaparse de la heroína. Luego de varias consultas en Nono, ciudad emblemática de esa zona montañosa donde habíamos elegido veranear, alguien nos dio una pista y nos indicó el lugar donde teníamos que consultar para encontrar su paradero, que no estaba allí; sino en Las Calles, un pueblito al que se llega a pie y que queda a unos 7 kilómetros. En Las Calles no deben vivir más que un puñado de familias y los pocos paisanos que nos cruzamos desconocían que allí viviera un cantante de rock, simplemente sabían que había un tal Alejandro que vivía con su familia en una de las casas de aquella localidad. Tímidamente golpeamos las palmas en algunas casas hasta que dimos en el blanco. Primero apareció Lila, su mujer por entonces y madre de sus tres hijos, quien le avisó a Alejandro que tenía visitas. Sokol nos abrió la puerta de alambre de la casa que alquilaba con cara de dormido, pero con la cordialidad de pocos nos invitó a tomar unos mates. Por aquel entonces, yo tenía menos de veinte años y, aparentemente, pocas cosas para compartir con un cantante de rock que estaba por cumplir los 38. Sin embargo, aquella primera juntada sirvió para compartir un posterior asado en su casa…”, escribía Ignacio Portella en Revista Sudestada.

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En esa línea, en el mencionado corto documental «Solo”, el hijo del «Bocha” lo describe de esta forma: «Mi viejo estaba re lejos de la fama, del estrellato, de lo material, mi viejo era re anti pero anti de verdad”.

Por su parte, en la misma revista, Fernando D»™ addario aseguraba sobre su perfil público: «Sokol estaba tan afuera de todo que los periodistas -casi siempre cínicos en la relación con los mandatos culturales que rigen el negocio de la música- lo queríamos. Y lo queríamos precisamente porque no nos daba bola. Y no nos daba bola -o a veces sí, cuando se le daba la gana- sin que mediaran estrategias de marketing, de esas que el Indio Solari, un estilista en el usufructo del ocultamiento, patentó para que luego músicos mediocres quisieran jugar al misterio sumándose a la apología del «˜bajo perfil»™. Sokol parecía estar más allá de cualquier campaña promocional que pudiera mejorar o empeorar su situación relativa dentro de la escena. No era un profesional. No pertenecía”.

Los relatos suenan como el propio Sokol lo cantaba con suma precisión en Día Felíz: «El dinero de hoy no te sirve, no importa, solo me quedas vos, el consuelo es poderte abrazar”.

«El problema de la gente del palo es subirse al personaje más allá del escenario. Si dejás que tu mente te gobierne y te creés menos de un cuarto de lo que la gente te dice, estás hasta las bolas, porque terminás siendo más boludo de lo que sos. Y yo soy muy boludo: no quiero ser más boludo. Sí, escucho mis temas cuando suenan en la radio, pero no quiero pensar mucho en eso. Me pongo contento cuando veo muchas manos y es un flash y se me pone la piel de gallina”, decía en la citada entrevista en RollingStone, dejando su inconfundible e inolvidable sello.

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