15/05/2006

Marcha murguera en la Villa 31

1bis.jpgAyer se realizó una marcha murguera en la Villa 31, organizada por «Los guardianes de Mugica», quienes estuvieron acompañados por otras murgas.

La fecha fue elegida en el 32º aniversario del asesinato del Padre Carlos Mugica, muerto por la Triple A. Los presentes afirmaron que la lucha de Mugica se aviva en quienes defienden el derecho a una vivienda digna, al tiempo que exigieron: no a las topadoras, sí a la radicación y urbanización en Retiro.

Fotos: Olmo – Argentina Photo.


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ANRed dialogó con Nelly, habitante de la Villa 31, quien relató los intentos de desalojo de los sucesivos gobiernos y de la organización de los vecinos como respuesta:

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«Mi familia es del Chaco y vino a vivir a la Villa 31 en noviembre de 1969. Yo tenía un año y medio.

«En 1977 nos avisan que nos tenemos que ir. Pasan los militares marcando las casas con una V y dentro de la V, la D de desalojo. Nos decían con toda la prepotencia que, si no nos íbamos, nos tiraban las casas abajo.

«Hasta ese entonces veníamos organizándonos para salir adelante con las cosas de la villa y luchando por una vivienda digna. Incluso en 1974, Carlos Mugica estaba peleando por nuestro derecho a la vivienda digna. Tal es así que lo mataron por eso en un gobierno democrático, en un gobierno peronista, y el padre Mugica era fanáticamente peronista.

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«En el 77, todas las familias empezaron a volar a lo loco. El miedo que generaban los militares desarmaba lo que habíamos armado en la villa en tan poco tiempo. Desde junio del 77 hasta noviembre de ese año nos hablan de desalojo. Todavía estábamos en nuestra casilla pero alrededor nuestro se habían ido todos. O sea que en cinco meses se había ido un 25, 30 por ciento de los habitantes de la villa.

«Nosotros éramos una familia numerosa. Mi mamá no podía trabajar porque no se podía dejar la casa sola: el que dejaba la casa sola en esos momentos al volver no tenía nada porque los militares sacaban todo. Entonces teníamos que sostenernos con el laburo de mis dos hermanos mayores. Cuando el varón entra a la «colimba», perdimos una fuente de ingresos pero igual pudimos sostener la resistencia.

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«Hasta que en el 79 un cura, que vendría a ser como el sucesor de Mugica en la capilla Cristo Obrero, Pichi Meisegeier, junto con un juez, logró que se frenarán los desalojos compulsivos. Además, las familias podían integrar un plan que les permitiría construir su propia vivienda. Este plan se iba a hacer en unas cuantas casas en José C. Paz y en San Miguel. Cada fin de semana nos juntábamos los vecinos que estábamos dentro de ese plan y nos íbamos para trabajar. Todos trabajábamos en nuestras casas, que una vez terminadas se iban a ir adjudicando. Pagábamos una cuota mensual y hubo un momento en que mi familia no la pudo pagar y quedamos afuera del plan.

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«De la villa se va mucha gente y en 1980 queda bastante desolada. En 1981 éramos nada más que 42 familias, distribuidas a lo largo de la villa. Los militares seguían viniendo, pero no con tanta prepotencia. Daban por terminada su obra ya que sólo quedaban 42 familias y pensaban que en unos meses más iba a estar vacía. Día y noche había policías, militares que no dejaban entrar a nadie y nos hacían la vida imposible. No teníamos luz, agua; los negocios se habían cerrado y ya no se podían abrir; las escuelas las habían tirado abajo.

«Lo único que sobrevivió a la demolición fue la capilla de Mugica, que no supimos nunca porque no la derribaron. Eso nos ayudó porque era nuestro centro para juntarnos. Gracias a eso y al laburo del padre Pichi pudimos subsistir y también ganarle un juicio a la dictadura porque ellos nos cortaban la luz violentamente y habían provocado un daño material a la gente del barrio porque se les quemaban todas las cosas. Entonces ganamos ese juicio y hoy tenemos la luz a nuestro favor.

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«En el 85 se repuebla la villa porque la policía ya no estaba. En 1990, el presidente de entonces Carlos Menem firmó el decreto 1001 que adjudicaba las tierras a los vecinos de todas las villas de capital. Nosotros podíamos comprar nuestra tierra y hacerla nuestra. Esto se cumplió a medias: los vecinos podían construir viviendas de mejor calidad en algunos barrios, pero en nuestro caso se empezó a hablar del proyecto de autopistas.

«De un día para el otro vinieron los representantes del barrio, que era un cuerpo vecinal con delegados que no preguntaban nada a la gente y no les hablaban ni del decreto ni del derecho que todos tenemos a la vivienda digna. Muchos vecinos agarraron la plata que les ofrecieron para irse, doce mil pesos, y se fueron a su lugar de origen.

«De los que se fueron, muchos volvieron pero ya no podían ingresar porque la Comisión de la Vivienda no los dejaba entrar. Entonces se fueron del otro lado de la autopista e hicieron un nuevo barrio, que dio nacimiento a la 31 bis.

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«En el 2000, cuando ya estaba Ibarra, empezaron a circular versiones de un proyecto Retiro, que lo promovía el gobierno de la ciudad y que era como una extensión de Puerto Madero, con hoteles de lujo. No se hablaba para nada de qué se iba a hacer con la villa.

«La gente se empieza a preocupar porque ve que sus supuestos representantes pretenden vender el barrio y entonces se empiezan a organizar, a juntarse, a hacer asambleas. Además se eligen delegados por manzana. Pero también esto se empezó a corromper un poco porque empezaban a aparecer las dádivas de parte del gobierno para los delegados.

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«En ese momento se frenó el tema del proyecto Retiro, pero siguió adelante. Y, a seis años de esas versiones, vuelven a salir en los medios notas sobre la urbanización de Reitro que a nosotros no nos tendría en cuenta. Entonces nos empezamos a juntar con todas las organizaciones del barrio y planeamos una protesta porque pedíamos información al gobierno y nadie contestaba. Hicimos una movilización como no se había hecho desde el 74, meses antes de que lo maten a Mugica. Convocamos a los vecinos y fueron más de tres mil personas.

«Nos cuesta convocar a los vecinos porque hay cosas que conspiran contra la unidad del barrio y esa marcha fue productiva.

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«Hay publicaciones que hablan de cosas concretas: por ejemplo que hay un vecino de la 31bis que tiene un montón de gente que quiere irse y que aceptarían. Cuando leímos eso, nos dimos cuenta que hay muchas cosas que no sabemos y que nos perjudican bastante. Ese mismo día, empiezan a picar el piso y los obreros nos dicen que es para ampliar la bajada de la autopista.

«Los delegados paran la obra, hacen llamar al ingeniero y a Kelly Olmos, que es la subsecretaría de AUSA. Ella dice que no sabía qué estaban haciendo… cuando tiene un cargo. El ingeniero decía una cosa; ella, otra. Y nos terminaron diciendo que si los dejábamos construir la autopista nos íbamos a beneficiar porque, en agradecimiento, iban a construir un puente peatonal e iban a poner un nuevo semáforo.

«Pero todo lo que quieren hacer nos perjudica muchísimo. Queremos que saquen las máquinas, que se vayan.

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«En el 2002 comenzamos a trabajar un proyecto de urbanización con la gente de arquitectura de la UBA y vecinos del barrio. Ese proyecto está hecho y está presentado en Nación y Ciudad, pero nunca tuvo respuesta. Es un proyecto que contempla que la gente se quede acá, que pueda tener su vivienda, sus calles bien, todos los servicios. Pero a nadie de afuera le interesa este proyecto.

«Además, este proyecto es la única salida. Desarraigar a la gente es imposible. Hay que plantear la voluntad de la gente del barrio. Además del enojo, hay que venir y pronunciarse».

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Fotos: Olmo – www.argentinaphoto.com.ar

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Para más información sobre el proyecto, visitar la nota «En el pasado con la dictadura, hoy con la democracia: No a la erradicación de la villa 31», en la Sección Territorial de esta página.

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