31/03/2014

Hace 50 años se GOLpeaba Brasil

Foto_Tapa-9.jpg El aniversario del último golpe militar brasileño se da en un marco premundialista, con militarización de las ciudades y en especial de las favelas. En este país existe una reconstrucción parcial de la memoria, a cargo de la Comisión Nacional de la Verdad formada en 2012 para investigar las violaciones a los derechos humanos ocurridas entre los años 1946 y 1988 pero que está limitada por una ley de amnistía que ampara a los militares. En este marco, analizamos una de las experiencias deportivas que en un contexto dictatorial fue símbolo de resistencia, democracia y construcción colectiva: «la democracia corinthiana”. Por ANRed


Hoy se cumplen 50 años del último golpe de Estado en Brasil. Al igual que el resto de los regímenes militares que se fueron instalando luego en todo Latinoamérica, tuvo la misión de acallar las revueltas populares que se desarrollaban al interior del territorio carioca. Estas luchas contra las fuerzas revolucionarias sirvieron para instaurar poco a poco las medidas neoliberales que el capital necesitaba para seguir desarrollándose. Todo esto, entre otras cuestiones, con la ayuda imperial de EE.UU. y de los grupos económicos a través de los grandes medios de comunicación brasileros.

Esta dictadura que se prolongó durante 21 años, desde 1964 a 1985, y que depuso al presidente nacionalista Joao Goulart se caracterizó, como todo gobierno de facto, por suprimir las libertades del pueblo, desorganizarlo y limitar la participación popular y democrática en la sociedad. El objetivo era poder llevar a cabo las medidas necesarias para inclinar al país del lado del bloque occidental en el marco de la guerra fría. Así lo demuestran las palabras del embajador yanqui Lincoln Gordon, en Brasil, durante aquella época cuando afirmaba que la ayuda golpista fue debido a una «intervención comunista”, refiriéndose a las relaciones del país sudamericano con Cuba y la URSS.

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El fútbol y su implicancia política

Hoy, faltan 73 días para el mundial de fútbol que se va a desarrollar en Brasil. La acotación del desarrollo de dicho mundial tiene que ver con la implicancia de la política en el futbol, o más precisamente en cómo cada una de las esferas de la sociedad se puede analizar con los anteojos de la historia y de la crítica. Basta recordar las movilizaciones que se desataron en Brasil durante la Copa Confederaciones de 2013 cuando la sociedad tomó las calles contra el aumento del transporte público, mientras se desarrollaba una competición deportiva que generó un millonario gasto de recursos públicos.

Remontándonos a la última dictadura militar, también encontramos un ejemplo del futbol como herramienta para controlar a la sociedad. En aquel momento se modificó el torneo brasilero para incorporar más equipos y así destacar la ampliación de la «participación” en un deporte tan popular en Brasil. Claramente, en un contexto dictatorial esta fue una medida puramente distractiva mientras se destruían todas las libertades democráticas y avanzaba la represión (cualquier semejanza con el Mundial «™78 en Argentina, no es pura coincidencia).

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Una trinchera

En la última etapa de la dictadura brasilera existió una trinchera que resistió uno de estos aspectos, poniendo en crisis la organización en el lugar de trabajo y la limitación de la participación política y sucedió en un club de fútbol, el Corinthians.

Corría el año 1981 cuando es elegido como dirigente del club Waldemar Pires, cuya primera medida fue contratar como director técnico del equipo al sociólogo Adilson Monteiro Alves, que si bien no era experto en futbol sí era un letrado que podía llevar a cabo una reorganización interna del plantel. Alves había comenzado su carrera militante cuando estudiaba en la universidad y en este sentido decidió incorporar al club a futbolistas que se destacaban más que por su habilidad, por su intelectualidad. Por eso llamó, entre otros, a Sócrates, a Casagrande y Wladimir. El primero de ellos fue un médico que decidió volcar su habilidad deportiva en el fútbol, el segundo un jugador que junto con Sócrates militaba en el Partido de los Trabajadores (PT) brasilero y el tercero declarado comunista, estudiante de Ciencias Sociales, practicante del candomblé y líder del sindicato de jugadores de São Paulo.

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Con este cuarteto a la cabeza y con la voluntad del conjunto del club de generar autoorganización se decidió comenzar una etapa caracterizada por la participación de todos los integrantes del Corinthians. A esto hay que agregar que el momento en el que se abre esta posibilidad de democratizar el club, coincide con el contexto en que el país comenzaba a vivir cierta flexibilidad política, pues la dictadura a principios de los 80 ya comenzaba a desgastarse un poco, luego de casi dos décadas.

La democratización, proceso que luego sería conocida como Democracia Corinthiana, implicó una mayor participación política de todo el club y con ello se pudo lograr la mayor expresión de autogobierno en un club de fútbol. Desde un comienzo la experiencia autogestiva tuvo el apoyo de dieciocho sindicatos, entre los cuales se encontraba el de los metalúrgicos que lideraba Lula da Silva (que luego fue presidente de Brasil), y de muchos intelectuales y artistas del momento como el escritor Jorge Amado o el cantante Gilberto Gil.

Teniendo a la asamblea como órgano supremo, el equipo y el conjunto de quienes trabajaban en el club decidían a mano alzada, es decir, generaron una democracia participativa para decidir todo entre todos: concentraciones, viajes, comidas, contrataciones, despidos, sueldos y alineaciones. De este modo, los mismos trabajadores se opusieron en la práctica a un concepto que exponía el psicólogo del equipo, Placar Favio Gikovate, por aquellos años: «Nada es aparentemente tan colectivo y esencialmente tan individual como el fútbol”.

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La lectura de este proceso puede observarse en algunas de las declaraciones de los jugadores, como por ejemplo Sócrates, cuando exponía que gracias a ese conjunto de personas «conseguimos probarle al público que cualquier sociedad puede y debe ser igualitaria. Que podemos desprendernos de nuestros poderes y privilegios en procura del bien común. Que debemos estimular que todos se cohesionen y que puedan participar activamente de los designios de sus vidas. Que la opresión no es imbatible. Que la unión es fundamental para superar los obstáculos difíciles. Que una comunidad sólo puede fructificar si respeta la voluntad de la mayoría de sus integrantes. Que es posible darse las manos”. También el delantero Casagrande declaró y se expresó a favor del autogobierno: «comenzamos a tener más lectura sobre la realidad social y política del país; hablamos mucho, hasta en intervalos de los entrenamientos”.

Acompañado de todo este proceso de democratización, y no ingenuamente, el club comenzó a revertir el mal desempeño deportivo que acarreaba desde principios del 80 y de este modo el beneficio de la participación política se trasladó al campo de juego. El Corinthians se coronó bicampeón paulista (1982 y 1983) y fue dos veces semifinalista del torneo nacional levantando la bandera de «libertade com responsabilidade”. A esto se le puede agregar que el club durante esos años logró un saldo financiero que sirvió para pagar todas las deudas y obtener un superávit.

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Esta democracia participativa, además de fortalecer el interior del club, fue acompañada de una intervención en el escenario nacional, cuestión que tal vez se debió a que los cambios se estaban dando en uno de los clubes más populares de Brasil y en una de las ciudades más pobladas: San Pablo. Durante el «™82 los movimientos sociales, organizaciones políticas y sindicatos organizaron una campaña que se denominó «Direitas ja” (Directas ya!) exigiendo al gobierno que permita las elecciones directas para que el nuevo presidente fuera elegido por el pueblo y no por el parlamento. Esta iniciativa fue impulsada desde el Corinthians, y en las camisetas se comenzó a leer «Direitas ja”.

Hubo otra campaña que fue tomada desde el club y logró hacer mella en el pueblo paulista hasta presionar al gobierno, que se vio obligado a conceder elecciones para elegir gobernador del Estado de San Pablo. El equipo salía a la cancha entonces con una inscripción clara en su camiseta «Día 15 vote”. El 15 de noviembre de 1982 se harían las primeras elecciones para gobernador.

En 1984 la democracia corintiana comenzaba a declinar. En el marco de un pueblo que ya de lleno pedía elecciones directas acompañando la campaña política «Direitas ja” el diputado Dante de Oliveira presenta una enmienda para la reanudación de las elecciones directas a la presidencia de la república. Esta iniciativa fue apoyada por organizaciones políticas y sociales, artistas e intelectuales entre los cuales encontraba Sócrates, quien públicamente había expresado que de no aprobarse la enmienda se iría de Brasil. No obstante el apoyo del pueblo a la medida, en abril de 1984 el congreso la rechaza por no llegar en los votos a las dos terceras partes de la Cámara.

Así se explica que Sócrates, uno de los impulsores de la democracia corinthiana, haya abandonado el equipo para irse a jugar a Italia. De esta manera y con la ida de Casagrande, otro de los artífices, el proceso comienza a desgastarse hasta llegar a su fin, en 1984.

Paradójicamente esto sucedería a medida que el país se abría políticamente (hacia fines del «™70), cuyo proceso desembocaría en 1985 con el primer presidente civil desde 1964, Tancredo Neves. Un año después de establecida la democracia oficialmente, en el «™88, se elige como presidente, gracias a las primeras elecciones directas desde el Golpe de Estado, a Fernando Collor de Mello. A partir de allí comienza así en Brasil otra etapa difícil para la clase trabajadora, que a pesar de haber obtenido la democracia, comenzaría a sufrir el avance sin pausa de las políticas neoliberales.


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