15/07/2014

Gambetas y balas: De penales no cobrados y represión

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Brasil 2014 tuvo una previa de protestas y represión. Con el 20% de sus más de 200 millones de habitantes en la pobreza, hacinados en favelas militarizadas, el pueblo brasileño se cansó de escuchar que no había plata para la salud, la educación y demás derechos básicos, cuando vio que el gobierno del PT estaba construyendo otro mundo, un mundo donde los explotados de Brasil no eran bienvenidos: el mundo para el Mundial. Por CORREPI, para ANRed.


Con un gasto total de U$S13.600 millones de dólares, la previa mundial fue un espacio donde el pueblo de Brasil salió a organizarse para reclamar sus justas reivindicaciones y denunciar el negociado del gobierno brasileño con la FIFA. La respuesta del gobierno de Rousseff fue la represión. Cuando parecía que en las favelas no entraba un sólo policía más, el gobierno demostró que siempre hay plata y lugar para más policía con tal de seguir reprimiendo. No sólo recrudeció la militarización de las fuerzas de seguridad en las barriadas populares, sino que cada una de las protestas fue reprimida, sin excepción.

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El 12 de junio, todo estaba en su lugar. Las cámaras se encendían para mostrar a millones de personas alrededor del mundo que Brasil, el país sudamericano que emerge como potencia a fuerza de explotar a su pueblo, no sólo es capaz de mantener bajo control las villas maiores do mundo , sino que también puede organizar un mundial. Lo dejó claro ese mismo día, cuando la policía reprimió simultáneamente las protestas en San Pablo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Brasilia, Fortaleza, Porto Alegre, Florianópolis y Belem. Cientos de detenidos y heridos como consecuencia de las balas y los gases lacrimógenos del gobierno progresista. En Argentina, Sergio Berni también protestaba, pero para pedir que lo dejen reprimir aún más en nuestro país. Comentando la jornada represiva en Brasil, reprochó: «Si pasa algo así acá, yo voy preso”.

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Mientras tanto, en Argentina

Mientras tanto, en Argentina, las fuerzas de seguridad del estado no quisieron ser menos que sus colegas brasileños e inauguraron el mundial fusilando a Walter Darío Arrieta, de 20 años, de un disparo en la cabeza. En la tercera fecha del torneo, mientras Uruguay le peleaba el partido a Costa Rica, Andrés García fue detenido por la gendarmería de Cuyo para un «control” vehicular, y terminó fusilado.

El 15 de junio, cuando la Selección argentina se metía en el campo bosnio para marcar dos goles, la policía Federal, junto con la Infantería y la Gendarmería, se metían en Paty para impedir que los trabajadores siguieran el paro votado en asamblea y la toma de la fábrica por la reincorporación de suspendidos y reivindicaciones salariales.

El 17 de junio, cuando finalizaba el cero a cero entre Brasil y México, la policía Federal arremetía contra la manifestación que se concentraba en la Casa de Córdoba, dejando 12 compañeros detenidos.

Un día después, España quedaba afuera del Mundial, y las fuerzas de seguridad del estado argentino torturaban hasta la muerte a Arial Almeyda (18), en la comisaría 1ª de Viedma, y asesinaban un pibe de 15 años en Pablo Nogués.

El 28 de junio, no hubo excepción en el combo de mundial y represión: Lucio Norberto Betriziano de 30 años, volvía a su casa en Paso del Rey después del partido entre Brasil y Chile. Se cruzó con el policía Federal Julio César Mogogna, que lo vio «sospechoso”, le disparó y lo mató. El mismo día, en Merlo, un pibe de 17 años, de apellido Sosa, fue fusilado por otro federal.

El jornada del 30 de junio, cuando Alemania y Francia ganaban sus respectivos partidos, los estatales de ATE Río Negro vieron venir, uno tras otro, los palos y los gases policiales. Quedaron varios trabajadores heridos.

El 1º de julio, la Selección argentina pasaba a cuartos de final y los hinchas argentinos festejaban en San Pablo. La policía militar paulista de Brasil los reprimió durante más de dos horas con balas y gases. Luego de que la Selección llegara a la semifinal, la gendarmería, con Berni como DT, reprimió el corte de los trabajadores de Tatsa y Emfer el 7 de julio y continuó, de la mano de la policía Federal el día siguiente, contra los trabajadores de Lear.

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Las últimas dos jornadas mundialistas no tuvieron nada que envidiarle a las anteriores: el 9 de julio, en La Plata, miles de personas pasaron de festejar el pase a la final a correr de la balacera policial.

Finalmente, el domingo, mientras la mayoría de nosotros nos quedábamos en silencio al ver como entraba la pelota empujada por Götze al arco de Romero, la policía Federal comenzaba con el operativo preparado para los festejos.

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El debate futbolero sobre el penal no cobrado y los goles errados, fue quebrado por las balas policiales en distintos puntos del país: en la CABA, La Plata, Bahía Blanca, Mar del Plata y Córdoba, la policía festejó el subcampeonato con su tarea predilecta. Reprimió en simultáneo a miles de personas, dejando como resultado, sólo en el centro de Buenos Aires, más de 60 heridos y 50 detenidos, único lugar del país donde, hasta ahora, se comprobó la participación activa de barras bravas, quienes en muchas ocasiones se prestan para ser la mano de obra tercerizada de la represión estatal.

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La Selección argentina tiene la posibilidad de ganar el Mundial cada cuatro años, mientras que la policía mata un pibe cada 28 horas

Los medios de comunicación, oficialistas o no, hablan por igual de los violentos de siempre, refiriéndose a los hinchas que fueron reprimidos en todo el país. Lo que no dicen, es que los que siempre llevan la violencia estatal a cada punto del país son las fuerzas represivas del estado, que utilizan cualquier excusa para aplicar las herramientas que tienen a mano para disciplinar al pueblo o romper con la organización de los trabajadores, según sea el caso. La Selección argentina tiene la posibilidad de ganar el Mundial cada cuatro años, mientras que la policía mata un pibe cada 28 horas.

¿La culpa es del fútbol? No. El deporte más jugado por el pueblo trabajador, tanto en Brasil como en Argentina, es utilizado por pocos para hacer de él un negociado y una excusa para la represión. La alegría del pueblo trabajador es cooptada por los distintos gobiernos para cubrir sus matanzas, para que un puñado de empresas se llenen los bolsillos, mientras tantos pibes patean la pelota en un potrero hasta que un policía o un gendarme aprieten su gatillo.

Miles de policías brasileños llevaron adelante razzias masivas en las favelas de Brasil este año, con la excusa de que se estaba preparando un atentado para el primer partido del Mundial. El aparato represivo fusiló a un número incierto de personas porque «buscaban terroristas” bajo la dirección del gobierno brasileño, que se ocupa de defender los intereses de la burguesía, y a pedido de la FIFA, que exigía condiciones necesarias de «seguridad”. Para garantizar la seguridad de las empresas y la FIFA, el gobierno brasileño desplegó un total de 250.000 efectivos de seguridad de distintas fuerzas y gastó más de 2.000 millones de reales en materia represiva. En varias favelas de Brasil se veía la misma consigna «Terrorista es la FIFA” .

El saldo del mundial en Brasil, no sólo incluye los diez goles en contra en los últimos dos partidos. También contó con 696 movilizaciones, donde las fuerzas de seguridad asesinaron a ocho personas, detuvieron a 2.608 e hirieron a 837. Brasil no ganó el Mundial, pero obtuvo un récord: el mayor despliegue de fuerzas de seguridad de la historia en un acto deportivo.

No es casual que los distintos estados quieran hacer de la alegría de miles de trabajadores un negocio. Sin embargo, hemos visto cómo, a pesar de los intentos de los gobiernos y las empresas de imponer una cortina de humo, el pueblo trabajador puede esperar con ansías el gol del triunfo, pero también, y sobre todo, se organiza y sale a las calles a luchar por lo que le corresponde.



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