10/07/2014

En la calle por el fútbol (¿y nada más?)

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«Dar cifras correctas es imposible: vamos a poner que miles de personas (sin aclarar si fueron decenas o centenas de miles) salieron a la calle después del triunfo de la Selección Argentina contra Holanda. La palabra «pueblo” con todas las contradicciones y ambigüedades (…) Todo se mezcla: el folclore, la alegría, el odio, la fiesta, las banderas, el uso político de los gobiernos, el oportunismo marquetinero, la alegría genuina (…) El desafío es no permitir que otros se adueñen de esto». Por Ramiro Giganti para ANRed / Foto-informe: Anita Pouchard Serra.


Dar cifras correctas es imposible, vamos a poner que miles de personas (sin aclarar si fueron decenas o centenas de miles) salieron a la calle después del triunfo de la Selección Argentina contra Holanda. La palabra «pueblo” con todas las contradicciones y ambigüedades que ella contiene resulta pertinente, justamente por todo lo que significa: pasión por el fútbol, patriotismo, paracaidismo de quienes se suman al evento de masas, ganas de festejar algo, de dejar de lado los problemas por un rato, momentos de unidad superficial, momentos de alegría. Las coincidencias asustan, por un lado que el rival derrotado sea Holanda y el nefasto recuerdo de «el que no salta es un Holandés”, por otro la final nuevamente contra Alemania, como fue en el 86´ y en el 90´, si, a los de treinta y pico, se nos viene la infancia encima, a los de cuarenta y pico la adolescencia, a los pibes algo nuevo, que solo conocían por escuchar a sus mayores.

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Y el chauvinismo. Sí, el chauvinismo, las puteadas a otros países sin motivo racional más que el tener a sus seleccionados como rivales deportivos, o quizás mezclando alguna que otra apreciación de cada uno, que se suma al cóctel de contradicciones. Todo se mezcla: el folclore, la alegría, el odio, la fiesta, las banderas, el uso político de los gobiernos, el oportunismo marquetinero, la alegría genuina«¦ Todo.

También la AFA, conducida por el monarca Julio Humberto Grondona, paradigma de la tiranía que lógicamente se va a querer apropiar de estos festejos. Los barras, que fueron al mundial y son los mismos que acá funcionan como fuerza de choque de los gobiernos para reprimir.

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El Papa Francisco, que alguno le adjudicará el «milagro” como si hubiera corrido y metido a lo Mascherano, el mismo que hace un mes visitó medio oriente y hoy mientras festejamos, Israel sigue bombardeando Gaza, pero mejor no decir que es «mufa” como Mick Jagger, a ver si perdemos.

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Pero volviendo a Grondona: ¿Qué hacemos con esta dinastía? ¿Somos capaces de festejar y disfrutar del juego sin que eso suponga avalar su impunidad?

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Cuando festejamos no importa si hay gente cortando la calle y llegamos tarde, ahí nadie pide mano dura, no hay «presentismo”. Es que el fútbol gusta tanto a trabajadores como a patrones, a solidarios y carneros, y si hay alguien a quien no le gusta, se sumará a la ola masiva.

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¿Usará la presidenta el mundial, si gana Argentina, políticamente? ¿Si Argentina gana el mundial zafa Boudou? ¿De dónde sacó la guita Giustozzi para las publicidades en los entretiempos de las transmisiones de TyC? ¿Qué pasó con los trabajadores de Lear, Gestamp y toda la ola de despidos y suspensiones apoyadas en la represión a quienes se oponen? ¿Por qué este medio publica una nota sobre esto habiendo tantos despidos y represiones?

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Las preguntas pueden ser muchas más. Lo cierto es que solo estamos hablando de un momento de festejo o esparcimiento. El desafío es no permitir que otros se adueñen de esto. Si bien tiene un costo ver el partido, el festejo en las calles todavía no fue privatizado, y puede ser también una oportunidad de romper el aislamiento a quienes lo sufren.



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