22/05/2006

«Aspiro a realizar novelas que se lean en tres horas y que dejen al lector tres días pensando»

«Es una mirada sobre la lectura y sobre el mundo del lector». Esta frase expresó, en una charla que mantuvo con ANRed, el escritor Ariel Bermani sobre su novela «Leer y escribir», una historia que devoramos en una tarde y que no termina con la finalización del libro. Sus personajes siguen rondándonos, acechándonos, mostrándonos esa otra cara del mundo de la lectura, aquella que justamente tratamos de encubrir y que deja en evidencia el vacío que puede existir en nosotros una vez de finalizada la ficción.


Basilio Bartel es un gris empleado de una biblioteca, un lector compulsivo que un día, harto de su metódica rutina, decide emprender una aventura: comprarse alfajores de chocolate, tomar el tren e ir a visitar a su familia y reencontrarse con sus amigos.

Acciones mínimas y cotidianas para la mayoría de las personas, pero que son vividas en este relato con una gran intensidad tanto, para el protagonista de esta trama, como para nosotros, los lectores, que una vez que entramos en ese mundo de invención no podemos abandonarlo, no hasta que Basilio termine su recorrido y nos libere de su existencia.

Una existencia plagada de personajes, entre oscuros y llamativos, que circulan por una ciudad palpablemente reconocible, como esas vidas que en apariencia ya no tienen nada más que hacer o decir y que mediante la literatura son rescatadas y puestas en confrontación con el propio universo de quien las lee.

«Quise jugar con la idea de ese lector considerado socialmente como muy prestigioso al mostrar al mundo de la lectura como algo sórdido; como un mundo de soledad, de tristeza, de incomunicación. De cómo los lectores pueden estar totalmente perdidos y sin tener adonde ir». Eso nos manifiesta Ariel Bermani, el autor de esta historia llamada «Leer y escribir», novela que recientemente la editorial Interzona acaba de publicar y que ANRed pudo leer.

Ahora el libro está cerrado y la conversación será con su creador, aunque el espectro de Basilio parece estar muy cerca y amenaza con no querer quedarse dentro de esas páginas.

 ANRed: ¿Cuánto hay de Basilio en Bermani?

 Ariel Bermani: Creando a Basilio trato de espantar fantasmas míos, tendencias mías hacia la incomunicación, el encierro, hacia el autismo. Basilio me sirvió para darme cuenta que la vida no pasa solamente por leer. Con Basilio llevo al extremo mi vida, la terso y la pongo en ridículo. Basilio tiene elementos míos, como los otros personajes tienen elementos de personas que conocí. Yo siempre parto de personas porque eso me sirve, me facilita para pensar el volumen del personaje. Es un punto de partida y de ahí salís a la novela donde todo se abre y la lógica es otra. Es la lógica del relato, no de las personas.

 ANRed: ¿Por qué ese leer y escribir del titulo?

 Ariel Bermani: Porque es una mirada sobre la lectura y sobre la vida del lector. Además, el personaje de esta novela quiere escribir su vida de nuevo. El escribir es una salida a la aventura. Es una suerte de novela de aventura parodiada; el tipo sale a escribir, sale a vivir. Y en realidad, lo que hace esa búsqueda son muy poquitas cosas. Quise jugar con estas dos ideas, por un lado la de la parodia de la novela de aventuras y, por el otro, la del mundo de los lectores como algo totalmente sórdido y lleno de soledades.

 ANRed: ¿Crees que en gran parte el mundo de los lectores es así?

 A.B: Me servía para este libro en particular y hay un poco de provocación. No es lo mismo el tipo que lee en las bibliotecas públicas, ese lector crónico, que muchas veces duerme en la calle y luego está ahí leyendo. Las bibliotecas públicas tienen tipos que se volvieron locos y que las usan como lugares para alojarse. Y otra cosa es el tipo que lee en la cama, en la casa. La lectura es una cosa muy extraña. Lo que sí tienen en común es que hace falta estar solo para eso. Y que la soledad tiene algo de sordidez y de incomunicación. Yo jugaba con esa idea de la biblioteca desmantelándose, con el lector que no puede hablar y cuando sale a la calle y tiene la posibilidad de dejar de ser ese lector que era y ser un aventurero, no sabe dónde ir y termina yendo a la casa de la madre. Tomándose un tren, volviendo a lo poco que conoció. Pero no me interesa pensar esto como una parábola de la sociedad, es una historia y prefiero que cada uno la lea como quiera.

 ANRed: Lo que sí se respira es un contexto, una realidad social, fácilmente reconocible.

 A.B: Eso sí me interesa en la literatura. Dos cosas me interesan: primero, no bajar línea y no llevar al lector a sacar conclusiones explicitas, fáciles e inmediatas como si vieras una telenovela de la televisión. A mí me gusta la literatura abierta y que los sentidos se multipliquen. Y por otro lado, me importa trabajar el contexto social, pero bajo esa mirada, de multiplicar sentidos, en donde el contexto está y aparecen señales todo el tiempo, pero sin moral ni reflexión sobre eso, sino como un material de fondo para que cada cual entre como pueda o quiera.

 ANRed: Quizá donde todo se haga más evidente es en «esa calle de los lectores perdidos», un lugar en donde se muestra la marginación y la injusticia.

 A.B: Sí, pero al mismo tiempo también es un chiste. Yo pienso que la literatura es un lugar donde uno puede divertirse además de pensar la sociedad y a las personas. En este caso se puede tomar a la Biblioteca como un chiste, como un lugar que expulsa a los lectores y que estos no tienen manera de salir de esa inercia en la que cayeron y se resignan a eso. De hecho, los lectores pueden entrar a esa biblioteca pero tienen que buscar la forma de seducción y de engaño para poder entrar. Pero no lo hacen y ahí también hay un chiste. Obviamente que al mismo tiempo hay una mirada sobre la sociedad. Me pareció divertido ridiculizar al lector, sacarlo de ese lugar de privilegio en el que se encuentra y convertirlo en un idiota.

 ANRed: Mediante los personajes de Walter y Osvaldo podemos ver el mal uso del poder y la corrupción, ¿no es cierto?

 A.B: En principio, no me parece que un autor deba hacer una lectura de su obra, porque eso es una manera de cerrarla, pero… si no fuera el autor y la leyera, también se podría tomar como una crítica a los trabajadores. ¿Qué pasa cuando el trabajador tiene poder, cuando éste se corrompe, cuando le dan un mínimo de autoridad? ¿Termina siendo peor que el patrón? Y en muchos casos podemos decir que así es y es terrible, pero pasa. Es el modelo del portero, del capataz.

 ANRed: Basilio al terminar el relato dice: «Soy otro», ¿Qué te pasó a vos cuando terminaste de escribir la novela?

 A.B: Eso lo pone Basilio, pero también lo pone el narrador y lo pongo yo. Los tres lo ponemos. Me sentí otro cuando terminé la novela, que de hecho significó mi primera novela. Sentí que estaba dando un salto al vacío en mi escritura: de los cuentos, de la forma breve que siempre tenía, la sensación de que me quedaba corto.

 ANRed: La novela tiene un estilo ágil y directo, pero a la vez profundo, ¿cómo se hace para lograrlo?

 A.B: Al ser la primera novela que escribo, esa fue mi gran prueba. Cuando empecé me di cuenta que no sabía hacer novelas, pero que algo había incorporado de lecturas y de ejercitaciones anteriores, por eso salió. Yo sentía que escribiendo cortito y rápido no me perdía. Y al mismo tiempo, con capítulos cortos y siguiendo siempre al mismo personaje, era como una cuestión de cuidado para conmigo mismo para no abandonar la novela. Me servía para que no se me fuera de las manos, como una cuestión de cautela. Por lo menos al comienzo, luego, cuando vi que la cosa salía, perdí el miedo y me pasó lo que me pasa cuando escribo una novela, que empecé a vivir ahí adentro.

 ANRed: Como un personaje más.

 A.B: Más que un personaje más, yo sentía que todos los otros personajes eran personas que estaban alrededor mío. Sabía que los estaba haciendo a ellos, pero no podía salir de esa situación. Vivía con ellos, veía sus caras, distinguía las calles por donde ellos circulaban. Y, en cuanto al estilo, creo que encontré un formato y la aspiración que tengo es hacer novelas que se lean en tres horas y que dejen al lector pensando tres días en ella. Leerlo rápido, casi sin darse cuenta y sin reparar en las cosas espantosas que se cuentan y que después ese lector vuelva, despacio, solo, pero que no se frene en el medio.

 ANRed: «Leer y escribir» recibió la Segunda Mención en el Premio Clarín de Novela 2003 y en estos días se supo que otra novela tuya aún sin publicar «Veneno» ganó el Premio Emecé 2006, ¿qué importancia les das a este tipo de reconocimientos?

 A.B: Hoy los premios literarios funcionan como una forma de entrar a la publicación y de entrar a las editoriales. Si no fuera por estos premios todavía no hubiera publicado. Aunque ahora hay muchas editoriales chicas. Está más abierto el mercado editorial y hay un interés mayor por la literatura argentina. Para mí significó una chance, más allá de que existan toda clase de premios, desde los más corruptos hasta los más transparentes. La variedad es muy grande.

 ANRed: Por último, ¿leer o escribir?

A.B: Escribir, si tuviera que dejar de leer para seguir escribiendo lo haría. De hecho cuando escribo no puedo leer, ni siquiera comer. Es una actividad exclusiva que me traslada hacia un mundo totalmente distinto en el que me gusta mucho vivir mientras escribo. Después, cuando termino el libro, vuelvo a ser el mismo de siempre.

Mariano Minasso



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