07/10/2014

Entrevista a Estela De La Cuadra: testimonio de lucha y resistencia

tapa-2151.jpg De humilde origen, de campos y caminos de tierra; de una juventud atravesada por la lucha y la resistencia política; y una madurez poblada de memorias de fuego. En diálogo con ANRed, Estela De La Cuadra, tía de Ana Libertad, la última nieta recuperada, nos ofrece una crónica detallada de tres generaciones enmarcadas por la lucha por los Derechos Humanos, y las resistencias a la represión de la dictadura y al olvido en el paso del tiempo. Por ANRed / Fotos: Lula Guaquel. (Entrevista: Primera entrega)


Entrevista a Estela De La Cuadra (Primera entrega)

A la revolución por caminos agrarios

«Nuestra familia estaba compuesta por mamá, papá y cinco hermanos: (yo soy la mayor y Elenita la más chica). Estaba yo, estaba Soledad, Luis Eduardo, después Roberto José y Elenita.

Con mis padres vivíamos en el campo, y cuando empecé la escuela primaria, me voy al pueblo a la casa de una tía. La cuestión del campo siempre fue difícil y, si eras pequeño campesino, también. No ya el peón rural, que es el rey del más feo; pero el pequeño propietario de pequeñas parcelas (de 200 hectáreas, que en Corrientes eso no es mucho, no es significativo) evidentemente no daba, no bastaba, por cómo estaba organizada la producción y la comercialización de esa época, no daba para mantener una familia de cinco hijos y que los hijos vayan a la escuela. Bueno, todo se volvió muy dificultoso, entonces vinimos para acá (La Plata) en etapas: papá vino, buscó trabajo, y después todos los demás. Vinimos en el «™58 aproximadamente y terminamos la escuela primaria, en la N°45, que está en 58 y 116.

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Después fuimos a la secundaria, yo fui al Colegio Industrial de Ensenada, porque no había cupo, y después me pasé acá. Elenita terminó, pasó también por colegio religioso. Cabe aclarar en realidad, que en mi familia el interés político estuvo siempre: en la mesa se hablaba todos los mediodías de política: problemas económicos, dictadura militar; siempre se habló de política. En mi caso, la primera vez que me interesé, fue con la política internacional, con la Guerra Civil Española. Siendo una adolecente la miraba desde una visión romántica, que de hecho, tiene toda una parte de nobleza y belleza la Guerra Civil Española.

Esto impacta en la familia. Vamos criándonos pero siendo cinco hijos, cuando Elena seguía siendo una bebé, yo ya era una adolecente. Yo empezaba la facultad y ella en la primaria. Y todo este desfasaje se empezaba a abrir. Había más de un grupo de amigos. Y ella era «la hermanita”, supongo que les pasa a todas las familias. Si bien comíamos todos alrededor de la misma mesa, fuimos armando nuestros grupos sociales: yo empecé la facultad, primero química y luego psicología. Me recibí primero del Industrial y empecé a trabajar en un laboratorio. Roberto José, también fue al Industrial. Y el más bohemio, Luis Eduardo, que dejó, se fue a Buenos Aires, que hacía teatro, que esto y que lo otro, un autodidacta; y Soledad que seguía más tranquila la escuela secundaria.

Bueno, así transcurrían los días con una cierta armonía. Hasta que, a fines de los «™60, ya comenzaron a cristalizar algunas cosas. Esto lo veo hoy. En su momento era bastante ingenua, parte de nuestra crianza, creo que lo teníamos todos. Fue una larga infancia la que tuvimos. Esto empieza a impactar en la familia, comenzamos a traer la política nosotros a casa y a la mesa. Pasa el tiempo, conozco a mi organización en el «™72, que tenía un proceso de crecimiento muy lento, muy subterráneo, en relación a otras organizaciones. Y, entonces, al poco tiempo, tanto Roberto José como Elena, también se interesarían en lo mismo. Por su parte Eduardo desde el teatro, en el «™74, hace una obra de que representaba todas las manifestaciones obreras (ya había pasado el Cordobazo como escenario mayor de las luchas obreras, visibilizado), entonces representaban esto en el teatro, con el secuestro de un obrero y la tortura en el escenario, ejemplificando la picana de paso de corriente eléctrica. Por supuesto, no le gustó a la Triple A ni a la Federal, con lo cual tuvieron que parar. Se fueron a hacer gira por Europa y todo el grupo de teatro terminó en Italia donde participaron de distintos encuentros en Europa, que tampoco estaba tranquila. Y, además, Eduardo se había ligado al sindicato de teatro de acá, que tampoco era muy tranquilo, porque era una época cuestionadora. Y cuestionadora de qué, de un sistema injusto. Entonces Eduardo se tiene que ir.

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Soledad se va, con su marido y su familia, también a Europa; y, nosotros tres (Roberto José, Elena y yo) nos quedamos acá, con nuestras organizaciones en distintos frentes En aquel momento -en el «™73- Roberto José ingresa como trabajador de la línea 520 de colectivos, que fue una línea que hizo cabeza, fue vanguardia en organización y lucha y tendió a unir a las otras líneas de micro. Ya para el año «™74 (muy importante en las luchas de La Plata) prenden los focos de los servicios de inteligencia.»

Dos caras de la misma familia: el exilio y la militancia de base

«Elena estudió para maestra jardinera, y organizó la resistencia estudiantil, que tuvo mucho de larvado, de clandestino, de no sacar a la luz. Diríamos en un lenguaje vulgar: «de no jetonear”, sabiendo que, el planteo era un trabajo gris y cotidiano, muy a largo plazo, muy capilar, muy celular, muy chiquito.

Para esto, con mi marido, que compartíamos la facultad -donde nos conocemos- nos casamos y comenzamos un proceso de distanciamiento con mis hermanos, cada uno militando en distintos lugares. Y eso lleva a una situación, donde yo no comparto los mejores, los más hermosos, años de militancia de mis hermanos. Eventualmente con Roberto José sí compartíamos, en un momento dado, cuando intentamos construir un frente político antiimperialista y por el socialismo, esencialmente promovido por el PRT de Santucho y compañía, los compañeros de los perros.

Además, también estaba el OCPO, Resistencia Libertaria, Montoneros, el cura Ramón Dec y las Ligas Agrarias del norte; estaba Armando Jaime de la CGT-Salta, la viuda de Jonh Wiliam Cook, Ortega Peña -abogado de todas las luchas obreras-, Silvio Frondizi, Alicia Moreau de Justo (por los socialistas). Muchas tendencias distintas en un intento de un frente político. Esto es 1973-1974. A partir del «™74 aparecen divergencias, no se pueden elaborar políticas de frente con las distintas organizaciones, entonces eso hace que nos disolvamos. Sí pudimos mantener lazos de coordinación política a nivel específico, pero no a nivel macro. Era una situación difícil. Nosotros en el «™73 decíamos «se viene el fascismo”; no todos pensaban lo mismo. Sí, que era un ajuste para con nuestro pueblo, eso lo veíamos todos, al igual que la necesidad de la clandestinidad. Esto a nivel político.

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A nivel sindical, estaba el Movimiento Sindical de Base, que agrupó a todo el famoso cordón industrial: desde el Apagón en Ledesma bajando por Villa Constitución, por el cordón industrial de fábricas del Gran Buenos Aires, llegando a La Plata y sus alrededores. Esta ciudad llena de estudiantes rodeados de fábircas hizo que se convirtiera en una de las zonas más explosivas, no por nada (La Plata) fue una de las ciudades más reprimidas.

De aquí, yo recuerdo a Viglietti, en una conferencia en la Facultad de Ciencias Económicas, en el aula magna, con las comisiones internas de distintas fábricas que estaban en lucha y, te imaginas, estaba lleno -y los helicópteros sobrevolándonos-. En el escenario, Viglietti cantado «A desalambrar” y otras. Era la expresión del nivel de conciencia y la claridad al cuestionamiento a un sistema injusto. Era una cuestión bastante articulada y en ese momento un buen intento de plasmar la coordinación, que se mantiene hasta 1975 con el «Rodrigazo”, las coordinadoras interfabriles (que en La Plata tuvieron un peso extraordinario). Movido y promovido por las organizaciones que se movían por los cuadros obreros que eran muchos y variados. Fue una situación que desbordó al peronismo, por ejemplo, porque había un nivel de cuestionamiento del sector obrero que no lo pudo parar ni con todo el aparato asesino de la burocracia sindical.

A nivel personal, para todo esto, se da que empezamos a tener hijos. Con mi marido nos vamos de La Plata. Elena y Héctor se habían conocido y formaron pareja. Pero para el «˜76 ya no se pudieron casar por cómo estaba la cosa; incluso, el mismo invierno del 1975 caen compañeros de Héctor, lo que le complicó su situación todavía más.

Por su parte, mi hermano -Roberto José- estaba en medio de toda la movida de la 520, donde poníamos en pié formas de organización que eran las comisiones internas clandestinas, por el accionar de la patronal y la burocracia asesinas, que contaban con todo el amparo del Estado. Esta situación conlleva una forma de organización adecuada a esto, donde, si los fachos no tenían aparato, lo inventaban. Esto llevó a una situación donde, por ejemplo, los choferes llegaron a manejar los colectivos armados, porque tenían contra ellos la patronal, la bonaerense y la burocracia sindical.

Se vivió una situación donde la lucha alcanzó un nivel donde todos los días le armaron un quilombo bárbaro: «trabajaban a reglamento”, llegaban a una parada y estacionaban el colectivo bien al borde del cordón; cuando estaba bien parado, recién abrían la puerta; bajaban todos; cuando terminaban de bajar todos, abrían la otra puerta y dejaban subir a la gente, pero sólo los que podían ir sentados (porque por reglamento no podía ir nadie parado); cuando terminó de subir el último, se sentó, sacaron los boletos, recién ahí arrancaba el micro y viajaban a la velocidad mínima convenida. «Yo no estoy haciendo nada, estoy trabajando”, «el reglamento municipal dice esto”, decían. Lo que era para la patronal una situación exasperante, un quilombo bárbaro. En esa situación había muchas organizaciones coordinando, incluso de tendencias políticas diferentes. Entonces, además, en un corte, una protesta, a veces secuestraban a un gerente o a algún responsable de las empresas, y era retenido por los trabajadores para que rinda cuenta de su administración de la empresa ante los obreros.

Cada uno fue formando su propia familia: en 1975 tengo mi primer hijo. Por su parte, Roberto José, se tiene que ir de la 520, porque ya sospecha que lo tenían marcado. De hecho, en los archivos de la DIPBA (Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) aparece esta información y se sabe que sí, efectivamente, los tenían marcado.

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Elena seguía con el centro de estudiantes, y Héctor trabajaba para entonces en Propulsora-YPF. Para esto a Héctor, por apodo, lo estaban buscando los servicios de inteligencia. Entonces hablábamos muy poco, de manera restringida, todos estos años me perdí de su compañía. Una muestra de la persecución en los lugares de trabajo se podía ver en Peugeot por ejemplo, donde había documentos que decían: «toda vez que un obrero se ausente, se dé al abandono del trabajo inmediatamente Personal debe comunicar a la dirección para que concurra ante el jefe”. Ningún obrero que deje de por sí el puesto de trabajo, puede pasar desapercibido.»

Clandestinidad organizada: el método de la resistencia

«Pasa el tiempo, y finalmente, en septiembre del «™76 Roberto José, que trabajaba en YPF con Raúl Bonafini, intentó poner en pié una comisión interna de resistencia clandestina. Ya desde 1973-1974, con el accionar de la Triple A, el planteo de organizar un sindicato era descartado. Se dio en Villa Constitución. Pero el planteo más general de la resistencia obrera, era otra idea: no asaltar la fortaleza, sino discutir desde un accionar larvado y desde abajo.

En este proceso el rol de la burocracia sindical era protagónico, en un momento llegó a funcionar como el Ministerio de Trabajo, como una dependencia del Ministerio de Trabajo. Por eso nosotros le decíamos lacayos, traidores a la patria, traidores a su clase y cómplices de la represión y el imperialismo. Lo que después se comprobaría. Como, por ejemplo, las reuniones que organizaba el sindicato con las patronales. Caso concreto YPF, también aparece en las investigaciones de DIPBA, donde el sindicato se juntaba con los empresarios y llevaban la lista de los trabajadores que hacían paro o los que estaban organizados o de los que se sospechaba.»

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Recrudece la represión, crece la fractura en la familia

«Este contexto de escalada represiva y de mayor grado de organicidad de nosotros (los hermanos), llevó a un distanciamiento mayor en la familia, principalmente por motivos de seguridad y protección. Eventualmente nos encontrábamos. Por ejemplo en diciembre del «™75, en la navidad. Yo estaba en Buenos Aires con mi marido y mi hijo mayor. En ese mismo momento se dio el asalto al cuartel de Monte Chingolo. Estricta orden: «nadie se mueve de su casa”. Y a nosotros nos esperaban en La Plata, en la casa de Roberto José, que iba a haber un gran asado. En ese momento nuestra vida cotidiana estaba limitada a eso.

Mamá me contó después, que a Roberto José se le caían las lágrimas, mientras estaba el combate de Monte Chingolo, y decía «los están destrozando” (más allá de la valoración que uno pueda hacer de ese hecho o no, eso pasaba en casa, eso contó mamá).

Por esto se volvía cada vez más restringida la seguridad. Por esto las fechas de festividades y encuentros de familia, se iban acomodando así a estas cuestiones. Todo estaba subordinado a la militancia y estas tareas.»

«Yo no te tuve para que te quedes entre cuatro paredes tomando mates»¦”

«Nuestros padres siempre fueron pata. Nos entregaron siempre su solidaridad, su apoyo. Pero tampoco nos planteábamos: «qué cosas puedo hablar con ellos”. No salieron del lugar de mamá y papá que protegían. Eran unos tipos increíbles. Cuando le dije a mamá en el año «™72 a qué cosas estaba ajustada por la clandestinidad, mamá me dijo: «yo no te tuve para que te quedes entre cuatro paredes tomando mates”, esa fue su respuesta. Cuando a ella le tocó jugar un rol en plena dictadura, tampoco se quedó entre cuatro paredes tomando mates, fue coherente. Ella y papá, los dos.

El 2 de septiembre de 1976 hubo una reunión en casa de papá y mamá. Estaban Roberto José, Raúl Bonafini y Daniel San Pedro. Se reunieron -esto me lo contaron mis padres-, hablaron y Roberto José se enteró que en el barrio habían estado haciendo un relevamiento, habían preguntado por él y demás. Comentaron que justo esa semana, Roberto José había volanteado en los baños de YPF (que ingresó clandestinamente), porque estaban en contra de la extensión horaria, ya que habían logrado las 6 horas de trabajo y los milicos querían volver a las 8 horas. Entonces contaron que había seguimiento, que había vigilancia en la casa. Entonces Raúl Bonafini le preguntó: «qué dirección tenés en YPF”. «Ésta”, le dijo (por la casa de sus padres). «Rajemos”, se dijeron y se fueron.

Quedaron en encontrarse a la una de la madrugada. Papá le prestó el auto a Roberto José, que fue hasta su casa a levantar libros y cosas, y se fueron a la casa de Hebe y Toto Bonafini. Cuando volvió a casa de nuestros padres, lo secuestraron. Adentro, lo esperaba una patota encapuchada. En ese momento papá se descompuso, por eso se la llevaron a mamá para reconociera a Roberto José, que esperaba en el portero. «Vení viejita vos vas a cantar dónde está tu hijo” y se la llevaron a punta de Ithaca.

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Cuando bajaron del ascensor, le preguntaron: «¿este es tu hijo?”; y mamá les respondió: «no, yo a este muchacho no lo conozco, no lo vi nunca”. Roberto José se dio vuelta y la miró sorprendido. Ella siempre dijo «espero que me haya entendido”, que no lo negaba, sino que lo quiso encubrir. Después de esto la mandaron para arriba y a Roberto José se lo llevaron, porque justo, cuando mamá lo negó, bajaron con otro vecino que les dijo que era él. En el momento le buscaron el documento y confirmaron su identidad. Y lo secuestraron.»

Continuará…

Segunda entrega:
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Tercera entrega:
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