19/04/2014

La ebullición política y el rumbo del gobierno nacional

tapa-1850.jpg Los ciclos económico-políticos tienen principio e inevitablemente fin. El económico ya dio todo lo que podía dar, mientras que el político ha ingresado en su tramo final. ¿Qué será del kirchnerismo a futuro? Por Eduardo Lucita


Sea por desgaste luego de una década larga de gobierno, sea por errores de distinta naturaleza o por lo que creo son raíces estructurales más profundas y sistémicas, los tiempos finales de la administración kirchnerista -más allá de lo que marca el calendario electoral- parecen acelerarse.

Con Carlos Marx sabemos que la economía es decisiva, pero solo en última instancia, por lo que la acción política aunque se referencie en ese terreno y sus relaciones siempre mantiene cierto grado de autonomía. Así es posible ver que por lo general, aunque no necesariamente siempre, en los momentos iniciales y en los finales del ciclo la economía suele jugar ese papel decisivo, mientras que en el intervalo «entre puntas» suele tener mayor presencia la política.

Tramo final

Revisitando los inicios de este siglo puede constatarse el impacto de la crisis del 2001-2002 y como el kirchnerismo es resultado directo de la revuelta plebeya a que dio lugar esa crisis. Así como puede verificarse en este tiempo 2012-2015 el papel que juega la complejidad económica actual en el tramo final del gobierno.

Se trata del tercer período de la administración kirchnerista -2003/2007 y 2008/2011 los dos anteriores- en el que reaparecen los límites estructurales del capitalismo dependiente argentino -presión inflacionaria sostenida, déficit fiscal primario, restricción externa, problemas de financiamiento- y cuando los resultados electorales del 2011 sepultaron toda posibilidad de re-reelección de la presidenta Cristina Fernández e hicieron aflorar alternativas políticas por derecha.
La certeza del fin de ciclo y el «nuevo curso» adoptado por el gobierno, han puesto al kirchnerismo en estado de ebullición política. Es un buen momento para, desde esta columna, hacer un ejercicio especulativo sobre su futuro inmediato.

Ordenando la transición

Dos sentencias operan como ordenadoras de este tramo final. La primera, la franqueza de la presidenta cuando en septiembre pasado en la reunión de la Mesa de Diálogo con empresarios y sindicalistas señaló sin ambigüedades: «Me quedan dos años más. Quiero llegar tranquila al 2015». La segunda, es el sinceramente y ordenamiento -en términos clásicos- de los desequilibrios de la economía, teniendo como eje central la recomposición del stock de reservas internacionales.
Las dos cuestiones están ligadas, porque puede que pesen en ella los problemas de salud o el resguardo a futuro, pero también como una decisión de evitar el tembladeral cambiario, que finalmente se produjo a mediados de enero pasado, y sus previsibles consecuencias económicas y políticas. Por lo tanto ordenar la economía todo lo que se pueda sin vulnerar algunos presupuestos del «modelo».
Es que los controles y trabas a la salida de divisas -por importaciones, por giro de utilidades, por turismo emisor- resultaron insuficientes y es evidente que se necesita estimular el flujo de ingreso de capitales. De ahí la aceptación de la devaluación -que se negaba-; del reconocimiento de la inflación -que se desconocía- y del déficit fiscal -que se ignoraba-. Los acuerdos en curso con el FMI, el Ciadi, Repsol, el Club de París y los «fondos buitres» completan el cuadro de un giro sustancial, en el discurso y en la práctica, en búsqueda de financiamiento externo. En síntesis: se trata de terminar la fiesta en paz. En esto todo indica que el papa Francisco está jugando un rol activo, operando sobre el oficialismo pero también sobre la oposición derechista y los sindicatos.

Rearmando el discurso

Este es el marco en el cual el kirchnerismo ha comenzado a transitar el último año y medio de su administración y cuando el gobierno tiene dificultades para fijar la agenda de discusiones -algo que manejó con soltura y habilidad en los períodos anteriores- lo que no implica que no pueda recurrir a algunos temas de alto impacto político, por ejemplo habilitar la discusión sobre el aborto legal y gratuito.

Por ahora la estrategia a seguir parece cada día más alejada del discurso de cambios estructurales, de la profundización y del vamos por todo. El tiempo político para discutir reformas sustantivas -la nacionalización del comercio de granos o una política tributaria progresiva entre otras- ya parece haber pasado, por el contrario el ritmo y las medidas los van imponiendo la realidad y el poder económico concentrado. Por lo tanto se trata de administrar con el menor costo político la complejidad actual y crear un discurso apto para un sujeto social justificador del giro económico-político, que al mismo tiempo permita sostener hasta el final el liderazgo de CFK.
Pero justamente la fuerte centralidad de ese liderazgo, como antes lo fue el de Néstor Kirchner, está en la base de las dificultades para constituir un equipo de recambio y definir un heredero fiel que garantice la sucesión.

¿Neo o pos-kirchnerismo?

En los términos en que se va definiendo el escenario electoral 2015, y en el supuesto que de la ecuación en curso se pueda despejar toda posibilidad de la centroderecha republicana (FAP-UNEN), una vez más será de la disputa entre fracciones del peronismo de donde emerjan la figura presidenciable y el próximo gobierno.

Puede se trate de un neo-kirchnerismo encarnado en la figura de Daniel Scioli y sostenido por el Frente para la Victoria (FPV) o de un pos-kirchnerismo del Frente Renovador (FR) encabezado por Sergio Massa. Se trata de dos expresiones de un mismo proceso que se definen en relación al otro en términos inversos: «continuidad con cambios» el primero versus «cambios con continuidad» el segundo. Como es notorio no muestran grandes diferencias.

Conviene aquí registrar que salvo en cuestiones puntuales ninguna de estas fracciones se deslinda del actual ajuste económico, a lo sumo exigen su profundización. En rigor tampoco lo hacen el PRO o la coalición FAP-UNEN.

En este esquema las posibilidades de un ballotage se acrecientan y allí crecen las posibilidades de que el PRO de Mauricio Macri resulte el gran elector en segunda vuelta, de ahí la ansiedad de Lilita Carrio por convocarlo.

¿Qué futuro?

Pero esto no resuelve los dilemas del kirchnerismo. Después de doce años de ejercicio del poder político y de administrar los asuntos del Estado, no pareciera posible que abandone la disputa política sin dar batalla hasta último momento. ¿Pero en qué términos y porqué vías podría hacerlo? ¿Cómo jugarán los espacios progre no peronistas que cohabitan en el FPV?

En principio, con el grado de provisoriedad que esto supone, habría en pugna tres variantes:

 La propuesta del sector kirchnerista duro que propone fortalecer un núcleo minoritario que presente candidaturas propias con una identidad bien definida. Algo así como «Morir con las botas puestas»

 Participar en las PASO del FPV con candidaturas propias en disputa con otros sectores. Esto implicaría la alianza de los espacios no peronistas con La Cámpora y otros sectores peronistas K en el marco de Unidos y Organizados. Se supone tendrían un piso electoral estable, lo que algunos denominan una «Minoría intensa».

Una variante de la anterior, que considera que así se fija una posición pero no se ganan las PASO. Por lo tanto hay que ser realista, «tragarse el sapo» y buscar una alianza con el sciolismo. En este caso la disputa ya no sería por la candidatura presidencial, sino por la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, territorio estratégico para la consolidación de una corriente kirchnerista y su retorno en el 2019.

Nada está definido, como tampoco lo está en la coalición FAP-UNEN, donde se multiplican los candidatos, mientras que el FR y el PRO no sin dificultades, tratan de extender su influencia en el interior del país.
Nada está definido, pero sí es claro que los intereses obreros y populares quedarán postergados en cualquier variante. Ninguna de estas fracciones políticas está en condiciones de superar los límites estructurales del capitalismo argentino, sea por sus compromisos con el poder económico concentrado, por sus limitaciones ideológicas o por ambas.

Con una política de alianzas que de cuenta del espacio que se le abre, la izquierda -tanto la organizada en partidos como en los movimientos socio-político culturales- puede en las presidenciales del 2015 acrecentar su presencia política y tener peso propio a nivel nacional.

Eduardo Lucita – Integrante del colectivo EDI-Economistas de Izquierda



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